MÚSICA PARA LOS AMIGOS


Comienza el curso. Estos han sido días de reencuentros... y de despedidas. 
Ya van pesando los adioses, aunque en esta profesión nuestra sean, con frecuencia y afortunadamente, "hastaluegos". Y es que en los últimos cursos hemos ido viendo con tristeza y estupor cómo nuestro centro se iba despoblando; quizás el azar, quizás las políticas educativas que consienten o persiguen un incomprensible e ¿inexplicable? reparto  de los alumnos...
Misterioso arcano, en fin, que solo aparentemente se nos escapa (valga la sinonimia).
De resultas,  compañeros desplazados,  amigos que  se van. 
Para todos ellos, esta maravillosa versión jazzística de Canción y danza nº VI de Federico Mompou que Fernando Trueba incluyó en el primer disco de la serie Música para los amigos.



Como no podía ser de otra forma, dejamos también la versión pianística original.


 


Federico Mompou (1893-1987): compositor  barcelones cuya exquisita obra se caracteriza por el intimismo y la sencillez.

 Nota: la viñeta de Forges es de 2010.

El hombre que inventó el jazz

Jelly Roll Morton

Jelly Roll Morton

En muchas obras literarias o cinematográficas, dentro de un contexto de ficción aparecen también personajes que realmente han existido y que no siempre salen bien parados en ese relato imaginario. Eso fue lo que ha ocurrido con Antonio Salieri, convertido en un asesino primero por Aleksandr Pushkin, en su pequeña tragedia Mozart y Salieri, y luego por Peter Schaffer y Milos Forman, respectivamente guionista y director de la película Amadeus, inspirada a su vez en una obra teatral del mismo guionista.

También le ha pasado a Jelly Roll Morton, uno de los más importantes pianistas de jazz de todos los tiempos, presentado como un villano engreído por Alessandro Baricco en su monólogo teatral Novecento, llevado a la gran pantalla por Giuseppe Tornatore con el título La leyenda del pianista en el océano, película de la que hablamos ya hace cuatro años.

En un primer momento se puede suponer que los autores de esas obras se ensañan con estos dos grandísimos músicos por tenerles ojeriza y por cierta falta de documentación histórica. Sin embargo esto no es cierto en ninguno de los dos ejemplos, pues ambos tienen su explicación que se apoya en hechos o situaciones reales. En el caso de Salieri, ya lo contábamos en otro post, se debía a la demencia que sufrió el compositor italiano durante sus últimos años, por la cual se obsesionó con la idea de haber asesinado a Mozart.

En cuanto a Jelly Roll, cuyo verdadero nombre era Ferdinand Joseph LaMothe, realmente se caracterizaba por cierta soberbia y un egocentrismo tal que le llevó hasta a autoproclamarse “el inventor del jazz”, una afirmación que, más que admiración, le valió la antipatía y hasta las burlas de gran parte de sus colegas, además de las de muchos aficionados a este género musical. Por otro lado, lo que sí parece comprobado es que fue el primero en publicar una pieza de jazz, Jelly-Roll Blues, que grabó en 1924 en solitario con su piano y volvió a grabar dos años más tarde con su grupo Red Hot Peppers. Naturalmente estos rasgos desagradables de su carácter no restan un ápice a su valía como pianista y compositor, ni a la importancia que tuvo en el desarrollo del pianismo jazz, aunque sí explican la razón por la cual un intelectual de profunda cultura musical como Baricco (imprescindible su L’anima di Hegel e le mucche del Wisconsin, un ensayo sobre la relación entre músicos y público en la modernidad) eligió incluir en su monólogo a una persona real cuando todos los demás personajes son inventados, y encima para atraer sobre él todas las antipatías del público al enfrentarlo en un duelo musical con el tierno y cándido Novecento, el protagonista de la historia, interpretado magistralmente por Tim Roth.

Las tres piezas que toca Jelly Roll Morton en la película, interpretado por Clarence Williams III (quien por cierto es nieto de Clarence Williams, otro de los legendarios pianistas de jazz de comienzos del siglo pasado), son Big Foot HamThe Crave y Fingerbreaker, todas obras del mismo Jelly, aunque arregladas por Ennio Morricone, el autor de la banda sonora, ganadora de un Globo de Oro. En el siguiente vídeo podemos escuchar The Cravecuya partitura podéis descargar gratuitamente en la wiki del Proyecto Petrucci, que también ofrece la de la mencionada Jelly-Roll Blues― en la versión original del mismo autor.

Jelly Roll Morton, muerto hace exactamente 72 años, nos dejó muchas más grabaciones. En el canal generado automáticamente por YouTube con los vídeos subidos por los usuarios, actualmente hay 2.190 que contienen su música, algunas de las cuales son originales, como es el caso de la que citábamos anteriormente: The Original Jelly-Roll Blues en la versión de 1926 con los Red Hot Peppers.

La consagración de la primavera

Stravinsky y Nijiinsky

Stravinsky y Nijiinsky

Hace cien años, en el Teatro de los Campos Elíseos de París se estrenaba la que no dudo en afirmar que es la obra maestra de la música del siglo XX: La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Quizás esta sentencia tan tajante pueda sorprender a más de uno, y más si no es su primera visita a este blog, de hecho, yo no sería capaz de hacer una afirmación similar respecto a cualquier otro siglo sin cambiar de idea a las pocas semanas o incluso días. Sin embargo mi convicción firme sobre el inmenso valor musical de esta obra me acompaña desde hace más de tres décadas. En esa época, en la que casi sólo escuchaba música barroca y, algo menos, clásica y romántica, casualmente vi este ballet en televisión con la coreografía de la inolvidable Pina Bausch (algo que ya conté cuando murió, hace casi 4 años), un hecho que cerró mi período vivaldiano y abrió el stravinskiano, que duró varios meses y durante el cual escuchaba casi exclusivamente obras del compositor ruso, gastándome mis ahorrillos de estudiante veinteañero en sus CD y vinilos, además de algunas partituras para intentar entenderlas más a fondo.

La energía que desprende la música que Stravinsky compuso para este ballet ―que representa un ritual primitivo para consagrar la primavera a los dioses, a quienes piden benevolencia a cambio del sacrificio de una adolescente, que será obligada a bailar hasta morir por agotamiento― es tanta que resultó terrible para los gustos de hace un siglo. Como si no bastara, la coreografía de Vaslav Nijinsky para los Ballets Rusos de Diaghilev, cargada de sacudidas y espasmos, y la brutal temática del sacrificio humano crearon un espectáculo tan intenso que muchos de los que acudieron al teatro no consiguieron aguantar, con reacciones que abarcaron desde los gritos e insultos hasta el abandono del teatro (esta última opción fue la que escogió Camille Saint-Saëns, compositor entre otros de El carnaval de los animales, no antes de despotricar un poco sobre el trabajo de Stravinsky, que en su opinión representaba una grave ofensa hacia la música, una postura que podemos entender y perdonar si consideramos que ya estaba muy próximo a los 80 años de edad).

Desde el punto de vista puramente musical, Stravinsky consigue esta fuerza tremenda gracias a unos recursos muy innovadores, como: un ritmo muy complejo con continuos desplazamientos del acento fuerte; una armonía también bastante compleja que generalmente huye de la jerarquía tonal, a veces evitando las relaciones tonales y a veces buscando la politonalidad; una instrumentación muy rica, con una continua exploración tímbrica y el empleo intensivo de una sección muy amplia y variada de percusiones.

Pasados 100 años del escándalo del estreno, la coreografía de Nijinsky ha perdido buena parte de su carga trágica y hoy en día es bastante improbable que pueda causar en el público actual un impacto emocional como el que suscitó ese día. Es más, a cualquier espectador del siglo XXI probablemente le resulte bastante más naïf que trágico, no sólo por el vestuario tradicional sino sobre todo por los gestos espontáneos e ingenuos de los bailarines.

Sin embargo esta otra versión, que he localizado casualmente navegando por Youtube, creo que sí pueda resultar impactante. Dos novedades con respecto a la original: una es que la elegida no es una joven virgen sino un hombre y la otra es que los protagonistas de la coreografía (de la que desconozco el autor) no son sólo hombres y mujeres sino también unos magníficos caballos que participan en la danza como auténticos profesionales. Es una grabación de 2002 en la que la música está interpretada por Pierre Boulez al frente de la Orquesta de Paris.

En el final del vídeo, la danza del sacrificio, la violencia implícita en este acto ya no está sublimada en la danza de una joven que se inmola más o menos espontáneamente por un supuesto bien para su comunidad. Los caballos que dan vueltas alrededor del elegido le están cerrando cualquier vía de fuga y la expresividad del bailarín deja clara su angustia frente a la muerte inevitable.

Un paso más en este sentido es el que da el coreógrafo Angelin Preljojac, que ahonda en la psicología de la víctima poniendo en evidencia su enorme sufrimiento y su extrema soledad. La protagonista, Nagisa Shirai, intenta escapar de su injusta condena pero su propia gente se lo impide y la despoja de su ropa, dejándola totalmente indefensa y vulnerable. Su desnudez acentúa la tragicidad del momento por exponerla a la mirada despiadada de sus verdugos, que hasta poco antes eran personas en las que podía confiar.

XVI Cursos de verano “Música y Naturaleza” | Musikawa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya está abierto el plazo de inscripción de los XVI Cursos de verano “Música y Naturaleza” que se celebrarán en agosto de este año en Cabra (Córdoba).

Tenéis toda la info en: http://www.musicaynaturaleza.com/angel/index.php