Dando continuidad a la primera entrega que compartimos sobre las mejores bandas sonoras de los años 70 y 80, en esta ocasión, les vamos a compartir cuáles fueron las mejores bandas sonoras en los años 90.
Todos hemos sido víctimas en algún momento de nuestras vidas.
A mí también me han robado e intimidado.
Hubo una vez que me pegaron un puñetazo en la cara cuando me robaron 500 pesetas (para los más jóvenes, unos 3 euros).
Tuve un moratón en el ojo que me duró semanas. Yo tenía 13 años.
No me dieron más porque siempre he sido muy rápido corriendo.
Ese día corrí aún más rápido.
Para colmo, me pasó a 1 minuto del portal de mi casa.
El trauma no fue pequeño. Como que me daba un poco de miedo salir de casa.
Estuve un par de días sin ir al colegio, pero mi madre me decía: no puedes quedarte en casa para siempre.
Es muy típico, pero tenía toda la razón..
¿De qué te sirve encogerte en un rincón? La vida son hostias, y lo importante no es aprender a evitarlas, porque es imposible.
A ver, no seas kamikaze y seas un imán de hostias, pero la realidad es que, aunque no quieras, la vida siempre está preparada con la mano abierta. Es inevitable.
Por eso lo importante es saber gestionar las hostias. Llámalo hostias, llámalo frustraciones. Lo que quieras.
Porque esa es la verdadera diferencia de la persona que consigue lo que quiere con la que no: su capacidad de recibir la hostia, reponerse y volver al redil.
Si yo me hubiese hecho la víctima el día en el que un profesor de canto se rió de mí, no estaría aquí escribiendo esto.
Muchas de las personas a las que he ayudado habrían acabado en sus manos, él se habría reído de algunos, y puede que algunos que hubiesen hecho las víctimas.
Perdón. Me estoy conteniendo. La gran mayoría se habrían hecho las víctimas, porque somos débiles por naturaleza.
Pero cuando realmente quieres algo, gritas fuerte “que te jodan” y sigues tu camino. No te amedrentas.
Que sí, que yo también tengo miedo muchas veces. Grita “que te jodan” y a devolverle las hostias a la vida, que también tiene cara.
La cajita de suscripción a nuestra newsletter no tiene cara, pero tampoco tiene pérdida. La tienes aquí debajo.
Hola, Donlunáticos. Hoy os traigo una nueva idea para Navidad. No tiréis las cajas de cartón viejas que tenéis por casa porque le podéis dar una nueva vida como yo he hecho en este tutorial.
La prueba no puede ser más fácil: di “na na na na na na” como si hablaras, en la nota que te de la real gana.
Ahora.
En serio, hazlo. “Na na na na”
.
.
.
Esta entrada del blog tiene ojos y sé que aún no lo has hecho. Hazlo, aunque sea sin voz. “Na na na na na”
.
.
.
No, esta entrada no tiene ojos, pero hazlo, en serio.
Cuando lo haces, ¿cómo estás articulando la N?
La gran mayoría de las personas lo hace de una de estas dos formas:
Moviendo la mandíbula de arriba a abajo, “mordiéndose” la lengua.
Moviendo la punta de la lengua de arriba a abajo.
¿Cuál es la correcta? Antes de decírtelo, di otra vez “na na na na na” y fíjate cuál de estas dos haces.
No seas del grupo de los listillos y hazlo antes de seguir leyendo.
.
.
.
No me gustan los listillos. “Na na na na”
.
.
.
Sí, a mí también me habría costado hacerlo antes de seguir leyendo.
Si lo has hecho moviendo la mandíbula, ya tienes algo en lo que trabajar, porque no es la forma correcta.
Haciendo honor a nuestro lema “cantar tiene que ser fácil”, si pronuncias la N moviendo la mandíbula estás haciendo mucho más esfuerzo que si usas sólo la lengua.
Estás moviendo muchos más músculos, con lo que estás gastando más energía. Músculos que no necesitas.
Dicho de otra forma, para cantar bien hay que hacerlo con la mayor vagancia posible. No nos gusta cansarnos. Ley del mínimo esfuerzo.
Cuanto menos hagas al cantar y obtengas el mayor resultado, menos se fatiga tu voz, más te durará. Bye bye molestias.
Si te parece una locura microgestionar a estos niveles, aprender a pronunciar una sola consonante, estás en lo cierto. Es mucho curro.
Lo que no es tanto curro es darte de alta en nuestra lista de correo. Lo puedes hacer un pelín más abajo.
Mi amigo Albert, que lee este blog, ya se estará riendo…
Sólo leer el título de este correo sabe exactamente qué historia voy a contar.
Pero yo me acuerdo de otra historia que tiene que ver con una baqueta de batería y un ventilador lleno de polvo a toda potencia.
Pronto contaré esa historia también.
Una historia que demuestra que a veces es mejor tener enemigos que amigos.
Al grano.
Año 1.999 en el Instituto Joan Pelegrí, Barcelona. Yo tenía 15 años.
Eran las 8 de la mañana, no recuerdo de qué día, pero hacía frío. Supongo que sería enero, porque estaba empezando a amanecer.
A primera hora teníamos lengua catalana, con el demonio/profesor Cubero. Un cabronazo de esos que se dedican a la enseñanza cuando deberían haber sido cobradores de impuestos.
Todo el mundo le tenía miedo. Hasta el más gamberro de todos.
El caso es que yo no tenía silla (las habían movido) y tenía que pasar por detrás de Cubero para coger una.
Aún no habíamos empezado la clase y todo el mundo estaba hablando. Había mucho ruido.
Total, voy, cojo la silla, me la subo a la cabeza con la mala suerte de poner el respaldo hacia abajo en vez de hacia arriba.
Paso por detrás de Cubero de nuevo y… ¡¡¡BOOM!!!
Noto que la silla choca con algo, pero no me enteré de con qué. Me extrañó que todo el mundo se callara de golpe, pero seguí mi camino hasta mi sitio.
Silencio sepulcral…
Me siento y veo a Cubero con la cabeza entre las manos y encima de la mesa. Algo helado recorrió mi espina dorsal de arriba a abajo.
Tío, le has abierto la cabeza con la silla.
Ya me podía dar por muerto.
Fui como un loco a pedirle perdón (realmente me sabía mal), pero gritó que me sentara y empezó la clase con normalidad.
Al día siguiente los compañeros de otras clases que lo tuvieron me dijeron que tenía el ojo derecho lleno de venas rojas.
En el cambio de clase, a la hora siguiente, no sabía cómo pero todo el instituto lo sabía.
Campañaaaa, ¡craaaack! – Cómo te has pasado con el Cubero, ¿eeeeh?
¿Por qué? Porque todo nadie soportaba a Cubero.
De repente todo el mundo sabía quién era yo, y además me llamaban por mi apellido (señal de respeto).
Nada nombres de pila, nada de apodos (como aquel al que llamaban «Culo de pera» porque rimaba con su apellido).
Siempre pasé desapercibido, hasta ese día… aunque no me siento orgulloso, por poco me gustara Cubero.
¿Por qué te cuento esta historia?
Esta entrada del blog no es para los que cantan. O al menos no directamente.
Es para las personas de alrededor de los que cantan.
He visto mil veces cómo familiares y amigos machacan a los que cantan. Da igual si lo hacen bien o si lo hacen mal. Siempre tienen algo malo que decir
Así que a esas personas les digo: no seas un Cubero.
Siendo un Cubero no ayudas a nadie. No se “es un cabrón” para ayudar a los demás.
Si eres un Cubero, la gente se alegrará cuando sufras.
En vez de eso, conviértete en el apoyo que la gente necesita. Esto no quiere decir pintar todo de color de rosa. Si hay que decir verdades, adelante.
Y si hay que apuntarse a nuestra lista de correo. Adelante. Bueno, abajo.
Eduplaneta Musical utiliza cookies propias y de terceros para mejorar su experiencia de navegación, realizar tareas de analítica y mostrar publicidad acorde a sus intereses. Si continúa navegando, entendemos que acepta nuestra Política de Cookies.AceptoReject
Privacy & Cookies Policy
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these cookies, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may have an effect on your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.