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Hoy no voy a decir el nombre del compositor del que celebramos el aniversario. Pero voy a dar algunas pistas que van a ser más que suficientes para que lo averigüéis y lo pongáis en un comentario.
Empecemos con la que quizás sea su obra más conocida, que se puede escuchar al final de la mayoría de las bodas.
Esta pieza pertenece a una obra que el compositor misterioso escribió para acompañar una obra de teatro del dramaturgo inglés William Shakespeare. No os olvidéis de contarnos en los comentarios también algo sobre esta obra.
La segunda pista: nuestro compositor dirigió la ejecución de una importante obra de Johann Sebastian Bach que no se interpretaba en público desde la muerte de éste, ocurrida 79 años antes de ese reestreno. De paso, no estaría mal algún comentario sobre esa obra.
La última pista, para los que todavía no hayan descubierto de quién estamos hablando, es un puzzle.
La imagen que veremos al completarlo es un sello de correos que fue emitido hace exactamente un año para celebrar el segundo centenario del nacimiento de nuestro compositor misterioso. Resuelve el puzzle para averiguar de quién estamos hablando. ¡Suerte!
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Hoy es el cumpleaños de Nigel Kennedy, uno de mis (muchos) violinistas favoritos. Obviamente me gusta sobre todo por como toca, pero también me gusta su personaje, que, al contrario de lo normal hoy en día, no está construido por las discográficas, sino que es un sincero reflejo de su personalidad. No tengo el placer ni el honor de conocerlo personalmente (ya quisiera yo), pero estoy convencido de lo que acabo de afirmar: su cercanía al público y el calor humano que desprende cuando sube al escenario, tan diferente a la frialdad de muchos conciertos “clásicos”, son palpables. E indudable es también su respeto e interés por todo tipo de música, lo que ha provocado su acercamiento a géneros tan diferentes como el jazz, el rock y el folclore de otros países y culturas, por ejemplo el klezmer en el álbum East Meets East, que grabó en 2003 con el grupo polaco Kroke.
No obstante ese interés por otros géneros, en la mayor parte de su actividad concertística y de su discografía ofrece un repertorío “clásico” que contiene los más importantes conciertos para violín y orquesta, desde Vivaldi o Bach, hasta Sibelius o Bartok, pasando por Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Chaikovsky, Brahms, etc. Y siempre con orquestas de primer orden, como la Filarmónica de Berlín o la de Londres.
A veces interpreta de manera algo heterodoxa, lo que puede provocar el rechazo de algunos puristas. A mi me gustan mucho las interpretaciones historicistas, no lo puedo negar, así como me encanta la sonoridad de los instrumentos de la época para reproducir la música antigua. Pero también me gustan las ejecuciones con carácter, que buscan entre las notas de la partitura para encontrar algo que refuerce las probables intenciones del compositor. En el vídeo siguiente, con el último de los conciertos de Las cuatro estaciones de Vivaldi, el Invierno (muy apropiado por la estación recién empezada), tenemos varios ejemplos: el empleo del efecto sul ponticello, acercando el arco al puente, donde la cuerda ofrece mayor resistencia, para producir un sonido frío y casi escalofriante; el uso del golpe de arco spiccato, que todavía no había sido inventado en los tiempos de Vivaldi debido a las limitaciones de los arcos de la época, que permite producir notas muy picadas y rapidísimas; o las acentuaciones exageradas (pero ¿estamos seguros de que eso no se hacía también cuando vivía Vivaldi? Al fin y al cabo el barroco es el período histórico-artístico de la exageración).
También es muy curiosa la introducción al segundo movimiento, que parece improvisada sobre el aria escrita en partitura, casi una cadenza ante litteram, precediendo, en vez de seguir, al movimiento al que se refiere.
Resumiendo, Kennedy nos ofrece una interpretación estudiada hasta el más mínimo detalle, sin por eso renunciar a la fascinación de la improvisación.
En fin, vayan para Nigel Kennedy mis mejores deseos de un feliz cumpleaños con mucha alegría y mucha música, y para los lectores de educacionmusical.es la posibilidad de escucharle en los próximos días en el reproductor de Grooveshark de la columna de la derecha.
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Pocos meses antes de su muerte, ocurrida hace exactamente 74 años, Alban Berg nos dejaba uno de los conciertos para violín más cargados de lirismo y expresividad que yo conozca. Con las palabras Dem Andenken eines Engels (a la memoria de un ángel), Berg dedicó el concierto a Manon, la hija de Alma Mahler y su segundo esposo, el arquitecto Walter Gropius, fallecida con tan sólo 18 años.
El estreno fue en Barcelona, en el Palau de la Música Catalana, el 19 de abril de 1936. En esta ocasión, además de a la joven Manon, también se recordó al compositor mismo, que no pudo oír su obra maestra instrumental más que en su privilegiada imaginación.
El concierto está construido sobre una serie dodecafónica, lo que, de entrada, puede desmotivar y hasta espantar al oyente que no esté familiarizado con la música no tonal. Sin embargo, la elección de la serie que hizo Berg, algo contraria a los dictámenes de su maestro Arnold Schönberg, es una de las razones por las que esta pieza se encuentra entre las obras dodecafónicas más interpretadas y escuchadas en el mundo.
En efecto, el fundador de la Segunda Escuela de Viena estableció las reglas del dodecafonismo para evitar que cualquiera de las 12 notas de la escala cromática tuviera una superioridad jerárquica sobre ninguna de las demás. Así, además de respetar esas reglas, entre las que destaca la prohibición de volver a emplear una nota antes de que se hayan usado todas las demás, avisaba sobre la necesidad de elegir una serie en la que no aparecieran intervalos que evocaran la tonalidad (p.e. la quinta o la cuarta justas).
Sin embargo su discípulo, tras una introducción que empieza con las cuatro cuerdas al aire del violín, tres quintas justas ascendentes, presenta una serie cargada de referencias tonales:
Podemos reconocer cuatro tríadas perfectas en relación de quinta, sol menor, re mayor, la menor y mi mayor, y más tríadas disminuidas o aumentadas. Las últimas cuatro notas distan un tono la una de la otra formando una sucesión de notas prohibida en la armonía tradicional (diabulus in musica), lo que de por sí constituye otra referencia tonal. Pero hay más: Berg extrajo este fragmento melódico de una melodia de coral, Es ist genug, melodía que cita directamente, con la armonización de Johann Sebastian Bach, en el último movimiento del concierto.
Esta mezcla de tonalidad y dodecafonía, lo que en aquel momento quería decir tradición y modernidad, está hecha con suma sabiduría y gusto exquisito. El resultado lo podemos escuchar en el vídeo siguiente, interpretado por la violinista holandesa Frederieke Saeijs.
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