A comienzo de este año escribí sobre el Auditorio digital (Digital Concert Hall) de la Orquesta Filarmónica de Berlín, la extensión virtual de la Philharmonie, el estupendo auditorio construido en la actual capital alemana a principio de los años 60 como sede de su orquesta más importante, una de las mejores del mundo.
Si todavía no habéis visitado ese sitio, ahora es el momento: el próximo viernes día 27 a las 19 horas CET (la hora de España y Alemania), tras el descanso estival, la Filarmónica de Berlín, bajo la batuta de su director principal, Simon Rattle, abrirá la nueva temporada de conciertos con un programa que incluye la cuarta sinfonía de Beethoven y la primera de Mahler. En esta ocasión, el patrocinador de la orquesta ofrece un número limitado de invitaciones para entrar en la DCH y asistir al concierto en directo de manera gratuita: haz clic en este enlace para conseguir la tuya. Allí nos veremos.
Vuelve la primavera, estación celebrada por muchos músicos: en este blog ya hemos hablado de cómo la veían Vivaldi y Stravinsky. Aprovechamos el día del equinoccio para disfrutar de otra obra musical que de alguna manera está relacionada con la primavera, la Sonata para violín y piano nº5, Op.24 de Ludwig van Beethoven.
En realidad, al contrario de lo que ocurre con el concierto vivaldiano (basado en el primero de los cuatro sonetos con los que el propio compositor describe las estaciones) y con el ballet strawinskiano (que describe el sacrificio ritual de una adolescente que danza hasta la muerte para atraer el favor de los dioses ante la llegada de la nueva estación), no hay ninguna razón extramusical que vincule la obra de Beethoven con la primavera. Tampoco hay ningún dato que vincule el título con el compositor, siendo muy probable que la idea haya salido del editor, que intentaba así hacer que la partitura fuera más atractiva para los músicos, sobre todo los aficionados, los mayores consumidores de música impresa durante el Romanticismo, época en la que se consideraba la música capaz de evocar todo tipo de imágenes y sensaciones.
La interpretación que os propongo es la de una violinista a la que no veo desde hace casi veinte años y a la que debo mucho: Dora Bratchkova, mi última profesora de violín, con la que estudié después de haber finalizado el conservatorio.
Fue un año muy productivo, debido a que sus conocimientos violinísticos y musicales están acompañados por una gran habilidad pedagógica y didáctica. Me impactaba la facilidad con la que diagnosticaba los problemas técnicos ofreciendo inmediatamente la solución personalizada, consistente en una pequeña modificación de la posición o de un movimiento. Pero era aún más asombroso ver cómo conseguía trabajar el fraseo, transformando nuestras ejecuciones en interpretaciones, nuestro tocar en cantar.
Hoy es el cumpleaños de Nigel Kennedy, uno de mis (muchos) violinistas favoritos. Obviamente me gusta sobre todo por como toca, pero también me gusta su personaje, que, al contrario de lo normal hoy en día, no está construido por las discográficas, sino que es un sincero reflejo de su personalidad. No tengo el placer ni el honor de conocerlo personalmente (ya quisiera yo), pero estoy convencido de lo que acabo de afirmar: su cercanía al público y el calor humano que desprende cuando sube al escenario, tan diferente a la frialdad de muchos conciertos “clásicos”, son palpables. E indudable es también su respeto e interés por todo tipo de música, lo que ha provocado su acercamiento a géneros tan diferentes como el jazz, el rock y el folclore de otros países y culturas, por ejemplo el klezmer en el álbum East Meets East, que grabó en 2003 con el grupo polaco Kroke.
No obstante ese interés por otros géneros, en la mayor parte de su actividad concertística y de su discografía ofrece un repertorío “clásico” que contiene los más importantes conciertos para violín y orquesta, desde Vivaldi o Bach, hasta Sibelius o Bartok, pasando por Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Chaikovsky, Brahms, etc. Y siempre con orquestas de primer orden, como la Filarmónica de Berlín o la de Londres.
A veces interpreta de manera algo heterodoxa, lo que puede provocar el rechazo de algunos puristas. A mi me gustan mucho las interpretaciones historicistas, no lo puedo negar, así como me encanta la sonoridad de los instrumentos de la época para reproducir la música antigua. Pero también me gustan las ejecuciones con carácter, que buscan entre las notas de la partitura para encontrar algo que refuerce las probables intenciones del compositor. En el vídeo siguiente, con el último de los conciertos de Las cuatro estaciones de Vivaldi, el Invierno (muy apropiado por la estación recién empezada), tenemos varios ejemplos: el empleo del efecto sul ponticello, acercando el arco al puente, donde la cuerda ofrece mayor resistencia, para producir un sonido frío y casi escalofriante; el uso del golpe de arco spiccato, que todavía no había sido inventado en los tiempos de Vivaldi debido a las limitaciones de los arcos de la época, que permite producir notas muy picadas y rapidísimas; o las acentuaciones exageradas (pero ¿estamos seguros de que eso no se hacía también cuando vivía Vivaldi? Al fin y al cabo el barroco es el período histórico-artístico de la exageración).
También es muy curiosa la introducción al segundo movimiento, que parece improvisada sobre el aria escrita en partitura, casi una cadenza ante litteram, precediendo, en vez de seguir, al movimiento al que se refiere.
Resumiendo, Kennedy nos ofrece una interpretación estudiada hasta el más mínimo detalle, sin por eso renunciar a la fascinación de la improvisación.
En fin, vayan para Nigel Kennedy mis mejores deseos de un feliz cumpleaños con mucha alegría y mucha música, y para los lectores de educacionmusical.es la posibilidad de escucharle en los próximos días en el reproductor de Grooveshark de la columna de la derecha.
Hace exactamente 35 años desaparecía uno de los mejores violinistas del siglo XX, David Oistrakh, que había nacido 66 años antes en Odessa, por aquel entonces perteneciente al Imperio Ruso y actualmente a Ucrania. A pesar de haber sufrido varios ataques cardíacos, siguió realizando giras de conciertos agotadoras y, fue en una de éstas, en la ciudad holandesa de Amsterdam, cuando su corazón dejó definitivamente de latir.
Diecinueve años más tarde, uno de los asteroides del cinturón principal, situado entre las órbitas de Marte y Júpiter, fue bautizado 42516 Oistrach (sic) en honor de David Oistrakh y de su hijo Igor, también violinista. La diferencia entre la manera en que escribimos el apellido de los violinistas y el nombre del astro se debe a la transliteración del cirílico.
Me resulta difícil elegir un vídeo entre los muchos disponibles en YouTube, documentos de grandísimo valor musical, dudando entre una de las muchas obras dedicadas a él por sus respectivos compositores (uno de los dos Conciertos o la Sonata de Shostakovich, por ejemplo, o la Sonata de Prokofiev, o quizás el Concierto de Khachaturian…) u otra de las obras de su inmenso repertorio. Al final me he decidido por una grabación de 1970 del Triple Concierto de Beethoven, junto con otros dos grandiosos músicos, Mstislav Rostropovich y Sviatoslav Richter: una rara ocasión de escuchar a tres auténticos colosos de la música unidos.
Despertarte un día y leer que Para Elisa no es obra de Beethoven sino de un tocayo suyo apellidado Nohl es un golpe duro de superar. Esta obra, cuyas nueve primeras notas son conocidas por todo el mundo, está situada en un puesto de honor dentro del museo imaginario de la música, el puesto que merecen las obras en las que lo bello se une con lo pegadizo. Por eso la noticia publicada ayer por algunos periódicos y revistas no especializados, tanto italianos como españoles, y cuyo eco rebotaba hoy en varios blogs, ha sentado como una ducha fría a más de un aficionado a la música. Quizás haya sorprendido menos de lo que pueda suponerse al mundo científico, de alguna manera más acostumbrado a las autorías dudosas y a las nuevas hipótesis que surgen tras estudios de años y años.
En esta ocasión, el estudio en cuestión es de un músico y musicólogo italiano, Luca Chiantore, que movió su residencia a España el mismo año en el que lo hice yo, en 1991, y que esta mañana presentaba en la Universidad Autónoma de Barcelona su tesis doctoral que contiene esta llamativa noticia, que vamos a intentar entender mejor.
Para Elisa fue publicada en 1865, es decir 38 años después de la muerte de Beethoven. El descubridor de su manuscrito autógrafo -que se perdió o que nunca existió como tal- fue un joven musicólogo llamado Ludwig Nohl, quien, según los estudios de Chiantore, más que un mero transmisor hacia la posteridad de una obra de Beethoven, sería el autor mismo de esa obra, partiendo, eso sí, de unos apuntes del gran compositor alemán.
Independientemente de la acogida que tenga esta tesis en la comunidad musicológica, creo que tendremos “Para Elisa de Beethoven” para rato, y no sólo en las partituras, los libros y los discos ya publicados. Todavía son muchos los que siguen atribuyendo la Sinfonía de los Juguetes a Leopold Mozart, en vez de a Edmund Angerer, sólo por poner un ejemplo, y en ese caso no se trata de una pieza tan emblemática como la dedicada a la misteriosa Elisa.
Raramente se encuentra esta bagatela en los programas de conciertos, a menos que se trate de conciertos didácticos. Sin embargo no es raro que se ofrezca como bis, al final de una actuación.
Si estáis interesados en aprender a tocarla, podéis descargar la partitura en pdf y, si lo necesitáis, echar un vistazo al siguiente videotutorial.
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