El año 1685 fue muy pródigo con la música: en ese año vinieron al mundo tres compositores de primera magnitud: Johann Sebastian Bach, Georg Friedrich Händel y Domenico Scarlatti. Este último lo hizo el 26 de octubre, en la Nápoles española, mientras los dos alemanes tartamudeaban sus primeras palabras y seguramente canturreaban sus primeras melodías.
Scarlatti pasó buena parte de su vida en España, al servicio de la reina María Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI. En la capital de este país murió, en 1757. Sin embargo, su carrera musical en la península ibérica empezó en Lisboa, al servicio de la misma alumna, por aquel entonces princesa de Portugal.
Su estancia en la capital lusa es aprovechada por el sublime José Saramago, que en su novela Memorial del Convento hace una maravillosa descripción de los efectos de la música del italiano:
… y Domenico Scarlatti habiendo cerrado puertas y ventanas, se sienta al clavicordio, qué sutil música es esta que sale hacia la noche de Lisboa por rendijas y chimeneas, la oyen los soldados de la guardia portuguesa y de la guardia alemana, y la entienden unos y otros, la oyen soñando los marineros que duermen a la fresca en los conveses y despertando, la reconocen, la oyen los vagabundos que reposan en la Ribeira, en las lanchas varadas en tierra, la oyen los frailes y las monjas de mil conventos, y dicen, Son los ángeles del Señor, tierra esta, para milagros, ubérrima, la oyen los embozados que van a matar y los apuñalados que, oyéndola, ya no piden confesión y mueren absueltos, …
Los cuatro años pasados en Sevilla hicieron de Scarlatti un gran conocedor de la música popular andaluza, cuyos ritmos y armonías están presentes en muchas de sus obras, sobre todo en las que compuso para su instrumento preferido, el clavecín, como este Fandango, opus póstuma.
Se cuenta que Scarlatti tenía un gato al que, como buen napolitano, había llamado Pulcinella. El gracioso felino amaba pasearse por el teclado del clave, disfrutando de los sonidos que producía. Muchos años tras la muerte del compositor surgió la leyenda que cuenta cómo Pulcinella compuso los tres primeros compases de la Fuga en sol menor K.30, un motivo que efectivamente suena un poco extraño, como si las notas fuesen elegidas al azar:

Cierta o no la colaboración de la mascota, la Fuga del gato (de la que se puede descargar la partitura aquí) es una pequeña joya: aquí la tenéis, interpretada por Elaine Comparone.
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Hace exactamente 35 años desaparecía uno de los mejores violinistas del siglo XX, David Oistrakh, que había nacido 66 años antes en Odessa, por aquel entonces perteneciente al Imperio Ruso y actualmente a Ucrania. A pesar de haber sufrido varios ataques cardíacos, siguió realizando giras de conciertos agotadoras y, fue en una de éstas, en la ciudad holandesa de Amsterdam, cuando su corazón dejó definitivamente de latir.
Han pasado 196 años desde el nacimiento de Giuseppe Verdi y creo que no hay mejor manera de celebrarlo que brindar con su música, tocando una de las melodías más famosas que nos ha dejado, Libiamo ne’ lieti calici, de la escena del brindis de La traviata, posiblemente la más significativa de las óperas verdianas. El compás de vals, los amplios saltos de la melodía y las frecuentes y rápidas notas de adorno llenan esta música de una alegría despreocupada y contagiosa.
Hoy es el 174º aniversario del nacimiento de Camille Saint-Saëns, un compositor francés que, entre muchas otras, escribió dos obras