¡Bravo por la Filarmónica de Berlín!

Hace unos días publicaba en otra entrada de este blog la noticia de la disponibilidad de invitaciones para concierto inaugural de la nueva temporada de la Orquesta Filarmónica de Berlín.

Naturalmente recogí mi entrada y ayer, poco antes de la hora de inicio del concierto, al intentar abrir la web de la Digital Concert Hall vi que no era posible conectar con el servidor. La preocupación inicial se transformó en gran decepción cuando, ya pasados diez o quince minutos desde el comienzo, sólo conseguía ver en la pantalla un mensaje de error invitándome a intentarlo más tarde.

Cuando ya estaba resignado a dejarlo, @fjrosac, que también experimentó dificultades iniciales y que ya estaba disfrutando de la cuarta sinfonía de Beethoven, la primera obra en programa, me animó a seguir intentándolo. Así que seguí insistiendo, pulsando decenas de veces la tecla F5 hasta conseguir escuchar los últimos dos movimientos de esa sinfonía y, tras el descanso, la primera de Mahler. Tal como era previsible, una experiencia estupenda: gran calidad de imagen y de sonido y, sobre todo gran orquesta y gran director.

Bien aprendido en su momento el refrán A caballo regalado…, ninguno de los amigos que nos encontramos durante el descanso y al final del concierto en Twitter -que para la ocasión nos sirvió de vestíbulo virtual de la Filarmonía- nos atrevimos a pronunciar la más mínima queja sobre las incidencias técnicas iniciales.

Sin embargo, todos los que ayer estábamos allí hemos tenido hoy una muy agradable sorpresa: un correo electrónico desde Berlín nos ruega que perdonemos esos inconvenientes y nos regala un bono para entrar nuevamente en la Digital Concert Hall durante 24 horas, a utilizar durante el día que queramos hasta el próximo 1 de diciembre. Tanta consideración hacia el usuario es cada vez más rara hoy en día, y eso es una razón más para agradecerla públicamente.

Concluyo comentando que creo haber decidido ya la fecha en que utilizaré ese bono: el 16 de octubre, para escuchar a Baiba Skride interpretando el Concierto para Violín de Alban Berg.

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Alban Berg. A la memoria de un ángel

Alban BergPocos meses antes de su muerte, ocurrida hace exactamente 74 años, Alban Berg nos dejaba uno de los conciertos para violín más cargados de lirismo y expresividad que yo conozca. Con las palabras Dem Andenken eines Engels (a la memoria de un ángel), Berg dedicó el concierto a Manon, la hija de Alma Mahler y su segundo esposo, el arquitecto Walter Gropius, fallecida con tan sólo 18 años.

El estreno fue en Barcelona, en el Palau de la Música Catalana, el 19 de abril de 1936. En esta ocasión, además de a la joven Manon, también se recordó al compositor mismo, que no pudo oír su obra maestra instrumental más que en su privilegiada imaginación.

El concierto está construido sobre una serie dodecafónica, lo que, de entrada, puede desmotivar y hasta espantar al oyente que no esté familiarizado con la música no tonal. Sin embargo, la elección de la serie que hizo Berg, algo contraria  a los dictámenes de su maestro Arnold Schönberg, es una de las razones por las que esta pieza se encuentra entre las obras dodecafónicas más interpretadas y escuchadas en el mundo.

En efecto, el fundador de la Segunda Escuela de Viena estableció las reglas del dodecafonismo para evitar que cualquiera de las 12 notas de la escala cromática tuviera una superioridad jerárquica sobre ninguna de las demás. Así, además de respetar esas reglas, entre las que destaca la prohibición de volver a emplear una nota antes de que se hayan usado todas las demás, avisaba sobre  la necesidad de elegir una serie en la que no aparecieran intervalos que evocaran la tonalidad (p.e. la quinta o la cuarta justas).

Sin embargo su discípulo, tras una introducción que empieza con las cuatro cuerdas al aire del violín, tres quintas justas ascendentes, presenta una serie cargada de referencias tonales:

Podemos reconocer cuatro tríadas perfectas en relación de quinta, sol menor, re mayor, la menor y mi mayor, y más tríadas disminuidas o aumentadas. Las últimas cuatro notas distan un tono la una de la otra formando una sucesión de notas prohibida en la armonía tradicional (diabulus in musica), lo que de por sí constituye otra referencia tonal. Pero hay más: Berg extrajo este fragmento melódico de una melodia de coral, Es ist genug, melodía que cita directamente, con la armonización de Johann Sebastian Bach, en el último movimiento del concierto.

Esta mezcla de tonalidad y dodecafonía, lo que en aquel momento quería decir tradición y modernidad, está hecha con suma sabiduría y gusto exquisito. El resultado lo podemos escuchar en el vídeo siguiente, interpretado por la violinista holandesa Frederieke Saeijs.

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Gould y Bach por el espacio interestelar

Glenn GouldEl 4 de octubre de hace 27 años Glenn Gould fallecía en su ciudad natal, Toronto, en Canadá, a causa de un íctus al que sólo sobrevivió  una semana. Acababa de cumplir los 50 años y, a pesar de haber interrumpido su carrera concertística en 1964, año de su última actuación pública, llevaba una intensa actividad musical, consistente sobre todo en la grabación de discos y programas de radio y televisión.

La técnica extraordinaria de Gould le permitía tocar con extrema rapidez (cuando era necesario) sin renunciar a claridad y limpieza de sonido. A eso contribuía su manera de sentarse: estaba siempre muy bajo con respecto al piano, utilizando, en vez de un taburete regulable u otro tipo de asiento específico para su instrumento, una pequeña silla con las patas recortadas, conservada actualmente en la Biblioteca Nacional de Canadá.

La contrapartida era la limitada potencia del sonido que podía conseguir, por no poder aprovechar todo el peso de los brazos. Pero eso no era un problema por el tipo de música que prefería tocar, y cuyas interpretaciones han pasado a la historia. Me refiero a la música de Bach, y sobre todo a las Variaciones Goldberg.

No sólo su manera de sentarse al piano salía de lo habitual: hay más cosas que le valieron a Gould la consideración de excéntrico, como por ejemplo su manera de abrigarse, independientemente del calor que hiciera, por miedo a resfriarse, o su imposibilidad a resistirse a canturrear mientras tocaba, lo que traía de cabeza a los técnicos de sonido para que no saliera su voz en las grabaciones, cosa que raramente conseguían.

Aún así, sus discos son de un valor musical y artístico, además de histórico, inconmensurable. Una de estas grabaciones, el Preludio y fuga nº1 del Clave bien temperado de Bach, está viajando por el espacio interestelar, en la Voyager I, contenida en un disco de cobre revestido de oro que incluye este y otros logros de la actividad humana, a modo de tarjeta de visita para eventuales extraterrestres que pudieran encontrarla.

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