Los instrumentos de cuerda frotada suelen tocarse con el arco, un artilugio formado por una vara de madera en la cual está tensado un manojo de crines de cola de caballo que, previamente embadurnadas de resina para aumentar su fricción con las cuerdas, provocan la vibración de éstas. Sin embargo a veces el compositor inserta algunas notas que tienen que ejecutarse sin el arco, esto es, pulsando las cuerdas como si se tratara de una guitarra o un arpa.
Para definir esa manera de producir el sonido se utiliza la palabra italiana pizzicato, que literalmente quiere decir pellizcado. El compositor advierte al intérprete de que hay que ejecutar ciertas notas de esa manera escribiendo en la partitura: pizz antes de la primera nota pizzicata y con l’arco cuando hay que volver a frotar las cuerdas.
El único instrumento de cuerda frotada que hace un uso bastante frecuente del pizzicato es el contrabajo en la música jazz. Sin embargo, en el violín y los demás instrumentos de su familia (viola y violonchelo) el pizzicato no se emplea muy a menudo, ya que su sonoridad seca y de muy breve duración no permite la misma expresividad del arco, quedándose relegado a momentos puntuales en los que se usa como efecto.
Hay estupendas excepciones de obras que utilizan el pizzicato desde el comienzo hasta el final, como es el caso de la Pizzicato Polka de los hermanos Joseph y Johann Strauss o de esta otra pieza, interpretada por Paganinus, una orquesta infantil portuguesa, cuyo título es Plink, plank, plunk!
El autor de esta obra tan divertida es Leroy Anderson, un compositor estadounidense que recordamos hoy por ser el 35º aniversario de su muerte.
Su catálogo está compuesto principalmente por piezas breves y ligeras, de fácil escucha y generalmente cargadas de cierto humor, como es el caso de su obra más famosa: La máquina de escribir, interpretada por el percusionista Martin Breinschmid acompañado por la Strauss Festival Orchestra de Viena.
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