Recientemente he leído la publicación del reputado pedagogo Richard Gerber: "Crear hoy la escuela del mañana. La educación el futuro de nuestros hijos" de la Colección biblioteca innovación educativa de la Editoria SM
Suelo subrayar los párrafos de los libros que leo, en este caso decidí no subrayarlo porque tendría que rayar todo el libro. Las reflexiones que en él aparecen así como su experiencia como maestro y director de la escuela de Grange son oro tanto para pedagogos como para padres que se plantean si la educación que reciben sus hijos les prepara para el futuro. Un futuro incierto, en el que el cambio es la norma de la realidad que vivimos.
Opino como el señor Gerber, que la educación debe preparar a nuestros alumnos para enfrentarse con la realidad que hay detrás de las aulas así como ayudarles a descubir sus talentos, aquello que les apasiona y que les va a hacer felices el día de mañana.
Si en la enseñanza primaria esto es un reto importante, en la educación musical, opino que debe hacerse un inmenso esfuerzo, no podemos dar por hecho que lo que nosotros enseñamos es más importante que los propios intereses de los alumnos. Considero fundamental en la enseñanza del canto en particular entroncar los contenidos con los gustos de los alumnos para que el aprendizaje adquiera una dimensión realmente viva y motivadora. Un profesor de canto no debe imponer las obras, debe saber, desde el punto de vista técnico, si el alumno puede afrontar las obras, es decir que sea adecuada para su desarrollo vocal.
El inmovilismo de los centros impide en muchas ocasiones este simple criterio, en primer lugar porque en la mayoría de los centros de educación musical reglados no se contempla la posibilidad de estudiar música moderna y aquel estudiante que quiera acceder al sistema público de educación musical tiene que pasar por la música clásica si o si. Y esto dificulta un factor importante, el sentido de pertenencia al centro. Conozco a pocos estudiantes de música que cuando terminan sus estudios digan "Estoy feliz y orgulloso de haber estudiado en este conservatorio", es más diría que sucede todo lo contrario... más bien piensan "menos mal que he terminado, no quiero saber nada más de esto"
Me ha encantado la postura de Gerber de centrar el proceso educativo en el fortalecimiento de la autoestima de los estudiantes, es decir, hacer que se den cuenta de todo aquello que pueden hacer. Retar a los alumnos es importante pero en muchas ocasiones me encuentro que hay docentes que plantean retos prácticamente imposibles. Los retos tienen que ser alacanzables en un tiempo determinado, sino la autoestima del alumno se irá a pique. Una buena autoestima hace que los alumnos adquieran el gusto por aprender, se fomente su curiosidad y crean en el proceso de aprendizaje.
Por último, me gustaría decir que el cambio en la educación esta más en manos de docentes, familias y alumnos que en una ley impuesta. No podemos ceder ese poder de transformación de la eduación y debemos asumir la responsabilidad que tenemos encomendada para que los alumnos, que serán los músicos del mañana no sientan que está todo por hacer.