La rebelión de las máquinas ha llegado

Me encuentro delante del ordenador, y hace un rato estaba pensando de qué puedo hablarte hoy.

Estoy bastante cansada y mi cerebro no quiere colaborar…

Sin quererlo, me he puesto a pensar en la batalla que tuve ayer con la calefacción de mi casa.

No hace mucho que vivo aquí, y aún no había necesitado encender la calefacción. Siempre prefiero optar por abrigarme un poco más.

Pero este año… uff… ¡hace muchísimo frío! 🥶🥶🥶

Total, ayer me lié la manta a la cabeza y me puse a ver cómo encenderla.

Lo primero que hice fue encontrar el manual de instrucciones de la caldera. Un compañero de trabajo de donde trabajaba hace muchos años, me enseñó que se pueden encontrar por Internet.

Aunque parecía que mi periplo iba a acabar rápido y satisfactoriamente, la maldita caldera no quería colaborar.

¡Le dije de todo a esa lucecita parpadeante! En teoría indicaba que la caldera se estaba encendiendo, pero me estaba tomando el pelo.

Al principio pensaba «jeje, que graciosa, se cree que no voy a poder hacer que funcione».

Después de 30 minutos intentando cosas, cada vez que se encendía la lucecita ya no veía una bombilla, veía como la caldera me levantaba el dedo 🖕

Yo no soy mucho de decir tacos ni de insultar, pero la caldera estaba sacando lo peor de mí.

Entonces recordé que una amiga de mi infancia también tenía calefacción por radiadores, y recuerdo un día en el que empezó a hacer mucho calor en su habitación y pudimos apagar el radiador girando una ruedecilla que tienen.

Ahí empezó el segundo (o diecisieteavo) round. Me paseé por todos los radiadores, los cerré y sólo abrí uno para tenerlo bien controlado todo.

Pero la caldera sólo decía una cosa: 🖕🖕🖕

Bueno, eso son tres cosas, …

Estaba llegando al límite y me iba a enzarzar a mordiscos con la caldera.

Yo me quedaría sin dientes, pero ella se iba a quedar con una cicatriz toda su triste vida.

Entonces vi un aparatito pegado en la pared. Estaba en una habitación diferente, pero me llamó la atención cuando lo vi. ¿Eso ha estado ahí siempre?

¡Aaah! ¡Desde aquí se regula la temperatura! La batalla estaba ganada. La caldera no tenía nada que hacer. Le gustase o no, tendría que ponerse a currar de inmediato.

Oh oh… el regulador no tiene pilas. La madre que lo… trajo a este maravilloso mundo…

Gracias al cielo, alguien me descubrió hace años el fantástico mundo de las pilas recargables, así que tenía algunas perdidas por casa y también conseguí encontrar el cargador (te ahorro los detalles, pero también tuve que hacer que el cargador colaborara utilizando unos alicates).

Le pongo las pilas y… ¡BAM! ¡¡Encendido!! 😎

Un momento… ¡¡se acaba de apagar!! 😱😱

Después de investigar un poco, veo que las pilas no hacen contacto del todo porque el aparatito es muy viejo y está dado de sí.

Entonces me vino un recuerdo de la escuela, donde aprendí que el estaño es conductor, así que fui a buscar el rollo de estaño de soldar que tengo por ahí, corté unos trozos y se los enganché a las pilas.

¡BAAAAAM! ¡¡Encendido y funcionando!

La caldera se moría de rabia, pero tuvo que aguantar y hacer su trabajo.

El caso es que pude ser autosuficiente gracias a las cosas que había aprendido a lo largo de toda mi vida, y eso es lo que deberías buscar tú al entrenar tu voz.

Yo podría haber llamado a alguien para que lo arreglara, pero eso me hace dependiente. Además, ¿qué pasa si están de vacaciones? ¿Qué pasa si es domingo y no trabajan?

Cuando te formes vocalmente, tienes que asegurarte de dedicar tiempo a entender el proceso y las herramientas que hay a tu disposición, porque tu vocal coach no va a poder estar siempre contigo.

De hecho, la idea es que acabes siendo independiente, que seas capaz de hacer los cambios necesarios para arreglar el problema que puedas estar teniendo con tu voz.

No, no es fácil llegar a eso, y yo te recomiendo que siempre tengas sesiones de seguimiento con tu vocal coach, pero de nuevo… ¿y si tu vocal coach está de vacaciones?

La que nunca se va de vacaciones es nuestra newsletter. Si te apuntas, a partir de mañana tendrás un consejo al día en tu bandeja de entrada.

Pero siempre, siempre, trabaja para obtener tu independencia vocal (¡¡y que les den a las calderas!!)

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“Es que tú lo haces tan fácil…”

Mis alumnos muchas veces me lo dicen, que cuando canto hago que parezca facilísimo.

Lo considero algo bueno y agradezco mucho que me lo digan, pero siempre me veo en la obligación de decirles que no siempre fue así.

He cantado toda mi vida. Desde pequeña.

Los sonidos que producía con mi voz eran generalmente bonitos.

Llámalo suerte, llámalo habilidad innata.

Pero créeme… ¡ni me vino caído del cielo ni todo ha sido fácil para mí!

Me pasaba horas y horas cantando y grabándome para escucharme después una y otra vez.

Esto lo hacía cuando ya tenía poco más de 20 años, a principios de los 2.000.

Llegaba de trabajar, y me ponía con mi ordenador.

Tenía unos auriculares malísimos, y un micrófono aún más malo. Todo lo que estaba de moda por aquella época 😂

Oía mis fallos. Algunos los podía mejorar. Para otros no tenía solución, así que simplemente dejaba de hacer lo que no podía.

Sinceramente, no es la opción que te recomiendo, pero por aquel entonces era lo mejor que podía hacer con los medios que tenía disponibles.

Al fin y al cabo, no hacía tantos años que tenía acceso Internet SIN módem (ese que hacía ruiditos al conectar y que te dejaba sin la posibilidad de utilizar el teléfono de casa).

Para que me entiendas, Internet no era lo que es hoy.

No tenía acceso a muchísima información que existía, simplemente porque no estaba en Internet (o porque no estaba en castellano, que yo por aquel entonces apenas entendía el inglés).

El caso es que cantaba, hacía mis conciertos, y estaba contenta. Acepté mis limitaciones y seguí haciendo lo que me gustaba.

Cuando empecé a entrenar mi voz de la forma que tiene que ser, por supuesto que empecé a sentir mejoras sustanciales, pero también fui mucho más consciente de mis dificultades.

Créeme, también pensaba de mi profesor que él lo hacía todo tan fácil… cantaba notas de rango de mujer con una facilidad…

Y a los alumnos que me dicen que yo lo hago tan fácil les cito lo que mi profesor me dijo cuando yo se lo dije a él: la única diferencia que hay entre lo que tú estás haciendo y lo que yo estoy haciendo son más de 20 años.

Es obvio, directo y completamente lógico. Es evidente.

Pero nunca pensamos sobre ello.

Especial atención a un detalle de la frase: el verbo “hacer”.

Porque no sirve de nada que estudies algo durante 10, 20 o 30 años. Tienes que hacerlo, porque sólo haciéndolo es como se mejora.

Otra evidencia que no está de más recordarla.

Yo llevo desde el 2011 entrenando mi voz. El problema sería si aún me siguieran costando las mismas cosas que por aquel entonces.

Así que la próxima vez que pienses que alguien hace muy fácil algo que es difícil, invoca a un mini-yo en tu hombro para que te recuerde que las cosas requieren tiempo, paciencia y práctica.

Puedes reducir el factor tiempo de esa ecuación con una de las mejores formas que conozco: suscribiéndote a nuestra newsletter 👇👇

Este artículo “Es que tú lo haces tan fácil…” pertenece a VoKalo.

La otra gran frase de Star Wars

Muchas de las verdades a las que nos aferramos dependen de nuestro punto de vista.

Obi-Wan Kenobi

Muchas veces nos escriben para pedirnos consejo.

¿Qué debo hacer para poder cantar estas notas?

¿Cómo puedo hacer menos fuerza?

¿Algún ejercicio para no cansarme al cantar?

Gran parte del progreso en el canto se basa en la experimentación.

Si tienes a alguien que te guíe, el camino será mucho más rápido y fácil, pero necesitarás experimentar de todas formas.

La voz es muy esquiva, y tienes que ir construyendo un mapa mental del sonido que haces con tu voz y de las sensaciones que sientes al hacerlo.

Esos serán tus “trastes” de la guitarra, o tus “teclas” del piano. Esas sensaciones tuyas, propias e intransferibles, serán con las que tocarás tu voz.

Esto supone un problema, porque… ¿qué se supone que tienes que sentir?

¿Qué sensaciones tienes que buscar?

No puedes buscar algo que no sabes lo que es. Sabes que existe, pero no tienes la más mínima pista.

Como bien decía Obi-Wan, si no cambias tu punto de vista tu verdad no cambiará.

Aunque, de nuevo… ¿cuál es la perspectiva correcta?

Aquí el concepto de inhibición puede venirnos muy bien.

Una de las definiciones de inhibición es abstenerse, dejar de actuar.

Da igual la pregunta que tengas. La respuesta correcta siempre pasa por cambiar la forma en la que utilizas tu voz, y por ende las sensaciones que sientes cuando la utilizas.

Así que si, por poner un ejemplo arbitrario, sientes que el sonido en tus notas agudas “te llena la boca” y sientes que no llegas bien o te haces daño, cambia cosas para no sentir el sonido de esa forma.

Puedes bajar el volumen, no abrir tanto la boca, abrirla más, … cualquier cosa que cambie tu feedback sensorial.

Si no dejas que tu cuerpo haga las cosas incorrectas, lo que estás haciendo es propiciar las correctas.

Ten presente el objetivo de cambiar tus sensaciones, no de conseguir un sonido bonito de la noche a la mañana, porque esto último no ocurre.

¿Eres de esas personas que prefieren asegurar el tiro al máximo? 👇👇👇

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La de tonterías que hice sólo porque me lo dijeron

Hay una frase de Jean Cocteau (poeta, novelista, dramaturgo y cineasta francés) que me gustaría que tengas en mente para todo lo que te voy a explicar:

No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría.

Una gran frase…

Yo siempre he cantado desde pequeña. Nunca estudié canto.

De hecho, les pedí a mis padres que me apuntaran a clases de canto, y no quisieron.

Así que nada, yo seguía cantando a medida que me hacía mayor.

Me ponía con mi ordenador a grabarme cantando canciones que me gustaban, y más o menos sonaba bien.

No sabía cómo mejorar nada de lo que hacía, pero bueno, yo estaba contenta porque estaba bien.

Estuve cantando con algunas bandas y esas cosas, e inevitablemente fui teniendo contacto con otros cantantes.

Recuerdo estar con mi banda en un concurso de bandas. La presentadora del concurso resultó ser cantante también.

Me habló de que ella se hacía con unos sprays con mentol o eucalipto, no me acuerdo, que iban muy bien para la voz.

Inmediatamente pensé “Tengo que hacerme con uno. Es lo que hacen los cantantes.”. Y ese pensamiento se reafirmaba cada vez que alguien me hablaba de los sprays de própolis o mil historias más.

Iba hablando con otros cantantes, y todos me decían que había que trabajar la respiración para cantar mejor. ¡Y yo quería mejorar!

Pero no sabía cómo trabajar eso, así que hice otra de las cosas que muchos otros cantantes hacían: ir a clases de canto.

“Es lo que hacen los cantantes”, pensé.

A esas alturas ya vi que lo de los sprays no me hacía cantar mejor, por cierto.

Total, empecé las clases con mucha ilusión, y encima hacía ejercicios de respiración. ¡Genial!

¿El problema? No estaba mejorando.

Un día le dije a mi profesor que lo que yo quería era tener más potencia, así que me dijo que para eso había que proyectar la voz, llevar la voz de pecho a las notas agudas.

“¡Aaaah! ¡Bien, bien! Yo quiero hacer eso. ¡Es lo que hacen los cantantes!”

Un año después dejé las clases. Estaba exactamente en el mismo punto en el que empecé.

Pasaron algunos años y encontré a un profesor de canto de renombre, al que los grandes cantantes acudían, y encima fui por recomendación.

“Eso sí que tiene que ser lo que hacen los cantantes, así que para allá que voy.”.

Empecé a notar cambios en mi voz. Cambios que yo creía que eran buenos, y además estaba consiguiendo lo que yo quería: más potencia.

Pero no era consciente de que lo estaba consiguiendo a costa de poner mi voz en riesgo.

Para no hacer la historia muy larga, resultó que no me estaba enseñando a utilizar la voz de la forma correcta.

¿Te acuerdas de la primera frase que te he dicho? No se debe confundir la verdad con la opinión de la mayoría.

Cada una de esas veces me dejé llevar por la mayoría, y erré en mi decisión.

Un año y medio después, empecé a estudiar con un vocal coach muy famoso a nivel mundial, y desde entonces ha sido y es mi mentor.

Cuando recibes la formación correcta, lo sabes.

Todo el mundo decía que ese vocal coach era uno de los mejores a nivel mundial… así que esta vez la opinión de la mayoría sí era la verdad.

¿Conclusión? No te creas a pies juntillas todos los inputs que recibas y no ignores a tu voz interna. No siempre tendrás razón, pero al menos tendrás un pensamiento crítico.

¿La opinión de la mayoría es la verdad? Buena pregunta…

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Tu talento me importa bien poco

El otro día vi un episodio del documental Cuadernos de entrenador en Netflix. Concretamente el episodio de Patrick Mouratoglou.

Me encantó.

Este tío, Patrick, fue el coach de Serena Williams durante muchos años, y la llevó a lo más alto.

En el documental explica cosas muy interesantes sobre su trabajo, y también cuenta experiencias vividas que le enseñaron ciertas cosas sobre su profesión.

Me vi reflejado muchas veces en lo que decía. De hecho, estaba flipando porque el mundo del coach de tenistas y de vocal coach se parece más de lo que nunca había imaginado.

Al final, todos somos personas, ¿no?

Tengo que hablarte de dos cosas de las que pensé: de esto tengo que escribir un correo.

El talento puede ser un lastre

Había un momento en el que Patrick explicaba una situación que veía con varios tenistas de gran talento: cuando empezaban a perder, se dejaban ganar.

Básicamente se rendían. Enseñaban unas imágenes de esas situaciones, y realmente era alucinante.

Tenistas de gran nivel literalmente pasando de intentarlo.

Me quedé flipando, pero inmediatamente vi las similitudes con situaciones que yo he vivido con cantantes de gran talento.

En cuanto algo no les salía o aparecía el temido gallo, se bloqueaban y empezaban a hacerlo peor y peor.

La teoría de Patrick es que esos tenistas pensaban inconscientemente (parafraseo): si me dejo ganar, quiere decir que he perdido porque yo he querido, no porque no tenga talento.

Es decir, miedo a que ese talento no sea real o no sea suficiente.

Lo que yo he vivido es muy parecido: cuanto más profesional es el cantante, más miedo le da a equivocarse y se bloquea, ni lo intenta.

Así no volverá a fallar y “no pondrá en peligro” o “se cuestionará” su talento.

Obviamente no todos son así, pero sí la gran mayoría.

Y… oh, sorpresa… los que mejoran son los que siguen hacia adelante a pesar de los errores. Nada nuevo…

Tus límites te los pones tú

Patrick también hablaba de las barreras mentales, y dijo una cosa que hizo con Serena Williams que me hizo muchísima gracia.

Estaba compitiendo en no sé qué torneo (no soy fan del tenis) y le estaba yendo FATAL, concretamente con las bolas cerca de la red.

De nuevo, enseñaban imágenes, y en cuanto su contrincante le lanzaba una bola a la red, la tía directamente pasaba de mover el culo y se dejaba ganar el punto.

Suena surrealista que alguien como ella, la puñetera élite del tenis, sea capaz de hacer algo así…

Total, que coge Patrick, se le acerca en tiempo muerto y tiene una conversación con ella parecida a esta (parafraseo de nuevo):

  • Patrick: Serena, las estadísticas dicen que el 80% de las bolas que van cerca de la red las ganas.
  • Serena: ¿En serio? Pensaba que las estaba fallando todas.
  • Patrick: Piensa lo que quieras. Las estadísticas dicen lo contrario. Estás clavando el 80%.

Total, que vuelve al partido, y empieza a dominar las bolas cerca de la red. ¿Cómo te quedas?

Me hizo mucha gracia, porque yo también suelo mentir en mis sesiones 😂😂😂

Suelo decir cosas como: “¡Muy bien! Este es el Mi4”, cuando en realidad estamos en La4, por ejemplo.

Te reirás, pero funciona.

Cuando luego les digo que les he mentido y les digo la nota real, me suelen insultar de forma cariñosa (o eso quiero creer 😬), pero les da una perspectiva nueva de lo que pueden llegar a hacer con su voz, y pierden ese miedo a las notas agudas.

En el documental, Patrick explicaba más historias sobre las barreras mentales, por lo que te recomiendo que veas ese episodio del documental.

Es MUY interesante, y es cortito.


Si aún tienes barreras mentales o piensas que hay que tener talento y esas tonterías para cantar bien, puedes ignorar lo que te voy a decir ahora.

Pero una vez tienes claro que hay que currar y que eres capaz de conseguirlo, toca ponerse manos a la obra y hacer el trabajo duro.

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