¡Esto es ritmo!

¡Esto es ritmo! (Rhythm is it!) es el título de una película que no dudo en definir como imprescindible. Se trata de un documental que narra un proyecto pedagógico de la Filarmónica de Berlín, una de la mejores orquestas del mundo, cuyos planteamientos iniciales son tan fascinantes como aparentemente irrealizables: subir al escenario a 250 escolares totalmente ajenos al mundo de la danza para que, tras semanas de duros pero apasionantes ensayos, bailen nada menos que La Consagración de la Primavera, la obra maestra de Igor Stravinsky.

¡Esto es ritmo! – final

El título me gusta, pero aún más me gusta el subtítulo: Una clase de baile para cambiar la vida. A lo largo de los 100 minutos que dura el filme, seleccionados entre más de 200 horas grabadas principalmente durante el período de los ensayos, los directores Thomas Grube y Enrique Sánchez Lansch nos demuestran algo que nunca deberíamos dudar: el talento y la fuerza que los adolescentes poseen y que con demasiada frecuencia no utilizan por falta de autoconocimiento o, aún más frecuentemente, de autoconfianza. Aprender a utilizar esa fuerza y a aprovechar ese talento, a conocerse uno mismo y a apreciar y valorar sus propias cualidades, a fijar metas y a imponerse una disciplina que les permita alcanzarlas es algo que sin duda transformaría la vida de muchísimos adolescentes desmotivados y actualmente encaminados a engrosar las filas de lo que se suele llamar “fracaso escolar”. Pero también de muchísimos otros que se conforman con los resultados mediocres que están bastante por debajo de sus posibilidades.

¡Esto es ritmo!En la cinta, todas las palabras están cargadas de emoción: las del coreógrafo Royston Maldoom, cuando nos cuenta su infancia difícil y el inicio de su pasión por la danza o cuando, con una severidad cargada de profundo afecto, exige a los jóvenes la seriedad necesaria para conseguir un trabajo bien hecho; las de Marie, una chica de 14 años que confiesa alternativamente sus ganas de abandonar y las de seguir adelante con el proyecto, eligiendo definitivamente esta opción con gran satisfacción personal; las de Martin, que a sus 19 años habla de los bloqueos emocionales que está superando gracias a la danza; las de Olayinka, nigeriano de 16 años, huérfano de guerra y refugiado en una nación de la que desconoce el idioma: su testimonio me ha resultado especialmente emocionante. Finalmente, las palabras de Simon Rattle, el director de orquesta: fascinantes y encantadoras, tanto cuando habla de la partitura de Stravinsky, intentando describir la energía que emana de esa obra, como cuando habla de la música y del derecho innato del ser humano a disfrutar de ella.

En efecto, Rattle tiene una concepción totalmente democrática de la música, demostrándolo con su participación en actividades pedagógicas (por ejemplo esta misma o su colaboración con el Sistema venezolano) y divulgativas. En la película manifiesta explícitamente su convicción de que la música es patrimonio universal y el acceso a ella debe ser un derecho de todos y no un privilegio de pocos con las siguiente palabras: “Esta música es para todo el mundo, uno no tiene que avergonzarse de ello. No es algo que esté allí, no es sólo para hombres de negocios ricos de cierta edad y sus mujeres. La Filarmónica de Berlín no es una diva a la que soñamos alcanzar, es un lugar donde se interpreta la más extraordinaria música emocional, a la que todos tienen derecho.”

En este sentido, la BFO (con esta sigla se conoce a la orquesta) se abre al mundo con varias iniciativas que la acercan al público gracias a la tecnología: además de estar en la web, está en Twitter, en YouTube y en Facebook. Pero la modalidad más innovadora y espectacular de asomarse en las casas de la gente a través de su conexión a Internet es su Auditorio digital (Berliner Philharmoniker Digital Concert Hall), espacio en el que es posible asistir a sus conciertos en directo, previo pago de una entrada más que razonable, o bien a las grabaciones de los mismos. De la misma manera que para la asistencia presencial a los conciertos, es posible comprar abonos, mensuales o de temporada, con un descuento considerable. Entre los archivos, además de las grabaciones de los conciertos, hay también una sección con vídeos educativos gratuitos, pero son en alemán y por el momento sin subtítulos.

Simon RattleMe quedan dos cosas antes de cerrar este post: la primera es desearle muy sinceramente un feliz cumpleaños a Simon Rattle, que hoy mismo cumple 55 años; la segunda es transcribir aquí algunas de las maravillosas palabras que el mismo Rattle pronuncia en ¡Esto es ritmo! para recomendar su lectura y reflexión sobre todo a mis alumnos y alumnas: “Muchas personas tienen este deseo, también en la escuela, ojalá estuviera en el grupo principal, ojalá fuera popular. Y no se dan cuenta en ese momento de que esa es una cosa muy transitoria: a menudo los que son más populares tienen unas habilidades muy convencionales y los que están un poco al margen son los que frecuentemente pueden ir más allá.”

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El año de Pergolesi

Comienza un año pergolesiano: hoy mismo celebramos los 300 años del nacimiento de Giovanni Battista Pergolesi, músico por el que siento un aprecio muy especial no sólo por la belleza de su música, sino también porque hemos nacido en la misma región, las Marcas, en sendos pueblos que distan entre ellos alrededor de 50 kms, él en Jesi y yo en Tolentino.

Bastante famoso en vida, todavía lo fue más tras su muerte, ocurrida cuando sólo tenía 26 años, lo que hizo que se le atribuyeran obras que, según estudios recientes, en realidad no compuso. Así que su catálogo, ya muy corto debido a su muerte prematura, se redujo aún más. Las consecuencias de estas atribuciones equivocadas afectaron no sólo a la historia de la música del siglo XVIII, sino también a la del siglo XX: Igor Stravinsky abrió su período neoclásico en 1920 componiendo lo que tituló Pulcinella, ballet avec chant en un acte d’après Giambattista Pergolesi. Sin embargo varias de las arias que Stravinsky creía que eran obra del músico marquesano, son en realidad d’après Domenico Gallo u otros músicos menos conocidos.

No hay dudas sobre la autoría de las dos obras más importantes de Pergolesi: el Stabat Mater y La serva padrona.

Pergolesi compuso la primera de estas dos obras en sus últimos meses de vida. Enfermo de tuberculosis, trabajó febrilmente para poder completarla (lo que según la tradición romántica ocurrió el día mismo de su muerte). El Stabat Mater de Pergolesi, el más ejecutado entre los varios centenares escritos por más de 200 compositores diferentes sobre el texto de la secuencia gregoriana, se estructura en 12 números en los que dos voces solistas, una soprano y una contralto, cantan un lamento muy intenso que sin embargo nunca llega al desgarro, manteniendo una compostura que no hace sino amplificar la sensación de tristeza profunda que quiere transmitirnos el compositor: el dolor de la madre que contempla al hijo moribundo. La siguiente selección es una grabación de 1983, la primera versión que oí, hace muchos años. Las voces no son de mujeres: la parte de soprano está ejecutada por Sebastian Hennig, que en aquella época era un niño, mientras que el alto es en realidad un contratenor, René Jacobs. Tanto la elección de estos peculiares timbres vocales, ambos muy puros y el del niño particularmente cristalino, como de la instrumentación, limitada a dos violines y el bajo continuo, realizado por un chelo, un bajo y un órgano de cámara, refuerzan aún más esa sensación de drama interior y de sufrimiento íntimo que transmite la partitura, considerada como el testamento espiritual de Pergolesi.

Extremadamente diferente es la otra de las dos obras citadas, La serva padrona. Alegre y vitalista, esta opera buffa nació como intermezzo para entretener al público entre los actos de una opera seria del mismo Pergolesi, Il prigioniero superbo, es decir, para ejecutarse sobre el ruido de fondo de los operarios que cambiaban las escenas y frente a un público que descansaba de la tensión provocada por la atención prestada a la ópera. Sin embargo, mientras Il progioniero superbo no tuvo éxito y fue olvidada muy pronto, La serva padrona se emancipó en seguida como ópera per se y sigue siendo representada con mucha frecuencia. No sólo eso, sino que además tiene una importancia histórica que va mucho más allá de lo que seguramente podía imaginar su autor cuando la compuso, habiendo desencadenado una dura polémica en Francia entre los partidarios de la tradición operística gala, la tragédie lyrique, y los admiradores de la opera buffa, que traía nuevos aires tanto desde el punto de vista musical, con arias más sencillas y frescas, como argumental, con historias y personajes sacados de la vida cotidiana. Los dos años que siguieron al fatídico 1º de agosto de 1752, día en que La serva padrona se representó en la Académie royale de musique, “profanando” así el santuario de la ópera francesa, fueron un período de duros enfrentamientos entre los dos bandos que protagonizaron la que se vino a llamar la querelle des bouffons, la querella de los bufones, que fue apagándose progresivamente en la década posterior.

Los protagonistas de La serva padrona son tres: el viejo soltero Uberto (bajo) y sus criados Serpina (soprano) y Vespone (mimo). Serpina, con la ayuda de Vespone, encontrará la manera de suscitar los celos en Uberto que lo convencerán finalmente para casarse con ella, que lo celebra diciendo: “E di serva divenni io già padrona.” (Y siendo criada, me convertí en ama).

Podemos disfrutar de una selección de la ópera en el siguiente vídeo, en el que oiremos a los cantantes Patrizia Biccirè (otra marquesana) y Donato Di Stefano acompañados por La Petite Bande dirigida por Sigiswald Kuijken.

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Pinos de Roma

En 1940, Walt Disney produjo la película Fantasía, filme de animación en el que los personajes y las historias toman vida al son de varias obras maestras de la historia de la música.

Casi 60 años después, en el umbral del nuevo milenio, la factoría Disney volvió a proponer la misma estructura para un nuevo largometraje, Fantasía 2000, con la repetición del más emblemático de los siete episodios de la anterior película, Mickey aprendiz de brujo, y la producción de siete nuevos episodios. La música de uno de éstos es obra del compositor italiano Ottorino Respighi, del que hoy se celebra el 130º aniversario de su nacimiento.

Aún antes de traducir, cualquier persona que desconozca el idioma italiano entiende que no puede haber mucha relación entre el título de la obra, Pinos de Roma, y las espectaculares imágenes del vuelo de las ballenas. En efecto, la idea programática de Respighi, al componer este poema sinfónico, era la descripción de cuatro rincones de la capital italiana adornados por pinos: Villa Borghese, los alrededores de una catacumba, el Gianicolo y la Via Appia.

¿Cómo es posible que una misma música pueda evocar imágenes tan diferentes?

O quizás sería mejor reformular la pregunta de la siguiente manera: ¿puede la música expresar objetivamente imágenes o conceptos?

Mi opinión es que no, porque asociar una música a unas imágenes o a unas palabras es limitar la capacidad expresiva de la música misma. El poder expresivo de la música reside en su capacidad de transmitir ideas trascendentales, que no se pueden traducir a otros lenguajes sin correr el riesgo de perder ese mismo poder. En términos generales, y siguiendo a Stravinsky, podemos afirmar que la música no expresa nada más que a sí misma, sus relaciones internas, la coherencia de su estructura formal.

Con eso no quiero negar la capacidad que tiene la música de evocar imágenes, sentimientos o impresiones a nivel individual -o colectivo, si hace referencia a conceptos fuertemente arraigados en la cultura del grupo al que se dirige- sino liberar la música de cualquier atadura. En este contexto, los árboles romanos son un pretexto del compositor para llevar a cabo su creación, mientras que las ballenas voladoras son una lectura totalmente subjetiva, además de sugestiva y surrealista, que hace la factoría Disney de la partitura de Respighi. Partitura que expresa con la misma eficacia tanto la primera como la segunda imagen, pero, por encima de ambas, se expresa a sí misma.

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Pina Bausch: in memoriam

Pina BauschLa imagen de Pina Bausch que aflora en mi memoria es la de la Elegida, la adolescente condenada por su tribu a bailar hasta la muerte para que, gracias a su sacrificio, la vida vuelva a brotar sobre la tierra una primavera más. Han pasado muchos años desde que disfruté por primera vez de su coreografía de la Consagración de la primavera, la obra maestra de Igor Stravinsky, más de treinta, pero recuerdo perfectamente lo impresionado que me dejó. Sus movimientos convulsos y espasmódicos, sincronizados con los sonido más crudos y viscerales que pueda producir una orquesta sinfónica, expresaban de manera muy directa las emociones que la joven siente frente a la muerte, con la que lucha con todas sus fuerzas aunque sabe que es inevitable.

Y así me la imagino, aunque no quisiera, en los últimos instantes de su vida, en una lucha desigual contra la despiadada enfermedad que pudo con su cuerpo pero no con su espíritu, que, al igual que el de la Elegida, sigue vivo en la naturaleza revivida, perdura en su obra y en la de los bailarines y coreógrafos que de ella han aprendido una nueva manera de expresarse con el movimiento.

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