¿Cuánto y cómo estudiar?



Quiero presentaros un recurso nuevo, muy bueno, aunque reconozco que para más de una persona quedará fuera de sus posibilidades. 


Se trata de un interesante blog, The bulletproof musician, de Noa  Kageyama.  ¿El inconveniente?, el idioma. Aunque está escrito en un inglés muy coloquial, lo cierto es que...si a la mayoría de las personas les aborrece leer en castellano...¡como para hacerlo en otro idioma!

Para abriros el gusanillo de la curiosidad a quienes os desenvolvéis con el inglés, y no os podáis resistir a visitar y consultar el blog, y para consuelo de quienes de otro modo no se enterarían de nada, he esperado a la traducción de una de las entradas de ese blog. Debemos darle las gracias a Jesús, profesor de piano del conservatorio que desde el primer momento vio la utilidad del blog  al que me refiero y se ofreció voluntario para traducir el artículo titulado ¿Cuántas horas al día deberías practicar? Aunque el artículo parezca un poco largo, merece la pena leerlo, es más, no tiene desperdicio. Aquí tenéis la traducción:

¿Cuántas horas al día deberías practicar?

Por el Dr. Noa Kageyama
Traducido por Jesús Menéndez
¿2 horas? ¿4 horas? ¿8 horas? ¿12 horas? ¿Cuánto es suficiente?
¿Se puede llegar a practicar demasiado? ¿Hay un número óptimo de horas de práctica?

 ¿Qué dicen los grandes intérpretes?
Algunos de los grandes artistas del siglo XX han compartido sus opiniones sobre estas cuestiones. Una vez leí una entrevista con Rubinstein (puede ser que con Horowitz – no lo recuerdo exactamente, en la que afirmó que nadie debería estudiar más de cuatro horas al día, explicando que si uno necesitaba practicar más de cuatro horas al día, probablemente no lo estuviera haciendo bien.
Otros grandes artistas han expresado sentimientos similares. Se dice del violinista Nathan Milstein que una vez preguntó a su maestro Leopold Auer cuántas horas al día debería practicar. “Si practicas solo con los dedos, no hay cantidad suficiente”, fue la respuesta de Auer. “Si practicas con la cabeza, dos horas es bastante”.
Heifetz también indicaba que él nunca había creído en el hecho de practicar demasiado, y que “la práctica excesiva es igual de mala que practicar demasiado poco”. Afirmaba que no practicaba más de tres horas como media por día y que no practicaba en absoluto los domingos. Sabéis, esto no es mala idea – uno de mis profesores, Donald Weilerstein, me sugirió una vez establecer un período de 24 horas a la semana donde no me permitiera acercarme al instrumento.
¿Qué dicen los psicólogos?

En lo que se refiere a comprender la pericia y la interpretación experta, el psicólogo Dr. K. Anders Ericsson es, quizás, la primera autoridad mundial. Su investigación es la base de la “regla de los diez años” y la “regla de las 10.000 horas” que sugiere que se necesitan al menos 10 años y/o 10.000 horas de práctica “deliberada” para conseguir un nivel experto de actuación en cualquier materia dada – y en el caso de los músicos, cerca de los 25 años en lograr un nivel de elite internacional. Nótese que la clave no es la cantidad de práctica requerida sino el tipo de práctica requerida para conseguir un nivel experto de interpretación. En otras palabras, el hecho de practicar simplemente al viejo estilo no funciona.

 Práctica inconsciente

¿Habéis escuchado alguna vez practicar a alguien? ¿Os habéis escuchado practicar? Grabaos practicando durante una hora, dad un paseo por la zona de estudio y fisgonead a vuestros compañeros, o pedid a vuestros alumnso que hagan como si estuvieran en casa y observadles practicar en una clase. ¿Qué veis?

Os daréis cuenta de que la mayoría de los colegas practican más bien sin fijarse, o repitiendo simplemente (“practica este pasaje diez veces” o “practica esta pieza durante 30 minutos”) o practicando “poniendo el piloto automático” (esto es cuando tocamos la pieza hasta que escuchamos algo que no nos gusta, paramos, repetimos el pasaje hasta que suene mejor y continuamos tocando la pieza hasta que oigamos lo siguiente con lo que no estemos satisfechos, repitiendo el círculo vicioso).

Hay tres problemas importantes con el método inconsciente de estudio:

1.     Es una pérdida de tiempo

¿Por qué? Para empezar, se produce muy poco aprendizaje productivo cuando practicamos así. De esta manera podemos estudiar una pieza durante horas, días o semanas y veremos que no hemos avanzado demasiado. Lo que es peor, os estaréis hundiendo practicando así, porque lo que produce este método es fortalecer hábitos y errores indeseables. Esto hace más difícil corregir los malos hábitos después, lo que en realidad hacéis es añadir tiempo de estudio para poder eliminar esos errores adquiridos. Una vez trabajé con un profesor de saxo que era aficionado a decirles a sus alumnos que “La práctica no hace la perfección, la práctica hace la fijación”.

2.    Te hace más inseguro

Además, practicar de esta manera, no te crea confianza en ti mismo, porque una parte de ti se da cuenta de que no sabes cómo conseguir los resultados que estás persiguiendo. Incluso si estableces un índice elevado de éxito en los pasajes más difíciles a través de la práctica inconsciente y consigues acertar en tres o cuatro de cada cinco intentos, tu seguridad no se afianzará.

La seguridad escénica viene de:

(a)   Ser capaz de hacerlo bien el cien por ciento de las veces.

(b)   Saber que esto no es una coincidencia sino que lo puedes hacer bien cuando quieres.

(c)    Saber precisamente porqué aciertas o fallas – es decir, saber perfectamente qué necesitas hacer desde un punto de vista técnico para tocar el pasaje correctamente todas las veces.

Puede que no seas capaz de tocar el pasaje perfectamente todas las veces al principio, pero para esto sirve la repetición, para reforzar los hábitos correctos hasta que sean más fuertes que los vicios. Es un poco como hacer crecer un bonito césped. En vez de luchar eternamente contra las malas hierbas, empleas tu tiempo en cultivar el césped, de manera que con el tiempo la hierba vaya desplazando a la maleza.

Y aquí está lo más importante: tendemos a practicar inconscientemente y entonces intentamos interpretar conscientemente, lo que no es una gran fórmula de éxito. Recuerda que: tenemos una inclinación de cambiar hacia el lado izquierdo hiperanalítico de nuestro cerebro cuando salimos al escenario. Entonces, si has practicado la mayor parte del tiempo inconscientemente, no saber cómo tocar tu partitura perfectamente a tu voluntad. Cuando tu cerebro va de repente hacia un modo de total consciencia, terminas aterrándote, porque no sabes qué instrucciones darle a tu cerebro.

3.    Es tedioso y aburrido

Practicar inconscientemente es muy aburrido. La música puede ser una de las actividades basadas en una destreza en la que los objetivos de práctica se miden en unidades de tiempo. Todos hemos tenido profesores que nos dicen que volvamos a casa a practicar un pasaje cierto número de veces, o practicar cierto número de horas, ¿verdad? Lo que necesitamos realmente son objetivos más específicos respecto al resultado – tales como, “practica este pasaje hasta que suene como_______” o practica este pasaje hasta que puedas comprender cómo hacerlo sonar así________”

Después de todo, realmente no importa cúanto tiempo necesitamos practicar algo, solo que sepamos cómo conseguir los resultados que queremos y hacerlo de una manera consistente, a voluntad.

Práctica deliberada

Entonces ¿qué es la práctica deliberada o consciente? La práctica deliberada es una actividad sistemática y altamente estructurada que es, a falta de una palabra mejor, científica. En vez de un proceso inconsciente de ensayo-error es un proceso activo y meditado de experimentación con objetivos e hipótesis claros. El violinista Paul Cantor dijo una vez que la sala de práctica debería ser como un laboratorio, donde uno puede jugar libremente con ideas diferentes, tanto musicales como técnicas, para ver qué combinación de ingredientes produce el resultado que estás buscando.

La práctica deliberada es a menudo lenta y requiere la repetición de secciones pequeñas y muy específicas en vez de tocar todo de arriba a abajo (por ejemplo trabajando la nota inicial de tu solo para asegurarte de que suena exactamente como quieres, en vez de tocar la frase entera).

La práctica deliberada comprende monitorizar la interpretación de cada uno (en tiempo real, pero también mediante grabaciones), buscando continuamente nuevas maneras de mejorar. Esto quiere decir escuchar realmente lo que pasa, de tal manera que puedas decirte a ti mismo exactamente qué es lo que salió mal. Por ejemplo: ¿fue demasiado alta la primera nota? ¿baja? ¿Demasiado fuerte? ¿Demasiado suave? ¿Demasiado áspera? ¿Demasiado corta? ¿Demasiado larga?

Digamos que la nota fue demasiado alta y larga, con falta de ataque. Bien, ¿cómo fue de alta? ¿Poco? ¿Mucho? ¿Cómo se pasó de larga respecto a lo que tú querías? ¿Cuánto más ataque necesitaba?

De acuerdo, la nota fue un poco demasiado alta, un pelín larga, y requería un ataque mucho más claro para ser coherente con la articulación y dinámicas marcadas. Entonces, ¿por qué la nota salió alta? ¿Qué hiciste? ¿Qué necesitas para asegurarte de que la nota esté siempre afinada? ¿Cómo te aseguras de que la longitud es la que deseas y cómo consigues un ataque limpio y claro para empezar la nota de manera que comience en el carácter adecuado?

Ahora, imaginemos que grabaste todo esto y pudieras escuchar cómo sonó este último intento. ¿Esa combinación de ingredientes da el resultado deseado? Dicho de otra manera, ¿esa combinación de ingredientes transmite el carácter que quieres comunicar al oyente tan efectivamente como pensaste que podrías? Pocos músicos se toman el tiempo de parar, analizar qué salió mal, porqué sucedió y cómo pueden corregir el error permanentemente.

¿Cuántas horas al día debería estudiar?

Te darás cuenta de que la práctica deliberada es agotadora, debido a la tremenda cantidad de energía que se requiere para mantener los recursos de atención plena en la tarea que tenemos a mano. Practicar más de una hora a la vez no parece ser productivo y, honradamente, probablemente no es posible mental o emocionalmente. Incluso los más aplicados encontrarán difícil practicar más de cuatro horas al día.

Los estudios han variado la longitud de la práctica diaria de una a ocho horas, y los resultados sugieren que normalmente hay poco provecho en practicar más de cuatro horas al día. Los beneficios empiezan a declinar a partir de las dos horas. La clave está en mantener tus propias marcas en el nivel de concentración que seas capaz de mantener.


5      Claves para una práctica más efectiva.

1.     Duración

Limita tus prácticas al tiempo que puedes mantener estando concentrado. Podría ser en períodos desde 10 ó 20 minutos para niños más pequeños, hasta 45 ó 60 para más edad.

      2.   Horarios

Registra los momentos del día en los que tiendes a tener más concentración. Podría ser en la primera hora de la mañana, justo antes de comer, etc. Intenta practicar en esos períodos productivos, porque en esos momentos serás capaz de concentrarte y pensar con más claridad.

       3.  Objetivos

Intenta usar un cuaderno de práctica. Registra tus objetivos y lo que descubras durante el estudio. La clave de ingreso en la “zona” al practicar es intentar constantemente tener claridad en la intención. En otras palabras, tener una idea clara del sonido que quieres producir, o el fraseo particular que te gustaría realizar, o la articulación específica, afinación, etcétera, que te gustaría ejecutar de una manera competente.

Cuando descubras algo, anótalo. Cuando empecé a practicar más conscientemente, empecé a aprender tanto durante la práctica que si no lo escribía todo, se me olvidaba.

4.    Más eficiente, no más duro.

A veces si un pasaje en particular no sale como queremos, eso significa que necesitamos practicar más. Sin embargo, hay veces en las que no necesitamos trabajar más duramente, sino que necesitamos una técnica o una estrategia diferente.

Recuerdo mi lucha con la variación en “pizzicato” en el Capricho nº 24 de Paganini. Me estaba desmoralizando intentando hacer sonar las notas cada vez con más ganas, pero todo lo que conseguí fue que se me hincharan los dedos, incluso que un par de ellos empezasen a sangrar. Entonces me di cuenta de que tenía que buscar un modo más eficiente para conseguir mi propósito. En vez de mantener “machaconamente” una estrategia o técnica que no me estaba funcionando, me forcé a parar de practicar toda esta sección entera. Intenté buscar distintas soluciones al problema para un día y las escribí según se me iban ocurriendo. Cuando sentí que había conseguido soluciones prometedoras, empecé a experimentar. Finalmente llegué a una solución que trabajé durante la semana siguiente y entonces toqué el capricho para mi profesor y ¡me preguntó cómo había hecho para que las notas sonasen tan claramente!


5.    Modelo de solución de problemas

Considera este modelo general de resolución de problemas en seis pasos resumidos debajo. ( adaptación de otros procesos de resolución de problemas online).

                   1.       Define el problema (¿Cómo quiero que esta nota/frase suene?)

                   2.       Analiza el problema (¿Qué provoca que suene así?)

                3. Identifica soluciones potenciales (¿Qué puedo cambiar para hacerlo sonar como yo quiero?)

                   4.     Analiza las soluciones potenciales para seleccionar la más efectiva (¿Qué cambios parecen funcionar mejor?)

                    5.      Aplica la mejor solución (Haz permanentes los cambios)

                    6.     Monitoriza las mejoras (¿Estos cambios siguen produciendo los resultados que busco?)

 
O, aún más simple, revisa este modelo del libro de Daniel Coyle “The talent’s code”.

1. Escoge un objetivo.

2. Alcánzalo.

3. Evalúa el recorrido entre el objetivo y su consecución.

4. Vuelve al primer paso.

No importa si hablamos de técnica perfecta o experimentando con diferentes ideas musicales. Cualquier modelo que nos ayude a obtener un pensamiento activo más sistemático y eficiente y objetivos claramente articulados nos ayudará a acabar con el tiempo inefectivo y por lo tanto perdido de práctica.

Después de todo, ¿quién quiere pasarse el día estudiando? ¡Ponte a estudiar, consigue lo que quieres y vete!

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Os ha gustado ¿verdad? Pues exite otra entrada de ese blog que tampoco tiene desperdicio. En ella el autor se cuestiona si "debemos practicar mucho el día del concierto". Espero que se animen a leerla quienes se manejan con el inglés. Y el resto tendrán que agradecer que Jesús haya traducido el anterior texto y, quizás, llenarle su blog con peticiones y ruegos para que traduzca este otro artículo también. De momento cierro esta entrada con la imagen que Noa Kageyama usa para ilustrar esa cuestión: ¿debemos practicar mucho el día del concierto?...

Más sobre mochilas

En la pestaña "Mochilas", al final del todo, he colgado un vídeo que aborda el tema. Y lo he incluído a pesar de no estar de acuerdo con uno de los ejercicios que en él se proponen.

Al final del vídeo se demuestra como hay que agacharse para coger la mochila del suelo.  En realidad hay que agacharse así para coger cualquier objeto, sea o no pesado. De forma acertada se recomienda "doblar las piernas" en vez de "doblar las rodillas". La mayoría de la gente cuando intenta doblarse sin dejar las piernas tiesas, lo que hace es dirigir su atención hacia la flexión de las rodillas, al tiempo que evita arquear la espalda, lo que provoca una forma muy incómoda y cansada de agacharse. Ante esta situación la mayoría piensa "más vale lo malo concido..." y desiste de intentar una forma más saludable de agacharse.

Con el juego de los saquitos que se propone al final del vídeo lo que se provocará será la sensación de que agacharse correctamente es muy incómo, porque al intentar que el saco no se caiga de la cabeza, las personas, se agacharán con la espalda y el cuello tieso. Es más, es muy probable que se produzca un arqueamiento de las vértebras del cuello, las cervicales, que resulte más perjudical que agacharse curvando toda la columna.

En realidad lo que hay que hacer es sentir todas las articulaciones que se activan al flexionar las piernas, desde los tobillos, pasando por las rodillas, hasta la unión de las piernas en nuestras caderas. Además hay que inclinar la espalda hacia delante, sin curvarla, manteniendo la cabeza en línea con el tronco. Una imagen que puede ayudar es la de una silla plegable. Se pliega la parte baja de la silla, pero el respaldo queda erguido.

Si aún queda alguna duda por resolver con respecto a este tema, les remito, como en ocasiones anteriores, a las personas verdaderamente expertas en biomecánica corporal: los bebés.

Por lo demás, el vídeo me parece un buen recurso. Lástima que sean casos puntuales los momentos que la televisión dedica a temas tan importantes. Teniendo en cuenta el poder de influencia que ejerce sobre la población, especialmente en la infancia y la juventud, y la cantidad de tiempo que, según estudios publicados, se pasa delante de ella, debería ser un medio más utilizado en beneficio de nuestra salud.

Acerca de los géneros… y el musical, por Luis Enrique Ibáñez

Para Antonio Calvillo, inspirador soporte de motivación y de trabajo… que no se agota nunca, regalando ideas, repartiendo energía…

 

 

Acerca de los géneros… y el musical

 

Los géneros, ya sean literarios, cinematográficos, o de cualquier otro ámbito, deben su existencia, en realidad, a esa pueril obsesión del ser humano por clasificarlo todo, por crear carpetas imaginarias en las que alojar diferentes productos con supuestas características comunes, por inventar y colocar señales de tráfico con la cándida intención de poder orientarnos de forma ordenada y lógica en un mundo de natural mágico y caótico. Son consecuencia de nuestro miedo al desorden, de nuestro temor a caminar desorientados en el interior del bosque de la creatividad. Y de esa infantil función didáctica que tantas veces encoge nuestro pensamiento.

Pero, ¿existen realmente los géneros? ¿Quién se arrogó el derecho de articular las normas que definen uno u otro género? ¿Estaban ahí los géneros desde siempre, previamente, naturales, y los vimos, los descubrimos, y pasamos a definirlos?

No, rotundamente no. “Porque hay un creacionismo, un creacionismo del significante (…) Antes de poder decir noche y día, (explica Jacques Lacan), la noche y el día no existen. No hay más que variaciones de luz.”

Pues bien, antes de poder decir “novela”, “poesía”, “teatro”, “género de terror”, “western”,“suspense”, “musical”… esos compartimentos no existen, no son. Podrían ser, simplemente, variaciones sutiles de la imaginación, de la escritura, de la relación que mantenemos, o intentamos proponer, con una deseada función estética, tan deseada y salvaje que quiere, que necesita, huir de cualquier definición, que no quiere pernoctar en ninguna de esas celdas oscuras que el hombre ordenado ha construido para ella.

En la literatura clásica lo épico venía vestido con su traje de verso; ahora, al parecer, la épica pertenece al género narrativo, y el verso, pues eso, a la lírica, a la poesía. ¿Qué fue, por ejemplo, la Odisea de Homero, a qué género pertenece? ¿Es un libro poético, de realismo social, de amor, de suspense…? De él dijo Umberto Eco:

“Suficiente interés amoroso; incluso hay un toque Lolita, con la adolescente Nausicaa…Grandes momentos dramáticos, un gigante con un solo ojo, caníbales, incluso algo de drogas, pero nada ilegal, porque, que yo sepa, el loto no está en la lista de la Oficina de narcóticos. La escena final está en la mejor tradición de los westerns, con su duro blandir de puños, y el asunto del arco es un golpe maestro del suspense… Y luego el montaje, el uso de flashbacks, las historias dentro las historias…”

Algunos exponentes especialmente representativos de la literatura contemporánea rompen deliberadamente los límites legales de los géneros, traspasan furtivamente todas las fronteras teóricas para imaginar libremente el discurrir de ¿la historia? A Enrique Vila-Matas se le recrimina lo indefinido de sus libros, ¿novela, crítica literaria, ensayo? A Javier Cercas se le critica (y muy duramente por algunos) el hecho de que mezcle periodismo, historia y literatura (Anatomía de un instante, Soldados de Salamina) Sin embargo, esos críticos puntillosos olvidan algo: ¿quién puede atar en corto al Quijote, quién puede definir La Biblia? ¿A qué género pertenecen? La modernidad de la no definición, de la libertad, ya estaba ahí.

Vayamos al cine. ¿A qué género pertenece el trabajo de Chaplin? ¿Género de humor, o de realismo social, de denuncia… arte comprometido con humor? ¿Quién pone la etiqueta?

Con solo ver esto, advertimos lo imposible de la definición (escena de Tiempos modernos).

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Y vayamos, sobre todo, al cine musical. Precisamente este ¿género?, aunque no lo parezca, es el más resbaladizo, pues lo que supuestamente lo caracteriza, la presencia de canciones, de números musicales, más allá de las naturales (a veces) bandas sonoras, se constituye, se articula en forma de transversalidad. Es decir, su identidad penetra todos los otros órdenes temáticos, todos los otros géneros, y, así (puestos a seguirles el juego a los amantes de las definiciones), tenemos musicales de humor, de terror, de realismo social, de suspense, westerns, etc.

Escena del musical Oliver. Es una película británica de 1968 dirigida por Carol Reed, basada en el musical del mismo nombre de Lionel Bart, el cual a su vez se basa en la novela de Charles Dickens Oliver Twist. Fue la última película musical ganadora del Oscar a la mejor película, hasta el triunfo de Chicago 34 años después.

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En esta escena, la canción, el número musical, se inserta en el más crudo realismo social, y esa canción, Food, glorius food (Comida gloriosa) acompaña a esos pobres desdichados en su descenso hasta la última capa de los infiernos, mientras en la cima, los amos del mundo disfrutan, tiranos, de todo su poder. En ese siniestro contraste retórico del arriba y abajo queda servida, con la ayuda inestimable de la sufrida canción, toda la necesaria denuncia social, todo el compromiso ético con esos seres humanos, con esos niños eternos siempre desterrados de la la vida, una y otra vez (también hoy) expulsados del paraíso.

Y más niños en serie, piezas esclavas de una cadena enajenada. Aquí se nos muestra, en perfecto y certero ensamblaje con ese tema musical que supo anclar el absurdo de una existencia opresora, no solo el sufrimiento de unos seres concretos, sino, quizá, la alienación, en general, de una vida ordenada por los fantasmas de la agresión y del error continuado.

Pink Floyd The Wall es una película británica de 1982 dirigida por el director británico Alan Parker basada en el álbum de Pink Floyd The Wall. El guion fue escrito por el vocalista y bajista de Pink Floyd, Roger Waters. Esta película se apunta, además, a más mezcla de géneros, pues se incluyen en ella hasta 15 minutos de escenas que pertenecen a eso que llaman “cine de animación“.

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Otra contraposición luminosa no solo de clases sociales, que también, sino, quizá, de algo más trascendente: dos visiones de la vida tan diferentes, como soñadas desde el imposible. El dulce idealismo del mundo hippie nos ofrece su amable orgullo ante la vida, ante una vida que quiere ser vivida de forma diferente, y con aspiraciones de ser compartida, contagiada. Y siempre orgullosos de tener eso: vida.

I´got life… Tengo vida.

Hair (1979) es una película musical dirigida por Miloš Forman y protagonizada por John Savage, Beverly d’Angelo y Treat Williams. Basada en el musical homónimo de 1967, la película fue nominada al César a la Mejor película extranjera.

Tengo vida, tengo libertad…

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Y los sueños de todos los pobres del mundo también han viajado sobre la espalda de algún tema musical, ofrecido como bálsamo, como desahogo, y como insistente llamada de atención, como machacona denuncia, constatación necesaria de la injusticia que los hombres establecen sobre los hombres… Y ahí nos llega la tristeza, al comprobar que esa música legendaria, que esa queja universal, no ha perdido ni un gramo de su sentido… hoy, cuando los ricos son cada vez más ricos, mientras cada vez más ciudadanos son desterrados de la realidad, de la oportunidad, son despojados de la dignidad, de la vida.

¿Quién no ha pensado alguna vez lo que haría si tuviera mucho dinero? ¿Hay alguien que se haya dejado caer alguna vez en ese delirio fantasioso y, así, poder descansar, para volver después a la vida, a la lucha? ¿No hemos lanzado todos en algún momento nuestra ira hacia ese cielo que nos cubre, hacia ese cielo que observa impasible todo el sufrimiento esparcido sin orden por toda la tierra?

El violinista en el tejado es una película musical estadounidense dirigida por Norman Jewison en el año 1971. Se estrenó en su versión teatral en Broadway en el año 1964 (Fiddler on the Roof), con Zero Mostel como protagonista. Estaba basada en una novela del escritor ruso Sholom Aleichem, titulada Las hijas de Tevye. En la versión cinematográfica, el sonido del violín que toca el violinista, usado como metáfora de la vida inestable de las comunidades judías en la Rusia zarista, fue doblado por Isaac Stern. La película ganó tres premios Oscar.

“Oh, Señor, tú hiciste demasiados pobres, demasiados…

Sí, ya sé que no es una vergüenza ser pobre,

pero tampoco es un gran honor…

Si yo tuviera… una pequeña fortuna…

 

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Y la música se pasea cómoda por la tierra del western, ese género que parece olvidado, incluso despreciado, pero que retorna siempre, para salpicar nuestra recepción de infatigables lecturas, para retorcer con cariño los códigos oficiales, y multiplicar los sentidos, enriquecer la interpretación, más allá de lo aparente, allí en ese lugar donde la historia lineal es solo una amable excusa para ir a otro lugar, siempre al norte, sintiendo el placer de nuestros pasos sobre la tierra.

No echar raíces nunca, nunca… solo feliz y libre cuando se es fugaz.

La leyenda de la ciudad sin nombre es una película estadounidense de 1969, dirigida por Joshua Logan. Protagonizada por Lee Marvin, Clint Eastwood, Jean Seberg, Harve Presnell, Ray Walston y Tom Ligon en los papeles principales. El guion está adaptado por Paddy Chayefsky del musical de 1951 Paint your wagon, de los autores Alan Jay Lerner y Frederick Loewe.

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Y al escuchar el anterior tema, la poesía se siente aludida y llama a la puerta…

“Sólo soy feliz yéndome.

No entre cuatro paredes, con sus sendas espadas…”

 

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Pero, quizá, y al margen de todos los temas posibles que el cine musical puede abarcar, lo más importante, lo más pertinente, desde un punto de vista estético, sea intentar adivinar qué sutil condición debe cumplir para que la simbiosis entre acción y música, entre realidad y danza, sea posible. La solución está en la transición. En la competencia de la escena para que no percibamos cuándo acaba un concepto y cuándo empieza otro: ahí está el secreto, en el placer receptivo de no advertir el momento en el que el personaje ha dejado de hablar y ha empezado a cantar, de no notar esos segundos mágicos en los que los pasos caminantes de los actores se convierten en pasos de baile.

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Esa es la dificultad y la virtud necesaria del musical que se quiere, el deslizamiento suave del significante soportado por códigos diferentes. Ese devaneo suave al filo de la navaja, un coqueteo en la frontera que nuble y confunda la percepción estética del espectador, receptor sorprendido, cuando descubre que no ha sabido ubicar el límite entre la realidad contada y la inserción musical. Esto solo se produce cuando la canción, el baile, la música aparecen insinuados, suavemente, hasta hacerse presentes. Y no como una prótesis, incrustada de forma ortopédica, violentando, como una visita inesperada, como un extraño que no ha sido invitado, la imaginación que quería soñar… entregada.

En los musicales torpes (todos podemos recordar títulos, españoles, y de fuera) la aparición de la música se hace de forma artificial, tosca, como obligada, como si alguien dijera “y ahora, una canción… y ahora, un numerito“. Y no es eso, desde luego, no es eso.

West Side Story es una película se esfuerza por respetar lo natural, por hacer que parezca fácil lo que es sumamente difícil. Esa maravillosa traslación del mito de Romeo y Julieta se convierte en una maestra digna y generosa que nos enseña, sin aspavientos, qué es un musical.

Y, por último, la siguiente escena de esa película, se nos muestra como una apoteosis sublime de las ideas finales que hemos querido expresar.

Arraigo, desarraigo, inmigración, justicia social, nostalgia del paraíso… y la música, siempre la música, envuelta, aquí, en su poderoso manto de energía indestructible.

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El musical, características, historia y ejemplos | Musikawa

Este año, el Concurso Toma Nota estará dedicado al Musical y como es costumbre, aprovechamos para ponernos al día en conocimientos con un pequeño concurso musical que se llevará a cabo in situ. Para aquellos que penséis en participar, hemos preparado esta pequeña retrospectiva con algunos ejemplos y características que debéis conocer.

1. Definición:

El musical es un género teatral o cinematográfico en el que la acción se desenvuelve con secciones cantadas y bailadas. Es una forma de teatro que combina música, canción, diálogo y baile, y que se representa en grandes escenarios, como los teatros de West End (Londres) o en Broadway (Nueva York).

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2. Origen:

Su origen se encuentra en varias fuentes teatrales europeas del siglo XIX, conocidas como opereta, ópera cómica, comedia musical o vaudeville francés. Eran espectáculos de variedades sin unidad dramática que incluía canciones populares, bailarines, acróbatas y números cómicos. Este tipo de espectáculos siguió con vigencia durante el siglo XX, especialmente en Estados Unidos.

3. Evolución del Musical en el cine y en el teatro:

3.1. El musical en el teatro:

Adquiere su forma definitiva en la década de los años veinte, con una acción muy rápida y con canciones y otros números  musicales perfectamente integrados en la trama.

a.     Décadas de 1930 y 1940: fueron las mejores para el género, con obras de George Gershwin o Kurt Weil

b.    Década de 1950: destacan musicales como My fair lady.

c.     Décadas de 1960 y 1970: Grease , Jesucristo Superstar o Chicago.

d.    Desde 1980 hasta nuestros días: Los Miserables, Fama o Mamma Mia.

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3.2. El musical en el cine:

 

La comedia musical cinematográfica es un género cinematográfico específico que presenta dos rasgos fundamentales en relación con la música que utiliza:

  • Invierte los términos entre música e imagen.
  • Procede, en casi todos los casos, del teatro.

Su evolución, puede resumirse en tres etapas fundamentales:

 

a. Años 30: la edad de oro.

La comedia musical puramente cinematográfica nace en 1933 gracias Busby Berkeley y Fred Astaire con La calle 42, del primero y Volando a Río de Janeiro del segundo.

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Durante los años que trabajó para la Warner (1932-1939), Berkeley creó los más deslumbrantes números musicales de la historia del cine. Sus aportaciones fueron:

  • Pensar la coreografía y el aparato escenográfico en función del punto de vista de la cámara, rompiendo con la frontalidad y unidad de lo teatral.
  • Desarrollar un montaje capaz de resumir una larga historia en pocos minutos.

Fred Astaire creó un estilo visual también ajeno al teatral, pero basado en sus cualidades como bailarín. Suyo es el primer esfuerzo serio por integrar los números musicales en la trama argumental de la película.

 

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b. Los años 40 y 50: la edad de plata.

La productora que dominará el género será la MGM a partir de 1939 con El mago de Oz y la incorporación al estudio de Berkeley.

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Minelli debuta en 1943 con Cabin in the Sky y presidirá la producción de musicales en la MGM durante los 50. Gene Kelly, bailarín y coreógrafo, colaboró con Minelli en Un americano en París (1951) o Brigadoon (1954).

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También destaca en esta época Stanley Donen, con musicales como Cantando bajo la lluvia (1952) o Siete novias para siete hermanos (1954).

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c. Los años 60 y 70: la edad de plomo.

Los 60 proporcionan dos obras maestras, que son dos versiones cinematográficas de obras teatrales:

  • West Side Story (1961) de L. Bernstein  ejemplo de un musical vivo y dramático, abierto a la realidad y la calle, moderno en sus planteamientos coreográficos y musicales.
  • My Fair Lady (1964) con la realización cinematográfica de George Cukor.

Tras estas producciones el musical comenzará a decaer. Habrá éxitos artísticos y de público como “Mary Poppins” (1964), Sonrisas y lágrimas (1965) o Funny Girl (1968).

 

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d. Desde  1980 hasta la actualidad:

Ni el fenómeno rock-pop fue aprovechado, ni algunas excepciones como ¿Víctor o Victoria? (1982 con música de Henry Mancini) o Todos dicen I Love You (1997) de Woody Allen.

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Otros musicales cinematográficos: Evita (1996), El fantasma de la Ópera (2004), High School Musical (2006) o La Bella y la Bestia (1991).

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Stravinsky en Venecia

Isla de San MicheleLa mayor parte de las 116 islas que forman la ciudad de Venecia están unidas entre sí por puentes. Incluso quienes todavía no hayan tenido la suerte de visitar esta bellísima ciudad conocen algunos de ellos, como el puente de Rialto, el más antiguo de los cuatro que permiten cruzar el Canal Grande a pie, o el de los Suspiros, que une el Palacio Ducal con las prisiones (de ahí su nombre, por los suspiros de los presos que, al cruzarlo para ir o volver de ser juzgados, podían volver a contemplar por un instante la laguna veneciana).

También hay algunas islas a las que sólo se puede llegar con una embarcación privada o en vaporetto. Las más famosas tal vez sean Burano, por sus casas pintadas con colores vivos y su producción artesana de encajes de bolillo, y Murano, por sus artistas del vidrio, soplado a pleno pulmón para darle todo tipo de formas.

A medio camino entre Venecia y Murano hay otra isla muy importante, aunque menos turística: San Michele. En realidad, se trata de dos islas que hasta hace algo menos de dos siglos estaban separadas por un estrecho canal que ha sido llenado de tierra para permitir la ampliación del cementerio, que ocupa todo su territorio. En este cementerio monumental descansan los restos mortales de numerosos personajes ilustres, entre ellos Igor Stravinsky.

El compositor ruso murió en Nueva York el 6 de abril de 1971, a punto de cumplir los 89 años. Se celebró un primer funeral en esta ciudad de Estados Unidos, país en el que pasó la mayor parte de su larga vida. Sin embargo a los pocos días, hoy hace exactamente 41 años, su féretro fue trasladado a Italia por su expresa voluntad para recibir sepultura en el mismo cementerio en el que desde 1929 descansaba Sergei Diaghilev, el empresario de los legendarios Ballets Rusos, una compañía que revolucionó la danza de la Europa de comienzos del siglo XX (dejando su fuerte influencia durante muchas décadas posteriores) gracias a la unión de su brillante e innovadora técnica, llena de vitalidad y expresividad, con la genialidad de un gran número de artistas que colaboraron con ella. Entre ellos: los pintores Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris y Henri Matisse, los coreógrafos Michel Fokine, Marius Petipa y Vaslav Nijinsky y los músicos Claude Debussy, Maurice Ravel, Erik Satie, Richard Strauss, Ottorino Respighi, Francis Poulenc y Manuel de Falla.

El encargo que en 1910 Diaghilev hizo a Stravinsky no pudo ser mejor oportunidad para el joven compositor, muy prometedor pero todavía poco conocido: la música para un ballet sobre un cuento infantil ruso. Stravinsky, que todavía vivía en su país de origen, compuso una primera versión para piano empleando un lenguaje musical con muchas referencias al folclore de su tierra. Seguidamente, poniendo en práctica lo que había aprendido de su sabio maestro Rimsky-Korsakov, lo orquestó empleando una paleta de colores vivos y brillantes. Así nació el El pájaro de fuego, la primera de una larga serie de colaboraciones entre estos dos grandes personajes de la cultura del siglo XX, incluyendo su obra maestra: La consagración de la primavera.

El protagonista de este cuento fantástico es un pájaro de color brillante que tiene el poder de deshacer los embrujos del malvado Kastchei. El príncipe Iván, tras capturar al pájaro, conmovido por sus súplicas, lo deja en libertad. Agradecido, éste le regala una de sus plumas, que le servirá para pedirle auxilio, agitándola en el aire, cuando está a punto de sucumbir frente al brujo. El pájaro le salva cantando una dulcísima nana que duerme a Kastchei y permite a Iván destruir el huevo que contiene su alma y hacer desaparecer al malvado para siempre.

En el siguiente vídeo, grabado en 1965, tenemos la oportunidad de escuchar y ver al mismo Igor Stravinsky, octogenario, interpretando la nana y el final de la suite del ballet (versión de 1945) al frente de la New Philharmonia Orchestra.

La suite de este ballet (versión de 1919) la emplearon los estudios Disney para cerrar el largometraje Fantasía 2000. Las imágenes no se refieren en absoluto al cuento original, sino que narran otra historia, la de una ninfa del bosque que, al final de un gélido invierno, despierta la naturaleza para que vuelva a llenar de vida y color los campos. Pero comete el error de despertar también a un volcán, cuya erupción es tan violenta que, además de cubrir todo lo que le rodea, casi la mata con sus enormes chorros de lava con forma de pájaros de fuego. Cuando la ninfa se recupera, al contemplar tanta desolación a su alrededor, deja caer una lágrima que, al contacto con la tierra, devuelve la vida a toda la vegetación y la felicidad a ella y su amigo ciervo.

En el minuto 4:23 de la interpretación de Stravinsky y en el minuto 5:55 del vídeo de Disney, empieza el final del ballet, El retorno a la vida de los caballeros petrificados y la alegría general, del que he preparado un arreglo para flauta dulce.

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