| Artículo-Opinión
El flamenco, al igual que las demás artes no puede conocerse sin profundizar en el hombre. El hombre en su necesidad de comunicación utiliza la palabra para expresar su pensamiento y para transmitir sus sentimientos y emociones, el arte.
Flamenco es el nombre que recibe la expresión artística de un colectivo determinado que no pretende provocar sensaciones estéticas. Solo hay que escucharlo para darse cuenta de lo que realmente importante es, unas veces la manifestación de rabia, de sentimiento contenido y otras la expresión de escenas cotidianas o de alegría que nos acompañan en la vida aunque, desgraciadamente, haya más de lo primero que de lo segundo.
Es curioso observar la reacción estética que produce en culturas que no conocen este arte para darse cuenta de su universalidad. Puede provocar cualquier cosa excepto indiferencia. Puede ser que no entiendan lo que cantan, tocan o bailan, pero saben reconocer perfectamente aquello que transmite el flamenco. Pero, no es en el teatro o en grandes foros donde se puede percibir su magia. Aparece en una reunión cuando están los cabales. (Los flamencos utilizamos este término para referirnos a las personas que van a formar parte de la reunión). Tras un rato de charla, probablemente sobre cosas que poco o nada tienen que ver con el flamenco, suena la guitarra, y sin tiempo para concluir la frase que habías comenzado se presenta el silencio presidiendo la reunión, con toda su autoridad y dispuesto a no hacer concesiones.
Suena la guitarra, habla de cosas lejanas cuando habla por seguiriya o soleá. Habla de miedo, de opresión, de rabia y cómo decía Federico "es imposible callarla". Recuerda las minas , la fragua , la prisión, el castigo, la intolerancia y protesta como siempre ha hecho, y cuando se da cuenta de lo inútil de sus esfuerzos, se pasea por Cádiz, Huelva, Málaga a través de sus estilos, alegrías, fandangos, malagueña... Parece que olvida, pero no es así, cada vez que se reúnan los cabales, aparecerán los recuerdos, aunque solo sea para demostrarnos que la memoria de lo vivido es imperecedera.
Nadie ha aplaudido y, sin embargo, la reunión ha terminado. Te vas con un nudo en la garganta que solo te permite y por cortesía, un ¡ Buenas Noches !, (aunque probablemente sean las diez de la mañana). Despúes reflexionas sobre lo que has vivido, no sabes si fue realidad o un sueño, el bailaor no movía los brazos, abrazaba el aire, el cantaor no hacía uso de sus recursos técnicos, trasmitía la tensión y emoción latente … No hay magia, no hay truco. ¡Y todo esto como resultado de la tradición oral! Años antes de mi participación en este tipo de reuniones, cuando empecé a estudiar guitarra flamenca, no sabía absolutamente nada sobre tradición oral y sabía lo mismo del resto de las tradiciones, solo sabía que quería estudiar guitarra flamenca y no se me ocurrió otra cosa que ir a un conservatorio de Madrid para matricularme. Tras la risa irónica correspondiente y el "no" oportuno, el señor de la ventanilla de matrículas me despidió. Tenía la misma risa del dependiente de un herbolario al que pedí opio, cuando yo tenía diez años, para aliviar mi dolor de muelas (leí en un libro que el opio calmaba el dolor) y aunque evidentemente no me proporcionó esa sustancia, si me dio una solución: "Ve a la farmacia y que te den un calmante".
En el conservatorio ni tenían calmantes ni solución. Hoy día tampoco tienen. Creo que ya es hora de buscar, si no calmantes, al menos soluciones.
Nadie, en su sano juicio, puede poner en duda que el flamenco forma parte de nuestra cultura y como tal debe ser accesible a todos. Es cierto que hace treinta años ni existían partituras ni obras con criterios pedagógicos adecuados, pero actualmente disponemos de material didáctico suficiente para la incorporación de esta materia, de forma oficial, en los conservatorios.
¿Y por qué este afán de incluir el flamenco en los conservatorios con lo bien que ha funcionado la tradición oral? Para que funcione mejor. No hay que olvidar que los guitarristas flamencos no tienen la formación complementaria necesaria para desarrollar eficazmente su labor, y sin embargo, a todos nos son familiares nombres como: Ramón Montoya, Manolo Sanlucar, Paco de Lucía, Serranito y tantos otros, que han elevado la guitarra flamenca a las más altas cumbres. Si estos hubiesen tenido una formación adecuada ¿no estaríamos hablando de genios de la música, si sus obras se hubiesen escrito dentro del marco adecuado? ¿Por qué no tienen la misma consideración profesional aún cuando nadie ha sido capaz de crear algo parecido? Alguien responderá: porque no existen tratados armónicos en los que poder basarse.
Ellos tampoco lo tienen y lo han hecho. Desde mi responsabilidad profesional como músico y guitarrista flamenco, he redactado un proyecto para la creación e implantación de la asignatura de "guitarra flamenca" en los conservatorios, porque todos tenemos derecho a recibir la formación necesaria. Dicho proyecto contiene una programación objetiva de los contenidos de la asignatura, que la F.E.G.I.P. (Federación Española de Guitarra e Instrumentos de Plectro) tras un análisis exhaustivo y favorable realizado por el Comité de Expertos, decide, no solo avalarlo, si no también hacerlo llegar a las vías administrativas pertinentes para su aprobación.
Espero que con la participación e interés de todos se consiga que, cuando un nuevo alumno se presente en un conservatorio, el señor de la ventanilla, curse la matrícula de la especialidad de guitarra flamenca sellando el impreso, en el que, ponga lo que ponga, siempre leeré: El flamenco está donde se merece. |