Algunas veces los viajes resultan experiencias decisivas, iniciáticas podríamos decir, bien por el descubrimiento de nuevos lugares y personas - incluso de quienes nos acompañan - , bien por las vivencias de nuevas situaciones, bien por el sentimiento de satisfacción de ilusiones hasta entonces incumplidas y quizás también por el reconocimiento de uno mismo.
Cualquiera de esas razones podría constituirse en tema de creación para un artista o incluso en tema para una entrada bloguera como esta. Pero ninguna de ellas será la que mueva al protagonista de nuestra historia de hoy a recorrer mundo.
Hoy hablamos de Ibsen, de Grieg y de Peer Gynt.
En 1876 el famoso escritor noruego Henrik Ibsen (gloria nacional de la literatura noruega) estrenó en Oslo una obra teatral titulada Peer Gynt en la que se cuentan las peripecias de un joven así llamado que emprende un largo viaje.
"¡Quiero ser rey, emperador!...Déjame tiempo, verás a lo que llego."
El ambicioso Peer Gynt saldrá de su tierra en busca de grandeza y reconocimiento; la necesidad de admiración y el deseo de sentirse importante serán el motor que lo impulse a viajar a otros lugares; ese egotismo al que tan acertadamente alude José Ángel de Benito en su programa Música y significado.
Ibsen encargó la música incidental para la representación a su compatriota Edvard Grieg. Estamos pues ante otra maravillosa colaboración entre dos grandes figuras de la literatura y de la música.
Grieg, máximo representante del nacionalismo musical noruego, creó para la ocasión la que después se convertiría en su obra más famosa. Aunque esta incluye gran variedad de números instrumentales y vocales, fueron las dos suites orquestales que el propio compositor publicó con posterioridad - habida cuenta del gran éxito obtenido - las que se hicieron extraordinariamente populares; en ellas reunió ocho de las veintitrés piezas que conformaban la obra original.
El compositor Edvard Grieg. Eilif Peterssen. 1891.
En Peer Gynt podemos encontrar todo aquello que caracteriza e identifica al romanticismo: lo exótico y lejano (recordemos el gran auge de los viajes en aquella época), la utilización de escalas y melodías tradicionales y folklóricas, sonoridades orientales, una brillante orquestación y un rico colorido instrumental.
Para hacerse una idea de la obra original nada mejor que ver esta preciosidad de vídeo de la orquesta sinfónica Ciudad de Zaragoza; es una joya.
Y nos despedimos, de momento, con esta litografía que hiciera Edvard Munch (otro gran genio noruego) para una representación de la obra en Francia en 1896.
El pasado enero, cuando comenzaba la gran nevada, nuestro compañero Agustín Moreno tomó esta fotografía de una de las esculturas que hay junto al estanque del Retiro. Se trata de una sirena que con su lira parece cantar al invierno. La imagen es más que una figura en el paisaje; es toda una evocación poética, una invitación a la belleza que nos da pie a ahondar un poco más en el conocimiento de esas míticas ninfas acuáticas, musicales y algo siniestras a las que los pueblos eslavos llamaron Rusalkas.
Cuando una muchacha se ahogaba accidental o voluntariamente, tornábase en una Rusalka, divinidad de las aguas. Esta creencia era común a todos los pueblos eslavos. [...] La vida de estos seres era doble: acuática y forestal. Hasta principios del verano, es decir, hasta la semana de las Rusalki, vivían en el agua. A partir de este momento salían del elemento liquido para morar en los bosques. Solían escoger un sauce o un abedul de ramas péndulas sobre el agua y en él se subían y se instalaban pasando horas y horas en contemplarse en el agua que tenían a sus pies, como en un gran espejo. Durante las noches de luna llena se balanceaban en las ramas, se interpelaban, reían, cantaban...
Juan B. Bergua. Mitología universal. Clásicos Bergua. Madrid 1979.
Aunque las rusalkas cantoras de las aguas gustaban de atraer a los incautos que se acercaban por las inmediaciones y llevarlos consigo a las profundidades hubo sin embargo una famosa excepción: la protagonista de la ópera que el compositor checo Antonin Dvorak tituló precisamente Rusalka y que se estrenó en Praga en 1901. En ella, la ondina de los lagos le pide a una bruja que la transforme en mujer para vivir el amor con un joven príncipe; la bruja lo hará a cambio de su voz, como en el famoso cuento de H.C. Andersen en que se inspira el libreto. ¿Tendrá feliz final también?
En cuanto a Dvorak, conocido sobre todo por su obra sinfónica y cuyo lenguaje se inscribe en la tradición romántica germánica, queremos recordar sus evidentes rasgos nacionalistas que en esta ocasión reconocemos en la propia temática de la obra. En ella brillan su gran maestría melódica y la expresión de la emoción propias del romanticismo. Ambas características se evidencian en el aria más famosa, La canción de la luna, en la que la protagonista pregunta a la luna por su amor.
Este es el texto traducido:
Luna, que con tu luz iluminas todo
desde las profundidades del cielo
y vagas por la superficie de la tierra
bañando con tu mirada el hogar de los hombres.
¡Luna, detente un momento
y dime dónde se encuentra mi amor!
Dile, luna plateada,
que es mi brazo quien lo estrecha,
para que se acuerde de mí
al menos un instante.
¡Búscalo por el vasto mundo
y dile, dile que lo espero aquí!
Y si soy yo con quien su alma sueña
que este pensamiento lo despierte.
¡Luna, no te vayas, no te vayas!
Veamos y escuchemos la interpretación de Rene Fleming.
A continuación, un resumen de la ópera.
Aquí la dejamos completa y subtitulada.
También recomendamos el estupendo programa de RTVE This is Opera dedicado a RUSALKAy que puede verse pinchando en el enlace.
Esperando que disfrutéis de la fantasía y la belleza nos despedimos agradeciendo a Agustín Moreno la cesión de la imagen.
Leía no hace mucho en un artículo de Muy interesante (El calor modifica los genes de las moscas) que el incremento de temperatura está influyendo en la evolución de algunas especies y una de ellas es la mosca. Moscas y calor suelen ir asociados en nuestro imaginario al igual que Rimsky Korsakov y su famoso moscardón*.
Entre prisa y prisa, exámenes, evaluaciones y demás actividades que asfixian nuestros finales de curso más aún que las altas temperaturas que padecemos estos días, no quiero dejar pasar la oportunidad de dejaros este simpático vídeo. Se lo dedico especialmente a mis chicos de segundo de ESO que han estado meses buceando en el maravilloso mundo de la organología.
Aquí, la obra en cuestión, todo un ejemplo de música descriptiva
Y por último, la secuencia de la película Shine en la que el protagonista la interpreta al piano
*El famoso "Vuelo del moscardón" fue compuesto por Rimski Korsakov en 1899 para su ópera El cuento del zar Saltán, basada a su vez en el poema homónimo de Pushkin.
Leía no hace mucho en un artículo de Muy interesante (El calor modifica los genes de las moscas)
que el incremento de temperatura está influyendo en la evolución de algunas especies y que una de ellas es la mosca. Moscas y calor suelen ir asociados en nuestro imaginario al igual que Rimsky Korsakov y su famoso moscardón*.
Entre prisa y prisa, exámenes, evaluaciones y demás actividades que asfixian nuestros finales de curso más aún que las altas temperaturas que padecemos estos días, no quiero dejar pasar la oportunidad de dejaros este simpático vídeo. Se lo dedico especialmente a mis chicos de segundo de ESO que han estado meses buceando en el maravilloso mundo de la organología.
Aquí, la obra en cuestión, todo un ejemplo de música descriptiva
Y por último, la secuencia de la película Shine en la que el protagonista la interpreta al piano
*El famoso "Vuelo del moscardón" fue compuesto por Rimski Korsakov en 1899 para su ópera El cuento del zar Saltán, basada a su vez en el poema homónimo de Pushkin.
Comenzaremos aclarando que no vamos a tratar sobre los siete enanitos de Blancanieves marchando a casa a descansar; aunque no lo creáis, no es esa la única marcha de enanos que existe; resulta que hay otra, igualmente famosa, que posiblemente vosotros, mis alumnos, no hayáis oído nunca.
En 1905 el compositor noruego Edvard Grieg- a quien muchos ya conocéis de los nacionalismos - orquestó una de las Piezas líricas (Op.54) que había escrito originalmente para piano en 1891. La pieza en cuestión se titula La marcha de los enanos.
Ved cómo los compositores, en ocasiones, reescriben sus obras y nos las muestran desde diferentes universos tímbricos. Escucharemos pues las dos versiones de esta marcha que tan bien (y también) puede servirnos para nuestro "marchoso" propósito: en abril los bosque se nos llenan de primavera y de enanitos.
Versión orquestal (con fotografía de Grieg):
Versión original, para piano interpretada por un estupendo Mikhail Dubov :
Y de postre, una de las lecturas de nuestra infancia escrita por el maestro y poeta Germán Berdiales.
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