Hoy traigo a Deviolines un artículo invitado, de parte del violinista y musicólogo Jesús Martín. Me parece interesante porque el cuello de violinista es un tema que me ha afectado personalmente durante bastante tiempo, a veces mucho, ahora poco, pero que, aunque parezca un problema menor, a menudo afecta de tal manera que perjudica la interpretación e incluso impide ensayar lo que deseamos. Quizás no esté totalmente de acuerdo en la idea de que este problema tenga como causa principal una mala postura; en mi caso también es debido a una tensión exagerada al sujetar el instrumento, sobre todo en los ejercicios de vibrato (uno de mis talones de Aquiles) que no termino de dominar todo lo que me gustaría. Esta angustia por trabajar algunos ejercicios sin la debida relajación termina produciendo presión excesiva en el cuello, de la barbada o de los tornillos metálicos que la sujetan, de manera que los bordes duros terminan causando un moretón que puede llegar a ser doloroso e incluso complicarse con pequeños granos, pelos de la barba que no crecen normalmente (sobre todo aquellos a los que les gusta la barba de 3 días), etc. Es un problema de la piel que en la mayoría de los casos no proviene de alergias a ningún material del violín, sino del continuo rozamiento de un borde o superficie dura con la piel. Así que, antes de pensar en buscar soluciones de otros materiales pensando que así no nos van a afectar lo mejor es relajarse antes de tocar, y trabajar junto con el profesor la postura para conseguir una sujeción más natural de instrumento.
Lo cierto es que incluso he visto en algunos conciertos a miembros de la OCNE con el famoso manchurrón (cuántas bromas de los amigos habré recibido insinuando que en realidad es una consecuencia de una noche de pasión…) y seguramente muchos de los pañuelos que se usan sobre la barbada responden también a ese problema.
Sin más, os transcribo el interesante artículo.
“Cualquier persona que ha pululado por un conservatorio ha distinguido a algunos estudiantes de violín y viola por una mancha en el cuello asociada a un roce o reacción alérgica. Su denominación internacional es “Fiddler’s neck” (cuello de violinista). Realmente se trata de una irritación de la piel por contacto que se presenta como un foco de liquenificación y pigmentación en el lado izquierdo del cuello justo por debajo del ángulo de la mandíbula. Son varios los factores que intervienen en estos cambios en la piel, probablemente una combinación de factores, entre ellos la excesiva presión, la fricción, una higiene deficiente y el exceso de sudor. Si que hay casos que nada tienen que ver con esto y que si son producidos por reacciones alérgicas a algunos materiales del instrumento.
Pero dejemos atrás tecnicismos y leyendas populares para adentrarnos en una realidad, en muchos casos dolorosa y no precisamente por el dolor producido por el famoso “callo”. En mi experiencia he encontrado alumnos desesperados en busca de almohadillas “antialérgicas” o de marcas de lo más extrañas, mentoneras “x”, “y” o “z”, etc etc… y todo ello recomendado por el profesor de turno para proporcionarle comodidad para sujetar el instrumento o aliviar su molestia con el dichoso “callo”. Paradójicamente ellos mismos han podido ser los responsables de este problema dermatológico y ahora proponen una solución totalmente equivocada. Lo cierto es que todo violinista, estudiante o profesional, que tenga esa típica mancha en la piel del cuello es debido a un defecto en la sujección y apoyo del violín sobre la clavícula. Sí, sobre la clavícula… porque va siendo hora de eliminar la palabra “hombro” de nuestras explicaciones de como se sujeta el instrumento. Todo aquel que tenga el “callo” puede “agradecer” a sus profesores, especialmente a los que les iniciaron los primeros 3 años y a los que han pasado años después sin explicar o intentar poner solución al asunto, el tener este problema al que se tiende a quitar importancia por parte de los docentes y estudiantes (solo es un callo) pero que puede ser mucho más importante puesto que este defecto, como ya he explicado, es mucho más que una simple irritación en la piel.
¿Soluciones? El problema surge por un mal posicionamiento del violín y una presión excesiva. Esta claro que hay que reconsiderar nuestro contacto en ese punto con el instrumento. No es tarea fácil pero en manos de un buen profesional de la docencia y algún especialista en otros menesteres (relajación, fisioterapia,…) podemos llegar a corregir el problema. En cuanto este problema de posicionamiento este corregido el “callo” pasará a la historia.
Para terminar, cada violinista que lea este pequeño artículo y tenga esta mancha en el cuello puede reflexionar sobre el propio sistema educativo y en las manos de que profesionales ha realizado su carrera.
J.Martín“
Fuente: Blog de Jesús Martín
Para aliviar esta dolencia se han creado, como bien dice Jesús Martín en su blog, algunas soluciones. Os dejo como ejemplo una (bastante cara) que he encontrado por la red, pero que no he probado, a base de una barbada con un recubrimiento de piel natural.
Si os tienta, debéis saber que ronda los 150€ , así que mejor intentar corregir la postura antes que probar este tipo de inventos.