Este año me he propuesto ir un paso más allá en la clase de tuba, y además de las correspondientes tareas “de tocar” mis alumnos van a elaborar un trabajo cada trimestre. La idea ni es original ni es mía, pero de tan interesante que me parece la he incorporado a la programación de la asignatura.
Para este primer trimestre he pedido a los alumnos de segundo ciclo de Enseñanzas Elementales que redacten un trabajo comparando el estudio y la práctica de la tuba con otra de sus aficiones.
Sergio es un chico de 13 años y es su segundo curso tocando la tuba. Además de patinaje y baloncesto también practica kárate a un nivel muy avanzado: es cinturón azul y ha sido campeón de España en su categoría, lo que le convierte en una voz autorizada para tratar este tema con solvencia:
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Si, garbanzos. Para estudiar. Con tu instrumento. Parece una broma, pero no lo es. Además de metrónomo, afinador y lápiz, cuando me pongo a estudiar suelo tener diez garbanzos preparados . Yo uso garbanzos, pero lo mismo sirven alubias que céntimos o cualquier otro objeto pequeño del que sea fácil conseguir una decena. Enseguida entenderéis por qué.
En nuestra vida diaria estamos adquiriendo y dejando hábitos continuamente y sin darnos cuenta. Habitualmente pensamos que un hábito es algo físico, pero en realidad son una cuestión mental: Empezar a vestirse por los pies es un hábito, pero pensar “yo no sirvo para esto” también. En el fondo son lo mismo, porque se trata de mensajes u órdenes que nuestra mente utiliza en el día a día para funcionar.
El estudio de un instrumento musical también se basa en hábitos: Mantener una postura correcta, respirar eficazmente, relajar nuestro cuerpo y en especial algunas partes -como la garganta y la musculatura labial en el caso de los instrumentos de viento-, evitar hinchar los carrillos, mantener una actitud positiva frente a una pieza compleja…. son algunos de los hábitos que debemos incorporar a nuestra manera de tocar para hacerla más eficiente y por tanto progresar.
Generar un hábito
El hábito se basa en la repetición y automatización de patrones de comportamiento: un comportamiento que ahora hacemos conscintemente se convertirá en un hábito en el momento que el que esté incorporado a nuestra lista de “cosas que hacemos sin pensar”.
Algunos estudios afirman que en 21 días es posible cambiar o adquirir un hábito, entendido como la incorporación y automatización de ese comportamiento. Es posible que muchos hábitos relativamente sencillos sean automatizados en esos 21 días, pero también es seguro que otros necesitarán meses de actividad consciente y en cambio otros serán cuestión de unos pocos días.
¿Y los garbanzos?
Todos nos hemos encontrado estudiando con ese pasaje enrevesado, que por algún motivo se resiste a ser tocado sin hacernos perder la paciencia. En realidad, lo único que debemos hacer es cambiar el hábito que tenemos en la manera de tocarlo por otro más eficiente. Así de sencillo.
Sencillo, pero no inmediato. Ya hemos dicho que la repetición es la clave. Repetición y constancia: varias repeticiones a lo largo de varios días. Aquí entran en juego nuestros amigos los garbanzos y la templanza para saber que no será cuestión de un momento y por tanto no perder los nervios porque “no me sale”.
Los garbanzos sirven para marcar las repeticiones que hacemos del pasaje en cuestión; o de un ejercicio concreto o de todos ellos. Como con la mayoría de cosas, cada maestrillo tiene su librillo, y las posibilidades de usar los garbanzos para contar diez son muchas. Combinando la repetición con otras pautas de estudio podemos hacerlo mucho más ameno y efectivo. El reto consiste en mantener el listón bien arriba, haciendo cada repetición igual o mejor que la anterior y fijandonos mucho (sobretodo al principio) en qué estamos haciendo bien para incorporarlo a nuestro repertorio de “cosas que hacemos que deben convertirse en hábitos”. Os dejo algunas ideas:
Podemos simplemente hacer el ejercicio o tocar el pasaje diez veces y pasar a otra cosa.
Podemos marcarnos el reto de hacer el ejercicio o tocar el pasaje diez veces seguidas tal y como nos gustaría tocarlo. Si la novena vez no nos sale así volvemos a contar desde el principio.
Podemos tocar el ejercicio o tocar el pasaje diez veces lento antes de hacerlo a mayor velocidad.
Podemos tocar el pasaje diez veces de atrás hacia delante para tener mayor flexibilidad mental y comprobar que, en el fondo no es tan difícil.
Y así hasta el infinito….
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Catorce años de enseñanza reglada dan para asimilar muchisima información. El sistema educativo actual cubre una grandisima parte de los aspectos que necesita una persona para poder ser músico, pero hay más, mucho más. Aquí os dejo algunas cosas importantes que no aparecen en los libros de escalas y estudios:
1. Formación:
Si bien es cierto que hay quienes nacen con una aptitud especial para las artes, la música tiene además un aspecto técnico muy importante al que hay que prestar mucha atención. Para aprender a dominar las posibilidades que nos brinda la música debemos estudiar y conocer los entresijos del arte, saber “leer” la partitura y todo lo que hay más allá a nivel técnico y estético. Por descontado, el dominio de la técnica con nuestro instrumento es fundamental, y ello se consigue a través de la formación y sobretodo muchas, muchas horas de estudio.
2. Equipo
El hábito no hace al monje y Aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Un buen músico hará Música, con mayúsculas, con cualquier instrumento independientemente de su calidad. Pero, si queremos llegar a ser buenos músicos, deberemos invertir en uno que nos permita el mayor grado de perfección técnica posible en aspectos tan impotantes como afinación, color, versatilidad… o la propia durabilidad del instrumento. Ahora bien, hay que tener en cuenta que el instrumento por si solo no significará nada, los resultados serán los mejores que se puedan esperar si estableces una relación con él, y eso se consigue pasando muchas horas juntos…
Un buen ejercicio para desarrollar el “oido musical” es escuchar mucha música y aprender de los otros. Música de todas las épocas y estilos. No solo de “clásico” vive el hombre, y el músico tampoco. Hay que escuchar mucha música de la que llamamos “clasica”, culta o de conservatorio, si, pero también jazz, rock, salsa, pop, músicas tradicionales de los cinco continentes y cualquier cosa que caiga en nuestros oidos… De esta manera, asumiremos naturalmente eso que se conoce como musicalidad, que no es otra cosa que interiorizar el “lenguaje” musical con sus frases y su sistema sintáctico, tensiones, intenciones… Cuanta más música y más variada escuchemos, nuestra panorámica musical será más abierta.
4. Experimentar
Escuchar es importante, tocar aún más. Nuestra profesión refleja nuestra actitud ante la vida y aún cuando hayamos comprendido y asimilado los conceptos técnicos, la gran variedad de situaciones que podemos encontrar sobre un escenario nos obliga a experimentar para comprobar cómo nos sentimos en cada una de ellas.
5. Crecer
A medida que hacemos música variamos nuestros gustos, nuestro estilo, sonido, etc… y con el correr del tiempo notaremos un crecimiento y mayor seguridad en nuestro manera de ser músico.
6. Concursos y Conciertos
Aunque no se trata de crear un fanatismo por los concursos, el sólo hecho de participar nos obliga a cumplir ciertos estándares de calidad que seguramente redundarán en una mejora de nuestra práctica. Además de la posibilidad de generar una gran autoestima al participar, por ejemplo, de conciertos grupales o individuales, que ayudarán a que nos asumamos como músicos serios.
7. Comunidad
Acercarnos a gente que siente la misma pasión por la música nos traerá como beneficio un importante intercambio de experiencias y conocimientos y nos permitirá ubicarnos con respecto al resto en cuanto a calidad y de trabajo. Cuanto más participemos y compartamos, más recibiremos. Esto incluye formaciones amateur, orquestas jóvenes, cafés después de clase, redes sociales….
8. Observar
La música cuenta historias y habla de la vida. Observar el mundo que nos rodea, la gente a nuestro alrededor, sus historias, sus anhelos, pasiones, miedos, sueños… Aumentará nuestra capacidad de empatizar, algo fundamental cuando se supone que debes interpretar la intención del compositor. Lo mismo que la buena literatura, aquella que trata sobre el ser humano. Lee.
9. Diferenciarse
Fotografía de nardino con licencia Creative Commons
Músicos habemos muchos, y de según que instrumentos, todavía más. Aportar algo diferente y único te hará ser, precisamente, diferente y único, y por ello más valorado. Llevar la misma obra que todos, haciendo lo mismo que todos no te ayudará a marcar la diferencia. Hay que innovar, explorar y atreverse a salir del redil. Pero con buen gusto, por favor: los experimentos, con gaseosa.
10. Buscar oportunidades
Conseguir los primeros bolos es algo que llega con el tiempo, pero no viene solo, y menos aún en la era de las redes sociales, donde la visibilidad pública es tan importante como la calidad intepretativa. Lo suyo es buscar uno mismo sus oportunidades, ofrecerse, implicarse en proyectos emergentes aportando valor añadido a los mismos. Eso si, manteniendo siempre la dignidad profesional; unos mínimos de seriedad y ética (lo que no significa ir de divo por la vida) que no solo aumentarán tu respetabilidad en el “mundillo”, también contribuirás a la dignidad de toda la profesión.
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Los críos son seres fascinantes. Por la red circulan innumerables vídeos de niños muy pequeños tocando instrumentos, cantando o bailando. Nos hace mucha gracia verles haciendo cosas “de adultos” y seguramente ese sea el motivo de que algunos tengan millones de reproducciones. Si, es algo enternecedor y muy entretenido, pero también dan pie a reflexiones acerca del conocimiento, los procesos de aprendizaje y los factores que nos influyen en esos procesos.
Vídeos como estos me hacen dudar, y mucho, si la carga genética determina nuestras habilidades o el entorno pesa más. Obviamente, esta pregunta puede trasladarse a cualquier ámbito del desarrollo humano, desde las capacidades cognitivas hasta las características corporales, pasando por las preferencias alimentarias, los rasgos de personalidad o la lateralidad predominante. Está bastante claro que el ADN de nuestros antepasados juega un papel fundamental en todos estos aspectos y muchos otros que ignoramos; los avances científicos de las últimas décadas, sobretodo en lo referente a la decodificación del genoma humano, están sacando a la luz innumerables aspectos que dependen directamente de ello. Pero no es menos cierto que nuestro entorno también nos modela, incluso en lo físico. Y mucho más allá de lo que somos conscientes.
El niño de vídeo canta blues acompañado por su padre a la guitarra. La letra que canta es ininteligible, aunque teniendo en cuenta que el hombrecillo no llega a los dos años es un “detalle” al que no deberíamos prestar atención. A pesar de esta “carencia” se las apaña para frasear de manera natural, jugando con los silencios e incluso haciendo inflexiones con cada cambio de acorde y afinando saltos melódicos con mucha más solvencia de la que muchos adultos seriamos capaces. La puesta en escena también tiene lo suyo: siente el ritmo y se mueve con él, enfatiza la “letra” con movimientos de cabeza e incluso se permite la licencia de agarrarse al micro. Aunque no le conozco personalmente, me consta por conocidos comunes que el padre de la criatura es un bluesman consagrado. Siendo así, el pequeño Luca ha “mamado” blues probablemente desde el mismo instante de su concepción. Su entorno es esencialmente blues, y por ello la manera de interpretar el mundo que le rodea también lo es. El blues forma parte del lenguaje materno de este niño. No lo ha aprendido como aprende un niño más desarrollado o un adulto, a base de memorizar la lógica de las escalas de blues y con esfuerzo intelectual consciente; simplemente ha observado y copiado su entorno (sobretodo sonoro, pero también visual y cultural) con la mayor naturalidad. Gracias a ese entorno propicio ha desarrollado el oído, la afinación y un sentido del fraseo asombrosos. Algo similar al bailaor del segundo vídeo que comparto con vosotros, sólo que al cambiar el entorno también cambia el lenguaje que forma su mundo y a través del cual se expresa.
La influencia no se queda en nuestro círculo más próximo. No soy muy amigo de las divulgaciones para el gran público, ya que en general tienden a vaciar de contenido y sacar de contexto estudios muy serios sobre las materias que tratan. Siempre hay excepciones, y reconozco que este documental sobre la influencia social me impresionó mucho. En él, James Fawler presenta su teoría sobre la influencia de las redes sociales. Fawler lleva la teoría sobre los seis grados de separación más allá, estudiando el poder de influencia de unas personas sobre otras. Según los estudios de este experto en redes sociales, nuestra influencia llega hasta el tercer nivel de separación. Dicho de otra manera: influimos a los amigos de nuestros amigos y a su vez ellos nos influyen a nosotros. Decisiones personales y aparentemente inofensivas para los demás, como dejar de fumar o romper con nuestra pareja, pueden hacer que personas a las que ni siquiera conocemos tomen la misma decisión. Según este estudio nuestra red de influencia está compuesta por unas 8000 personas a las que influimos y nos influyen sin darnos cuenta de este intercambio continuo. Podriamos ponernos paranoicos, pero no va conmigo. Al contrario, da la impresión de que este continuo “reflujo de influencias” nos obliga a dar lo mejor de nosotros mismos, y deja patente que esos pequeños gestos y actitudes que hacemos contra el sistema (como hacer un uso responsable de las energias, consumir prudentemente o evitar fomentar ciertas actitudes) son importantes y efectivos. No obstante, se nos presenta la duda de pensar si estos niños hubiera sido capaz de desarrollar estas habilidades en entornos menos favorables, o simplemente diferentes. ¿Sería Luca capaz de frasear música, afinar y seguir el ritmo con esta facilidad si no lo hubiera vivido desde su nacimiento? ¿Habría desarrollado el niño bailaor semejante alarde de psicomotricidad en una familia en la que el baile no sea un aspecto culturalmente tan fundamental? ¿Cualquier otro niño en estos ambientes podría desarrollar las mismas habilidades que nuestros dos ejemplos?
El artista…¿nace o se hace?, publicado en el blog de Eduard Ruano. Blog sobre la tuba, la técnica en los instrumentos de viento metal y la interpretación musical.
Vuelvo a las andadas blogueras. Después de algo más de un mes desde que me robaron la tuba y tener que centrar gran parte de mi energía en gestionar cómo volver a la normalidad en la medida de lo posible, me he propuesto volver a escribir e intentar recuperar un ritmo regular de publicación. También me he propuesto que éste tema no monopolice los contenidos del blog, aunque una situación de crisis siempre deja una huella profunda y, lo que es más importante si se es capaz de ver, lecciones importantes para la vida, y por eso sospecho que me va a dar para muchas reflexiones como la de hoy.
¿Medio lleno o medio vacío?
Fue una putada, sí, y no se lo deseo ni al peor de los músicos, pero lamentarse por ello no cambiará nada. Una situación desagradable, incómoda y que encima seguramente me va a costar un buen dinero que pensaba dedicar a otras cosas. Pero nada más; toca mirar al frente, seguir adelante y sacar lo positivo de la situación, aunque parezca imposible.
Una de las primeras cosas que me dijo un buen amigo fue “algo bueno sacarás de todo esto”, y tal como terminó la frase le miré con cara de incrédulo y con cierto sarcasmo. Pero la sentencia había calado, me cargó de optimismo e inconscientemente empecé a repasar la lista de posibles cosas buenas que estaba provocando la situación. De momento la lista no ha dejado de crecer, lo cual ayuda a convencerme de que todo lo que nos ocurre tiene sus consecuencias positivas.
Vale, no siempre apetece ser optimista. En ocasiones el cuerpo te pide meterte debajo de la manta, aislarte del mundo y quedarte a solas con tus malos rollos, sintiéndolos bien presentes presionando tu pecho; y reconozco que hacerlo también es necesario, porque ayuda a ser consciente de que no todo es coser y cantar. La vida es dura, sí, pero cuando ya lo sepamos (¿seguro que lo sabes? siempre hay alguien que está peor que tú) debemos enfrentarla con la mejor actitud. Es simple: sólo hay que cambiar el chip, hacer un pequeño esfuerzo y crear el hábito de ver el lado positivo de lo que nos pasa.
Todavía no os he dicho cuales son las cosas buenas que he sacado de todo esto: He conocido personas maravillosas y me ha dado la oportunidad de comprobar que la gente es buena y te ayuda desinteresadamente, por pura empatía; he tenido ocasión de plantearme seriamente cambiar de tipo de tuba, con todo lo que ello comporta, para acabar reafirmándome en mis “creencias tubísticas”; también ha sido la excusa para poner en claro mis prioridades en varios aspectos profesionales, que si bien es algo que hay que revisar con regularidad la rutina hace que se vaya posponiendo sine die; me ha dado la oportunidad de volver la vista atrás y comprobar que diez años dan para haber hecho muchísimas cosas que hace once no podía ni haber imaginado, y con ello llegar a la conclusión de aquel gran hombre de que la vida es eso que nos pasa mientras nos empeñamos en hacer planes.
Para terminar este post os dejo un vídeo cargado de optimismo de los mayores genios del humor, los Monty Phyton, en la que es su película más irreverente: La vida de Brian (recomendación absoluta para mentes librepensantes). En la escena final de la crucifixión, cuando todo parece absolutamente perdido, qué mejor que cantar “Busca siempre el lado bueno de la vida”….
Foto de BaileyRaeWeaver con licencia Creative Commons
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