Esta isla del Caribe es todo un crisol de cultura musical.
Desde la salsa hasta el reggae, pasando por todos los géneros imaginables, todos han convivido en un pequeño país dando lugar a los sonidos que están presente en todas las discotecas del mundo.
Era un día como otro cualquiera. Mi familia y yo habíamos ido a visitar a mis abuelos.
El día transcurría con total normalidad, o al menos no recuerdo que pasara nada especial.
De repente, me entraron ganas de hacer pis y fui al lavabo.
Todo bien… hasta que llegó el fatídico momento… no era capaz de abrir el cerrojo de la puerta del lavabo porque no llegaba para abrirlo (no sé cómo lo pude cerrar).
Estaba encerrada en una habitación pequeña, sin salida.
¿Qué iba a comer? ¿Dónde iba a dormir?
Estaba desesperada. No sabía qué hacer, así que hice lo mejor que puede hacer una niña de esa edad para solucionar sus problemas: llorar con todas mis fuerzas.
Si nunca te has quedado dentro de un lavabo sin posibilidad de salir cuando eras niño, no entenderás el miedo que pasé.
¡No te estoy hablando en broma! Te lo digo de verdad. Auténtica desesperación.
Mi abuelo oyó mis berridos y vino a ver qué pasaba. Se lo expliqué entre sollozos, con toda la desesperación posible, pero él no perdió la calma.
Es más, empezó a decirme qué tenía para salir.
Me preguntó si veía algo en donde subirme para poder abrir el cerrojo, pero yo estaba nerviosisima y lo único que podía ver era mi final. No había nada en ese lavabo que me pudiera salvar el pellejo.
Había tenido una buena vida… feliz. La verdad es que podía haberme conformado con eso.
Pero mi abuelo me dijo si podía ver la báscula, acercarla a la puerta, subirme y abrir el cerrojo.
Entre lágrimas y mocos lo intenté, ya resignada a pasarme ahí toda la vida (o lo que me quedaba de ella).
Me subí a la báscula, me subí y… abrí el cerrojo sin mayor problema.
Esa frustración que viví de niña, los adultos también la vivimos. Nos ofuscamos con algo y no vemos más allá.
Lo veo CADA DÍA con los cantantes. No llegan a esa nota aguda y se desesperan, intentan lo mismo una y otra vez, golpeándose contra un muro, con pura desesperación.
“No lo voy a conseguir nunca” son palabras que oigo a menudo en esos momentos.
En ese momento me convierto en el abuelo de esa persona, no pierdo el control, y les guío para que encuentren esa báscula.
Y de repente vuelves a tener toda una vida por delante.
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