Qué doodle tan magnífico ha realizado el equipo de google para celebrar el 151 años del nacimiento de Claude Debussy, con Claro de Luna como tema.
Para unirme a la celebración propongo escuchar Pagodes (1903), primer movimiento de las Estampes.
Debussy nos invita a soñar con una tierra lejana: Asia, con el sugerente título de "Pagodas" (construcciones típicas de los países asiáticos).
Musicalmente utiliza para "el viaje" escalas pentatónicas y el Gamelán, grupo de instrumentos de percusión y de cuerda frotada y pulsada, típico de Indonesia. Estos ingredientes se suelen citar como características del Impresionismo musical, movimiento musical de principios del siglo XX del que Debussy es considerado su máximo representante. El carácter evocador y de ensueño se consigue introduciendo timbres nuevos (el gamelán en una orquesta occidental) y escalas poco utilizadas en las salas de concierto (como las pentatónicas, propias de otras culturas o de otros géneros musicales).
"Cuando uno no tiene medios para pagarse los viajes, debe compensarlo con la imaginación"
Claude Debussy
Versión musical de Percy Grainge. Orquesta dirigida por Geoffrey Simon. El montaje nos muestra pagodas de Bali, "La isla de los dioses":
Estoy convencido de que en la base del nacionalismo musical no está el patriotismo sino la fascinación por la riqueza de las melodías, los ritmos, las armonías y los instrumentos de origen popular. Naturalmente esa admiración de un compositor hacia el folclore nace con el contacto con la música popular de su país, pero estoy convencido de que, en mayor o menor medida, todos los compositores nacionalistas sintieron una profunda admiración hacia la música de todos los pueblos, y muchos de ellos, los que pudieron porque viajaron más o simplemente tenían más facilidad para asimilar los rasgos característicos de la música exótica, lo demostraron, como es el caso de Antonin Dvorak, que utilizó el folclore del nuevo mundo, o de Nicolai Rimsky-Korsakov.
Este compositor ruso compartía con Balakiriev, Cui, Musorgski y Borodin ―los otros cuatro dedos del Gran puñado― el ideal de una música culta que se alimentaba del folclore de su tierra y de su gran cantidad de recursos musicales con los que enriquecer la tradición musical europea, como las escalas pentatónica, hexatónica y modales, la heterofonía o las cuartas y quintas paralelas, procedimientos ajenos o incluso prohibidos por la armonía clásica.
Tal como decíamos, Rimsky-Korsakov también acudió a otras fuentes, entre las cuales también está la música popular española. El compositor ruso fue oficial de la Marina de su país y navegó en un buque escuela con el que arribó a muchos puertos, entre los cuales estuvo el de Cádiz, una ciudad rica en vida y tradición musical popular. Seguramente esa breve estancia no pudo haber sido suficiente para conocer a fondo el folclore español, pero es bastante probable que el recuerdo de su visita a una de las cunas del flamenco aflorara a la mente del músico ruso más de 20 años después, cuando compuso su Capricho español, cuyo cuarto movimiento (7:54) es Escena y canto gitano.
Nicolai Rismky-Korsakov murió en un día como hoy, mientras entraba el verano de 1908.
1813 nacieron dos de los más grandes creadores operísticos de la historia: Richard Wagner y Giuseppe Verdi. No se conocieron, pero representaron dos formas distintas de crear música
Fuente: ultimahora.com
¡VIVA VERDI! Giuseppe Verdi nació en Le Roncole 10 de octubre de 1813 y murió en Milán en 1901. Fue un compositor romántico de ópera del siglo XIX, el más notable e influyente compositor de ópera italiana. Su nombre sirvió de bandera a los revolucionarios, al grito de ¡VIVA VERDI! en realidad decían Viva Vittorio Emmanuelle Re D`Italia (V.E.R.D.I). Victor Manuel de Saboya, había unificado Italia y salvado al país de la dominación extranjera. Verdi amaba el campo y la naturaleza y le gustaba decir de sí mismo: "Soy un humilde campesino y lo seguiré siendo toda la vida". Sus melodías son las más populares de la historia de la música y fueron conocidísimas en su tiempo, toda Italia las tarareaba.
En 1813 nacieron dos de los más grandes compositores de ópera de la historia: Richard Wagner y Giuseppe Verdi. Este año se celebran los 200 años de su nacimiento (bicentenario).
No se conocieron, pero representaron dos formas distintas de crear música.
Fuente: ultimahora.com
¡VIVA VERDI! Giuseppe Verdi nació en Le Roncole 10 de octubre de 1813 y murió en Milán en 1901. Fue un compositor romántico de ópera del siglo XIX, el más notable e influyente compositor de ópera italiana. Su nombre sirvió de bandera a los revolucionarios, al grito de ¡VIVA VERDI! en realidad decían Viva Vittorio Emmanuelle Re D`Italia (V.E.R.D.I). Victor Manuel de Saboya, había unificado Italia y salvado al país de la dominación extranjera. Verdi amaba el campo y la naturaleza y le gustaba decir de sí mismo: "Soy un humilde campesino y lo seguiré siendo toda la vida". Sus melodías son las más populares de la historia de la música y fueron conocidísimas en su tiempo, toda Italia las tarareaba.
Hace cien años, en el Teatro de los Campos Elíseos de París se estrenaba la que no dudo en afirmar que es la obra maestra de la música del siglo XX: La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Quizás esta sentencia tan tajante pueda sorprender a más de uno, y más si no es su primera visita a este blog, de hecho, yo no sería capaz de hacer una afirmación similar respecto a cualquier otro siglo sin cambiar de idea a las pocas semanas o incluso días. Sin embargo mi convicción firme sobre el inmenso valor musical de esta obra me acompaña desde hace más de tres décadas. En esa época, en la que casi sólo escuchaba música barroca y, algo menos, clásica y romántica, casualmente vi este ballet en televisión con la coreografía de la inolvidable Pina Bausch (algo que ya conté cuando murió, hace casi 4 años), un hecho que cerró mi período vivaldiano y abrió el stravinskiano, que duró varios meses y durante el cual escuchaba casi exclusivamente obras del compositor ruso, gastándome mis ahorrillos de estudiante veinteañero en sus CD y vinilos, además de algunas partituras para intentar entenderlas más a fondo.
La energía que desprende la música que Stravinsky compuso para este ballet ―que representa un ritual primitivo para consagrar la primavera a los dioses, a quienes piden benevolencia a cambio del sacrificio de una adolescente, que será obligada a bailar hasta morir por agotamiento― es tanta que resultó terrible para los gustos de hace un siglo. Como si no bastara, la coreografía de Vaslav Nijinsky para los Ballets Rusos de Diaghilev, cargada de sacudidas y espasmos, y la brutal temática del sacrificio humano crearon un espectáculo tan intenso que muchos de los que acudieron al teatro no consiguieron aguantar, con reacciones que abarcaron desde los gritos e insultos hasta el abandono del teatro (esta última opción fue la que escogió Camille Saint-Saëns, compositor entre otros de El carnaval de los animales, no antes de despotricar un poco sobre el trabajo de Stravinsky, que en su opinión representaba una grave ofensa hacia la música, una postura que podemos entender y perdonar si consideramos que ya estaba muy próximo a los 80 años de edad).
Desde el punto de vista puramente musical, Stravinsky consigue esta fuerza tremenda gracias a unos recursos muy innovadores, como: un ritmo muy complejo con continuos desplazamientos del acento fuerte; una armonía también bastante compleja que generalmente huye de la jerarquía tonal, a veces evitando las relaciones tonales y a veces buscando la politonalidad; una instrumentación muy rica, con una continua exploración tímbrica y el empleo intensivo de una sección muy amplia y variada de percusiones.
Pasados 100 años del escándalo del estreno, la coreografía de Nijinsky ha perdido buena parte de su carga trágica y hoy en día es bastante improbable que pueda causar en el público actual un impacto emocional como el que suscitó ese día. Es más, a cualquier espectador del siglo XXI probablemente le resulte bastante más naïf que trágico, no sólo por el vestuario tradicional sino sobre todo por los gestos espontáneos e ingenuos de los bailarines.
Sin embargo esta otra versión, que he localizado casualmente navegando por Youtube, creo que sí pueda resultar impactante. Dos novedades con respecto a la original: una es que la elegida no es una joven virgen sino un hombre y la otra es que los protagonistas de la coreografía (de la que desconozco el autor) no son sólo hombres y mujeres sino también unos magníficos caballos que participan en la danza como auténticos profesionales. Es una grabación de 2002 en la que la música está interpretada por Pierre Boulez al frente de la Orquesta de Paris.
En el final del vídeo, la danza del sacrificio, la violencia implícita en este acto ya no está sublimada en la danza de una joven que se inmola más o menos espontáneamente por un supuesto bien para su comunidad. Los caballos que dan vueltas alrededor del elegido le están cerrando cualquier vía de fuga y la expresividad del bailarín deja clara su angustia frente a la muerte inevitable.
Un paso más en este sentido es el que da el coreógrafo Angelin Preljojac, que ahonda en la psicología de la víctima poniendo en evidencia su enorme sufrimiento y su extrema soledad. La protagonista, Nagisa Shirai, intenta escapar de su injusta condena pero su propia gente se lo impide y la despoja de su ropa, dejándola totalmente indefensa y vulnerable. Su desnudez acentúa la tragicidad del momento por exponerla a la mirada despiadada de sus verdugos, que hasta poco antes eran personas en las que podía confiar.
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