Esta delicia es el primero de Seis caprichos contenidos en el Poema del cante jondo de Federico García Lorca, a quien recordamos hoy por ser el aniversario de su asesinato, en la madrugada del 19 agosto de 1936, a la edad de 38 años.
Este poema fue escrito por Lorca en el 1921, pocos meses antes de pronunciar su conferencia Importancia histórica y artística del primitivo canto andaluz llamado “cante jondo” en uno de los actos de preparación del Concurso de Cante Jondo de Granada, que él mismo organizó en colaboración con Manuel de Falla, entre otros.
Su interés por recuperar y mantener la tradición musical andaluza llevó al poeta granadino a recopilar una Colección de canciones populares antiguas, arreglarlas para voz y piano e incluso acompañar con este intrumento a la Argentinita en la grabación de cinco discos gramofónicos, hoy día reunidos en un solo CD: Colección de Canciones Populares Españolas. Pinchando en el enlace anterior o en la imagen podemos escuchar todo el CD en Deezer, mientras que aquí podemos descargar el pdf del librito que lo acompaña, que incluye, además de algunos artículos, los textos de las canciones.
Antonio Vivaldi y Johann Sebastian Bach murieron un día 28 de julio, el primero en 1741 y el segundo 9 años más tarde. En realidad ésta no pasa de ser una mera coincidencia que voy a utilizar como pretexto para escribir esta entrada, y así recordar en el día de sus aniversarios a estos dos maravillosos compositores que, aunque fueron casi coetáneos (sólo siete años le llevaba el italiano al alemán), nunca llegaron a conocerse personalmente.
Ambos están incluidos en los manuales de historia de la música en aquel enorme cajón de sastre al que se le suele llamar barroco, como máximos representantes de esta época en sus respectivas zonas de origen: Vivaldi para el barroco veneciano (generalmente más vitalista y melódico) y Bach para el alemán (más racional y contrapuntístico).
Johann Sebastian Bach
Bach viajó poco, pero conocía muchos compositores por su obra, que estudiaba a fondo cuando merecía la pena. Ese debió ser el caso de la música de Vivaldi, que le interesó hasta el punto de realizar transcripciones de 6 de los 12 conciertos que constituyen la colección L’estro armonico, la Opus 3 del compositor italiano. Originariamente escritos para uno, dos o cuatro violines y cuerda, en los arreglos bachianos estos conciertos tienen como protagonistas a los instrumentos de teclado.
Pero el que más me gusta es el Concierto nº 8 para dos violines y cuerdas RV 522, cuyo primer movimiento está interpretado a continuación por los violinistas mallorquínes María Antonia Pons-Estel y Enrique Pastor acompañados por la “Camerata Son Servera”:
El mismo movimiento, sabiamente transcrito por Bach para aprovechar las características del órgano, podemos escucharlo y verlo en el siguiente vídeo, interpretado por un joven organista italiano. Subrayo lo de verlo porque siempre resulta fascinante observar, además de escuchar, cómo los organistas hacen música con sus pies.
Buscando estos vídeos me crucé con otro en el que la misma obra está interpretada con otro instrumento: el clavicordio. Aunque estemos en presencia de una “transcripción de la transcripción”, merece la pena escuchar también esta otra versión.
En el vídeo, además de disfrutar de la sonoridad de este curioso instrumento, podemos observar su interior y así entender mejor cómo funciona: al accionar una tecla se mueve una barra que golpea la cuerda en un punto exacto de su longitud, produciendo dos efectos distintos. El primero de estos dos efectos es el acortamiento de la cuerda, que variará su afinación dependiendo de la longitud de la parte que quedará libre de vibrar (algo parecido a lo que ocurre con las cuerdas del violín o la guitarra por la acción de los dedos del músico); el segundo efecto es, obviamente, la producción de la vibración y, por consecuencia, del sonido.
El intérprete, que es también el autor de la transcripción, es el estadounidense Ryan Layne.
Para entender el concepto de material musical, la selección de notas y ritmos que el compositor utiliza, elaborándola, para escribir sus obras, no hay nada mejor que un fragmento melódico muy conocido. Por ejemplo, la melodía Nokia, esas 13 notas que nos avisan que estamos recibiendo una llamada y que, con demasiada frecuencia, suenan intempestivamente interrumpiendo clases, conciertos, actos públicos y un largo etcétera.
En el siguiente vídeo podemos escuchar y observar una fuga construida sobre esas pocas notas.
Por cierto, esa melodía pertenece a una obra guitarrística compuesta por Francisco Tárrega, quien vivió entre el 1852 y el 1909, cuando los móviles todavía no existían.
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