El miércoles 24 de abril de 2013 tuvo lugar una rueda de prensa convocada por COAEM (Confederación de Asociaciones de Educación Musical) en el Ateneo de Madrid, para la presentación de un manifiesto en defensa del papel de la Música en la educación frente a los planes de la LOMCE.
La lista de las películas cuya banda sonora es obra de John Williams es muy larga, y hasta aquí no tenemos por qué sorprendernos: al fin y al cabo estamos hablando de un compositor que cumple hoy 81 años y que empezó a escribir música de cine hace más de 55. Pero el asombro llega cuando nos enteramos que del más de un centenar de sus partituras casi la mitad han sido nominadas para el premio Óscar, obteniéndolo en 5 ocasiones (cifra que quizás haya que actualizar dentro de muy poco tiempo, ya que en un par de semanas sabremos si consigue el 6º por la película Lincoln, la enésima de su intensa colaboración con Steven Spielberg).
Los largometrajes que han recibido ese prestigioso galardón son: El violinista en el tejado (1971), Tiburón (1975), La guerra de las galaxias (que en 1977 compitió con otra banda sonora del mismo Williams, Encuentros en la tercera fase), E. T., El extraterrestre (1982) y La lista de Schindler (1993). El tema principal de esta última banda sonora ―que además del Óscar recibió también el BAFTA y el Grammy―, contiene una melodía muy emotiva, interpretada con exquisita sensibilidad al violín por Itzhak Perlman, al que podemos escuchar en el siguiente vídeo, con el mismo Williams dirigiendo la orquesta.
Volviendo a la lista de la que hablábamos al comienzo de esta entrada, la de las bandas sonoras compuestas por John Williams ―aún sabiendo que la brevedad que le conviene a una entrada de blog desaconseja citar aunque sea sólo los más famosos entre los títulos que esta lista contiene― para que realmente se vislumbre la grandeza de este músico y de su obra no podemos dejar de citar algunos más de sus grandes éxitos, como Superman, Parque Jurásico, la saga de Indiana Jones, las tres primeras películas de la saga de Harry Potter o Salvad al soldado Ryan, y aquí paramos a pesar de conocer que nos quedamos cortos, remitiendo a la Wikipedia a quien quiera conocer los demás.
No puedo hacerle un regalo a John Williams por su cumpleaños, ni algo material, por estar demasiado lejos de mi físicamente, ni algo musical, por estar demasiado por encima de mi musicalmente. En su honor, para felicitarle el cumpleaños y desearle muchos más años con salud, felicidad y éxitos, el presente se lo hago a mis alumnos y alumnas de primero de ESO del IES Vega de Mijas, a los que he tenido que dejar para lo que queda de curso, después de disfrutar en su compañía durante más de 4 meses haciendo música juntos, para volver al CEP Marbella-Coín: un arreglo del tema principal de La guerra de las galaxias.
Ha llegado el momento de despedir este 2012. Esta noche en muchos lugares del mundo, sobre todo en países angloparlantes y progresivamente del este hacia el oeste, la gente irá entonando Auld Lang Syne, una antigua melodía tradicional escocesa sobre un poema que en 1788 el poeta Robert Burns dijo haber transcrito de la memoria de un anciano y que empieza con una pregunta: ¿es justo olvidar a las personas conocidas en el pasado?
Es obvio que se trata de una pregunta retórica: somos lo que somos gracias a las personas con las que hemos compartido parte de nuestras vidas, que han estado cerca de nosotros en cualquier circunstancia, ayudándonos, apoyándonos y animándonos, haciendo más llevaderos los momentos malos y más felices los buenos. En pocas palabras: las personas que nos han querido y que siguen queriéndonos a pesar del tiempo o del espacio que nos separan.
Entre estas personas tengo la suerte de contar con una pareja de amigos, Benjamín y Piluca, que en este momento están justamente en Escocia, así que estoy seguro de que cuando lleguen las 12 de la noche de allí cantarán Auld Lang Syne junto con su hijo, su nuera y la familia de ésta. En ellos estaré pensando una hora después de comer las uvas. Happy Hogmanay, my friends!
También hubiera podido poner la versión tradicional para gaita escocesa, pero finalmente he preferido una escena de la película de Frank Capra¡Qué bello es vivir!, porque a pesar de sus 66 años es de tremenda actualidad. Desafortunadamente, la analogía de este filme con la vida real no siempre incluye el final feliz -que más bien es algo excepcional- pero sí podemos mantener viva la esperanza al ver que hoy en día hay cada vez más demostraciones de solidaridad entre la gente humilde que intenta contrarrestar la maldad de los ricos abusones como el Mr. Potter de la película, quien no deja de ser un ingenuo diletante comparado con ciertas especies de especuladores codiciosos y de políticos corruptos que tanto abundan en este país.
He preparado un arreglo para flauta dulce pensando en mis alumnos y alumnas: quizás sea un poco precipitado para que la aprendan, aunque estoy seguro de que si le dedican un ratito conseguirán tocarla esta noche, pues es relativamente sencilla ya que utiliza la escala pentatónica (fa, sol, la, do, re) en un ámbito limitado a la primera octava más el re agudo.
Con estas pocas pero sinceras notas, os deseo un muy feliz 2013.
Sarah Chang before performing, by Silvio Bacchetta (PD)
Tal como decíamos en otro post, cuando hablábamos de su Zigeunerweisen (Aires gitanos), el gran violinista pamplonés Pablo de Sarasate compuso varias obras con las que podía lucir su grandiosas habilidades técnicas y expresividad musical para agasajar al público con exhibiciones de virtuosismo.
Poco años después del estreno de Carmen de George Bizet, al ver que la popularidad de esta ópera iba extendiéndose cada vez más, considerando además su ambientación española, Sarasate no dejó escapar la oportunidad de componer una obra que recogiera sus mejores melodías, transformándolas en una sucesión ininterrumpida de pasajes de bravura que seguramente deslumbrarían a los que tuvieron la suerte de asistir a alguno de sus conciertos: la Fantasía Carmen, op.25.
En el siguiente vídeo podemos escuchar una brillante y muy expresiva interpretación de Sarah Chang -a la que felicitamos por ser hoy su 32º cumpleaños- dirigida por Plácido Domingo.
Hoy hay más efemérides relacionadas con el violín: hace 25 años fallecía uno de los violinistas más importantes del siglo XX, el lituano Jasha Heifetz, al que ya tuvimos ocasión de escuchar en otra entrada de este blog interpretando el concierto de Mendelssohn.
Heifetz debutó en público con sólo 7 años y sabía muy bien lo que más le gustaba a su público, por eso transcribió un gran número de obras famosas con la intención de deleitar a los oyentes con melodías conocidas, como por ejemplo Summertime de Gershwin.
Estas obras hoy en día sólo se usan como bis, pues su interés musical es bastante limitado ya que las cualidades de Heifetz como compositor no pueden compararse mínimamente con las de intérprete, tan grandes como para transformarle en una auténtica leyenda del violín. Sirva como ejemplo el siguiente vídeo, una grabación histórica en la que, acompañado por otro mito musical del siglo XX, el pianista Arthur Rubinstein, interpreta la Sonata en la mayor para violín y piano de César Franck, del que hoy celebramos 190 años desde su nacimiento.
Dave Brubeck Quartet at Congress Hall Frankfurt/Main, by Dontworry (CC BY-SA)
Me hubiera gustado escribir este post mañana y felicitar a Dave Brubeck el que hubiera sido su 92º cumpleaños, pero hace pocas horas este gran pianista y compositor de jazz de sólida formación clásica (fue alumno de Darius Milhaud) y de gran habilidad improvisativa cerraba sus ojos para siempre por una parada cardíaca.
A pesar de su avanzada edad, Dave seguía dando concierto en todo el mundo, aunque últimamente, tras someterse a una operación para la implantación de un marcapasos, había reducido bastante su actividad. Incansable no obstante sus condiciones físicas, con mi fantasía puedo imaginar a su cardiólogo teniendo que decirle una y otra vez “Take five, Dave” (tómate cinco minutos, haz una pausa).
Take five es justamente el título de la obra que le dio a conocer al gran público, a él y a su cuarteto, el Dave Brubeck Quartet, entre cuyos componente está el autor de esta pieza, el saxofonista Paul Desmond, quien dio aliento a esta famosísima melodía.
El título hace referencia al compás de la pieza, un 5/4 muy poco usado en la música occidental. En realidad se trata de un compás de amalgama, compuesto de 3/4 + 2/4. Lo podéis sentir marcando el pulso con los cinco dedos de la mano: veréis que, empezando con el pulgar, este tendrá un acento fuerte y el anular otro acento, aunque menos marcado que el anterior.
He preparado un arreglo para flauta dulce y piano. La sección central de la flauta es a tres voces, que se ejecutarán dividiendo los y las flautistas en tres grupos. En el caso de que se toque con una sola flauta, sólo se ejecutarán las notas superiores.
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