Una curiosidad musical: Magnífica miniatura del piano Steinway White House de 1903

Fuente 88teclas
El artista canadiense Paul Gentile conocido a nivel mundial por su excelente trabajo en de reproducción de miniaturas a escala en las que mantiene hasta el más mínimo detalle de las piezas originales, ha sido el encargado de diseñar y elaborar un mítico instrumento, el piano Steinway White House de 1903.


Este alabado miniaturista es el creador de una famosa serie de instrumentos históricos, bautizada como Gentile Collection. En ella se cuentan instrumentos tan míticos como el violín Heller Stradivarius de 1679, el saxofón alto Selmer Mark VI, el Servais Cello Stradivarius de 1701 o un contrabajo Vincenzo Panormo de 1785.

Ahora se suma a su colección de instrumentos este piano, realizado a escala 1:7 y en el que ha invertido más de 16 años de arduo trabajo hasta conseguir un piano de cola totalmente fiel al original y que funciona exactamente igual que éste.

El fabricante de pianos Steinway & Sons regaló el original Steinway White House de 1903 a Theodore Roosevelt, quien por entonces era presidente de los Estados Unidos. Fue un obsequio por la conmemoración de dos momentos clave: la celebración del 50º aniversario y la fabricación del instrumento número 100.000 de la prestigiosa marca dedicada a la venta de pianos (ver aquí) desde 1853.

El Steinway White House fue el piano principal de la Casa Blanca hasta 1938, año en el que Steinway & Sons celebró la producción de su piano número 300.000 con la entrega de otro instrumento, esta vez al presidente Franklin Roosevelt.

Años más tarde, el histórico piano de 1903 fue donado al Museo Nacional de HistoriaEstadounidense de la Institución Smithsonian.

El instrumento a escala 1:7 creado por Paul Gentile se mantiene fiel a todos los aspectos de la construcción del original, tanto en su acabado artístico como en su funcionalidad.

Durante más de 16 años Gentile dedicó sus esfuerzos a reproducir pieza a pieza el SteinwayWhite House. Comenzó por la reproducción exacta de las herramientas en miniatura necesarias para construir un piano totalmente funcional, como los "rim press" utilizados para dar forma a la madera.

Con las herramientas ya creadas, elaboró manualmente y con técnicas artesanales las más de 12.000 piezas que componen este piano de cola.

El resultado ha sido tan fabuloso que la propia marca ha reconocido el piano en miniatura de Paul Gentile como un piano de cola Steinway & Sons oficial(ver aquí).

Niccolò Paganini "El Violinista del Diablo"

Cuenta la historia que una noche que interpretaba esta sonata, el escenario de un auditorio repleto de admiradores estaba preparado para recibirlo. La orquesta entró y fue aplaudida. El director fue ovacionado. Pero cuando la figura de Paganini surgió, triunfante, el público deliró. Paganini coloca su violín en el hombro y lo que sigue es indescriptible. Blancas y negras, fusas y semifusas, corcheas y semicorcheas parecían tener alas y volar con el toque de aquellos dedos encantados. De repente, un sonido extraño interrumpe el ensueño de la platea. Una de las cuerdas del violín de Paganini se rompe. El director paró. La orquesta paró. El público paró. Pero Paganini no paró. Mirando su partitura, él continuó extrayendo sonidos deliciosos de un violín con problemas. El director y la orquesta, admirados, vuelven a tocar. El público se calmó, cuando, de repente, otro sonido perturbador atrae la atención de los asistentes. Otra cuerda del violín de Paganini se rompe. El director paró de nuevo. La orquesta paró de nuevo. Paganini no paró. Como si nada hubiera ocurrido, olvidó las dificultades y siguió arrancando sonidos imposibles. El director y la orquesta, impresionados, vuelven a tocar. Pero el público no podía imaginar lo que iba a ocurrir a continuación. Todas las personas, asombradas, gritaron un “¡OOHHH!” que retumbó por toda aquella sala. Una tercera cuerda del violín de Paganini se rompió. El director paró. La orquesta paró. La respiración del público paró. Pero Paganini no paró. Como si fuera un contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que quedaba de aquel violín destruido. Ninguna nota fue olvidada. El director, embelesado, se animó. La orquesta se motivó. El público partió del silencio hacia la euforia, de la inercia hacia el delirio. Paganini alcanzó la gloria. Su nombre corre a través del tiempo. Se cuenta que en el siglo XIX, hizo un pacto con el diablo para, a cambio de su alma, convertirse en el más grande violinista de su tiempo.


Las acrobacias que Paganini hacía con el violín se convirtieron en toda una leyenda. Existen crónicas de la época en la que nos hablan de un violinista que tocaba a una velocidad vertiginosa, con espectáculares acordes, armónicos increíbles, pizz con la mano izquierda, interpretando sobre una sola cuerda… en definitiva poseía una destreza técnica sin paragón en la época. Pero el mito no nació únicamente del modo en que tocaba el violín, Paganini no es el primer violinista que tenía esa destreza técnica, -recordemos nombres como Locatelli (1695-1764) o Tartini (1692-1770- a esto tenemos que añadir una personalidad, una manera de “interpretar” bastante especial y una apariencia cadavérica.
Y es que mientras recorría Europa triunfante de ciudad en ciudad, las malas lenguas empezaron a hacer creer que esa extraordinaria habilidad técnica no podía ser fruto del estudio y del talento sino que debía haber algo oscuro en ello, en su pasado. Se empezó a decir que Paganini había realizado un pacto faustiano con el diablo y el músico lejos de enfandarse se aprovechó de esta imagen e incluso la avivó.

La extraordinaria expresión de su cara, su palidez liviana, sus ojos oscuros y penetrantes, junto a la sonrisa sarcástica que sus labios dibujan de cuando en cuando, hicieron a alguna mente vulgar y calenturienta que aquellos eran evidencias inconfundibles de algo diabólico.

 

Rocío

Para que lo comentado en clase no se quede en el aire, os coloco aquí los ejemplos.


Joaquín Turina, fue un compositor y pianista español. Hijo de un pintor italiano residente en Sevilla. A pesar de estar dotado para la música desde niño, probó suerte en la Facultad de Medicina. Pronto la abandonó y se dedicó a la música y a estudiar en su ciudad natal. Tras crecer como pianista, viajó a Madrid y después a París por consejo de Falla y Albéniz, donde estudió con Moszkovski y D’Indy en la Schola Cantorum. El estreno de La procesión del Rocío le abrió las puertas para volver a Madrid, donde dirigió el Teatro Real y enseñó en el Conservatorio, además de desempeñar labores administrativas. Su estilo denotó la influencia de Franck a la descripción de ambientes nacionalistas (especialmente sevillanos) alcanzando mayor popularidad en vida que el propio Falla.




La procesión del Rocío es un poema sinfónico compuesto en 1912 y estrenado un año más tarde con gran éxito en Madrid, lo que le abrió las puertas para su retorno coincidiendo con el estallido de la Gran Guerra en 1914. La obra evoca una de las fiestas más conocidas de Andalucía, El Rocío, a donde peregrinan en romería sus devotos. El autor consigue transmitirnos el ambiente festivo y devocional de la procesión, desde la alegría de sus danzas espontáneas al fervor religioso, utilizando una gran paleta orquestal de colores brillantes y fastuosos.

“Rocío” (1928), dedicada a la Virgen del Rocío de Almonte (Huelva) y escrita por Manuel Ruiz Vidriet (realmente los apellidos de su compositor son Ruiz Vidriet y no Vidrié, como se suele nombrar habitualmente.) Nacido en La Luisiana, fue director de la banda municipal de Huelva. Esta vinculación con las tierras onubenses le llevó a dedicar esta marcha a la patrona de Almonte en colaboración con Manuel Pérez Tejera. La composición no es precisamente un ejercicio de originalidad, pues se basa en la canción mexicana “La Peregrina”de Ricardo Palmerín y el solo de flauta es una transcripción literal del que escribiera Joaquín Turina en su poema sinfónico “La Procesión del Rocío”.)


(Coincidentemente, el solo de flauta viene a empezar en las dos obras en el minuto 4)

Musicos desgraciados

Ya sabemos que Beethoven fue sordo total desde los 40 años (empezó a quedarse sordo a los 28).

 Juan Sebastián Bach murió completamente ciego, en parte por haber trabajado de noche a la luz de las velas.

Rachmaninov sufrió una depresión que le duró 3 años, tras la cual ocxmpuso su 2º concierto para piano, el más importante.

Schumann se volvió loco e intentó tirarse al río Reno, pero lo salvaron.

Chaikovski, a pesar de lo que se cuenta, muy probablemente se suicidó.

Glenn Gloud, otro que empezó a componer a los 5 años, interrumpió brutalmente su carrera a los 32, dedicándose desde entonces exclusivamente a grabar discos, sin recibir visitas y alimentándose únicamente de fruta, huevos y leche, hasta que cumplió los 50 años, en que murió, tal y como había predicho.

Enrique Granados murió en el naufragio de la nave Sussex, en el Canal de la Mancha, al ser torpedeada por la armada alemana en el transcurso de la Primera Guerra Mundial. El camarote de los Granados se hallaba en la popa, y en él fueron encontrados sus equipajes y muchos objetos personales, pero es claro que en el momento del impacto el matrimonio se encontraba en otra parte del barco. Enrique Granados se lanzó al agua y fue izado al poco a bordo de una de las lanchas de salvamento, pero al ver poco después a su esposa debatiéndose entre las olas, se lanzó a rescatarla, siendo engullidos los dos por el mar.