En España tradicionalmente se le ha dado una escasa o nula importancia a la educación musical, aunque nunca se había llegado a considerarla perjudicial… hasta hace poco, cuando el ministro Wert declaró que hay “asignaturas que distraen”. Aunque no la nombró directamente, los profesores y profesoras de Música -que estamos ya curados de espanto- no tuvimos la más mínima duda de que no se estaba cocinando nada bueno y, junto con nuestros compañeros y compañeras de Educación Plástica y Visual, empezamos a reclamar más artísticas.
Lamentablemente no nos equivocábamos: las sospechas se han demostrado fundadas y en el proyecto de la LOMCE desaparecen las optativas de Música del 4º de ESO y del Bachillerato. Un duro golpe a la optatividad -un sistema pensado para que el alumnado tenga la posibilidad de personalizar el currículo escolar para adaptarlo a sus necesidades e inclinaciones, para poder así desarrollar todo su talento- que desgraciadamente viene a reforzar aún más, si cabe, la absurda falacia de que unas asignaturas son más importantes que otras per se, una de las lacras más importantes de nuestro sistema educativo.
Para una selección justa, todos deben hacer el mismo examen: por favor, subid a ese árbol.
En nuestro país (y en muchos más, de acuerdo, pero eso no es más que un consuelo de tontos), muchas mentes brillantes acaban literalmente aniquiladas por un sistema educativo -cuyo objetivo fundamental, no lo olvidemos, debería ser ayudarles a desarrollar al máximo sus potencialidades- en el cual la escasa facilidad en analizar oraciones o extraer raíces cuadradas sin calculadora pesa mucho más que un asombroso talento para expresarse a través de la música o el dibujo.
Ayer se celebró en Suiza un referéndum mediante el cual el pueblo aprobó una reforma constitucional (no os sorprendáis, ese es el procedimiento correcto para modificar una Constitución, no el que se empleó el año pasado aquí en España) para reforzar la formación musical en la educación básica de todo el territorio federal, mediante la definición de un plan nacional para valorar las competencias musicales de los alumnos, tal como se hace en matemáticas o lengua. Con casi tres cuartas partes de los votos a favor, los helvéticos han abierto un camino que esperemos sirva como ejemplo para otros países (entre ellos el nuestro) en los que se ignora (o se quiere ignorar) el rol fundamental de la educación musical en el desarrollo integral de la infancia y de la juventud, y la importancia de la música como poderoso lenguaje expresivo, ya sea per se ya sea como componente esencial del lenguaje audiovisual.
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