Vengo de visitar el blog de Carlota Bloom, donde he podido disfrutar de su felicitación navideña y de su "ramonesca" llamada a la paz, y como soy muy envidiosa, se me ha ocurrido hacer lo mismo con este villancico del siglo XVIII, el siglo de las luces, el siglo del Despotismo Ilustrado, y de esa máxima - tan de actualidad, por cierto - que rezaba Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.
El autor de la música, nada menos que el Padre Soler.
[Antonio Soler y Ramos (Olot, Girona, 1729 - Madrid, 1783) fue un sacerdote y compositor catalán que pasó gran parte de su vida en El Escorial (Madrid) al servicio del Infante Don Gabriel (hijo de Carlos III)]
En cuanto al autor del texto, lo desconozco, pero viendo el insólito final y quién se lleva el gato al agua, da toda la impresión de que era tan catalán como el músico .
Intérpretes: Emsemble La Fenice, Arianna Savall & Jean Tubéry
Cada año, en Diciembre, elegimos un villancico "especial" para todos los cursos. Estas navidades le ha tocado el protagonismo a Santa Claus y a una canción compuesta por los norteamericanos John Frederick Coots y Haven Gillespie e interpretada por primera vez en un programa de radio en 1934. Su éxito fue fulminante. Desde entonces y a lo largo de los años, numerosos y famosos intérpretes la han grabado en todo tipo de estilos. Nos hubiera gustado incluir la versión de nuestros alumnos cañadienses, pero la falta de tiempo y los agobios propios del momento y de la profesión lo han impedido. Lo que sí podemos asegurar es que lo hemos pasado genial en clase tocándolo y cantándolo en español, en inglés o a "grito pelao".
Quiero recordarlo de nuevo aquí con unos cuantos ejemplos. Los hay para todos los gustos y todas las edades.
Y para conocer la verdadera historia de Santa Claus os recomiendo visitar la increíble Aldea de las letras, donde nuestra amiga María Eugenia Mendoza nos la ofrece con todo lujo de detalles.
El arte, como la música, se sitúa en el mundo ambiguo de lo indeterminado [...] se ha de buscar lo que supere, ilumine o amplifique el objeto y eleve el espíritu a la región del misterio, a la perturbación de lo irresoluto y su deliciosa inquietud.
(Odilon Redon)
Como ocurre con el Romanticismo, la predilección por la imaginación y lo fantástico caracterizará también al simbolismo. Este movimiento, literario en sus inicios, no tardó en extenderse a la pintura en la obra de artistas como Odilon Redon (1840- 1916), (cuya obra pudimos disfrutar la pasada primavera en Madrid). De raíces claramente románticas, insistimos, y precursor del surrealismo, el simbolismo buscó la evasión de la realidad, el sueño, la sugestión, la evocación y el misterio. Y ciertamente resulta misterioso el rostro que nos ocupa hoy; tiene los ojos cerrados, parece que duerme, o quizás no, quizás solo escucha y sueña.
Hay músicas que deben escucharse con los ojos cerrados; lo requieren, casi lo exigen. La obra que os presento a continuación bien podría ser una de ellas. Fue compuesta por Johannes Brahms (1833 - 1897) en el verano de 1883 . Se trata del tercer movimiento de su tercera sinfonía Op. 90 en Fa Mayor.
Hemos insistido mucho desde el comienzo del curso, en cómo el Romanticismo perseguía la libertad, exaltaba la individualidad y gustaba de lo remoto, lo extraño, lo inalcanzable, en contraposición a los ideales clásicos de orden, equilibrio y perfección (lo dionisíaco frente a lo apolíneo, una vez más).
Brahms, sin embargo, intentará conciliar ambas corrientes, de manera que pese al clasicismo formal que caracteriza sus sinfonías y que las define como música absoluta (alejadas de "programas" literarios y de la excesiva expresividad sentimental) conseguirá, sin proponerselo quizás, unas obras románticas en su sonoridad, intensidad y misterio.
El musicólogo Massimo Mila, en suBreve historia de la música, dice de él:
Músico de difícil comprensión donde los haya [...] amante del sosiego, de la música y de la cerveza, que llevó una vida modesta y solitaria y que no conoce las pasiones exaltadas de los románticos...
Váis a ver, pues, cómo la música de Brahms alcanza ese objetivo tan lúcidamente señalado por su coetáneo Odilon Redon, "elevando nuestro espíritu a la región del misterio".
Queremos hacernos eco del fallecimiento del compositor indio y gran maestro, Ravi Shankar.
Fue un extraordinario virtuoso del sitar - instrumento de cuerda pulsada típico de la India que todos habréis escuchado alguna vez, seguro -. Dedicó toda su vida a la música, dando a conocer su instrumento, su cultura y sus conocimientos. Su fama traspasó fronteras.
Se ha escrito mucho sobre su relación con George Harrison (de The Beatles) quien, dicen, le dio a conocer al gran público; pero el mérito de su arte es solo suyo.
Compuso obras en las que combinaba la sonoridad del sitar con la de instrumentos como el violín o la flauta, obras dedicadas y destinadas a ser interpretadas junto a grandes estrellas de la música clásica como Yehudi Menuhin (violinista) o Jean Pierre Rampal (flautista). Se atrevió incluso con la gran orquesta, con unos resultados sorprendentes. Escuchad estos ejemplos.
Ravi Shankar con Jean Pierre Rampal
Aquí con Yehudi Menuhin
Y para terminar, si os animáis a seguir viajando por el mundo sonoro, y para que os hagáis una idea de cómo suena la combinación de la orquesta occidental con el seductor sonido del sitar, os dejo uno de sus conciertos en tres movimientos.
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