Hace 262 años en Legnago, un pequeño pueblo en la región de Venecia, nacía Antonio Salieri.
A ver, que levante la mano quien al leer Salieri no ha pensado inmediatamente en Mozart. Muy comprensible, pues los nombres de estos dos compositores están unidos para siempre: primero una tragedia de Pushkin, luego una ópera de Rimski-Korsakov y, finalmente, una película de Forman se han encargado de calar hondo en el imaginario colectivo la convicción de que Salieri asesinó a Mozart.
Sabemos muy bien que eso no ocurrió en absoluto y ya hablamos en su momento de los más que probables orígenes de este bulo. Pero, tal como decía Don Basilio (en este vídeo Ruggero Raimondi), La calunnia è un venticello, y una vez que se levanta es muy difícil cancelarla. Así que, de la misma manera en que al nombrar a Salieri es inevitable evocar a Mozart, al escribir sobre él es igualmente inevitable asumir un tono de defensa, frecuentemente acudiendo al argumento de que el italiano era tan famoso e influyente como para resultar ridícula la acusación de tenerle a su colega una envidia tan furiosa como para inducirlo a tan horrendo crimen.
Cederé a esta tentación sólo por un instante para comentar que la fama de Salieri en la corte austríaca (de la que entonces dependía también el norte de Italia) era tan grande que con 28 años de edad recibió el encargo de una ópera para inaugurar uno de los más importantes teatros líricos del mundo, el Teatro alla Scala de Milán. L’Europa Riconosciuta fue así estrenada el 3 de agosto de 1778 y, tras un larguísimo olvido, fue recuperada para reinaugurar ese mismo teatro tras unas labores de restauro, con Diana Damrau en el rol de Europa y bajo la batuta de Riccardo Muti.
Seis años después, en el Teatro de la Ópera de París, se estrenó otra ópera de Salieri, la tragédie-lyriqueLes Danaïdes. En ese contexto, con un género musical y un teatro tan conservadores como esos, no nos debe extrañar que el nombre del joven Salieri apareciera en el cartel de las primeras representaciones al lado del del famosísimo Gluck como colaborador de éste, ya mayor. Sólo cuando la aceptación del público era irreversible, ambos compositores revelaron que el único autor de la música era el italiano.
Uno de los números más bonitos de esta ópera es el aria Par les larmes de votre fille, el llanto de Hipermnestra, la única de las 50 danaides que, desobedeciendo al padre Dánao, se negó a asesinar a su marido, una melodía realmente preciosa.
Cuenta el mito la rivalidad entre Egipto, rey del homónimo territorio, que tenía 50 hijos, y su hermano Dánao, que a su vez tenía 50 hijas. Éstas huyeron con su padre a Argos para evitar el matrimonio con sus primos. Pero éstos las alcanzaron y obligaron al matrimonio. Dánao ordenó entonces a sus hijas llevar una daga para matar cada una a su marido en la noche de bodas. Todas obedecieron la orden del padre menos Hipermnestra, que por eso fue juzgada, salvándose de la condena sólo gracias a la intercesión de la diosa Afrodita.
La justicia divina actúa de nuevo tras la muerte de las 49 hermanas asesinas a manos de Linceo -el hijo supérstite de Egipto y marido de Hipermnestra, que venga así la muerte de sus hermanos- las cuales son condenadas por su crimen en el Averno. Por su parte, la rebelde Hipermnestra, que no respetó la ley impuesta por su padre, quedará absuelta tras su muerte.
Moralejas:
no siempre las leyes (de los padres o de los políticos) son justas;
desobedecer las leyes injustas evita la perpetuación de la iniquidad;
¡Hola chicos! Espero que estéis pasando unas lindas vacaciones y recarguéis las pilas a tope para aprender mucho a la vuelta. En vacaciones, los profes no solo descansamos... También aprovechamos para pensar proyectos nuevos con los que ilusionaros el próximo curso, conversamos con otros profes para intercambiar materiales y experiencias, aprendemos actividades y herramientas nuevas para utilizar con vosotros y muchas cosas más. Aquí os dejo un rap que se que os va a gustar y que ha sido presentado en el encuentro Fundación telefónica en el que se ha hablado de educación y nuevas tecnologías.
Desde hace treinta años, el día del solsticio de verano (o de invierno, dependiendo de la latitud) se celebra la Fiesta de la Música. La iniciativa tuvo su comienzo en Francia en 1982 con un lema (Faite de la musique!) homófono de su nombre (Fête de la Musique) que deja pocas dudas sobre su espíritu: la organización de conciertos espontáneos y gratuitos tanto de músicos aficionados como profesionales para difundir la música de cualquier género entre la población de cualquier condición sociocultural.
Tres años después, con ocasión del Año Europeo de la Música (el año en el que se celebraba el 300º aniversario del nacimiento de tres colosos de la música: Bach, Händel y Scarlatti), las celebraciones se extendieron a nivel continental, lo que posiblemente sea la causa de que, ahora que la Fiesta de la Música ya tiene proporciones mundiales gracias a la participación de más de un centenar de países de todos los continentes, algunos la llamen todavía Día Europeo de la Música.
Ojos Negros: Javier Monteagudo y Milena Fuentes
Un ejemplo de la persistencia de esta denominación limitada y obsoleta está en la programación hodierna de Radio Clásica, por otro lado muy adecuada a la situación pues capta perfectamente el espíritu de la celebración: un programa especial de cinco horas de duración en el que se emitirán las actuaciones en directo de jóvenes talentos, muchos de ellos procedentes del Conservatorio Superior de Música de Madrid, la Escuela Superior de Música Reina Sofía o la Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, y de intérpretes con una trayectoria consolidada de varios años de actividad concertística y discográfica. Este es el caso del dúo Ojos Negros, compuesto por Javier Monteagudo a la cuerda pulsada y Milena Fuentes al violín.
El repertorio de Javier y Milena, basado sobre todo en la música swing y en el folk de distintos lugares del mundo, principalmente de Europa, es una propuesta que profundiza en las raíces de distintas músicas migratorias, fusionando lo esencial de todas ellas: los recuerdos y los anhelos de unas almas errantes, contenidos en sus respectivas tradiciones musicales. Consiguen así unir todas estas experiencias en un lenguaje común cargado de una profunda humanidad.
Ojos Negros tiene una predilección muy especial hacia el jazz manouche de Django Reinhardt y Stéphane Grappelli, como podemos comprobar en el siguiente vídeo que contiene fragmentos de una actuación suya en directo que termina con la canción rusa que da el nombre al grupo.
No perdáis la oportunidad de escuchar la actuación en directo de Ojos Negros y de muchos más intérpretes dentro de pocas horas, a partir de las 17:00 (hora española), en la frecuencia de Radio Clásica o en su web.
Antiguamente se creía que todos los cuerpos celestes se movían alrededor de la Tierra, pues esa es la impresión que tenemos mirando al cielo. Siguiendo el sistema geocéntrico, Platón describió el espacio exterior a la atmósfera terrestre como formado por 8 cielos que se movían con independencia el uno del otro, arrastrando en su movimiento los astros que contenían. En el último de estos círculos celestiales estaban las estrellas fijas, las que no mudan de posición con respecto a las otras, conformando las constelaciones. En los 7 círculos más cercanos a nosotros, además de la Luna y el Sol, estaban los 5 planetas conocidos en aquel tiempo: Venus, Mercurio, Marte, Júpiter y Saturno, citados respetando el orden que se creía que ocupaban en esta secuencia de cielos concéntricos. El nombre planeta (derivado del griego πλάνητες ἀστέρες, estrellas vagabundas) se debe justamente a su movimiento irregular e independiente entre ellos y con respecto a las estrellas fijas.
Estos 5 planetas, al igual que los que se descubrirán más adelante y sus satélites, toman su nombre de divinidades de la mitología clásica, lo que establece una relación entre el planeta y el carácter de la respectiva deidad, algo que ha sido explotado por la astrología para describir el tipo de influencia que tendría sobre las personas la posición de cada uno de estos planetas en su signo zodiacal.
Gustav Holst, compositor inglés del que hoy conmemoramos el 78º aniversario de su muerte, se acercó a la astrología durante un viaje en España que realizó junto con algunos músicos y poetas también ingleses, entre los cuales estaba Clifford Bax, que fue quien le transmitió ese interés. Y fue justamente esa pasión hacia la astrología la que lo empujó a componer su obra maestra, Los planetas (partitura), una suite en siete movimientos dedicados respectivamente a cada uno de los planetas de nuestro sistema solar, con un subtítulo que describe el programa, basado en el carácter del correspondiente dios:
Marte, el portador de la guerra.
Venus, el portador de la paz.
Mercurio, el mensajero alado.
Júpiter, el portador de la alegría.
Saturno, el portador de la vejez.
Urano, el mago.
Neptuno, el místico.
El primero de estos 7 movimientos está construido sobre un compás de 5/4 y arranca con un ostinato rítmico de los timbales y las cuerdas que avanza implacable y al que en seguida se sobrepone el tema principal, muy marcial y tenebroso, protagonizado por las trompas (otro recurso musical que evoca la guerra).
En el segundo movimiento, sereno y luminoso como el astro que más reluce antes del amanecer o después del atardecer (excluyendo la Luna), Holst utiliza numerosos recursos musicales para conseguir neutralizar la belicosidad anterior, empezando por renunciar a la gran variedad de instrumentos de percusión de los que dispone en esta pieza y siguiendo con el empleo de la sordina en las cuerdas y de solos del concertino.
El empleo intensivo de rápidos y ligeros pasajes de escalas y arpegios da la idea de velocidad relacionada tanto con el dios Mercurio, frecuentemente representado con alas en los pies, como con el planeta homónimo, el más rápido del sistema solar, que sólo tarda 88 días en completar su órbita alrededor del Sol.
Aunque en la iconografía del padre de los dioses del Olimpo prevalezca una imagen muy severa -sentado en el trono desde el cual impartía la justicia imponiendo severos castigos a los reos, fulminando con un rayo o transformando en planta o animal a quien lo enojaba- el término jovial nos lleva a recordar la faceta más alegre de este personaje mitológico, al que se le atribuye una gran cantidad de amantes. Holst lo describe como portador de la alegría con un movimiento a la vez solemne y chispeante.
Mucho más sombrío es el movimiento dedicado a Saturno, tal como era de esperar tratándose de alguien capaz de devorar a sus propios hijos a cambio de un reinado y por eso reducido a la condición de mortal, lo que le hará conocer el envejecimiento. Desde el comienzo, este movimiento nos recuerda el paso del tiempo con una obsesiva repetición de la alternancia de dos acordes imitando el tictac de un reloj.
Urano, el mago es un claro homenaje a otra obra que trata de magia: El aprendiz de brujo de Paul Dukas. Al igual que ésta, la pieza de Holst empieza con 4 notas largas, en esta ocasión sin adornos. Tras la repetición rápida de esas 4 notas, los fagots presentan el mismo ritmo saltarín empleado por el compositor francés y popularizado por Mickey Mouse en Fantasía.
Neptuno es quizás el dios más enigmático de la mitología clásica, misterioso como su reino, el mar, tan fascinante y a la vez tan peligroso. Los trémolos y los arpegios de las arpas y las cuerdas frotadas, junto con la alternancia de dos acordes menores, crean una atmósfera impenetrable que llega a su culminación cuando Holst evoca otro personaje mitológico del mar, las sirenas, con el canto sin texto de voces femeninas, sorprendiendo al oyente que acude a un concierto sin conocer la obra, pues el compositor indicó en la partitura que “el coro debe situarse en una habitación adyacente cuya puerta debía quedar abierta hasta el último compás de la pieza, cuando se cerrará lenta y silenciosamente”. En el último compás de la partitura hay otra anotación: “este compás debe ser repetido hasta que el sonido se pierde en la distancia”.
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