Incluso lo más pequeño puede albergar algo grande

Esta historia es muy loca, y te puede ayudar a ver que nunca sabes las maravillas que puedes aprender de alguien de quien no lo esperas.

Mi madre nació en un pueblo muy pequeño de Guadalajara, en 1.951. En aquella época, el pueblo tenía unos 300 habitantes. Hoy tiene 34.

Cuando era muy pequeña, su familia se mudó a otro pueblo de Cuenca, de 600 habitantes. Hoy tiene menos de 300.

Se mudó a los 16 años a Barcelona, pero mis abuelos conservaron la casa de ese pequeño pueblo, y aún la conservamos. De hecho, ahora mis padres pasan allí gran parte del año.

Te haces una idea, ¿no? Pueblo pequeño, de gente que trabaja en el campo, cría gallinas, etc. Menos de 300 habitantes.

¿Conoces el grupo Europe? “Is the finaaaaaaal countdooooown!” ¿Te suena?

Grupo internacionalmente famoso que ha hecho conciertos en muchísimos países, llenando salas de conciertos enormes.

Yo era muy pequeño y no me acuerdo, pero resulta que Europe tocó en este pequeño pueblo donde creció mi madre.

¿Por qué? No tiene ningún sentido. La gente de ese pueblo ni los conocía. Eran de otra generación que escuchaba música española.

Resulta que había alguien del pueblo que conocía a un componente del grupo o al mánager (ya no me acuerdo), y organizó un concierto para que Europe tocara en el puto polideportivo del pueblo.

Ese polideportivo en el que yo jugaba al frontón con mis hermanos porque no había ningún puñetero entretenimiento más. Nos aburríamos de la hostia, y dejar de hacer cosas por aburrimiento es un killer para la voz.

NUNCA sabes quién puede conocer a quién, o dónde están las oportunidades.

Y para tener acceso a esas oportunidades, tienes que exponerte. Me da igual si te da pereza, vergüenza o si tu vecino canta mejor que tú.

Si tienes algo que decir, hazlo, porque nunca sabes a lo que te puede llevar.

Haz también otra cosa buena para ti: suscribirte a nuestra lista de correo. Lo puedes hacer deslizándote un poco más hacia abajo.

Este artículo Incluso lo más pequeño puede albergar algo grande pertenece a VoKalo.

Incluso lo más pequeño puede albergar algo grande

Esta historia es muy loca, y te puede ayudar a ver que nunca sabes las maravillas que puedes aprender de alguien de quien no lo esperas.

Mi madre nació en un pueblo muy pequeño de Guadalajara, en 1.951. En aquella época, el pueblo tenía unos 300 habitantes. Hoy tiene 34.

Cuando era muy pequeña, su familia se mudó a otro pueblo de Cuenca, de 600 habitantes. Hoy tiene menos de 300.

Se mudó a los 16 años a Barcelona, pero mis abuelos conservaron la casa de ese pequeño pueblo, y aún la conservamos. De hecho, ahora mis padres pasan allí gran parte del año.

Te haces una idea, ¿no? Pueblo pequeño, de gente que trabaja en el campo, cría gallinas, etc. Menos de 300 habitantes.

¿Conoces el grupo Europe? “Is the finaaaaaaal countdooooown!” ¿Te suena?

Grupo internacionalmente famoso que ha hecho conciertos en muchísimos países, llenando salas de conciertos enormes.

Yo era muy pequeño y no me acuerdo, pero resulta que Europe tocó en este pequeño pueblo donde creció mi madre.

¿Por qué? No tiene ningún sentido. La gente de ese pueblo ni los conocía. Eran de otra generación que escuchaba música española.

Resulta que había alguien del pueblo que conocía a un componente del grupo o al mánager (ya no me acuerdo), y organizó un concierto para que Europe tocara en el puto polideportivo del pueblo.

Ese polideportivo en el que yo jugaba al frontón con mis hermanos porque no había ningún puñetero entretenimiento más. Nos aburríamos de la hostia, y dejar de hacer cosas por aburrimiento es un killer para la voz.

NUNCA sabes quién puede conocer a quién, o dónde están las oportunidades.

Y para tener acceso a esas oportunidades, tienes que exponerte. Me da igual si te da pereza, vergüenza o si tu vecino canta mejor que tú.

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El ventilador en llamas que te hará progresar muy rápido

Hace unos cuantos días te contaba la historia en la que le partí la cabeza con una silla a un profesor que tuve en el instituto.

Hoy te cuento una historia en la que verás lo mal amigo que soy, y lo que puedes aplicar en tu voz por esa razón.

Primavera o verano del año 2.000. Estaba ensayando en la escuela de música con mis amigos Albert y Borja. Éramos batería, guitarra y guitarra, respectivamente.

Teníamos 15 años y hacíamos mucho el payaso. También hacía mucho calor.

MUCHO calor.

En la sala de ensayo en la que estábamos había un ventilador roñósisimo, lleno de polvo. Era el ventilador del puto castillo del conde Drácula.

En una de esas pausas entre canción y canción, mi amigo Albert cogió una baqueta y empezó a putear a la hélice del ventilador, que estaba a toda potencia.

Por algún motivo, le hacía gracia el ruido que hacía la baqueta al chocar con las hélices en movimiento.

A mí también me hacía gracia, para qué voy a mentir.

¡Ji ji! ¡Ja ja!

¡BOOM!

Las hélices se partieron de golpe y todo el polvo que había en ellas y en el ventilador llenó la sala en un microsegundo.

Fue como si un elefante hubiera saltado encima de un colchón de contrabando de Pablo Escobar.

2 segundos de silencio. Borja y yo nos miramos… y la fiesta de la risa empezó para no terminar.

En cambio, mi amigo Albert tenía la cara blanca. Yo creo que gran parte de la sangre de su cuerpo se evaporó… y por una buena razón: teníamos que decirle al dueño de la escuela de música que habíamos roto el ventilador.

Aquí se vio lo CABRONAZOS que fuimos Borja y yo, porque dejamos a Albert completamente solo y nos fuimos a reír a otro lado, para que Albert pudiera convencer al dueño de que fue un accidente de lo más absurdo.

A día de hoy aún nos acordamos de aquel momento. Yo estoy llorando de la risa mientras escribo estas palabras. Fue un gran recuerdo.

Lo curioso del tema es que, a pesar de que Albert pensaba que su vida había llegado a su fin, cuando recordamos aquel momento se ríe como Borja y yo nos reíamos aquel primer día.

De hecho, ha sido él quién me ha dado la idea de escribir este correo con este planteamiento.

Estas fueron sus palabras durante nuestra conversación por WhatsApp:

Te cuento todo esto porque, si tienes dudas, “lo que hoy te parece una putada, seguro que ríes en un tiempo”.

Y es que hay que ver así la voz y la vida. Si no, te paralizas y no haces nada.

¿El primer paso? Darte de alta en nuestra newsletter, justo aquí debajo.

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El ventilador en llamas que te hará progresar muy rápido

Hace unos cuantos días te contaba la historia en la que le partí la cabeza con una silla a un profesor que tuve en el instituto.

Hoy te cuento una historia en la que verás lo mal amigo que soy, y lo que puedes aplicar en tu voz por esa razón.

Primavera o verano del año 2.000. Estaba ensayando en la escuela de música con mis amigos Albert y Borja. Éramos batería, guitarra y guitarra, respectivamente.

Teníamos 15 años y hacíamos mucho el payaso. También hacía mucho calor.

MUCHO calor.

En la sala de ensayo en la que estábamos había un ventilador roñósisimo, lleno de polvo. Era el ventilador del puto castillo del conde Drácula.

En una de esas pausas entre canción y canción, mi amigo Albert cogió una baqueta y empezó a putear a la hélice del ventilador, que estaba a toda potencia.

Por algún motivo, le hacía gracia el ruido que hacía la baqueta al chocar con las hélices en movimiento.

A mí también me hacía gracia, para qué voy a mentir.

¡Ji ji! ¡Ja ja!

¡BOOM!

Las hélices se partieron de golpe y todo el polvo que había en ellas y en el ventilador llenó la sala en un microsegundo.

Fue como si un elefante hubiera saltado encima de un colchón de contrabando de Pablo Escobar.

2 segundos de silencio. Borja y yo nos miramos… y la fiesta de la risa empezó para no terminar.

En cambio, mi amigo Albert tenía la cara blanca. Yo creo que gran parte de la sangre de su cuerpo se evaporó… y por una buena razón: teníamos que decirle al dueño de la escuela de música que habíamos roto el ventilador.

Aquí se vio lo CABRONAZOS que fuimos Borja y yo, porque dejamos a Albert completamente solo y nos fuimos a reír a otro lado, para que Albert pudiera convencer al dueño de que fue un accidente de lo más absurdo.

A día de hoy aún nos acordamos de aquel momento. Yo estoy llorando de la risa mientras escribo estas palabras. Fue un gran recuerdo.

Lo curioso del tema es que, a pesar de que Albert pensaba que su vida había llegado a su fin, cuando recordamos aquel momento se ríe como Borja y yo nos reíamos aquel primer día.

De hecho, ha sido él quién me ha dado la idea de escribir este correo con este planteamiento.

Estas fueron sus palabras durante nuestra conversación por WhatsApp:

Te cuento todo esto porque, si tienes dudas, “lo que hoy te parece una putada, seguro que ríes en un tiempo”.

Y es que hay que ver así la voz y la vida. Si no, te paralizas y no haces nada.

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Una buena voz necesita un buen oído

No estoy hablando de esa tontería de si tienes oído musical o no.

Si te gusta la música, tienes oído musical. No hay más que hablar.

Si crees que quien no afina es porque no tiene buen oído, sigue leyendo nuestros correos. Si sigues sin cambiar de opinión, no nos vamos a llevar bien 😁

Estoy hablando de desarrollar tu oído para saber qué tipo de sonido conforma un canto bonito.

¿Un buen chef por qué es un buen chef?

Conoce los sabores de los ingredientes al dedillo, sabe cómo combinan, las cantidades correctas para hacer que un sabor sea así o asá.

Si prueba un plato, puede enumerar los ingredientes que lleva. A veces lo puede hacer sólo oliéndolo.

Por eso puede hacer recetas que a la gente le encantan, aunque esas mismas personas no sepan describir el por qué.

No tienen el sentido del gusto tan desarrollado como para describir lo que está pasando. Sólo saben que les flipa.

¿Cómo se consigue algo así? Haciéndolo miles de veces.

En otras palabras, con experiencia.

Ni leyendo libros, ni viendo vídeos en YouTube.

No te voy a decir que esto sobre, pero no puedes desarrollar un buen sentido del gusto desde un punto de vista intelectual. ¡Tienes que ensuciarte las manos!

Si quieres saber qué es lo que suena bien en una voz, aunque no sea la tuya, tienes que meterte en el barro y hacerlo antes con la tuya.

Desarrollas un sentido mucho más profundo de lo que es “oír una voz”.

A veces es una maldición, porque al escuchar a cantantes que te gustaban muchísimo empiezas a oír cosas que no te gustan (es el precio que hay que pagar, baby 😂).

Pero nuestra newsletter es gratis. Apúntate para recibir cada día un correo con consejos de canto. Aquí debajo.

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