Joaquín y Victoria

Joaquín Rodrigo y Victoria KamhiHace unos días, gracias a @dsobrino, llegué a este vídeo (inserción desactivada, hay que seguir el enlace para verlo) que cuenta la historia que inspiró a Joaquín Rodrigo en la composición del segundo movimiento de su celebérrimo Concierto de Aranjuez.

Este interesantísimo documento gráfico está realizado mediante el montaje de tres diferentes tomas: la primera es la ejecución de esa obra por el guitarrista malagueño Pepe Romero acompañado por una de las orquestas más prestigiosas del mundo, la Academy of Saint Martin in the Fields, dirigida por su fundador, Neville Marriner; en la segunda el solista le cuenta al director el triste episodio de la biografía de Joaquín Rodrigo que motivó e inspiró la composición del tiempo central del concierto, detallando y ejemplificando a la guitarra los elementos musicales que pretenden representar y transmitir los sentimientos que acompañaron al compositor en aquellas circunstancia; finalmente, el tercero contiene una entrevista a Victoria Kamhi -que conoció a Joaquín en 1928 y se casó con él cinco años más tarde- y algunos momentos de la pareja.

Estas escenas, el testimonio de Vicky y las imágenes de ella y Joaquín, son extremadamente tiernas: se les ve tan frágiles por su avanzada edad pero a la vez tan fuertes por la solidez de su amor, pues su paso es incierto y tambaleante pero su apoyo recíproco es firme y sólido.

La conmoción culmina hacia el final del vídeo, cuando con un gesto Joaquín le pide a Victoria que estreche su mano -su manera de poder mirarla a los ojos- cosa que ella, como de costumbre, se precipita a hacer: sus manos están constantemente entrelazada, relata el periodista que escribió este artículo con ocasión de sus 60 años de vida juntos, dos años después.

Victoria era una excelente pianista, aunque renunció al concertismo para poder estar cerca de su marido, del que fue también colaboradora artística, pues escribió, revisó y tradujo numerosos textos de sus obras. Ambos fallecieron en un mes de julio, ella primero, en 1997, y luego él, dos años más tarde.

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Camarón por sevillanas

Monumento a Camarón de la IslaEn verano culmina en Andalucía la temporada de las ferias, comenzada en abril en Sevilla. Con ocasión de estas fiestas populares, cuyo escenario va desplazándose por prácticamente todas las ciudades y pueblos andaluces, las plazas y las calles se llenan de música y de baile.

Recuerdo que cuando llegué a España, hace ya casi veinte años, en las ferias sólo había un tipo de baile durante horas y horas, muy raramente interrumpido por otros ritmos. Las sevillanas estaban de moda con una fuerza tan grande que no sólo eran las protagonistas incuestionables de la Feria de Sevilla, sino que habían desplazado totalmente los bailes típicos de las otras provincias y localidades de Andalucía, que, pasadas dos décadas, todavía no han conseguido hacerse un espacio dentro de sus lugares de origen.

Entre las consecuencias más importantes de ese período de gran popularidad quiero destacar dos, una positiva y otra negativa: la positiva, además de muy personal,  fue que me apunté a clases de sevillanas; la negativa fue la proliferación de un montón de sevillanas del montón (valga la redundancia) compuestas e interpretadas en serie y sin la más mínima originalidad por personajes cuyos nombres es preferible omitir. Todo eso ha causado cierto desprestigio de las sevillanas dentro del mundo flamenco, hasta el punto de que muchos aficionados y ciertos flamencólogos les niegan el derecho a ser consideradas un palo flamenco, relegándolas a la única condición de baile regional. Una simple búsqueda por la Red demostrará que la polémica todavía no está resuelta y las dos tesis conviven en la actualidad.

Personalmente estoy convencido de que las sevillanas sí tienen que estar en el árbol genealógico del flamenco. Más que palabras, voy aportar un sólo argumento de mucho peso: la voz de Camarón de la Isla, uno de los más grandes cantaores de la historia, fallecido hace exactamente 18 años, acompañado al toque por Tomatito, cantando Mi barrio/Dame la mano/Toma que toma/Pa qué me llamas prima, sevillanas compuestas por Isidro Muñoz y José Miguel Évora, hermanos de Manolo Sanlúcar.

En esta interpretación, extraída de la película Sevillanas de Carlos Saura, podemos disfrutar de la variedad de matices expresivos del cantaor, que va del pianissimo más sugerente al grito más desgarrado, y del virtuosismo del guitarrista, que complementa de manera perfecta el cante, ajustando la armonía y el ritmo hasta al más pequeño de esos matices.

Desde luego, una excelente interpretación puede dar vida a una obra vacía, pero no es este el caso: baste fijarse en su riqueza armónica, que culmina en la última copla con un brusco cambio de registro, conseguido a través de una modulación inesperada, y una nueva melodía.

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De Paganini a Lutoslawski

La actividad compositiva de Niccolò Paganini estuvo siempre al servicio de su actividad concertística. De hecho, sólo sus composiciones le permitían desplegar su impresionante técnica violinística, muy superior a la de cualquier contemporáneo suyo. Sus obras contienen gran cantidad de recursos, tanto de arco (spiccato y ricochet) como de mano izquierda (terceras, octavas, décimas, escalas y arpegios muy rápidos y extensos, pasajes agudísimos, pizzicato de mano izquierda, armónicos artificiales, etc.).

Todos estos recursos y muchos más están concentrados en sus 24 caprichos para violín solo, una colección de estudios imprescindibles para todo violinista que aspire a conseguir una técnica superior. De hecho son de estudio obligado en el conservatorio superior.

El último de estos caprichos, el más largo y espectacular de todos, tiene forma de tema con variaciones. Cada una de las transformaciones del tema, brillante y animado (Quasi presto), es una impresionante exhibición de una o varias de las técnicas violinísticas citadas. En el vídeo siguiente, el que nos las muestra es Alexander Markov.

Son muchos los compositores que han sucumbido a la fascinación de esta obra, utilizando ya sea sólo el tema o todo el capricho para escribir una nueva obra. Un ejemplo del primer caso es la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Sergei Rachmaninoff, que en el vídeo siguiente está interpretada por el pianista Mikhail Pletnev bajo la batuta de Claudio Abbado.

Entre las obras que utilizan todo el capricho, tanto el tema como las variaciones escritas por Paganini, encontramos adaptaciones para un sólo instrumento, por ejemplo el violonchelo o la guitarra, que difieren del original lo necesario para hacerlas ejecutables en el nuevo instrumento. En esos casos, se trata de transcripciones que suelen entusiasmar a los instrumentistas y deslumbrar al público, pero no suelen aportar nada nuevo a nivel más propiamente musical.

Witold LutoslawskiMuy diferente es el caso de la transcripción que hizo para dos pianos Witold Lutoslawski, compositor del que hoy conmemoramos el aniversario de su muerte, ocurrida hace 16 años.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el músico polaco salió adelante tocando a dúo con su alumno Andrzej Panufnik en cafés de Varsovia ofreciendo un repertorio del que sólo se salvó esa obra.

A pesar de que la melodía es reproducida de manera casi literal, en la pieza de Lutoslawski  el capricho de Paganini aparece totalmente renovado, gracias sobre todo a una rica armonía de influencia neoclásica. Los pianistas que la interpretan tan brillantemente en el siguiente vídeo son Enrico Pace e Igor Roma.

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Stéphane Grappelli

Stéphane GrappelliEs probable que Django Reinhardt y Stéphane Grappelli, en los tiempos del Quinteto del Hot Club de Francia, festejaran juntos sus cumpleaños. Al fin al cabo, las fechas de nacimiento de los dos músicos sólo están separadas por tres días, los que faltaban para que el violinista tuviera exactamente dos años más que el guitarrista. Ya se están haciendo complicadas las cuentas, así que os las voy a evitar: hoy celebramos 102 años desde el nacimiento de Grappelli, uno de los más grandes violinistas de jazz de todos los tiempos.

La intensa colaboración musical de estos dos colosos del jazz manouche tuvo un paréntesis durante la Segunda Guerra Mundial, fue cada vez más esporádica tras la finalización del conflicto bélico y terminó debido a la muerte prematura de Django, con sólo 43 años. Por otro lado, felizmente, el violinista tuvo más larga vida: llegó muy cerca de cumplir los 90 años y  se mantuvo musicalmente en activo hasta prácticamente el final: el siguiente vídeo es de un concierto que ofreció en Polonia a la edad de 88 años, en trío con Marc Fosset y Jean Philippe Viret.

Por su grandísima sensibilidad y virtuosismo, Grappelli gozó de gran estima y admiración en todo el mundo musical y colaboró no sólo con los más importantes jazzistas, sino también con grandes músicos ajenos al mundo del jazz,  formando una lista demasiado larga para resumirla aquí, de la que cabe destacar Yehudi Menuhin.

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Centenario de Django

DjangoHoy celebramos el centenario del nacimiento de Jean Baptiste Reinhardt, más conocido como Django, guitarrista extraordinario y personaje realmente impresionante. Sus cualidades musicales saltan al oído y se pueden comprobar y disfrutar gracias a su extensa discografía, de la que tenemos una muestra en el reproductor de la columna de la derecha a partir de hoy y durante los próximos días.

Su música, paradigma del jazz manouche, desborda virtuosismo y creatividad, demostrando el grandísimo nivel de Django tanto en la ejecución como en la composición e improvisación musicales. Hasta aquí nos encontramos delante de un músico de altísimo nivel, lo cual es indudablemente fascinante. Pero lo que es realmente sorprendente, hasta rozar lo increíble, es que tocaba sus deliciosas melodías, hasta en los pasajes más endiabladamente rápidos, con sólo dos dedos de su mano izquierda.

En efecto, cuando sólo tenía 18 años salvó  su vida de un incendio del que salió con la mitad de su mano izquierda gravemente quemada. Los médicos eran partidarios de su amputación, así como de la de una de sus piernas, también seriamente afectada. Sin embargo, a pesar del alto riesgo de gangrena y del consiguiente peligro por su vida, Django se negó rotundamente.

Felizmente su organismo pudo recuperarse, eso sí, tras una larga convalecencia durante la cual estuvo buscando sin cesar la manera de seguir tocando. Así desarrolló una técnica prodigiosa en la que usaba índice y medio para los solos dejando anular y meñique, cicatrizados juntos, para los acordes rítmicos, como podemos ver en algunos fragmentos del siguiente vídeo.

La más interesante unión artística de Django fue con el violinista Stéphane Grappelli, que también aparece en el vídeo y del que hablaremos un poco más dentro de unos días. Junto con Grappelli, en 1934 Django fundó el Quinteto del Hot Club de Francia, el primer grupo de jazz no americano de importancia mundial.

Hablando de Django Reinhardt no puedo evitar recordar y aconsejar una película de Woody Allen, Acordes y desacuerdos (Sweet and Lowdown),  con la que el director estadounidense homenajea al guitarrista de una manera muy curiosa. El largometraje es una comedia con forma de falso documental sobre un personaje ficticio, el guitarrista Emmet Ray (Sean Penn), excelente músico y desastrosa persona, quien se autodefine como el segundo mejor guitarrista del mundo, claro está, después de Django. La banda sonora recrea las sonoridades propias del jazz gitano de Reinhardt y de su quinteto.

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