Profesores Innovadores

img-logo-educaredEl portal Profesores Innovadores, de EducaRed, ha publicado hoy una entrevista sobre mi experiencia con las TIC como herramientas educativas, con ocasión del reconocimiento que el Ministerio de Educación, a través del Instituto de Tecnologías Educativas (ITE), ha concedido recientemente a este blog.

Desde aquí agradezco cordialmente su interés y consideración.

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Los parámetros del sonido

El sonido se puede clasificar únicamente en base a los cuatro parámetros siguientes: la altura (agudo o grave), la intensidad (fuerte o débil), la duración (largo o corto) y el timbre (qué o quién emite el sonido).

No hay más parámetros que analizar que estos cuatro: en esto coincidimos tanto los músicos como los físicos. En lo que nos diferenciamos es en la manera de analizarlos, que  es bastante distintas dependiendo de si quien realiza la medición son los instrumentos del físico o los oídos del músico.

De hecho, mientras en el campo de la acústica, la rama de la física que estudia el sonido, se utilizan valores numéricos que cuantifican ciertas características de las ondas sonoras, como por ejemplo su amplitud o longitud, en música utilizamos sistemas cualitativos, algunos de los cuales son totalmente subjetivos: así, por ejemplo, los hercios se convierten en notas, escalas e intervalos, los decibelios en una serie palabras italianas, como forte, piano o crescendo, y los segundos en blancas, negras o corcheas.

El pasado otoño asistí al curso del ITE  Flash para la enseñanza, cuyos materiales pueden descargarse libremente para su empleo autoformativo; como tarea final realicé la siguiente sencilla aplicación, cuya finalidad es representar gráfica y acústicamente esos cuatro parámetros para facilitar su comprensión al alumnado.

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Aprender de un maestro: la escuela de la empatía



Toshiro Kanamori no es un maestro al uso. Es un MAESTRO con todas las mayúsculas. En su escuela primaria de Japón los niños aprenden a "vivir en el corazón de los demás", y en el corazón hay sitio para todos.

Los profesores programamos nuestro trabajo en función de unos objetivos generales, que tienen que alcanzar nuestros alumnos. Toshiro Kanamori prefiere destacar uno, el más importante: aprender a vivir feliz. Todos los días, en su escuela, se aprende a ser feliz. Los lazos que sus alumnos desarrollan entre ellos son muy fuertes, no se romperán fácilmente.

Probablemente, cuando sean adultos, estos niños y niñas sabrán afrontar sus problemas de otra manera, sabrán tomar el camino adecuado para aceptarlos e intentar solucionarlos. Sabrán vivir más felices, en definitiva.

Dejo aquí el documental dividido en tres partes, aunque sólo con ver la primera de ellas ya se entiende su trabajo. Aviso que hay una parte que toca la fibra de uno, emociona hasta a una piedra. A mí me ha hecho llorar un poquito.

En fin, otra cosa más que nos hace reflexionar sobre nuestro trabajo.







Aprender de un maestro: la escuela de la empatía



Toshiro Kanamori no es un maestro al uso. Es un MAESTRO con todas las mayúsculas. En su escuela primaria de Japón los niños aprenden a "vivir en el corazón de los demás", y en el corazón hay sitio para todos.

Los profesores programamos nuestro trabajo en función de unos objetivos generales, que tienen que alcanzar nuestros alumnos. Toshiro Kanamori prefiere destacar uno, el más importante: aprender a vivir feliz. Todos los días, en su escuela, se aprende a ser feliz. Los lazos que sus alumnos desarrollan entre ellos son muy fuertes, no se romperán fácilmente.

Probablemente, cuando sean adultos, estos niños y niñas sabrán afrontar sus problemas de otra manera, sabrán tomar el camino adecuado para aceptarlos e intentar solucionarlos. Sabrán vivir más felices, en definitiva.

Dejo aquí el documental dividido en tres partes, aunque sólo con ver la primera de ellas ya se entiende su trabajo. Aviso que hay una parte que toca la fibra de uno, emociona hasta a una piedra. A mí me ha hecho llorar un poquito.

En fin, otra cosa más que nos hace reflexionar sobre nuestro trabajo.







Mamá, me han robado…

CanicasYo también, al igual que Pilar Bardem, tengo algo que confesar: nunca la he visto actuar en una palícula, sólo en un cortometraje en el que se limitaba a leer. Por esto no puedo opinar sobre su calidad como actriz.

Sin embargo, no tengo ninguna duda sobre su gran calidad como madre. No ha soportado los lloriqueos de su hijo, quien lamentaba ser víctima de robo, y ha bajado a la calle, brazos en jarras, a regañarles a los que han rebatido sus feroces acusaciones ridiculizándole.

Pues no, señora, usted debería saber que ni yo ni otros le hemos robado nada a su hijo ni a usted. Y si creen que alguien lo ha hecho, denúncienlo, que para eso en una sociedad democrática están los jueces.

Pero ustedes siguen acusándome de ladrón y exigen (y consiguen… lo que cunde un simple corto) que cada vez que compro una bolsita de canicas tenga que darle dos o tres a su hijo, por si acaso le hubiera robado alguna de las suyas.

Al contrario que a usted, a su hijo sí le he visto actuar en un par de películas (una en la tele, pagada con mis impuestos y aguantando publicidad, y otra en el cine, pagando mi entrada y aguantando el ruido del vecino comiendo palomitas). Además le he pagado, a su hijo y a usted, cada vez que me he comprado un ordenador que sólo contiene software libre y contenidos originales o copyleft, un disco duro para respaldar dichos contenidos, un teléfono con sistema operativo libre conectado a servicios de música y vídeos online gratuitos y totalmente legales, una cámara de fotos y una tarjeta de memoria para retratar a mi familia y mis amigos, un CD o DVD virgen para guardar mis trabajos y un largo etcétera. Y encima, no satisfecho con aprovecharse de esa norma totalmente injusta, su hijo me llama ladrón, a mi y a muchos millones más de usuarios de la Red.

Hay otra cosa que me extraña: que usted, con las cinco o seis horas diarias que pasa en Internet, no haya leído la respuesta de la Asociación de Internautas a Alejandro Sanz, otra persona convencida de que a su alrededor todos vivimos deseando disfrutar gratis de sus creaciones. Aquí tengo que hacer otra confesión: sí que he escuchado gratis las canciones de este señor, más de una vez y muy a mi pesar, pues con frecuencia salen de los potentes altavoces de ciertos coches tuneados de los que es difícil decir si son más dañinos para la vista o para el oído.

En fin, señora Bardem, la solución al problema de la industria del entretenimiento audiovisual no consiste en cerrar las webs sin orden judicial, esto es, de manera totalmente antidemocrática, sino en reformar adecuadamente la Ley de Propiedad Intelectual, anclada a una época que terminó hace mucho y que, en la actual sociedad de la información y el conocimiento, perjudica gravemente al derecho universal a la cultura sin favorecer en absoluto a los creadores, sino sólo a ciertas organizaciones que, de manera totalmente arbitraria y nada transparente, se reparten la mayor parte de los beneficios de esas injustas recaudaciones.

P.S.: Mis lectores habituales me perdonarán estas aparentes divagaciones del tema principal de este blog. En realidad, la razón para insistir sobre este tema en este lugar es que mis alumnos y alumnas necesitan una Internet libre y neutral para conseguir una plena ciudadanía digital.

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