y algo malo le pasó,
lo que Schubert te cuenta
en esta hermosa canción"
Una versión en castellano
Detalles sobre su vida
He comenzado el curso tutorizado del INTEF sobre Flipped Classroom. Como tarea longitudinal al curso se nos propone ir elaborando un diario de aprendizaje, así que dedicaré varias entradas a reflexionar brevemente sobre cada uno de los módulos didácticos.
Flipped Classroom es una metodología que me interesa desde hace tiempo –desde que tuve noticia por primera vez de la Kahn Academy–, aunque al mismo tiempo me resulta algo amedrentadora. En cualquier caso, este semestre me he decidido a comenzar.
Me resulta atractivo de esta metodología la posibilidad de ir elaborando materiales para mis clases (ya seleccionándolos de la web o preparándolos yo mismo), tenerlos organizados y que resulten flexibles para el autoaprendizaje (pequeños fragmentos de vídeo, infografías, esquemas). Pero especialmente este último curso me ha decidido la perspectiva de liberar tiempo de clase de las explicaciones teóricas, de manera que pueda dedicar ese tiempo a actividades prácticas, tales como cantar o tocar juntos.
Los cursos del INTEF han mejorado mucho en los últimos años. Han ido aprendiendo de ediciones pasadas y cada vez es mejor, desde la presentación del entorno web hasta la gestión del aula virtual por parte del tutor en línea –por ejemplo, han dejado de fijar fechas concretas para las tareas a realizar, y ahora sólo se indican recomendaciones genrales, de tal manera que uno puede adaptar el curso verdaderamente a sus necesidades.
En relación con los contenidos, algo que me ha resultado especialmente interesante ha sido la parte dedicada al proceso de dominio de la tecnología por parte del docente, que Ellen Mandinach y Hugh Cline conceptualizan en las cuatro etapas que recojo a continuación. Lo que más me ha llamado la atención es el sufrimiento que las autores reconocen en este proceso de aprendizaje –en la puesta en práctica de una auténtica mentalidad de crecimiento. Y es que, en esta época de positividad exacerbada en la que vivimos, encontrar análisis que sepan reconocer las dificultades y que permitan reconciliarse con uno mismo me resultan refrescantes. Las dos amenazas son:
El material propuesto por el INTEF recuerda la necesidad de no pasar por alto estas etapas y su importancia para la integración de la tecnología en el currículo. Afirmando que ningún programa de integración tecnológica tendrá éxito si estos principios u otros imilares no son reconocidos y aplicados a conciencia.
A mí, personalmente, me resuena en relación con la adquisición de cualquier metodología nueva –y no sólo la aceptación de la tecnología. Con el proceso de salir de una práctica docente que se realiza desde la comodidad de las prácticas tradicionales (zona de confort), prácticas tradicionales que se aprendieron por inmersión cuando nosotros mismos fuimos alumnos –tal y como destaca Mar Romera.
Y me parece especialmente importante tener en cuenta el tipo de mentalidad –fija o de crecimiento– que tenemos los profesores y que influirá, quizá decisivamente, en el progreso a lo largo del continuo descrito por Mandinach y Cline. Y entonces todo se vuelve emocionante, y épico, porque ya no se trata de aprender una nueva metodología que resulte más eficaz, sino aprender sobre uno mismo de manera que nos volvamos un instrumento cada vez más eficaz.
He comenzado el curso tutorizado del INTEF sobre Flipped Classroom. Como tarea longitudinal al curso se nos propone ir elaborando un diario de aprendizaje, así que dedicaré varias entradas a reflexionar brevemente sobre cada uno de los módulos didácticos.
Flipped Classroom es una metodología que me interesa desde hace tiempo –desde que tuve noticia por primera vez de la Kahn Academy–, aunque al mismo tiempo me resulta algo amedrentadora. En cualquier caso, este semestre me he decidido a comenzar.
Me resulta atractivo de esta metodología la posibilidad de ir elaborando materiales para mis clases (ya seleccionándolos de la web o preparándolos yo mismo), tenerlos organizados y que resulten flexibles para el autoaprendizaje (pequeños fragmentos de vídeo, infografías, esquemas). Pero especialmente este último curso me ha decidido la perspectiva de liberar tiempo de clase de las explicaciones teóricas, de manera que pueda dedicar ese tiempo a actividades prácticas, tales como cantar o tocar juntos.
Los cursos del INTEF han mejorado mucho en los últimos años. Han ido aprendiendo de ediciones pasadas y cada vez es mejor, desde la presentación del entorno web hasta la gestión del aula virtual por parte del tutor en línea –por ejemplo, han dejado de fijar fechas concretas para las tareas a realizar, y ahora sólo se indican recomendaciones genrales, de tal manera que uno puede adaptar el curso verdaderamente a sus necesidades.
En relación con los contenidos, algo que me ha resultado especialmente interesante ha sido la parte dedicada al proceso de dominio de la tecnología por parte del docente, que Ellen Mandinach y Hugh Cline conceptualizan en las cuatro etapas que recojo a continuación. Lo que más me ha llamado la atención es el sufrimiento que las autores reconocen en este proceso de aprendizaje –en la puesta en práctica de una auténtica mentalidad de crecimiento. Y es que, en esta época de positividad exacerbada en la que vivimos, encontrar análisis que sepan reconocer las dificultades y que permitan reconciliarse con uno mismo me resultan refrescantes. Las dos amenazas son:
El material propuesto por el INTEF recuerda la necesidad de no pasar por alto estas etapas y su importancia para la integración de la tecnología en el currículo. Afirmando que ningún programa de integración tecnológica tendrá éxito si estos principios u otros imilares no son reconocidos y aplicados a conciencia.
A mí, personalmente, me resuena en relación con la adquisición de cualquier metodología nueva –y no sólo la aceptación de la tecnología. Con el proceso de salir de una práctica docente que se realiza desde la comodidad de las prácticas tradicionales (zona de confort), prácticas tradicionales que se aprendieron por inmersión cuando nosotros mismos fuimos alumnos –tal y como destaca Mar Romera.
Y me parece especialmente importante tener en cuenta el tipo de mentalidad –fija o de crecimiento– que tenemos los profesores y que influirá, quizá decisivamente, en el progreso a lo largo del continuo descrito por Mandinach y Cline. Y entonces todo se vuelve emocionante, y épico, porque ya no se trata de aprender una nueva metodología que resulte más eficaz, sino aprender sobre uno mismo de manera que nos volvamos un instrumento cada vez más eficaz.
(…) Muchas personas de mentalidad fija creen que es el mundo el que tiene que cambiar, no ellas. Se sienten con derecho a algo mejor: un trabajo, una casa, una pareja… El mundo tendría que reconocer sus cualidades especiales y tratarlas en consecuencia. Vamos a seguir con el dilema siguiente; imagínate a ti mismo en esta situación.
El dilema. «Y aquí estoy –piensas–, en este trabajo de poco nivel. Es humillante, con mi talento no debería tener que trabajar así. Yo debería estar arriba, con los grandes, disfrutando de la buena vida». Tu jefe cree que tu actitud es mala. Cuando necesita que alguien se haga cargo de más responsabilidades, no cuenta contigo; cuando es hora de ascender a alguien, eso no te incluye a ti.
La reacción de la mentalidad fija. «Se siente amenazado por mí», dices amargamente. Tu mentalidad fija te dice eso, porque siendo tú quien eres deberían impulsarte automáticamente a las altas esferas de la empresa. La gente debería ver tus talentos y recompensarte por ellos. Cuando no lo hace, no es justo. ¿Por qué tendrías que cambiar tú? Tú solo quieres lo que te es debido.
Pero, si te pones en una mentalidad de crecimiento, ¿qué otros caminos nuevos pueden ocurrírsete y qué pasos podrías dar? Por ejemplo, ¿qué piensas ahora sobre el esfuerzo? ¿Y sobre el aprendizaje? ¿Cómo podrías actuar conforme a esta nueva forma de abordarlos?
Bueno, podrías pensar en esforzarte más y colaborar más con tus compañeros de trabajo. Podrías utilizar tu tiempo libre para aprender más sobre la empresa, en lugar de quejarte constantemente por tu mala situación. Vamos a ver cómo podría funcionar eso.
El paso de la mentalidad de crecimiento. Pero primero hablemos claro. Durante mucho tiempo ha sido aterrador pensar en abandonar la idea de ser alguien superior. Lo que tú no quieres es ser un ser humano corriente y moliente. ¿Cómo podrás sentirte mejor contigo mismo si no eres más valioso que la gente a la que menosprecias?
Empiezas a acariciar la idea de que ciertas personas destacan por su compromiso y por su esfuerzo. Intentas esforzarte cada vez más y ver si obtienes alguna más de esas recompensas que querías.
Aunque lentamente puedas ir aceptando la idea de que el esfuerzo puede ser algo necesario, sigues sin aceptar que no haya garantías. Ya es bastante indigno tener que trabajar, pero trabajar y seguir sin conseguir que las cosas salgan de la manera que quieres…, eso verdaderamente no es justo. Eso significa que tú podrías trabajar mucho y que otro se llevase el ascenso. Intolerable.
Pasa mucho tiempo antes de que comiences a disfrutar esforzándote más, y mucho también antes de que empieces a pensar en aprender. En lugar de ver tu momento al pie de la escala empresarial como un insulto, ves poco a poco que en ese pie puedes aprender muchas cosas que podrían ayudarte enormemente en tu ascensión a la cumbre. Aprender todos los entresijos de la empresa puede proporcionarte después una gran ventaja.
Todos nuestros directores ejecutivos de mentalidad de crecimiento conocían sus empresas de arriba abajo, del revés y del derecho y de dentro afuera.
En lugar de ver los debates con tus colegas como un tiempo empleado en conseguir lo que quieres, empiezas a captar la idea de establecer relaciones o incluso de ayudar a tus compañeros a desarrollarse de formas que ellos valoren. Esto puede convertirse en una nueva fuente de satisfacciones. Podrías decir que estabas siguiendo los pasos de Bill Murray en su experiencia de Atrapado en el tiempo.
Conforme te vayas convirtiendo en una persona de mentalidad de crecimiento, te asombrará ver cómo la gente empieza a ayudarte, a apoyarte. Ya no parecen adversarios que van por ahí negándote lo que te mereces. Son, cada vez más frecuentemente, tus colaboradores hacia un objetivo común. Es interesante: empezaste queriendo cambiar el comportamiento de los demás, y eres tú el que cambia.
Al final, muchas personas de mentalidad fija comprenden que su manto de originalidad era realmente una armadura en la que se habían metido para sentirse seguras, fuertes y valiosas. Sin embargo, aunque muy al principio pudiera haberlas protegido, después ha restringido su crecimiento, las ha enviado a batallas perdidas y las ha distanciado de las relaciones interpersonales satisfactorias. (…)
C. Dweck (2017) Mindset. Último capítulo
(…) Muchas personas de mentalidad fija creen que es el mundo el que tiene que cambiar, no ellas. Se sienten con derecho a algo mejor: un trabajo, una casa, una pareja… El mundo tendría que reconocer sus cualidades especiales y tratarlas en consecuencia. Vamos a seguir con el dilema siguiente; imagínate a ti mismo en esta situación.
El dilema. «Y aquí estoy –piensas–, en este trabajo de poco nivel. Es humillante, con mi talento no debería tener que trabajar así. Yo debería estar arriba, con los grandes, disfrutando de la buena vida». Tu jefe cree que tu actitud es mala. Cuando necesita que alguien se haga cargo de más responsabilidades, no cuenta contigo; cuando es hora de ascender a alguien, eso no te incluye a ti.
La reacción de la mentalidad fija. «Se siente amenazado por mí», dices amargamente. Tu mentalidad fija te dice eso, porque siendo tú quien eres deberían impulsarte automáticamente a las altas esferas de la empresa. La gente debería ver tus talentos y recompensarte por ellos. Cuando no lo hace, no es justo. ¿Por qué tendrías que cambiar tú? Tú solo quieres lo que te es debido.
Pero, si te pones en una mentalidad de crecimiento, ¿qué otros caminos nuevos pueden ocurrírsete y qué pasos podrías dar? Por ejemplo, ¿qué piensas ahora sobre el esfuerzo? ¿Y sobre el aprendizaje? ¿Cómo podrías actuar conforme a esta nueva forma de abordarlos?
Bueno, podrías pensar en esforzarte más y colaborar más con tus compañeros de trabajo. Podrías utilizar tu tiempo libre para aprender más sobre la empresa, en lugar de quejarte constantemente por tu mala situación. Vamos a ver cómo podría funcionar eso.
El paso de la mentalidad de crecimiento. Pero primero hablemos claro. Durante mucho tiempo ha sido aterrador pensar en abandonar la idea de ser alguien superior. Lo que tú no quieres es ser un ser humano corriente y moliente. ¿Cómo podrás sentirte mejor contigo mismo si no eres más valioso que la gente a la que menosprecias?
Empiezas a acariciar la idea de que ciertas personas destacan por su compromiso y por su esfuerzo. Intentas esforzarte cada vez más y ver si obtienes alguna más de esas recompensas que querías.
Aunque lentamente puedas ir aceptando la idea de que el esfuerzo puede ser algo necesario, sigues sin aceptar que no haya garantías. Ya es bastante indigno tener que trabajar, pero trabajar y seguir sin conseguir que las cosas salgan de la manera que quieres…, eso verdaderamente no es justo. Eso significa que tú podrías trabajar mucho y que otro se llevase el ascenso. Intolerable.
Pasa mucho tiempo antes de que comiences a disfrutar esforzándote más, y mucho también antes de que empieces a pensar en aprender. En lugar de ver tu momento al pie de la escala empresarial como un insulto, ves poco a poco que en ese pie puedes aprender muchas cosas que podrían ayudarte enormemente en tu ascensión a la cumbre. Aprender todos los entresijos de la empresa puede proporcionarte después una gran ventaja.
Todos nuestros directores ejecutivos de mentalidad de crecimiento conocían sus empresas de arriba abajo, del revés y del derecho y de dentro afuera.
En lugar de ver los debates con tus colegas como un tiempo empleado en conseguir lo que quieres, empiezas a captar la idea de establecer relaciones o incluso de ayudar a tus compañeros a desarrollarse de formas que ellos valoren. Esto puede convertirse en una nueva fuente de satisfacciones. Podrías decir que estabas siguiendo los pasos de Bill Murray en su experiencia de Atrapado en el tiempo.
Conforme te vayas convirtiendo en una persona de mentalidad de crecimiento, te asombrará ver cómo la gente empieza a ayudarte, a apoyarte. Ya no parecen adversarios que van por ahí negándote lo que te mereces. Son, cada vez más frecuentemente, tus colaboradores hacia un objetivo común. Es interesante: empezaste queriendo cambiar el comportamiento de los demás, y eres tú el que cambia.
Al final, muchas personas de mentalidad fija comprenden que su manto de originalidad era realmente una armadura en la que se habían metido para sentirse seguras, fuertes y valiosas. Sin embargo, aunque muy al principio pudiera haberlas protegido, después ha restringido su crecimiento, las ha enviado a batallas perdidas y las ha distanciado de las relaciones interpersonales satisfactorias. (…)
C. Dweck (2017) Mindset. Último capítulo