Una buena voz necesita un buen oído

No estoy hablando de esa tontería de si tienes oído musical o no.

Si te gusta la música, tienes oído musical. No hay más que hablar.

Si crees que quien no afina es porque no tiene buen oído, sigue leyendo nuestros correos. Si sigues sin cambiar de opinión, no nos vamos a llevar bien 😁

Estoy hablando de desarrollar tu oído para saber qué tipo de sonido conforma un canto bonito.

¿Un buen chef por qué es un buen chef?

Conoce los sabores de los ingredientes al dedillo, sabe cómo combinan, las cantidades correctas para hacer que un sabor sea así o asá.

Si prueba un plato, puede enumerar los ingredientes que lleva. A veces lo puede hacer sólo oliéndolo.

Por eso puede hacer recetas que a la gente le encantan, aunque esas mismas personas no sepan describir el por qué.

No tienen el sentido del gusto tan desarrollado como para describir lo que está pasando. Sólo saben que les flipa.

¿Cómo se consigue algo así? Haciéndolo miles de veces.

En otras palabras, con experiencia.

Ni leyendo libros, ni viendo vídeos en YouTube.

No te voy a decir que esto sobre, pero no puedes desarrollar un buen sentido del gusto desde un punto de vista intelectual. ¡Tienes que ensuciarte las manos!

Si quieres saber qué es lo que suena bien en una voz, aunque no sea la tuya, tienes que meterte en el barro y hacerlo antes con la tuya.

Desarrollas un sentido mucho más profundo de lo que es “oír una voz”.

A veces es una maldición, porque al escuchar a cantantes que te gustaban muchísimo empiezas a oír cosas que no te gustan (es el precio que hay que pagar, baby 😂).

Pero nuestra newsletter es gratis. Apúntate para recibir cada día un correo con consejos de canto. Aquí debajo.

Este artículo Una buena voz necesita un buen oído pertenece a VoKalo.

La frase para dejar de ser una víctima

Todos hemos sido víctimas en algún momento de nuestras vidas.

A mí también me han robado e intimidado.

Hubo una vez que me pegaron un puñetazo en la cara cuando me robaron 500 pesetas (para los más jóvenes, unos 3 euros).

Tuve un moratón en el ojo que me duró semanas. Yo tenía 13 años.

No me dieron más porque siempre he sido muy rápido corriendo.

Ese día corrí aún más rápido.

Para colmo, me pasó a 1 minuto del portal de mi casa.

El trauma no fue pequeño. Como que me daba un poco de miedo salir de casa.

Estuve un par de días sin ir al colegio, pero mi madre me decía: no puedes quedarte en casa para siempre.

Es muy típico, pero tenía toda la razón..

¿De qué te sirve encogerte en un rincón? La vida son hostias, y lo importante no es aprender a evitarlas, porque es imposible.

A ver, no seas kamikaze y seas un imán de hostias, pero la realidad es que, aunque no quieras, la vida siempre está preparada con la mano abierta. Es inevitable.

Por eso lo importante es saber gestionar las hostias. Llámalo hostias, llámalo frustraciones. Lo que quieras.

Porque esa es la verdadera diferencia de la persona que consigue lo que quiere con la que no: su capacidad de recibir la hostia, reponerse y volver al redil.

Si yo me hubiese hecho la víctima el día en el que un profesor de canto se rió de mí, no estaría aquí escribiendo esto.

Muchas de las personas a las que he ayudado habrían acabado en sus manos, él se habría reído de algunos, y puede que algunos que hubiesen hecho las víctimas.

Perdón. Me estoy conteniendo. La gran mayoría se habrían hecho las víctimas, porque somos débiles por naturaleza.

Pero cuando realmente quieres algo, gritas fuerte “que te jodan” y sigues tu camino. No te amedrentas.

Que sí, que yo también tengo miedo muchas veces. Grita “que te jodan” y a devolverle las hostias a la vida, que también tiene cara.

La cajita de suscripción a nuestra newsletter no tiene cara, pero tampoco tiene pérdida. La tienes aquí debajo.

Este artículo La frase para dejar de ser una víctima pertenece a VoKalo.

El 50% fallará el test

La prueba no puede ser más fácil: di “na na na na na na” como si hablaras, en la nota que te de la real gana.

Ahora.

En serio, hazlo. “Na na na na”

.

.

.

Esta entrada del blog tiene ojos y sé que aún no lo has hecho. Hazlo, aunque sea sin voz. “Na na na na na”

.

.

.

No, esta entrada no tiene ojos, pero hazlo, en serio.

Cuando lo haces, ¿cómo estás articulando la N?

La gran mayoría de las personas lo hace de una de estas dos formas:

  1. Moviendo la mandíbula de arriba a abajo, “mordiéndose” la lengua.
  2. Moviendo la punta de la lengua de arriba a abajo.

¿Cuál es la correcta? Antes de decírtelo, di otra vez “na na na na na” y fíjate cuál de estas dos haces.

No seas del grupo de los listillos y hazlo antes de seguir leyendo.

.

.

.

No me gustan los listillos. “Na na na na”

.

.

.

Sí, a mí también me habría costado hacerlo antes de seguir leyendo.

Si lo has hecho moviendo la mandíbula, ya tienes algo en lo que trabajar, porque no es la forma correcta.

Haciendo honor a nuestro lema “cantar tiene que ser fácil”, si pronuncias la N moviendo la mandíbula estás haciendo mucho más esfuerzo que si usas sólo la lengua.

Estás moviendo muchos más músculos, con lo que estás gastando más energía. Músculos que no necesitas.

Dicho de otra forma, para cantar bien hay que hacerlo con la mayor vagancia posible. No nos gusta cansarnos. Ley del mínimo esfuerzo.

Cuanto menos hagas al cantar y obtengas el mayor resultado, menos se fatiga tu voz, más te durará. Bye bye molestias.

Si te parece una locura microgestionar a estos niveles, aprender a pronunciar una sola consonante, estás en lo cierto. Es mucho curro.

Lo que no es tanto curro es darte de alta en nuestra lista de correo. Lo puedes hacer un pelín más abajo.

Este artículo El 50% fallará el test pertenece a VoKalo.

El día en el que golpeé a mi profesor con una silla

Mi amigo Albert, que lee este blog, ya se estará riendo…

Sólo leer el título de este correo sabe exactamente qué historia voy a contar.

Pero yo me acuerdo de otra historia que tiene que ver con una baqueta de batería y un ventilador lleno de polvo a toda potencia.

Pronto contaré esa historia también.

Una historia que demuestra que a veces es mejor tener enemigos que amigos.

Al grano.

Año 1.999 en el Instituto Joan Pelegrí, Barcelona. Yo tenía 15 años.

Eran las 8 de la mañana, no recuerdo de qué día, pero hacía frío. Supongo que sería enero, porque estaba empezando a amanecer.

A primera hora teníamos lengua catalana, con el demonio/profesor Cubero. Un cabronazo de esos que se dedican a la enseñanza cuando deberían haber sido cobradores de impuestos.

Todo el mundo le tenía miedo. Hasta el más gamberro de todos.

El caso es que yo no tenía silla (las habían movido) y tenía que pasar por detrás de Cubero para coger una.

Aún no habíamos empezado la clase y todo el mundo estaba hablando. Había mucho ruido.

Total, voy, cojo la silla, me la subo a la cabeza con la mala suerte de poner el respaldo hacia abajo en vez de hacia arriba.

Paso por detrás de Cubero de nuevo y… ¡¡¡BOOM!!!

Noto que la silla choca con algo, pero no me enteré de con qué. Me extrañó que todo el mundo se callara de golpe, pero seguí mi camino hasta mi sitio.

Silencio sepulcral…

Me siento y veo a Cubero con la cabeza entre las manos y encima de la mesa. Algo helado recorrió mi espina dorsal de arriba a abajo.

Tío, le has abierto la cabeza con la silla.

Ya me podía dar por muerto.

Fui como un loco a pedirle perdón (realmente me sabía mal), pero gritó que me sentara y empezó la clase con normalidad.

Al día siguiente los compañeros de otras clases que lo tuvieron me dijeron que tenía el ojo derecho lleno de venas rojas.

En el cambio de clase, a la hora siguiente, no sabía cómo pero todo el instituto lo sabía.

Campañaaaa, ¡craaaack! – Cómo te has pasado con el Cubero, ¿eeeeh?

¿Por qué? Porque todo nadie soportaba a Cubero.

De repente todo el mundo sabía quién era yo, y además me llamaban por mi apellido (señal de respeto).

Nada nombres de pila, nada de apodos (como aquel al que llamaban «Culo de pera» porque rimaba con su apellido).

Siempre pasé desapercibido, hasta ese día… aunque no me siento orgulloso, por poco me gustara Cubero.

¿Por qué te cuento esta historia?

Esta entrada del blog no es para los que cantan. O al menos no directamente.

Es para las personas de alrededor de los que cantan.

He visto mil veces cómo familiares y amigos machacan a los que cantan. Da igual si lo hacen bien o si lo hacen mal. Siempre tienen algo malo que decir

Así que a esas personas les digo: no seas un Cubero.

Siendo un Cubero no ayudas a nadie. No se “es un cabrón” para ayudar a los demás.

Si eres un Cubero, la gente se alegrará cuando sufras.

En vez de eso, conviértete en el apoyo que la gente necesita. Esto no quiere decir pintar todo de color de rosa. Si hay que decir verdades, adelante.

Y si hay que apuntarse a nuestra lista de correo. Adelante. Bueno, abajo.

Este artículo El día en el que golpeé a mi profesor con una silla pertenece a VoKalo.

«Si no tienes oído, olvídate de cantar»

Es muy cansino cuando recibimos ESE correo/WhatsApp/etc: no todo el mundo puede cantar. El que no tiene oído no vale.

Esta gente que se cree que tienen un don especial me da vomitera. Son esas personas las que tienen que pisar a los demás para progresar en sus vidas.

Esas que si se hunden, tú te vas a hundir con ellas.

Hace años me ponía de los nervios cada vez que alguien me decía tonterías como esa.

Hoy en día lo que leo en sus mensajes es: tengo un miedo terrible de que lo que dices es verdad porque, si es verdad, significa que esta facilidad para el canto que tengo desde nacimiento no es algo único, algo que me hace especial.

La verdad es que cuando utilizo mi parte del cerebro que es más humana (no mucho más), me da un poco de pena (en el buen sentido). Me sigue encabronando, porque hunden a los demás, pero también me da pena.

Estas personas, cuando ven cantar a alguien que desafina, inmediatamente recurren al “no tiene oído para cantar”.

La realidad es que el oído de estas personas suele funcionar bien, como mucho necesitan acostumbrarse a la música (especialmente si son personas adultas que no han tenido mucho contacto con la música).

El problema no es el camino que va del oído al cerebro.

El problema es el camino que va del cerebro a la voz.

La gente que desafina al cantar, tiene el problema de que no sabe con su voz reproducir la música que tiene en la cabeza.

Es como ese capítulo de Futurama en el que Fry quiere tocar el Holofonor. Tiene una música increíble en su cabeza, pero sus manos son tan torpes que no pueden reproducirla. Es mi capítulo favorito.

Y creo firmemente que este es el principal motivo por el que la gente no canta, ya que para mejorar el camino del cerebro a la voz hay que cagarla mucho.

Hay que desafinar mucho, escuchar lo mal que suena tu voz una y otra vez, mientras intentas entender qué tienes que hacer para que tu voz suene bien.

Es un camino jodido. Lo conozco muy muy bien.

Aunque es perfectamente lógico, no ayuda que sólo se oiga cantar a gente que ya lo hace bien (si cantan mal no se suben a un escenario ni suben vídeos a Internet), porque nos hace pensar en binario: o lo haces bien o lo haces mal.

Y si eres cantante profesional, esto también te lo vas a encontrar cuando quieras entrenar zonas de tu voz que no hayas entrenado nunca.

El camino del cerebro a la voz para esa zona no está construido. La vas a cagar, vas a desafinar, y vas a sonar mal.

Pero al final, vale la pena.

También vale la pena que te apuntes a nuestra lista de correo. Un pelín más abajo lo puedes hacer. Es gratis.

Este artículo «Si no tienes oído, olvídate de cantar» pertenece a VoKalo.