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Cada tres meses, en cada cambio de estación, me viene a la memoria Antonio Vivaldi, un músico que fue capaz de describir esas cuatro temporadas del año utilizando solamente instrumentos de cuerda y una estructura formal tan rígida como el concierto barroco, con un resultado asombrosamente acertado a pesar de la muy poca variedad tímbrica, rítmica y armónica de los recursos de los que disponía.
Para eso se inspiró en otros tantos sonetos, de los que tal vez fuera él mismo el autor, que narran algunos momentos de la vida cotidiana de la sociedad rural de comienzos del siglo XVIII, seguramente bastante más sensible al cambio de las estaciones y los fenómenos de la naturaleza que nuestra sociedad urbana del siglo XXI.
El ingenio de Vivaldi le permitió trasladar al sonido de los instrumentos el poder evocador de los versos de los poemas que, como podemos ver a continuación, es bastante grande (la traducción no respeta la métrica de la poesía, siendo su único propósito facilitar la comprensión del texto a los que no conozcan el italiano).
Allegro non molto Agghiacciato tremar tra nevi algenti Al Severo Spirar d’ orrido Vento, Correr battendo i piedi ogni momento; E pel Soverchio gel batter i denti; |
Allegro non molto Temblar aterido entre las nieves heladas al severo soplar de hórrido viento, correr golpeando los pies todo el rato; y por tan grande frío entrechocar los dientes. |
Largo Passar al foco i dì quieti e contenti Mentre la pioggia fuor bagna ben cento |
Largo Pasar junto al fuego los días tranquilos y contentos mientras la lluvia fuera cae a cántaros; |
Allegro Caminar Sopra il ghiaccio, e a passo lento Per timor di cader girsene intenti; Gir forte Sdruzziolar, cader a terra Di nuovo ir Sopra ‘l giaccio e correr forte Sin ch’ il giaccio si rompe, e si disserra; Sentir uscir dalle ferrate porte Scirocco, Borea, e tutti i Venti in guerra Quest’ é ‘l verno, ma tal, che gioia apporte. |
Allegro caminar sobre el hielo, y a paso lento por temor a tropezar ir con cuidado; Andar rápido, resbalar, caer al suelo, de nuevo andar sobre el hielo y correr rápido hasta que el hielo se rompe, y se agrieta. Sentir escapar de las puertas bien cerradas Siroco, Bóreas, y todos los vientos en guerra. Este es el invierno, y esta la alegría que nos trae. |
Podemos escuchar el concierto entero en una entrada del año pasado, que contiene una ejecución del Invierno por Nigel Kennedy, una interpretación que exalta la expresividad de la música con varios tipos de efectos violinísticos descritos brevemente en el texto de la misma entrada.
Sin embargo, hoy nos centraremos en el segundo movimiento, un largo con el cual Vivaldi nos describe la apacible sensación de quedarse tranquilos en casa mientras fuera llueve a mares. El pizzicato de los violines de la orquesta imita las gotas de la lluvia mientras el violín solista toca una de las melodías más cantabile del barroco veneciano. En el vídeo siguiente, el violinista Itzhak Perlman está acompañado por la Orquesta Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta.
Cuando volvamos de vacaciones posiblemente habremos experimentado más de un día esa sensación que intentaremos recrear interpretando el tema de este movimiento, que he arreglado para flauta dulce. Me he tomado la licencia de suprimir una nota grave para evitar utilizar notas demasiado agudas o tonalidades demasiado complicadas para el instrumento preferido por mis alumnos y alumnas.
La entrada ¡Feliz invierno! ha sido publicada primero en educacionmusical.es.
Entre las obras de Antonio Vivaldi hay una cuyo título es Il cimento dell’armonia e dell’inventione, una colección de doce conciertos para violín y bajo continuo. Los primeros cuatro de esos conciertos son tan famosos que tanto las partituras como las grabaciones son casi siempre publicadas separadamente bajo el título de Las cuatro estaciones.
Esta “colección en la colección” no es arbitraria, pues esos primeros cuatro conciertos tienen en común una característica muy interesante: el músico veneciano los compuso basándose en otros tantos sonetos que él mismo escribió, intentando recrear con música las imágenes evocadas por el texto. Así, por ejemplo, el poema que dio lugar al tercer concierto, dedicado a la estación que hoy tiene comienzo en el hemisferio norte, nos presenta imágenes otoñales de la campiña, empezando con las fiestas y los bailes por la buena vendimia, siguiendo con los resbalones y el sueño de los que se han excedido con el vino y terminando con escenas de cacería, en las que aparecen armonías típicas de los cornos y disparos de escopetas.
La interpretación que he elegido es la de un violinista que está entre mis preferidos, un jovencísimo Nigel Kennedy, que ya hemos tenido ocasión de escuchar en este blog, tocando el concierto de otra estación, El invierno, y el doble concierto de Bach.
El estribillo del primer movimiento de este concierto lo he arreglado para flauta dulce de manera que mis alumnos y alumnas de primero de ESO puedan ensayar el si bemol de manera entretenida y agradable.
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