Guten Abend, gut’ Nacht

Berthe Morisot: Le berceau (La cuna). Musée d'Orsay

Berthe Morisot: Le berceau (La cuna). (PD)

Aunque en alemán el término Lied se refiere a cualquier canción desde la Edad Medía hasta la actualidad, a nivel internacional esta palabra se suele utilizar sobre todo para definir la perfecta simbiosis entre música y poesía de la producción vocal camerística alemana del período romántico.

Generalmente la melodía de un Lied es encomendada a un o una solista con acompañamiento instrumental, generalmente de piano. Dicha melodía solía ser muy íntima, bastante alejada de las exuberancias de la ópera, para servir de vehículo eficaz a los versos potenciando su expresividad sin llegar nunca a eclipsarlos.

Dejando aparte las razones poéticas (en el sentido más amplio de esta palabra), existe también una razón “comercial” que favoreció el gran desarrollo de este género justamente en el siglo XIX. Una de las consecuencias culturales del auge de la burguesía tras la Revolución Francesa fue el enorme desarrollo de un sector de consumo musical anteriormente insignificante, no sólo proporcionando un público numeroso, algo que ya se daba durante el siglo XVIII, sino también en cuanto a producción: para usar un neologismo que se ha puesto muy de moda durante estos últimos años gracias a la Web 2.0, apareció el prosumer musical, productor y consumidor de música reunido en la misma persona. Para usar un término más tradicional, fueron cada vez más numerosos los amateurs que aprendían a cantar o tocar un instrumento para poder disfrutar de la música en pequeñas reuniones familiares o de amigos en una época en la que no existía ningún sistema de grabación y reproducción del sonido.

Estos aficionados solían demandar composiciones que no requerían un nivel técnico demasiado alto, es decir que no precisaran ni la extensión, ni la potencia, ni tampoco la agilidad de la voz de cantantes de ópera profesionales (aplicable también a los pianistas que les acompañaban) y no tenían ninguna dificultad para comprar una copia de la partitura, no sólo porque esta nueva clase social tenía un buen poder adquisitivo, sino porque sus precios habían bajado drásticamente gracias al desarrollo de la imprenta musical alemana durante la segunda mitad del siglo XVIII.

Hubo algunos compositores que se dedicaron de manera intensiva a escribir Lieder, entre los cuales sin duda destaca Franz Schubert, que en los menos de 32 años que duró su vida compuso más de 600, algunos de los cuales llegó a reutilizar para otras obras más complejas, como es el caso de La muerte y la doncella, cuya hermosa melodía sirvió como tema para las variaciones que constituyen el segundo movimiento del homónimo cuarteto, o el de La trucha, una obra juvenil que dio vida a diferentes acompañamientos pianísticos del mismo Schubert, que también la usó para el cuarto movimiento del quinteto para piano y cuerda al que dio nombre. En el vídeo siguiente podemos disfrutar un fragmento de la histórica interpretación de un equipo realmente asombroso: Itzhak Perlman al violín, Pinchas Zukerman a la viola, Jaqueline Du Pre al chelo, Zubin Mehta al contrabajo y Daniel Barenboim al piano, reunidos por el director de cine Christopher Nupen en el Queen Elizabeth Hall de Londres el 30 agosto de 1969 para su película The Trout.

Aunque ningún otro músico llegó a dedicarse de manera tan intensa al Lied como hizo Schubert, prácticamente todos los compositores alemanes que le siguieron se interesaron por este género. Entre ellos cabe destacar a Robert Schumann, Hugo Wolf, Richard Strauss y Gustav Mahler, además de la tríada vienesa formada por Schônberg, Berg y Weber. Aunque fuera del área germánica ya no podemos hablar de Lied, varios compositores franceses, como Berlioz, Debussy o Poulanc, rusos, como Mussorgsky o Rachmaninoff, o ingleses, como Vaughan Williams o Britten, escribieron canciones con características poéticas y musicales bastante similares a éste.

No me he olvidado de Brahms, más bien me lo tenía guardado para poder hablar con más calma de un Lied suyo bastante conocido, no sólo por los melómanos sino también por el gran público, incluyendo en éste también a niños y niñas y hasta bebés. Se trata de una de las nanas más célebres que existen, Wiegenlied: Guten Abend, gut’ Nacht (Canción de cuna: Buenas tardes, buenas noches).

Una particularidad muy importante de este Lied, así como de otros del mismo autor, es que está inspirado en la tradición popular alemana, ya que el primer verso de su letra pertenece a un texto de la colección Des Knaben Wunderhorn, una recopilación de poemas y canciones tradicionales que Achim von Arnim y Clemens Brentano publicaron a principios del siglo XIX. Aunque el trabajo de estos dos escritores refleja cierta idealización del folklore típica del nacionalismo romántico, estas primeras aproximaciones a la recuperación de la poesía y las melodías del pueblo (Volkslieder) son un paso importante hacia el nacimiento de la musicología comparada, a finales de ese mismo siglo, que a su vez dio paso, a mediados del siguiente, a la etnomusicología.

Además de la versión original para voz y piano, es muy fácil localizar excelentes interpretaciones para instrumento solista y piano, por ejemplo esta de Anne Sophie Mutter al violín, o esta otra de Pia Eva Greiner al violonchelo.

Y pensando en mi alumnado, además de con la habitual partitura para flauta dulce que acabo de arreglar, quiero terminar con este videotutorial para aprender a tocar esta nana con el ukelele. Aunque sea en alemán, estoy seguro de que este trabajo de Helmut Bickel resultará de utilidad también para los que no entiendan ni una palabra de este idioma (que es casi mi caso), gracias a una tablatura muy clara y a una secuencia de estudio bien planificada.

¡Feliz cumpleaños, maestro Barenboim!

Daniel Barenboim

Daniel Barenboim, by Ecemaml (CC BY-SA)

Mi ideal de artista es una persona comprometida con los demás, una persona que posee, además de unas grandes cualidades técnicas y estéticas que le permiten transmitir a los otros sus propias ideas y sentimientos, también una inmensa empatía para experimentar lo que siente el otro, su felicidad y su dolor, sus anhelos y sus miedos.

Daniel Barenboim es un maravilloso ejemplo de gran artista. En palabras de Edward Said: “es una persona capaz de entender y experimentar el sufrimiento de los demás, deseoso de hacer ese gran esfuerzo, aunque sea realmente muy duro, especialmente cuando uno sabe que es vulnerable, porque el sufrimiento no es monopolio de nadie.”

Dos grandes mentes, dos grandes corazones, dos grandes personas, Barenboim y Said se unieron para realizar un proyecto en el cual se complementaban de manera perfecta: uno judío y el otro palestino, uno músico y el otro filósofo, pero sobre todo ésto dos grandes filántropos buscando, a través de la música, la única vía para conseguir una solución a los problemas de convivencia del ser humano: el conocimiento recíproco. Nació así en 1999 la West-Eastern Divan Orchestra, compuesta exclusivamente por jóvenes mediorientales.

Es muy fácil decir que la música rompe barreras o que amansa a las fieras, pero que nadie crea que es fácil sentar en el mismo atril de una orquesta a dos personas que han sido educada para un recíproco odio atávico, a las que han transmitido la idea de que el otro es un ser desalmado cuyo mayor deseo es hacerle mucho daño a ellos y sus familias o incluso han experimentado directamente el sufrimiento de la violencia, el miedo del terrorismo (de ambos bandos) o la humillación del castigo inmerecido. Es muy difícil, sin duda.

Sin embargo, Barenboim cuenta que “este proyecto destruyó de golpe los clichés vacíos que tenían estas personas”, que han llegado a sentir no sólo el respeto debido al excelente músico que tienen al lado, sino auténtica admiración hacia personas que ni siquiera imaginaban que pudieran existir en ese país tan profundamente odiado.

Tanto las dificultades como los logros se entreven en el documental Knowledge is the Beginning, galardonado con el Emmy al mejor documental sobre arte de 2006. Os aconsejo vivamente que lo veáis, al final de esta entrada, sin que os desanime la necesidad de leer los subtítulos en español, pues el audio está en inglés, alemán y judío, pues está lleno de testimonios muy emotivos de varios jóvenes músicos. El más elocuente está relatado por el mismo Barenboim, quien cuenta cómo una chica de Ramallah, muy emocionada, le agradeció repetidamente su presencia allí diciendo “You are the first think that come from Israel that I see that is not a soldier nor a tank” (usted es la primera cosa que viene desde Israel y que veo que no es un soldado o un tanque).

Se puede odiar o recelar de manera tan fuerte sólo algo que se desconoce por completo o hacia lo cual se tienen prejuicios tan fuertes que impiden conocer más allá de la superficie. De nuevo cito a Said, en su discurso de agradecimiento por el premio Príncipe de Asturias de la Concordia que compartió con Barenboim: “La ignorancia no es una estrategia para la supervivencia sostenible”. Sin duda, el conocimiento es el comienzo.

Barenboim, al ser preguntado sobre el carácter político de la West-Eastern Divan Orchestra, lo niega -quizás porque lamentablemente hoy en día la palabra política ha adquirido un valor muy negativo debido a la corrupción de muchos de los que se dedican profesionalmente a ella-, afirmando: “hago lo poco que puedo, es mi profesión, soy músico. No es política, es empatía”. Ciertamente, tanto su proyecto como su persona desbordan música y empatía, además de modestia, pero en esto disiento con él: sí es política, la política que me gusta, la que se hace pensando en las personas -algo que necesitamos tanto como el agua-, la que se hace con coherencia y valentía, aunque pueda provocar situaciones incómodas, como la que se puede ver casi al final del documental con la ministra de Educación de Israel.

La orquesta, que empezó sus andanzas en Weimer (Alemania), a partir de 2002 se estableció en Sevilla, abriendo sus puertas también a músicos españoles. La razón por la que se eligió Andalucía, tal como afirman los autores del proyecto, es que el sur de España ha sido el único lugar de la historia donde la convivencia entre árabes, judíos y cristianos funcionó durante varios siglos, una herencia de la que tenemos que estar orgullosos y no dejar de sentir y asumir la responsabilidad.

Daniel Barenboim cumple hoy 70 años.

Para él van mis más sinceras felicitaciones y mi más profunda admiración.