De trolls y diablillos

Edvard Grieg (PD Wikipedia)La palabra troll tiene origen en la mitología nórdica. Se trata de seres fantásticos que, según distintas versiones, tienen características muy variadas: sus dimensiones oscilan desde las de un pequeño duende hasta las de un gigantesco monstruo, mientras que sobre su carácter hay un amplio abanico de descripciones, desde lo travieso y burlón hasta lo malvado y cruel.

Actualmente, fuera de Escandinavia, el término troll se emplea más para definir ciertas acciones realizadas en Internet con la intención de generar una polémica en una comunidad virtual, por ejemplo: un comentario incendiario en un blog o un mensaje provocativo en un foro o en una red social. El mismo término se utiliza también para denominar a las personas que realizan dichas acciones.

Pero no es ese el tipo de trolls que nos interesa hoy, así que volvamos al norte de Europa, concretamente a Noruega, donde hace exactamente 168 años, en la estupenda ciudad de Bergen, nacía el compositor Edvard Grieg.

Una de las obras más conocidas de este autor es Peer Gynt. En realidad hablamos no de una sino de dos obras, dos suites en las que Grieg reunió ocho de los veintitrés movimientos escritos como música incidental para la homónima obra de teatro de Henrik Ibsen, cuatro en cada una de ellas. La primera de estas dos suites, la que está catalogada como opus 46 (la otra es la opus 55), se cierra con un movimiento titulado En la gruta del rey de la montaña, en la que se describe la escena en la que el rey de los trolls y su séquito quieren obligar a Peer, el protagonista de la historia, a casarse con la princesa Drove, amenazándole con devorarle si no acepta la boda. Finalmente Peer logra escaparse, aunque sólo lo consigue tras un par de minutos de angustia y persecuciones por toda la gruta, descritos musicalmente por Grieg mediante el uso de un tema basado en grados conjuntos y cromatismos, con lo que recrea muy bien los pasos primero sigilosos, progresivamente más rápidos y finalmente frenéticos de los personajes. A su vez, el tema está formado por dos motivos, el primero en la tonalidad principal, si menor:

Tema de la montaña de Peer Gynt

y el segundo en la dominante:

Tema B de la montaña de Peer GyntEste tema se ha hecho muy popular, llegando a ser más conocido que la obra y el mismo autor, también gracias al uso que se ha hecho de él en el cine, a partir de 1929, año en que Walt Disney lo emplea en Hell’s Bells (Las campanas del infierno), una de sus Silly Symphonies, una serie de cortometrajes de animación que preludiaban la aparición de Fantasía. Tal como sugiere el título, los protagonistas de este dibujo animado son la Muerte, Cerbero y algunos diablos, entre los cuales está el mismísimo Satanás, que, irónicamente, terminará ardiendo en las llamas del infierno.

La música con la que se abre el dibujo es otra obra muy conocida, por lo menos por como suena: la Marcha fúnebre por una marioneta, del compositor francés Charles Gounod, cuyo 193º aniversario de nacimiento será dentro de tres días.

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Hace veinte años…

Eternal clockHay veces que nos parece que el tiempo corre tan rápidamente que se nos escapa de las manos, otras que avanza con una lentitud exasperante y otras más, los momentos más felices, en las que eso es simplemente algo que no nos preocupa, pues estamos viviendo intensamente cada instante que pasa.

También hay momentos en los que algo nos detiene y nos hace volver la mirada hacia atrás, llevándonos a una época en la que éramos muy diferentes, a veces tanto que nos resulta difícil reconocernos.

Eso es lo que me ocurre mirando el siguiente vídeo, que rescaté este verano en casa de mis padres y que cumple hoy exactamente 20 años.

A principios de 1991 trasladé mi residencia a España. A comienzos de la primavera de ese mismo año recibí la visita de mi familia. Aprovechando la ocasión, el 4 de abril mi hermana Cinzia al piano y yo al violín dimos un concierto dedicado enteramente a Mozart, de quien se celebraba el 200º aniversario de su muerte. El escenario del concierto era la Casa de la Cultura de Estepona, en provincia de Málaga, y el programa consistía en tres obras del compositor de Salzburgo: la Sonata en sol mayor, K.301; la Sonata en la mayor K.305 y la Sonata en sol mayor, K.379.

La grabación se realizó con una cámara doméstica VHS y, además de la baja calidad de la imagen y el sonido, hay muchos segundos en los que la imagen está muy estropeada. Aún así, considero que esas no son razones para que no publicarla aquí, para recordar esos momentos entrañables con todos mis seres queridos, Cinzia la primera, y de paso demostrarles a mis alumnos y alumnas que hubo un tiempo en que tuve una negra y abundante melena.

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Concierto para la mano izquierda

Paul Wittgenstein en una actuación en 1935

Paul Wittgenstein en una actuación en 1935

Paul Wittgenstein era un joven y prometedor pianista, muy apreciado en el ambiente musical de la Viena de principios del siglo XX. Pero al estallar la Gran Guerra tuvo que marchar al frente, reclutado por el ejercito de su país. En una acción bélica recibió un disparo en el codo derecho. La herida fue tan grave que perdió ese brazo.

De vuelta a casa, no se resignó a abandonar el piano, al contrario, su ánimo y su tesón le permitieron continuar su carrera como concertista de piano.

Varios compositores escribieron música expresamente para él, páginas estupendas que de ninguna manera suenan como una adaptación, sino que son auténticas obras maestras de la música romántica, tan buenas que son muchos los pianistas que, sin necesitarlo, las incluyen en su repertorio y las ejecutan en sus actuaciones.

Entre estas obras destaca el Concierto para piano para la mano izquierda de Maurice Ravel, compositor francés que todo el mundo conoce por su famosísimo Bolero y del cual hoy mismo celebramos el 126º aniversario de su nacimiento.

Pierre-Laurent Aimard es el pianista que lo interpreta en el siguiente vídeo, acompañado por la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Pierre Boulez.

Esta entrada está dedicada a mi querido alumno David, que cada día que pasa toca mejor el piano.

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Si los violines pudieran hablar…

Felix Mendelssohn-Bartholdy (PD Wikimedia Commons)Hace dos años celebrábamos el segundo centenario del nacimiento de Felix Mendelssohn-Bartholdy. En esa ocasión publiqué una entrada en la que inserté una línea de tiempo que aconsejo tanto a los que todavía no conozcan Dipity, la herramienta que empleé para diseñar dicho eje cronológico, como a los que quieran saber algo más sobre la biografía y la obra de este compositor alemán, pues hoy sólo hablaremos de su Concierto para violín en mi menor (clic para descargar la partitura).
He especificado la tonalidad porque Mendelssohn compuso dos conciertos para ese instrumento, pero si no lo hubiera hecho creo que nadie hubiera pensado en el otro, y no sólo porque el alemán lo escribió con sólo 13 años, sino porque éste, el en mi menor op.64, es uno de los más populares e interpretados de todo el repertorio concertístico para violín.
Es un concierto que nada más empezar nos advierte que estamos frente a una caja de sorpresas: tras sólo un compás y medio de una introducción aparentemente banal (un acorde arpegiado de violines y violas implanta la tonalidad principal mientras los timbales y los pizzicato de las cuerdas graves marcan el rítmo) entra con fuerza y expresividad el violín solista presentando el primer tema, de amplia y airosa melodía. A partir de este momento y hasta el final de la obra, el solista no para de demostrar su virtuosismo que, aunque muy espectacular y avanzado para la época, siempre está supeditado a la coherencia musical, con el resultado de una intensidad expresiva fuera de lo normal.
Prueba de su mayor interés por la música que por la técnica instrumental es el hecho de que aunque Mendelssohn sabía para quien estaba componiendo, nada menos que el gran violinista Ferdinand David, prefirió escribir la cadenza de la primera a la última nota en vez de dejar que el solista improvisara esa sección que tradicionalmente es su momento de lucimiento donde, sin más límites que su habilidad, despliega todo su arsenal de artificios técnicos para asombrar al público. En este caso no es así: la primera cadenza termina con unos acordes rebotandos en las cuatro cuerdas sobre los que la orquesta reexpone la primera sección.
El acorde perfecto que cierra el primer movimiento también incluye una sorpresa: cuando el director cierra ese acorde, un instrumentista desobedece, prolongando su nota que enlaza el segundo movimiento al primero sin solución de continuidad.
Aquí tampoco el violín solista tiene la paciencia de esperar a que sea la orquesta quien presente el primer tema, deleitándose y deleitándonos con su amplio fraseo hasta que, introducido por los metales y los timbales, llega el segundo tema, en el que el solista toca simultáneamente la melodía y su acompañamiento en forma de trémolo.
Sólo una respiración separa (o sería mejor decir une) el segundo y el tercer movimiento, formado por una brevísima sección introductoria con la cual el solista, acompañado sólo por las cuerdas, prepara el cambio de modo del menor al mayor, pues junto con el nuevo tempoAllegro molto vivace, la nueva tonalidad de mi mayor marcará el carácter del frenético final de la obra.
No tenemos grabaciones del estreno, obviamente, pero sí algo que de alguna manera nos lo puede evocar: una grabación histórica de Jascha Heifetz, uno de los más grandes violinistas de todos los tiempos, de cuyo nacimiento ayer mismo se cumplían 110 años, acompañado por otro peso pesado de la música del siglo XX: Arturo Toscanini.
El violín que usa Heifetz en esta interpretación podría ser el Guarneri del Gesù con el que Ferdinand David estrenó este concierto el día 13 de marzo de 1845 en Leipzig. Digo podría porque no puedo estar seguro de este dato, ya que Heifetz también tenía un Stradivari.
He encontrado otra versión muy interesante, esta completa, la de la violinista holandesa Janine Jansen, una interpretación cargada de energía, expresividad y precisión técnica. Además, en la parte inferior de la pantalla aparece una útil guía de la audición en un inglés básico.

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¡Feliz invierno!

Campanilla de invierno, por Joaquim Reberté Ferrán (CC). Banco de imágenes y sonidos del ITECada tres meses, en cada cambio de estación, me viene a la memoria Antonio Vivaldi, un músico que fue capaz de describir esas cuatro temporadas del año utilizando solamente instrumentos de cuerda y una estructura formal tan rígida como el concierto barroco, con un resultado asombrosamente acertado a pesar de la muy poca variedad tímbrica, rítmica y armónica de los recursos de los que disponía.

Para eso se inspiró en otros tantos sonetos, de los que tal vez fuera él mismo el autor, que narran algunos momentos de la vida cotidiana de la sociedad rural de comienzos del siglo XVIII, seguramente bastante más sensible al cambio de las estaciones y los fenómenos de la naturaleza que nuestra sociedad urbana del siglo XXI.

El ingenio de Vivaldi le permitió trasladar al sonido de los instrumentos el poder evocador de los versos de los poemas que, como podemos ver a continuación, es bastante grande (la traducción no respeta la métrica de la poesía, siendo su único propósito facilitar la comprensión del texto a los que no conozcan el italiano).

Allegro non molto
Agghiacciato tremar tra nevi algenti
Al Severo Spirar d’ orrido Vento,
Correr battendo i piedi ogni momento;
E pel Soverchio gel batter i denti;
Allegro non molto
Temblar aterido entre las nieves heladas
al severo soplar de hórrido viento,
correr golpeando los pies todo el rato;
y por tan grande frío  entrechocar  los dientes.
Largo
Passar al foco i dì quieti e contenti
Mentre la pioggia fuor bagna ben cento
Largo
Pasar junto al fuego los días tranquilos y contentos
mientras la lluvia fuera cae a cántaros;
Allegro
Caminar Sopra il ghiaccio, e a passo lento
Per timor di cader girsene intenti;
Gir forte Sdruzziolar, cader a terra
Di nuovo ir Sopra ‘l giaccio e correr forte
Sin ch’ il giaccio si rompe, e si disserra;
Sentir uscir dalle ferrate porte
Scirocco, Borea, e tutti i Venti in guerra
Quest’ é ‘l verno, ma tal, che gioia apporte.
Allegro
caminar sobre el hielo, y a paso lento
por temor a tropezar ir con cuidado;
Andar rápido, resbalar, caer al suelo,
de nuevo andar sobre el hielo y correr rápido
hasta que el hielo se rompe, y se agrieta.
Sentir escapar de las puertas bien cerradas
Siroco, Bóreas, y todos los vientos en guerra.
Este es el invierno, y esta la alegría que nos trae.

Podemos escuchar el concierto entero en una entrada del año pasado, que contiene una ejecución del Invierno por Nigel Kennedy, una interpretación que exalta la expresividad de la música con varios tipos de efectos violinísticos descritos brevemente en el texto de la misma entrada.

Sin embargo, hoy nos centraremos en el segundo movimiento, un largo con el cual Vivaldi nos describe la apacible sensación de quedarse tranquilos en casa mientras fuera llueve a mares. El pizzicato de los violines de la orquesta imita las gotas de la lluvia mientras el violín solista toca una de las melodías más cantabile del barroco veneciano. En el vídeo siguiente, el violinista Itzhak Perlman está acompañado por la Orquesta Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta.

Cuando volvamos de vacaciones posiblemente habremos experimentado más de un día esa sensación que intentaremos recrear interpretando el tema de este movimiento, que he arreglado para flauta dulce. Me he tomado la licencia de suprimir una nota grave para evitar utilizar notas demasiado agudas o tonalidades demasiado complicadas para el instrumento preferido por mis alumnos y alumnas.

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