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Nuestro amigo José Miguel de México me ha enviado este vídeo sobre cómo se construye el instrumento que utilizamos en nuestra clase. Lo considero muy interesante, así que echadle un vistazo y veréis qué curioso.
Cuando un jefe de estado se da cuenta de que los ciudadanos de la nación que preside o reina no le quieren, debería, por sentido de justicia y por dignidad personal, devolver ese poder al verdadero soberano, es decir al pueblo mismo. Un par de ejemplos en este sentido son Richard Nixon y Giovanni Leone, quienes dimitieron en 1974 y 1978 respectivamente por estar implicados en graves escándalos de abusos de poder y corrupción.
También tenemos un caso similar en España, el del rey Alfonso XIII. Hace exactamente 82 años, tras unas elecciones municipales de las que la Corona salió derrotada, el abuelo del actual monarca renunciaba a seguir en el trono y dejaba paso a la promulgación de la Segunda República Española. Ya sabemos qué pasó después: un golpe de estado militar, una sangrienta guerra civil, una cruel dictadura y una restauración monárquica, todo esto por iniciativa de la misma persona: Francisco Franco.
Somos muchos los que pensamos que la gravedad de los recientes escándalos que involucran al rey, tanto personalmente como a su familia, debería ser la ocasión para acabar con esta forma de gobierno tremendamente anacrónica por vitalicia, hereditaria y machista, características más bien feudales que democráticas, y esperamos que Juan Carlos siga el ejemplo de su abuelo. Por mi parte, no voy a desaprovechar la ocasión del Día de la República para pedirlo con claridad. Dicho esto, volvamos a hablar de música (pero sin olvidar que, parafrasando una famosa frase atribuida a Nietsche, sine vida nulla musica).
Cuando se habla de música y república, aquí en España la primera melodía que viene a la mente es la del himno que cantaba la columna de militares a las órdenes de Rafael del Riego tras el pronunciamiento de éste contra el absolutismo de otro Borbón, Fernando VII, en la localidad sevillana de Las Cabezas de San Juan, en 1820.
Para entender su importancia hay que remontarse a ocho años antes, cuando, en plena Guerra de los Seis Años, las Cortes Generales reunidas en Cádiz promulgaron la primera Constitución Española. Llamada cariñosamente La Pepa por haber nacido el día de San José, la Constitución de 1812 tuvo una importancia enorme porque rompió con el absolutismo, reconociendo la soberanía popular, además de numerosos derechos civiles y sociales tales como la libertad de expresión, de prensa e imprenta y el derecho de representación, a la integridad física, a la libertad personal y a la inviolabilidad del domicilio, además de las garantías procesal y penal, decretando el fin del tribunal eclesiástico de la Inquisición. Con todas sus limitaciones, La Pepa era un texto muy avanzado para sus tiempos, algo que no era del agrado de Fernando VII que, nada más volver al trono, en 1814, la derogó e ilegalizó las Cortes de Cádiz, restaurando el absolutismo y la Inquisición.
Tal como dijimos, el pronunciamiento de Riego puso fin a esa etapa de despotismo absoluto: el rey juró La Pepa abriendo una etapa constitucional aún más breve ―tan sólo 3 años― que finalizó cuando, a solicitud de Fernando VII, Francia envió un ejercito que invadió España casi sin resistencia hasta sitiar Cádiz, que se opuso con gran firmeza a los Cien Mil Hijos de San Luis y sólo se entregó cuando tuvo la solemne promesa del trastatarabuelo del actual rey de que respetaría la constitución vigente y renunciaría a cualquier venganza. Fue el enésimo engaño de Fernando VII, quien, además de volver a restaurar un rígido absolutismo, emprendió una feroz represión contra los liberales hasta el final de su reinado, una etapa llamada Década Ominosa. Por todo eso, el apodo que recibió cuando con su llegada puso fin a la época napoleónica, el Deseado, dejó paso a otro más merecido: el Rey Felón.
Rafael del Riego, el nexo de unión de esta historia con la república y con la música, murió el 7 de noviembre de 1823 en la Plaza de la Cebada de Madrid, donde fue arrastrado hasta el patíbulo, ahorcado y finalmente decapitado para mayor escarnio.
Su himno ―merece la pena recordarlo― fue himno nacional no sólo durante los dos períodos republicanos españoles, sino también durante la anterior etapa de monarquía constitucional. A pesar de apreciar los valores de libertad y justicia que evoca, tengo que admitir que desde el punto de vista musical es bastante insulsa, característica que por otro lado comparte con la mayoría de himnos nacionales, sobre todo los que están basados en marchas militares. Por otro lado, dependiendo del tempo con el que se ejecute, el compás binario de esta pieza puede perder su marcialidad debido a la subdivisión ternaria del 6/8, cambiando el carácter militar por el de danza popular, concretamente de contradanza. Por eso, un arreglo y el tempo adecuados consiguen resaltar sus raíces populares, tal como podemos comprobar en el siguiente vídeo de la Grande Orchestra Occitana Borgo San Dalmazzo.
Con esta idea, de una música del pueblo para el pueblo, he realizado un arreglo para tres flautas dulces soprano y una contralto estructurada de la siguiente manera: en la primera sección las tres flautas soprano tocan la melodía principal al unísono y a partir de la segunda sección la segunda flauta soprano acompaña a la primera por terceras paralelas mientras la tercera flauta y la contralto mantienen un pedal de dominante y tónica respectivamente. Si se toca en cuarteto será necesario romper las ligaduras que unen las notas de los pedales para poder respirar, mientras que si se toca en grupo lo ideal es que cada uno respire en momentos diferentes para que no se perciba ninguna interrupción.
¡Salud y República!
Angry Birds Easy for recorder. Angry Birds Fácil para flauta. Vídeo Partitura
Intro:
DE F D A DE F A
A
ABbAG F FE D
Theme:
DE F D FG A F
ABC'BC'BC'D'C'B
A D
DE F D FG A F
ABC'BC'BC'D'C'B A D
AB C' C' C' C' C'D'C'BC'
C' C' C' C'B A F
AB C' C' C' C' C'D'C'BC' C'B
C' C' B BG D
|
Intro:
ReMi Fa Re La ReMi Fa La La
LaSibLaSol Fa FaMi Re
Tema:
ReMi Fa Re FaSol La Fa
LaSi Do’SiDo’SiDo’Re’Do’Si
La Re
ReMi Fa Re FaSol La Fa
LaSi Do’SiDo’SiDo’Re’Do’Si
La Re
LaSi Do’ Do’ Do’ Do’ Do’Re’Do’SiDo’
Do’ Do’ Do’ Do’Si La Fa
LaSi Do’ Do’ Do’ Do’ Do’Re’Do’SiDo’ Do’Si Do’
Do’ Si SiSol Re
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El repertorio para piano es sin duda uno de los más extensos que existe: inventado por Bartolomeo Cristofori a comienzos del siglo XVIII, fue progresivamente desplazando a sus antecesores, entre los que destacaban el clavecín, extremadamente ágil pero sin posibilidad de variar la dinámica, y el clavicordio, que sí permitía matices pero a cambio de grandes limitaciones técnicas que entorpecían la ejecución.
A comienzo del siglo XIX, la técnica de construcción del piano había llegado a su madurez, llegando a ser uno de los instrumentos preferidos por los compositores románticos, no sólo por sus enormes potencialidades acústicas ―tenía suficiente potencia como para poder llenar grandes salas de conciertos aunque a la vez permitía graduar el volumen según las necesidades expresivas― sino también porque el pianista, al no necesitar acompañamiento en gran parte de su repertorio, podía dar rienda suelta sin limitación alguna a su espíritu creador durante la interpretación, representando así mejor que nunca el ideal del artista romántico.
Sin embargo, el piano es un instrumento presente también en muchísimas obras de cámara, desde el dúo con prácticamente todos los demás instrumentos hasta grupos bastante numerosos. Entre tanta variedad destacaría el quinteto: uno de los compositores que mejor partido ha sacado a esta formación ―que amplía otra que ya de por sí es muy completa y equilibrada como es el cuarteto de cuerda― es Johannes Brahms, al que hoy queremos recordar por ser el 116º aniversario de su muerte.
Curiosamente, la primera versión de su Quinteto para piano en fa menor, opus 34 Brahms la compuso para quinteto de cuerda (sin el piano y con un segundo violonchelo), pero dos años después lo transcribió primero para dos pianos y finalmente tal como lo conocemos ahora, tras lo cual destruyó el original (sin embargo la versión para dos pianos fue rescatada a partir de una copia y publicada como opus 34 bis).
En el siguiente vídeo está el quinteto completo, 45 minutos de auténtico goce, interpretado por Ilya Rashkovskiy y el Ariel String Quartet.
Tal como decíamos antes, hay repertorio para piano a dúo con prácticamente todos los instrumentos: hasta con otro piano, como es el caso de la ya citada opus 34 bis. La definición de dúo pianístico se usa para ese caso, en el que cada uno de los pianistas toca en un instrumento diferente. Pero hay un caso especial, en el que dos pianistas tocan el mismo instrumento, a cuatro manos. También en este caso Brahms nos ha dejado una obra maestra: una colección de 21 danzas húngaras tan bonitas que varios compositores, entre los cuales está Antonin Dvořák, quisieron transcribirlas para orquesta. La nº 5, quizás la más famosa de todas, sirvió a Charlie Chaplin para una de las escenas más conocidas de su película El gran dictador.
Contrariamente a lo que pensaba Brahms cuando compuso estas danzas, las melodías sobre las que se basan no son genuinamente folclóricas sino que en la mayoría de los casos se trata de obras de músicos menores que contienen elementos peculiares de la tradición musical húngara, entre los cuales predominan algunos giros melódicos típicos de la música violinística gitana y un ritmo caracterizado por un continuo rubato en tempi lentos y expresivos o rápidos y desenfrenados.
Todo esto lo podemos apreciar en el siguiente vídeo, con la danza nº 4 en la interpretación del alicantino Quattro Piano Duo, que además nos permite reparar en el grado de compenetración que hay que alcanzar para tocar en este tipo de formación camerística, compartiendo no sólo la obra sino también el instrumento sin obstaculizar los movimientos del otro (notad que en muchos momentos la mano izquierda de la primera pianista se cruza con la derecha del segundo).
Tal como en otras ocasiones, terminamos con la transcripción para flauta dulce de esta danza, una versión que requiere cierto nivel técnico, sobre todo en el vivace central.