Damos voz hoy en esta página a la Dra. Emilia Ángeles Campayo Muñoz, reflexionando sabiamente sobre el rol de la educación musical en los tiempos próximos.
Vivimos en una sociedad plural y en continuo cambio en la que el acceso a experiencias e información de diferente naturaleza es fácil y rápido.
Si bien esta realidad tiene implicaciones positivas como pueden ser un estado de bienestar, enriquecimiento cultural o apertura de pensamiento, también requiere de un adecuado desarrollo socioemocional de la persona para hacer un uso responsable de los recursos a los que se tiene acceso y no caer en la superficialidad.
El desarrollo de estas habilidades favorece que el individuo aprenda a discernir y elegir la información que le ayude a vivir en armonía consigo mismo y con los demás.
Esto se encuentra en estrecha relación con 2 de los 4 pilares de la Educación para el siglo XXI que Delors (1996) concretó en el informe redactado para la UNESCO La educación encierra un tesoro: “aprender a ser” y “aprender a vivir juntos”.
¿Y qué papel juega la educación musical en este escenario?
La música nos conmueve, nos invita reír, a llorar, a bailar… en definitiva, nos facilita el sentir y el contacto con nosotros mismos. Podemos decir que la música es un regalo que la vida nos ofrece para conectar con nuestro mundo emocional.
Este acercamiento a nuestra parte emotiva favorece el autoconocimiento, requisito indispensable para un adecuado desarrollo socioemocional.
Sin embargo, para que la educación musical pueda desplegar todo este potencial, sería necesario que estuviera dirigida al desarrollo de estas habilidades.
Según Susan Hallam (2010) argumenta en su artículo titulado The power of music: Its impact on the intellectual, social and personal development of children and young people, la práctica musical activa puede favorecer el desarrollo de las capacidades intelectuales, sociales y personales del individuo gracias a la capacidad de transferencia del cerebro.
Sin embargo, es interesante señalar que en los casos en los que se desarrollaron habilidades socioemocionales como la autoestima, el respeto, la creatividad o la motivación, la experiencia musical se había llevado a cabo en un entorno de confianza y había sido gratificante.
Desde mi punto de vista, este es el gran reto de la educación musical en el siglo XXI: abandonar las metodologías tradicionales centradas exclusivamente en el ejercitamiento intelectual y técnico e impulsar prácticas educativas holísticas que fomenten el disfrute y la motivación a través de una formación integral del estudiante.
No se trata de rechazar lo ya existente, sino de mejorarlo para que pueda dar respuesta a las necesidades que la sociedad del siglo XXI plantea.
Según mi punto de vista, para favorecer el éxito de este nuevo paradigma en la educación musical, sería recomendable la implicación de toda la comunidad educativa.
Es en este punto donde la figura del profesor de música emerge como un elemento clave: se trata del nexo de unión entre el ámbito familiar (padres) y el académico (escuela).
La responsabilidad principal del docente es la de desarrollar y aplicar metodologías que propicien la formación integral del alumnado creando un entorno de confianza y respeto.
Sin embargo, dado el impacto que los padres pueden llegar a tener sobre la motivación de sus hijos respecto a la asignatura de música, sería conveniente que el docente acercara esta disciplina a los padres.
Los beneficios de la música
Para ello, podrían realizarse seminarios informativos destinados a padres y alumnos donde se presenten temas que aborden los beneficios de la música o la interconexión que existe entre la música y otras asignaturas del currículo.
Además, también resultarían motivadores y productivos los proyectos que implican la participación de los diferentes integrantes de la comunidad educativa. Algunos ejemplos serían el afamado Proyecto LÓVA o la formación de agrupaciones musicales escolares.
Dadas las posibilidades que ofrece la educación musical para favorecer el desarrollo socioemocional, toda persona tendría que tener derecho a su aprendizaje y experiencia.
Sin embargo, la música cada vez tiene menos presencia en el currículo de las enseñanzas obligatorias.
Desde mi perspectiva, es la comunidad educativa la que debería de promover un cambio en la mentalidad de la sociedad respecto a la función de la música.
Quizás, si se favoreciera la implicación de todos los miembros de la comunidad educativa para que puedan ser partícipes y testigos de los beneficios que la música ofrece, esta disciplina podría ser vista como un bien común e imprescindible en cualquier nivel educativo.
Desafiante y apasionante es el camino que la educación musical tiene por recorrer. El docente de música será su guía.
Un guía que se encontrará con numerosos obstáculos en su camino pero que, con voluntad y buen hacer, logrará sortearlos exitosamente y así llegar a su destino: una educación musical de calidad y para todos.
REFERENCIAS
Delors, J. (1996). La educación encierra un tesoro: Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI. París: UNESCO
Hallam, S. (2010). The power of music: Its impact on the intellectual, social and personal development of children and Young people. International Journal of Music Education, 28(3), 269-289
Dra. Emilia Ángeles Campayo Muñoz
Área de Música
Departamento de Educación y Didácticas Específicas
Universidad Jaume I