Una historia anónima que te alegrará el día

El otro día estaba hablando con uno de mis alumnos. Es muy tímido, por lo que voy a mantenerlo en el anonimato. Lo llamaremos Josep.

Llevo trabajando con Josep desde verano del 2015.

A él le pasó lo que a muchos les ha pasado: alguien con autoridad en el ámbito musical le dijo que no servía para cantar. Este tipo de comentarios calan hondo, quieras o no.

Mejoró muy rápido, y al poco tiempo estaba cantando en los conciertos de alumnos que montábamos en Barcelona de vez en cuando. Más tarde se unió a una coral.

Muy activo el tío.

El caso es que llevaba un tiempo desmotivado y estaba pensando en dejarlo.

Llevaba mucho tiempo sin cantar en directo, había tenido que dejar la coral, … y que aquella persona le dijera que no servía para cantar no estaba ayudando, a pesar de que ahora canta muy bien.

Pero la vida a veces nos da oportunidades, y las pasadas Navidades le dio una a Josep (insisto, nombre ficticio).

Estaba en una reunión familiar en la casa de los padres de su mujer. Casi todo el mundo estaba en la cocina, excepto sus dos sobrinas y su mujer, que estaban en el comedor.

Resulta que una de ellas puso el karaoke de la canción My Way, de Sinatra. Es una canción que le gusta mucho y que ha cantado mil veces.

Al principio empezó a cantarla bajito, para él, y poco a poco se iba animando e iba subiendo el volumen.

Se ve que empezaron a escucharle desde la cocina y empezaron a entrar en el comedor para escucharle en silencio.

Al acabar, todos le felicitaron y su suegro le dijo: podrías ser profesional.

¿Por qué te cuento todo esto? Porque estoy súper orgullosa de Josep.

Pero también te lo cuento porque es una historia que nos hace ver a todos algo importante: a veces tenemos un concepto de nosotros mismos que no es la realidad, tanto para bien como para mal.

Puede que pienses que lo haces fatal, y resultar no ser cierto. Y puede que creas que lo hagas genial y tengas muchas cosas por mejorar.

En cualquier caso, siempre viene bien que alguien te haga hacer introspección.

Eso es en lo que nos enfocamos con artículos como este. Queremos hacerte pensar en cosas que quizás no hayas pensado, o darte a conocer los motivos por los que no estás avanzando como te gustaría.

Josep (digo Josep pero podría llamarlo María) me lo dijo el otro día.

Me dijo que se veía reflejado en muchas cosas que decimos, y le ayudó a ver que podía hacer más que lo que ya estaba haciendo.

Ojalá tú también veas algo de todo esto en ti, y que te ayude a cantar mejor.

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“Es que tú lo haces tan fácil…”

Mis alumnos muchas veces me lo dicen, que cuando canto hago que parezca facilísimo.

Lo considero algo bueno y agradezco mucho que me lo digan, pero siempre me veo en la obligación de decirles que no siempre fue así.

He cantado toda mi vida. Desde pequeña.

Los sonidos que producía con mi voz eran generalmente bonitos.

Llámalo suerte, llámalo habilidad innata.

Pero créeme… ¡ni me vino caído del cielo ni todo ha sido fácil para mí!

Me pasaba horas y horas cantando y grabándome para escucharme después una y otra vez.

Esto lo hacía cuando ya tenía poco más de 20 años, a principios de los 2.000.

Llegaba de trabajar, y me ponía con mi ordenador.

Tenía unos auriculares malísimos, y un micrófono aún más malo. Todo lo que estaba de moda por aquella época 😂

Oía mis fallos. Algunos los podía mejorar. Para otros no tenía solución, así que simplemente dejaba de hacer lo que no podía.

Sinceramente, no es la opción que te recomiendo, pero por aquel entonces era lo mejor que podía hacer con los medios que tenía disponibles.

Al fin y al cabo, no hacía tantos años que tenía acceso Internet SIN módem (ese que hacía ruiditos al conectar y que te dejaba sin la posibilidad de utilizar el teléfono de casa).

Para que me entiendas, Internet no era lo que es hoy.

No tenía acceso a muchísima información que existía, simplemente porque no estaba en Internet (o porque no estaba en castellano, que yo por aquel entonces apenas entendía el inglés).

El caso es que cantaba, hacía mis conciertos, y estaba contenta. Acepté mis limitaciones y seguí haciendo lo que me gustaba.

Cuando empecé a entrenar mi voz de la forma que tiene que ser, por supuesto que empecé a sentir mejoras sustanciales, pero también fui mucho más consciente de mis dificultades.

Créeme, también pensaba de mi profesor que él lo hacía todo tan fácil… cantaba notas de rango de mujer con una facilidad…

Y a los alumnos que me dicen que yo lo hago tan fácil les cito lo que mi profesor me dijo cuando yo se lo dije a él: la única diferencia que hay entre lo que tú estás haciendo y lo que yo estoy haciendo son más de 20 años.

Es obvio, directo y completamente lógico. Es evidente.

Pero nunca pensamos sobre ello.

Especial atención a un detalle de la frase: el verbo “hacer”.

Porque no sirve de nada que estudies algo durante 10, 20 o 30 años. Tienes que hacerlo, porque sólo haciéndolo es como se mejora.

Otra evidencia que no está de más recordarla.

Yo llevo desde el 2011 entrenando mi voz. El problema sería si aún me siguieran costando las mismas cosas que por aquel entonces.

Así que la próxima vez que pienses que alguien hace muy fácil algo que es difícil, invoca a un mini-yo en tu hombro para que te recuerde que las cosas requieren tiempo, paciencia y práctica.

Puedes reducir el factor tiempo de esa ecuación con una de las mejores formas que conozco: suscribiéndote a nuestra newsletter 👇👇

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¿Cuántas resurrecciones llevas?

Hay personas que necesitan una hostia en toda la cara. Una hostia en sentido figurado, para no ser políticamente incorrectos.

Yo soy así y no puedo cambiar, no tengo tiempo para practicar, esta semana mi vecina me ha pedido que le cuide al perro, …

¡BOOM! ¡Hostia en toda la cara! (en sentido figurado 🙄)

Pequeñas mentiras que nos contamos para sentirnos mejor y no enfrentarnos a la realidad: nos da pereza mover el culo.

Puedes CREER querer algo con todas tus fuerzas, pero si no tienes la voluntad de hacer lo que tienes que hacer para conseguirlo, quizás no lo quieras tanto.

Pero qué le vas a hacer, ¿no? Tú eres así.

No puedes cambiar.

Eres una puñetera pared de mármol donde han grabado tu forma de ser.

Es algo tan inamovible como el paso del tiempo.

¿Lo es?

¿Sabías que el cuerpo humano regenera las células de su cuerpo cada 8,5 años de promedio?

Es decir, de aquí a 8,5 años, las células de tu cuerpo de hoy ya no existirán y serán reemplazadas por otras diferentes.

Dicho de otra forma, mueres y resucitas cada 8,5 años.

¿Qué edad tienes ahora?

¿20 años? Llevas 2 resurrecciones.

¿55? Tienes 6 resurrecciones a tus espaldas.

Este año, 2023, yo hago 40 años. Me acerco a las 5 resurrecciones.

Si de promedio un ser humano vive unos 83 años, tenemos unas 9 resurrecciones.

No son muchas…

Te cuento esto porque quiero hacerte una pregunta:

¿Después de un ciclo de regeneración celular, eres la misma persona que 8,5 años antes?

Piensa bien la respuesta, porque tu cuerpo es otro, literalmente.

Si tus células son otras, ¿no crees que pueden cambiar su comportamiento?

Quizás tu personalidad no está grabada a fuego.

Quizás tu destino no esté escrito en mármol y puedas cuidar al perro de la vecina a la vez que entrenas tu voz.

Estoy seguro de que ahora vendrá el típico listillo que me explicará científicamente que lo que digo no tiene sentido.

¿Sabes qué? Ese listillo seguirá sin mejorar su voz, porque no habrá entendido el mensaje.

Si quieres, si REALMENTE quieres, puedes dejar de marear la perdiz y tener una voz mejor en tu próxima resurrección.

Mejor en la próxima que en la siguiente. No tenemos tantas.

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PD: No, no TODAS las células de tu cuerpo se regeneran cada 8,5 años. Hay algunas que duran toda la vida. Pero así me quedaba un artículo más molón.

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¿Quién dirige tu vida?

Cuando somos niños, por lo general son nuestros padres los que toman las decisiones por nosotros.

Cómo vestirnos, qué comer, qué estudiar, cuándo jugar, cuándo trabajar, …

Obviamente, es algo bueno, porque a edades tempranas no estamos para tomar decisiones importantes.

El problema viene a medida que nos hacemos mayores.

Existe la ilusión colectiva de que, a partir de cierta edad, somos nosotros quienes tomamos nuestras propias decisiones.

Decisiones sobre el curso de nuestras vidas.

Pero es eso, una ilusión.

¿No me crees?

¿Cuántas veces te has quedado con ese trabajo porque es donde te aceptaron?

Una vez en ese trabajo, ¿cuándo lo dejaste porque querías algo mejor?

¿Cuántas veces has mantenido viva una amistad por pena o nostalgia? ¿O porque “es lo que hay que hacer”?

Y si entramos en relación de pareja, más de lo mismo. ¿Cuántas veces has seguido con esa persona porque la alternativa era la soledad?

Más vale malo conocido que bueno por conocer, ¿verdad?

En un momento de mi vida, empecé a odiar esa frase.

Es la frase del conformismo. La frase que hace que aceptes todo lo que no quieres en tu vida.

Que sea lo normal.

Luego tenemos los “Netflix” de la vida, las tentaciones.

Es más fácil ver una serie que levantar el culo y ponerte a practicar guitarra.

Esto lo digo por mí, porque es lo que me está pasando últimamente, y en parte escribo estas líneas para proporcionarme una gustosa autopatada en el culo.

Netflix, YouTube, Super Mario, … para cada uno de nosotros tiene un nombre diferente.

Si enciendes Netflix porque DECIDES hacerlo, adelante. Siempre tiene que haber lugar para el ocio.

Pero si es Netflix quien decide por ti… luego no te quejes de que no estás avanzando en tu proyecto.

(Nota mental: dejar de quejarme por no mejorar con la guitarra)

Al final, seguimos siendo niños y dejamos que decidan por nosotros.

Te dejo algo para que lo pienses: ¿de dónde viene el dejarnos llevar y que tomen las decisiones por nosotros?

Hace poco vi una frase de Nelson Mandela, que para mí es la respuesta:

Que tus decisiones sean reflejo de tus esperanzas, no de tus miedos.

Nelson Mandela

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Para cantantes fuertes que se sienten frustrados

Lo normal es que las personas no consigan cumplir sus sueños por falta de ética de trabajo.

Una excusa por aquí, una decisión que te hace sentarte en el sofá en vez de ponerte a practicar por allá, …

Hay quién más y hay quién menos, pero todos lo hacemos algunas veces.

Hoy me dirijo a todas esas personas que echan horas y horas, practicando mucho, fijándose en cómo practican para ser muy conscientes de lo que hacen.

Y aún así, no mejoran tanto como querrían.

Aunque hay bichos raros que mejoran a la velocidad de la luz, no es lo normal. Lo normal es pasarse semanas, a veces meses, sintiendo sólo pequeñas mejoras que no parecen llevarte a nada.

Si tienes el oído entrenado, entiendes que esas mejoras son grandísimas conquistas.

También es verdad es que para mí, como vocal coach, me es mucho más fácil oír esas mejoras y estar segura de que esa persona va a acabar cantando de forma cómoda eso que ahora tanto le cuesta.

Pero cuando lo vives desde dentro… no es tan fácil. Es muy difícil conseguir desapegarse de la sensación de que, aunque progreses, no estás donde quieres estar.

Por eso te envío estas palabras de ánimo.

No son palabras de un discurso motivacional barato. Son palabras que te las traigo desde mi experiencia como cantante, pero también como vocal coach.

A veces puede que sientas que vas hacia atrás, pero la realidad es que el camino hacia adelante no es una línea recta.

Tienes que tomar curvas.

Si quieres encontrar ese tesoro, tienes que seguir cavando un poco más.

Si dejas de cavar, puede que te quedes a sólo 20 centímetros de encontrarlo, y nunca lo sabrás.

Depende de ti si saberlo o no saberlo es algo bueno.

Personalmente creo que es mucho mejor encontrarlo y disfrutarlo 🙂

Si piensas en rendirte o el agobio te puede, recuerda cuál es la recompensa, por qué estás luchando tanto.

Eso te dará un empujón más para seguir trabajando, y créeme que cuando consigas dominar esa nota que tanto se resiste, o cantar esa canción que tanto quieres cantar, vale la pena.

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