Stravinsky en Venecia

Isla de San MicheleLa mayor parte de las 116 islas que forman la ciudad de Venecia están unidas entre sí por puentes. Incluso quienes todavía no hayan tenido la suerte de visitar esta bellísima ciudad conocen algunos de ellos, como el puente de Rialto, el más antiguo de los cuatro que permiten cruzar el Canal Grande a pie, o el de los Suspiros, que une el Palacio Ducal con las prisiones (de ahí su nombre, por los suspiros de los presos que, al cruzarlo para ir o volver de ser juzgados, podían volver a contemplar por un instante la laguna veneciana).

También hay algunas islas a las que sólo se puede llegar con una embarcación privada o en vaporetto. Las más famosas tal vez sean Burano, por sus casas pintadas con colores vivos y su producción artesana de encajes de bolillo, y Murano, por sus artistas del vidrio, soplado a pleno pulmón para darle todo tipo de formas.

A medio camino entre Venecia y Murano hay otra isla muy importante, aunque menos turística: San Michele. En realidad, se trata de dos islas que hasta hace algo menos de dos siglos estaban separadas por un estrecho canal que ha sido llenado de tierra para permitir la ampliación del cementerio, que ocupa todo su territorio. En este cementerio monumental descansan los restos mortales de numerosos personajes ilustres, entre ellos Igor Stravinsky.

El compositor ruso murió en Nueva York el 6 de abril de 1971, a punto de cumplir los 89 años. Se celebró un primer funeral en esta ciudad de Estados Unidos, país en el que pasó la mayor parte de su larga vida. Sin embargo a los pocos días, hoy hace exactamente 41 años, su féretro fue trasladado a Italia por su expresa voluntad para recibir sepultura en el mismo cementerio en el que desde 1929 descansaba Sergei Diaghilev, el empresario de los legendarios Ballets Rusos, una compañía que revolucionó la danza de la Europa de comienzos del siglo XX (dejando su fuerte influencia durante muchas décadas posteriores) gracias a la unión de su brillante e innovadora técnica, llena de vitalidad y expresividad, con la genialidad de un gran número de artistas que colaboraron con ella. Entre ellos: los pintores Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris y Henri Matisse, los coreógrafos Michel Fokine, Marius Petipa y Vaslav Nijinsky y los músicos Claude Debussy, Maurice Ravel, Erik Satie, Richard Strauss, Ottorino Respighi, Francis Poulenc y Manuel de Falla.

El encargo que en 1910 Diaghilev hizo a Stravinsky no pudo ser mejor oportunidad para el joven compositor, muy prometedor pero todavía poco conocido: la música para un ballet sobre un cuento infantil ruso. Stravinsky, que todavía vivía en su país de origen, compuso una primera versión para piano empleando un lenguaje musical con muchas referencias al folclore de su tierra. Seguidamente, poniendo en práctica lo que había aprendido de su sabio maestro Rimsky-Korsakov, lo orquestó empleando una paleta de colores vivos y brillantes. Así nació el El pájaro de fuego, la primera de una larga serie de colaboraciones entre estos dos grandes personajes de la cultura del siglo XX, incluyendo su obra maestra: La consagración de la primavera.

El protagonista de este cuento fantástico es un pájaro de color brillante que tiene el poder de deshacer los embrujos del malvado Kastchei. El príncipe Iván, tras capturar al pájaro, conmovido por sus súplicas, lo deja en libertad. Agradecido, éste le regala una de sus plumas, que le servirá para pedirle auxilio, agitándola en el aire, cuando está a punto de sucumbir frente al brujo. El pájaro le salva cantando una dulcísima nana que duerme a Kastchei y permite a Iván destruir el huevo que contiene su alma y hacer desaparecer al malvado para siempre.

En el siguiente vídeo, grabado en 1965, tenemos la oportunidad de escuchar y ver al mismo Igor Stravinsky, octogenario, interpretando la nana y el final de la suite del ballet (versión de 1945) al frente de la New Philharmonia Orchestra.

La suite de este ballet (versión de 1919) la emplearon los estudios Disney para cerrar el largometraje Fantasía 2000. Las imágenes no se refieren en absoluto al cuento original, sino que narran otra historia, la de una ninfa del bosque que, al final de un gélido invierno, despierta la naturaleza para que vuelva a llenar de vida y color los campos. Pero comete el error de despertar también a un volcán, cuya erupción es tan violenta que, además de cubrir todo lo que le rodea, casi la mata con sus enormes chorros de lava con forma de pájaros de fuego. Cuando la ninfa se recupera, al contemplar tanta desolación a su alrededor, deja caer una lágrima que, al contacto con la tierra, devuelve la vida a toda la vegetación y la felicidad a ella y su amigo ciervo.

En el minuto 4:23 de la interpretación de Stravinsky y en el minuto 5:55 del vídeo de Disney, empieza el final del ballet, El retorno a la vida de los caballeros petrificados y la alegría general, del que he preparado un arreglo para flauta dulce.

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El trino y el diablo

Tartini (PD WIkipedia)El trino consiste en la alternancia rápida de dos notas separadas por un intervalo de segunda mayor (un tono) o menor (un semitono). Al igual que los demás adornos musicales, durante siglos los compositores no lo anotaban en sus partituras, de manera que su realización quedaba al gusto del intérprete y a ciertas convenciones no escritas. Más adelante los trinos (y los demás adornos) empezaron a anotarse, pero el intérprete no siempre tenía claras las intenciones del compositor, ya que los símbolos empleados indicaban la presencia del adorno pero no aclaraban de qué manera había que realizarlo (en el caso del trino, por ejemplo, algunas de las dudas más usuales son: con cuál de las dos notas empezar, trinar durante toda la duración de la nota o sólo en una parte de ella y terminar de manera directa o con resolución, esto es, con la ayuda de una tercera nota inferior a la más grave de las dos).

A principios del siglo XVIII, diversos músicos redactaron tratados sobre la práctica interpretativa de sus instrumentos en los que dedican algún capítulo a la correcta realización de los adornos. Entre los más importantes están L’art de toucher le clavecin de François CouperinVersuch über die wahre Art das Clavier zu spielen de Carl Philipp Emanuel Bach, ambos enfocados a los instrumentos de teclado, y Regole per arrivare a saper ben suonare il violino de Giuseppe Tartini, dedicado al más agudo de los instrumentos de cuerda frotada.

Desde el punto de vista puramente mecánico, la principal diferencia en la ejecución de un trino en un instrumento de teclado o en uno de cuerdas consiste en que en el primero se mueven dos dedos que presionan dos diferentes teclas alternativamente, mientras que en el segundo sólo se mueve uno de los dos dedos implicados, el que acorta la cuerda cuando baja y la vuelve a liberar cuando se levanta. La presión constante en la cuerda del dedo que no se mueve puede aumentar el riesgo, presente en ambas clases de instrumentos, de que esos movimientos rápidos y repetidos generen tensiones musculares estáticas en el resto de la mano. Por eso los trinos más difíciles de realizar son los que se realizan simultáneamente a una melodía. Esto es el caso del trino del diablo, un fragmento del tercer movimiento de la sonata homónima del citado violinista italiano, del que hoy mismo celebramos el 320º aniversario de su nacimiento.

Il trillo del diávolo

Clic en la imagen para descargar la partitura completa

Tartini compuso esa sonata para violín y bajo continuo para intentar recuperar la pieza que tocó para él en un sueño el mismo diablo. Por lo menos eso es lo que relata Jérôme Lalande, atribuyendo las siguiente palabras al violinista:

Una noche soñé que había hecho un pacto y que el Diablo estaba a mis órdenes. Todo salía como deseaba y mi voluntad siempre era satisfecha por mi nuevo sirviente. Imaginé que le daba mi violín para ver si había venido para tocar alguna bella aria para mí, pero mi asombro fue enorme cuando escuché una sonata tan singular y bella, ejecutada con tanta superioridad e inteligencia que no podía imaginar nada que pudiese compararse. Experimenté tanta sorpresa, abstracción y placer que se me cortó la respiración. Esa violenta emoción me despertó y en seguida cogí mi violín deseando recordar algo de lo que acababa de escuchar, pero fue en vano. La pieza que compuse entonces es ciertamente la mejor que jamás he escrito, pero es tan inferior a aquello que tanto me había emocionado que hubiera partido en dos mi violín y abandonado la música para siempre si hubiera sido capaz de renunciar a los momentos de felicidad que ésta me concede.

El sueño de Tartini, de Louis-Léopold Boilly

El bajo continuo de una sonata para violín originariamente se realizaba para dos instrumentos: uno que tocaba la línea melódica del bajo (generalmente un violonchelo o una viola da gamba) y otro que realizaba la armonía, rellenando con acordes el espacio entre las dos melodías, la del bajo y la del violín (generalmente un instrumento de teclado como el clavecín o el órgano o, menos frecuentemente, un instrumento de cuerda pulsada, como la tiorba).

El siguiente vídeo contiene el tercer movimiento de esa sonata, con el famoso trino (y muchos trinos más). Lamentablemente no conozco el nombre de los tres excelentes intérpretes, violinista, violonchelista y clavecinista. La imagen estática del vídeo es la estatua de Tartini erigida en la homónima plaza de Piran, en su ciudad natal, en aquel entonces perteneciente a la República de Venecia y actualmente en Eslovenia, a pocos kilómetros de la frontera italiana.

Actualmente es más frecuente que sea un único instrumento el que acompañe al solista, generalmente un piano. En el vídeo siguiente, grabado en 1990, podemos escuchar la interpretación del violinista Itzhak Perlman y la pianista Janet Goodman Guggenheim.

Esta sonata es tan fascinante que se han realizado arreglos para varios instrumentos. Sólo uno como ejemplo, el que me ha resultado más impresionante: la flauta dulce. Pues sí, ese  mismo instrumento que utilizamos en la escuela porque tiene una serie de ventajas -y realmente pocos inconvenientes- para esa finalidad, algunas de las cuales son: su relativa facilidad de emisión del sonido y de digitación en comparación con otros instrumentos, su precio muy asequible y su tamaño y peso muy reducidos, que permite transportarla a los niños y niñas ya sobrecargados de libros, cuadernos y otros materiales escolares.

En este último vídeo, Michala Petri, gran virtuosa de este instrumento, nos asombra con un arreglo en el que consigue superar estupendamente la limitación más importante de la flauta, la imposibilidad de producir dos notas simultáneamente, gracias a su sorprendente agilidad, que le permite alternar los trinos con las notas de la melodía tan rápidamente como para que nuestro oído pueda percibir dos líneas melódicas continuas. La acompaña a la tiorba Lars Hannibal.

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Zorongo gitano

El último día del mes de febrero (o el penúltimo, si el año es bisiesto como este 2012) es el Día de Andalucía, ocasión que en los colegios e institutos solemos aprovechar para dedicar el mes más corto del año a profundizar en el patrimonio musical andaluz, tan amplio, variado y rico en personalidad.

Mi propuesta para este año es el Zorongo gitano, una de las piezas contenidas en la Colección de canciones populares antiguas que Federico García Lorca, profundamente convencido de la Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado “cante jondo” y del folclore de su tierra en general,  recopiló y arregló para voz y piano. Esta versión podemos escucharla en esta grabación de 1931 en la que el mismo poeta acompaña al piano la voz de la Argentinita que canta los siguientes versos:

Monumento a García Lorca en la plaza Santa Ana de MadridTengo los ojos azules,
Tengo los ojos azules,
y el corazoncito igual
que la cresta de la lumbre.

De noche me salgo al patio
y me harto de llorar
de ver que te quiero tanto
y tú no me quieres ná.

Esta gitana está loca,
loca que la van a atar;
que lo que sueña de noche
quiere que sea verdad.

Tanto en la refinada versión de Teresa Berganza, acompañada a la guitarra por Narciso Yepes, como en la de la húngara Orsika Tóth, que simultanea con gran energía y expresividad el cante y el toque, hay tres estrofas más.

Las manos de mi cariño
te están bordando una capa
con agremán de alhelíes
y con esclavina de agua.Cuando fuiste novio mío,
por la primavera blanca,
los cascos de tu caballo
cuatro sollozos de plata.
La luna es un pozo chico,
las flores no valen nada,
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazas,
lo que valen son tus brazos
cuando de noche me abrazan.

La versión de Paco de Lucía, por el contrario, no tiene ninguna letra. Las notas de su guitarra no precisan versos para entrelazar un diálogo en clave de flamenco-jazz con el saxo de Pedro Iturralde.

Tampoco he escrito ningún texto en la partitura del arreglo para flauta y piano que he hecho del Zorongo: quien quiera cantarla podrá elegir qué versos utilizar entre los de arriba.

Como siempre, este trabajo lo he realizado pensando en mis alumnos y alumnas, aunque este año no podremos tocarla juntos. Justamente por eso, chicos y chicas, si decidís estudiarla por vuestra cuenta (lo que me daría mucha alegría), os recomiendo que tengáis en cuenta los siguientes consejos:

  1. La primera parte no os creará ningún problema, ya que procede exclusivamente por grados conjuntos. Cuando os salga bien, lo que ocurrirá muy pronto, apartadla y dedicaos sólo a la parte siguiente.
  2. A partir de la última nota del compás 9 (la que precede al signo de repetición) utilizad la digitación alternativa para el si, es decir, ejecutar esa nota tapando sólo pulgar, medio y anular de la mano izquierda. Comenzad esa parte con sólo tres notas (si, re y do), luego sólo las tres siguientes (si, do y re) y finalmente todo ese fragmento, dos compases en total.
  3. Los siguientes dos compases son una repetición: no perdáis tiempo estudiándolos, que ya os los sabéis.
  4. Los compases 13 y 15 tienen el sol sostenido, el 14 y el 16 el sol natural. Estudiad sólo los primeros dos de esos cuatro compases, ya que los otros dos son una repetición.

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Aprender a aprender en el aula de música

Eufonía. Didáctica de la MúsicaAprender a aprender en el aula de música es el título del artículo que escribí a principio de este curso escolar para el número 54 de la revista Eufonía. Didáctica de la Música, que acaba de publicarse.

Mi aportación está incluida en la sección Aula de didáctica junto con Motivación, práctica y estrategias para el autoaprendizaje musical de Andrea Giráldez, profesora de la Universidad de Valladolid, autora de BIVEM y miembro del consejo de dirección de la revista, a la que agradezco muy sinceramente la invitación a redactar el artículo.

 

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Vals para orquesta de variedades

Dmitri ShostakovichLa historia de la música está llena de errores de todo tipo: desde la atribución de una obra a una persona diferente del verdadero autor (como es el caso de la Sinfonía de los juguetes de Edmund Angerer, erróneamente atribuida a Haydn o a Leopold Mozart, o la famosa bagatela Para Elisa, cuyo autor probablemente no sea Beethoven, sino otro Ludwig que se apellidaba Nohl) o errores de catalogación, consistentes en opus o hasta en títulos equivocados.

Aunque estos malentendidos se dan con más frecuencia en las obras más antiguas -como es el caso de las dos citadas, ambas de más de 200 años- no faltan ejemplos bastante más recientes. La pieza que veremos hoy es de Dmitri Shostakovich, un compositor ruso cuya vida transcurrió enteramente en el siglo XX.

Su abundante producción musical incluye todo tipo de composiciones clásicas: sinfonías, óperas, sonatas, cuartetos, suites, ballets, etc. Además, Shostakovich también se dedicó a la música para el cine, escribiendo las bandas sonoras de más de 30 películas.

Justamente gracias al cine, a la película Eyes Wide Shut, obra póstuma de Stanley Kubrik, se ha hecho famosa una pieza a la que Shostakovich no dio mucha importancia en su momento, tanto es así que no conocemos la fecha exacta de su composición, seguramente posterior a 1956. Se trata de un vals de una obra identificada durante años como la Suite para orquesta de jazz nº2, hasta que en 1999 el descubrimiento de una partitura para piano de esta última volvió a cuestionar la identidad de la obra que contiene nuestro vals, a continuación en la versión de la Orquesta del Concertgebouw de Amsterdam dirigida por Riccardo Chailly, la misma que acompaña las imágenes de la película de Kubrik.

Aunque tanto en los créditos de la película y en la carátula del disco de la banda sonora como en la gran mayoría de las demás grabaciones y partituras aparezca el título equivocado, ahora sabemos que se trata del Vals nº2 de la Suite para orquesta de variedades, cuyo primer tema he arreglado para flauta dulce. No es muy sencillo de tocar debido a que sus compases más rápidos están justo en el cambio de octava, pero puede ser útil justamente para ensayar esa dificultad a la vez que se disfruta de una pieza muy sugestiva.

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