Hablamos del libro de la semana, pero más bien deberíamos hablar del libro del mes, o quizás el libro del año. Se trata de la última publicación de Fernando Argenta,Pequeña Historia de la Música, publicado en 2011 por Espasa. Nos gustaría intentar paliar el inexplicable silencio informativo que rodeó el fallecimiento de una persona tan importante en este país para el mundo de la difusión musical. No hablamos de la muerte, que al fin y al cabo es un asunto privado, sino de la falta de reconocimiento de su labor, desarrollada durante tantos años, al frente del programa Clásicos Populares, además de sus apariciones en TVE en El Conciertazo, sus giras de conciertos didácticos por toda España, sus libros, en fin, su inestimable aportación al mundo de la música clásica en nuestro país. Fernando, fuiste imprescindible para muchos de nosotros.
El libro dice en la contraportada:
"Nos encanta LA MÚSICA y nos parecería raro vivir en un mundo donde no existiera, pero ¿sabemos cómo empezó todo? ¿que la música que ahora tanto nos gusta está influida por todas las músicas anteriores, casi desde la Antigüedad?. Lo aprenderás en este libro; aprenderás tantas cosas que, después de leerlo, escucharás a tus grupos preferidos de otra manera".
Prueba de su estilo desenfadado, siempre plantando cara a la supuesta seriedad atribuida a la música clásica, son estos fragmentos que extraemos a continuación:
Ya que en 2º ESO estamos trabajando la Edad Media, mirad lo que dice el autor acerca de las Cantigas:
"El trovador español más conocido por la importancia de su trabajo fue Alfonso X el Sabio. En la segunda mitad del siglo XII este supersabio rey escribió más de cuatrocientas cantigas en alabanza a la Virgen María y a sus milagros (...). La verdad es que un poco palizas sí debía de ser Alfonso X el Sabio: Y es que el rey iba y le decía a un cortesano: Mirad, don Pero, os voy a cantar unas cantigas, y claro, don Pero ponía pies en polvorosa y llegaba hasta Burgos sin parar.
Pero el valor de las cantigas es inmenso (..), porque la música vocal y la música instrumental que contienen son el resultado tanto de la influencia del canto litúrgico cristiano en el canto popular como de la música árabe y judía que se daba en la España de aquellos años" (pp. 46-48).
En 2º de Bachillerato, ahora que empezamos el Clasicismo, podríamos aprovechar para leer sobre Haydn, el padre de la sinfonía, este divertido fragmento:
" Al final de su vida, papá Haydn viajó a Londres, donde era un auténtico ídolo. Allí ganó un pastón, le asaltaban los fans por la calle pidiéndole autógrafos y algunas bellas damas le perseguían, a pesar de tener ya más de sesenta años y de ser bastante feo" (p. 164).
Sobre el final de la vida de Mozart:
"Agotado por tanto trabajo y hundido en la miseria al ver que ahora todos sus esfuerzos por triunfar son inútiles, Mozart enferma, y tras el estreno en Viena de su maravillosa ópera La Flauta Mágica, muere el 5 de diciembre de 1791 sin haber acabado un misterioso encargo que le había hecho un también misterioso personaje: un Requiem que él, alucinado, piensa que es para su propio funeral. Tenía solamente treinta y cinco años.
A su entierro, en medio de un tormentón fenomenal, no acude nadie. Su féretro es llevado por un cochero en un carruaje al que sigue solamente un perro" (p. 168).
Valgan estas líneas como humilde homenaje a una persona sabia, simpática, paciente, un comunicador habilidoso, un talento, un genio. Gracias por esos momentos escuchando tu programa, gracias por todo, nunca te olvidaremos
Hace cien años, en el Teatro de los Campos Elíseos de París se estrenaba la que no dudo en afirmar que es la obra maestra de la música del siglo XX: La consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Quizás esta sentencia tan tajante pueda sorprender a más de uno, y más si no es su primera visita a este blog, de hecho, yo no sería capaz de hacer una afirmación similar respecto a cualquier otro siglo sin cambiar de idea a las pocas semanas o incluso días. Sin embargo mi convicción firme sobre el inmenso valor musical de esta obra me acompaña desde hace más de tres décadas. En esa época, en la que casi sólo escuchaba música barroca y, algo menos, clásica y romántica, casualmente vi este ballet en televisión con la coreografía de la inolvidable Pina Bausch (algo que ya conté cuando murió, hace casi 4 años), un hecho que cerró mi período vivaldiano y abrió el stravinskiano, que duró varios meses y durante el cual escuchaba casi exclusivamente obras del compositor ruso, gastándome mis ahorrillos de estudiante veinteañero en sus CD y vinilos, además de algunas partituras para intentar entenderlas más a fondo.
La energía que desprende la música que Stravinsky compuso para este ballet ―que representa un ritual primitivo para consagrar la primavera a los dioses, a quienes piden benevolencia a cambio del sacrificio de una adolescente, que será obligada a bailar hasta morir por agotamiento― es tanta que resultó terrible para los gustos de hace un siglo. Como si no bastara, la coreografía de Vaslav Nijinsky para los Ballets Rusos de Diaghilev, cargada de sacudidas y espasmos, y la brutal temática del sacrificio humano crearon un espectáculo tan intenso que muchos de los que acudieron al teatro no consiguieron aguantar, con reacciones que abarcaron desde los gritos e insultos hasta el abandono del teatro (esta última opción fue la que escogió Camille Saint-Saëns, compositor entre otros de El carnaval de los animales, no antes de despotricar un poco sobre el trabajo de Stravinsky, que en su opinión representaba una grave ofensa hacia la música, una postura que podemos entender y perdonar si consideramos que ya estaba muy próximo a los 80 años de edad).
Desde el punto de vista puramente musical, Stravinsky consigue esta fuerza tremenda gracias a unos recursos muy innovadores, como: un ritmo muy complejo con continuos desplazamientos del acento fuerte; una armonía también bastante compleja que generalmente huye de la jerarquía tonal, a veces evitando las relaciones tonales y a veces buscando la politonalidad; una instrumentación muy rica, con una continua exploración tímbrica y el empleo intensivo de una sección muy amplia y variada de percusiones.
Pasados 100 años del escándalo del estreno, la coreografía de Nijinsky ha perdido buena parte de su carga trágica y hoy en día es bastante improbable que pueda causar en el público actual un impacto emocional como el que suscitó ese día. Es más, a cualquier espectador del siglo XXI probablemente le resulte bastante más naïf que trágico, no sólo por el vestuario tradicional sino sobre todo por los gestos espontáneos e ingenuos de los bailarines.
Sin embargo esta otra versión, que he localizado casualmente navegando por Youtube, creo que sí pueda resultar impactante. Dos novedades con respecto a la original: una es que la elegida no es una joven virgen sino un hombre y la otra es que los protagonistas de la coreografía (de la que desconozco el autor) no son sólo hombres y mujeres sino también unos magníficos caballos que participan en la danza como auténticos profesionales. Es una grabación de 2002 en la que la música está interpretada por Pierre Boulez al frente de la Orquesta de Paris.
En el final del vídeo, la danza del sacrificio, la violencia implícita en este acto ya no está sublimada en la danza de una joven que se inmola más o menos espontáneamente por un supuesto bien para su comunidad. Los caballos que dan vueltas alrededor del elegido le están cerrando cualquier vía de fuga y la expresividad del bailarín deja clara su angustia frente a la muerte inevitable.
Un paso más en este sentido es el que da el coreógrafo Angelin Preljojac, que ahonda en la psicología de la víctima poniendo en evidencia su enorme sufrimiento y su extrema soledad. La protagonista, Nagisa Shirai, intenta escapar de su injusta condena pero su propia gente se lo impide y la despoja de su ropa, dejándola totalmente indefensa y vulnerable. Su desnudez acentúa la tragicidad del momento por exponerla a la mirada despiadada de sus verdugos, que hasta poco antes eran personas en las que podía confiar.
"Un recuerdo para Georges Moustaki, por esos años en que la cultura francesa nos llenaba de luz y estudiábamos francés en el instituto con sus canciones, antes que la "lengua del Imperio" nos colonizase."
Gracias, Eva
Pour avoir si souvent dormi avec ma solitude. Je m'en sius fait presqu'une amie, une douce habitude. Ell'ne me quitte pas d'un pas, fidèle comme une ombre, Elle m'a siuvu ça et là aux quatre coins du monde.
Non, je ne suis jamais seul, avec ma solitude.
Quend elle est au creux de mon lit elle prende toute la place. Et nous passons de longues nuits tous les deux face à face. Je ne sais vraiment pas jusqu'où ira cette complice, faudra-t-il que j'y prenne goût. Ou que je réagise?
Non, je ne suis jamais seul, avec ma solitude.
Par elle, j'ai autant appris qie j'ai versé de larmes. Si parfois je la répudie jamais elle ne désarme, Et si je préfère l'amour d'une autre courtisane, elle sera à mon dernier jour ma dernière compagne.
Non, je ne suis jamais seul, avec ma solitude. Non, je ne suis jamais seul, avec ma solitude.
Siempre me ha resultado complicado entender las historias de las óperas de Richard Wagner, en las que confluyen poemas épicos medievales, mitología nórdica y referencias cristianas, todo eso ambientado en un contexto histórico que sólo conozco muy superficialmente. Tampoco ayuda el hecho de que estén en alemán, idioma en el que sólo puedo manejarme como turista para comprar la entrada de un museo o pedir el almuerzo en un restaurante teniendo un idea más o menos exacta de lo que me van a traer. Por si no fuera bastante, hay otra razón por la que en mi casi medio siglo de vida todavía no he escuchado una ópera de Wagner de principio a fin: su larga duración, generalmente muy por encima de las 3 horas.
Tras esta confesión tengo que precisar que sí he escuchado bastantes fragmentos de este compositor del que hoy celebramos el segundo centenario de su nacimiento, pero centrando más la atención en el aspecto musical que en el conjunto de lo que él llamaba Gesamtkunstwerk, obra de arte total, una concepción que pretende que este género integre todas las artes (música, teatro, literatura, pintura, escultura, etc.) sin que ninguna predomine encima de las otras, una idea que el alemán defendía en abierta polémica contra la ópera italiana. De hecho, en ésta no sólo las artes visuales, también la acción escénica estaban totalmente doblegadas a las exigencias de las y los cantantes, parándose en cualquier momento la narración para permitir al tenor o a la soprano deleitar los oídos del público con melodías sublimes.
Por eso (y, naturalmente, por ser alemán) la música wagneriana es muy diferente de la de su coetáneo Giuseppe Verdi (su bicentenario será en octubre). Ni mejor ni peor, simplemente muy diferente, destacando positivamente algunos elementos muy innovadores que abrieron camino a muchos músicos que le siguieron en el tiempo y en las ideas, como por ejemplo el cromatismo, que llevó a la desintegración de la tonalidad, al dodecafonismo y al serialismo; o el Leitmotiv, ―motivo conductor― un fragmento melódico que identifica a una persona, un objeto o una cualidad abstracta de la ópera, recurso que, entre otros, será utilizado con mucha frecuencia por los compositores de música de cine.
Aunque en este blog ya hemos podido escuchar en un par de ocasiones algunas obras de Wagner, hay que admitir que no estamos hablando de un compositor muy conocido por el gran público. Sin embargo hay una pieza suya, que forma parte de la ópera Lohengrin, que todo el mundo conoce, me atrevo a decir sin excepciones, no sólo en España, sino en todos los países occidentales, pues es muy frecuente escucharla en las bodas: el Coro nupcial, también conocido como Marcha nupcial, que muy a menudo acompaña la entrada de la novia.
He realizado un arreglo para flauta dulce de esta pieza pensando concretamente en un par de intérpretes: mis sobrinas, que tienen tres días de tiempo para aprender aunque sea sólo la primera sección, hasta la doble barra, para tocarla para su mamá.
A ella y a su prometido, mis mejores deseo de una larga y feliz vida juntos.
En este año en el que se conmemora el bicentenario del nacimiento de Giuseppe Verdi os invito a compartir y escuchar esta anécdota que, bien podríamos hacer nuestra dados los tiempos que corren y que es un ejemplo maravilloso del poder de comunicación y de expresión de la música. Las imágenes dieron la vuelta al mundo.
Sucedió en Italia en 2011 Riccardo Muti dirige Nabucco en elTeatro dell'Opera di Roma.
En un hecho sin precedentes, Mutti concede un Bis y se dirige al público en con estas palabras:
Luego sucedió esto. Vedlo hasta el final, es conmovedor y merece la pena.
Nabucco fue estrenada en 1842 y trata sobre el exilio del pueblo hebreo en Babilonia. Este coro, "de los esclavos" gustó tanto a los italianos que lo adoptaron como "himno" frente la ocupación Austríaca. Hasta el cine se ha hecho eco de ello; más de uno lo recordará...
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