Ya conocemos por lo menos dos servicios en Internet para escuchar buena música gratis, lo que nos permite elegir entre una cantidad inmensa de obras musicales de todos los géneros: Grooveshark y Spotify. Esa grandísima disponibilidad es indudablemente una ventaja para quien tenga gustos e ideas claras. Sin embargo, los menos expertos pueden encontrarse frente a la dificultad de seleccionar las obras más significativas entre tantas posibilidades diferentes.
Tiempo atrás, para quienes se acercaban a la música clásica (por llamarla de alguna manera) y querían disponer de las obras maestras de este repertorio, las editoriales iban publicando unas colecciones de discos, frecuentemente por entrega semanal, con Los tesoros de la música clásica, o las obras de Los grandes compositores, u otras series por el estilo. Nos seleccionaban lo “imprescindible” para que, tras la audición de estas piezas, tuviéramos suficientes conocimientos para explorar los compositores, períodos o géneros que más nos interesaran.
Con este espíritu, pero de manera totalmente desinteresada, Alejandro Polanco publica en su blog Tecnología Obsoleta la entrada Breve historia de la música clásica con Spotify, una lista de enlaces a pistas y listas de reproducción de Spotify catalogada por siglos (desde el XVI al XX). La lista, que no pretende ser completa ni satisfacer todos lo oídos (el mismo autor la define como una “selección muy subjetiva”), ofrece un catálogo hecho con mucho criterio que estoy seguro que más de uno encotraréis muy útil.
La banda sonora de la película 2001: Una odisea del espacio, del director Stanley Kubrick, empieza con unas notas largas de trompeta alternadas a secos golpes de timbales: es el comienzo del poema sinfónico Así habló Zarathustra, del compositor alemán Richard Strauss, inspirada en la obra homónima de Friedrich Nietsche. En esta primera sección, cuyo titulo es Amanecer, describe musicalmente el nacimiento del superhombre y el comienzo de una nueva era.
En la banda sonora de la misma película encontramos otro Strauss, que no tiene ningún parentesco con Richard. Se trata de Johann Strauss hijo, miembro de una importantísima familia de músicos de la Viena decimonónica: su padre, Johann Strauss I, cuya obra más famosa es indudablemente la Marcha Radetzky, y dos de sus hermanos, Joseph y Eduard. Sin embargo, Johann II fue el más importante, sobre todo por sus valses, una danza de origen popular que, de su mano, llegó a la corte imperial, además de a todas las fiestas de la aristocracia austríaca. Y justamente el más famoso de sus vals, El Danubio Azul, es la obra que Kubrick eligió para comentar musicalmente una escena de su película en la que se alternan imágenes de cuerpos celestes y astronaves flotando en el espacio con imágenes de objetos flotando en el interior de la nave por la falta de gravedad. Esa sensación de extrema ligereza de una escena que es casi una coreografía, está en perfecta sintonía con tan refinada música de danza.
La banda sonora no fue ni escrita ni ejecutada pensando en la película: Kubrick eligió varias obras musicales ya grabadas y las insertó en el largometraje. Las dos que acabamos de escuchar, tan diferentes desde el punto de vista musical, tienen en común, además del apellido del compositor, otro detalle muy importante: ambas son dirigidas por Herbert von Karajan, uno de los más importantes directores de orquesta del siglo XX. En Así habló Zarathustra estaba al frente de la Orquesta Filarmónica de Viena, mientras que en el caso del vals, de la Orquesta Filarmónica de Berlín, de la que fue director estable durante más de 35 años.
Hoy conmemoramos el vigésimo aniversario de la muerte de Karajan. Ese 16 de julio de 1989, el músico austríaco tenía 81 años y seguía en activo, dando conciertos en directo y realizando grabaciones discográficas.
Sin lugar a dudas, Karajan es el director de orquesta más conocido entre el gran público. Hasta los que nunca han oído una nota dirigida por él conocen su apellido (que no su nombre, que muchos creen que es Adagio). Esa popularidad se debe, además de a sus cualidades musicales y perfeccionismo, a que supo vislumbrar el potencial comercial de la tecnología y la empleó a fondo para la difusión de su trabajo. En efecto, nos ha dejado una discografía inmensa, casi un millar de discos, además de un gran número de grabaciones en vídeo, entre las que destacan las sinfonías de Beethoven.
En 1972, el Consejo de Europa eligió el último movimiento de la 9ª sinfonía de Beethoven como Himno de Europa. Trece años más tarde hacía lo mismo la Unión Europea. Herbert von Karajan fue el encargado de componer tres arreglos diferentes, que son las versiones oficiales: uno para piano sólo, otro para instrumentos de viento y otro para orquesta sinfónica. Sin negar el valor que tienen estas versiones en el ámbito institucional, sigo prefiriendo la versión original.
Más obras de este maravilloso binomio, Beethoven-Karajan, estarán durante unos días en el recién estrenado widget de Grooveshark, en la columna derecha de este blog. Son las tres sinfonías más famosas, la 5ª, la 6ª y la 9ª. ¡Qué las disfrutéis!
Hace meses que uso Grooveshark. Con un poco de retraso me decido a escribir sobre este estupendo servicio que nos permite escuchar música totalmente gratis.
En una entrada anterior hablé de un programa similar, Spotify, del cual Grooveshark se diferencia en varios aspectos. La primera diferencia que notamos, tras el registro gratuito, es que no necesitamos instalar ningún programa, ya que todo funciona a través de nuestro navegador favorito, mientras que Spotify necesita un programa cliente del cual todavía no hay versión para Linux (aunque sí funciona correctamente a través de Wine).
La interfaz de Grooveshark es muy intuitiva y sencilla de utilizar, permitiendo buscar obras musical por diferentes criterios (canción, artista, álbum, género), marcar favoritos, elaborar playlists, explorar favoritos y playlists de otras personas y hasta subir música de nuestro disco duro (aunque en este caso seamos nosotros, y no Grooveshark, los responsables de la licencia de lo que subamos).
Hay también un sistema de sugerencias automático llamado Autoplay, que nos indica obras similares a las que hayamos seleccionado en la playlist activa. Podemos ayudar el sistema a mejorar indicando el grado de acierto de la recomendación.
Además nos ofrece la posibilidad de enviar directamente sugerencias no sólo a otros usuarios de Grooveshark, sino también vía Twitter, FaceBook o StumbleUpon.
Finalmente, y esta es la razón que me ha empujado a no demorar más esta entrada, hay un widget para WordPress que acabo de incluir en la columna de la derecha de este blog que me permitirá compartir la música que prefiero con los que se pasen por aquí y, a partir de septiembre, realizar periódicamente sugerencias musicales a mis alumnos y alumnas, relacionadas, en la medida de lo posible, con lo que estemos trabajando en clase en ese momento.
Mi intervención, al igual que las conferencias, los paneles de expertos y todas las comunicaciones que se celebraron en el Salón de Actos, fue transmitida en directo y está ahora disponible en TeleUNED. Son 18 horas de grabación que recogen sólo una parte del larguísimo programa del Congreso y de las cuales recomiendo sobre todo las conferencias de apertura y de clausura.
Para comodidad de los que quieran ver mi comunicación por tener interés en el tema (o por tener amistad o parentesco conmigo), pongo aquí a su disposición el fragmento correspondiente.
En 1940, Walt Disney produjo la película Fantasía, filme de animación en el que los personajes y las historias toman vida al son de varias obras maestras de la historia de la música.
Casi 60 años después, en el umbral del nuevo milenio, la factoría Disney volvió a proponer la misma estructura para un nuevo largometraje, Fantasía 2000, con la repetición del más emblemático de los siete episodios de la anterior película, Mickey aprendiz de brujo, y la producción de siete nuevos episodios. La música de uno de éstos es obra del compositor italiano Ottorino Respighi, del que hoy se celebra el 130º aniversario de su nacimiento.
Aún antes de traducir, cualquier persona que desconozca el idioma italiano entiende que no puede haber mucha relación entre el título de la obra, Pinos de Roma, y las espectaculares imágenes del vuelo de las ballenas. En efecto, la idea programática de Respighi, al componer este poema sinfónico, era la descripción de cuatro rincones de la capital italiana adornados por pinos: Villa Borghese, los alrededores de una catacumba, el Gianicolo y la Via Appia.
¿Cómo es posible que una misma música pueda evocar imágenes tan diferentes?
O quizás sería mejor reformular la pregunta de la siguiente manera: ¿puede la música expresar objetivamente imágenes o conceptos?
Mi opinión es que no, porque asociar una música a unas imágenes o a unas palabras es limitar la capacidad expresiva de la música misma. El poder expresivo de la música reside en su capacidad de transmitir ideas trascendentales, que no se pueden traducir a otros lenguajes sin correr el riesgo de perder ese mismo poder. En términos generales, y siguiendo a Stravinsky, podemos afirmar que la música no expresa nada más que a sí misma, sus relaciones internas, la coherencia de su estructura formal.
Con eso no quiero negar la capacidad que tiene la música de evocar imágenes, sentimientos o impresiones a nivel individual -o colectivo, si hace referencia a conceptos fuertemente arraigados en la cultura del grupo al que se dirige- sino liberar la música de cualquier atadura. En este contexto, los árboles romanos son un pretexto del compositor para llevar a cabo su creación, mientras que las ballenas voladoras son una lectura totalmente subjetiva, además de sugestiva y surrealista, que hace la factoría Disney de la partitura de Respighi. Partitura que expresa con la misma eficacia tanto la primera como la segunda imagen, pero, por encima de ambas, se expresa a sí misma.
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