Happy birthday, Philip Glass

Happy birthday, Philip Glass.
Happy birthday to Philip Glass.
A happy birthday to Philip Glass.
Wish a happy birthday to Philip Glass.
We wish a happy birthday to Philip Glass.
We all wish a happy birthday to Philip Glass.
From we all, a happy birthday to Philip Glass.
From we all: “Happy birthday to Philip Glass”.
From we all: “Happy birthday, Philip Glass”.
We all say: “Happy birthday, Philip Glass”.
We say: “Happy birthday, Philip Glass”.
Say: “Happy birthday, Philip Glass”.
Say: “Happy birthday” to Philip Glass.
Let’s say: “Happy birthday” to Philip Glass.

Estas humorísticas, aunque muy sinceras y afectuosas felicidades al compositor estadounidense, que cumple hoy 73 años, nos sirven de introducción al minimalismo, un género musical de tipo experimental en el que podemos adscribir la mayor parte de la obra publicada por Philip Glass.

En el minimalismo, tal como sugiere su nombre, incluímos:

[...] cualquier música que se implementa con una pequeña, mínima o limitada cantidad de recursos musicales: piezas que emplean una pequeña cantidad de notas o frases musicales [...] que sostienen ritmos básicos y repetitivos [...] que varían lentamente a lo largo del tiempo y que migran gradualmente a otras melodías. (Wikipedia)

La audición de Metamorphosis, una obra para piano en 5 movimientos que Glass escribió en 1988 para una puesta en escena del homónimo relato del escritor checo Franz Kafka, nos aclarará cualquier duda que nos pueda haber quedado tras la lectura de la breve definición.

Autor de óperas, música sinfónica, de cámara y de cine, Glass es conocido por el gran público sobre todo por esta última: entre sus bandas sonoras, con las que estuvo tres veces a punto de conseguir un Óscar, destacan las que compuso para El show de Truman (con la que consiguió un Globo de oro), Las horas (que le proporcionó un BAFTA), El ilusionista y Diario de un escándalo.

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Actualización pedagógico-musical (IV)

actualización pedagógico-musical

Laura García Marín

Con las dos últimas conferencias en programa, finalizaron ayer las Jornadas de actualización pedagógico-musical organizadas por el Centro de Profesorado de Marbella-Coín. La primera, titulada La Emancipación de la Viola, fue a cargo de Laura García Marín, profesora superior de Viola y docente del Conservatorio Profesional de Música de Fuengirola.

La ponente justificó la necesidad de dedicarle una conferencia a su instrumento debido al desconocimiento generalizado sobre él. Lamentablemente eso es cierto: tanto los melómanos como los intérpretes de otros instrumentos suelen conocer la viola sólo por su participación dentro del repertorio orquestal y camerístico, en el que ejecuta una parte de relleno raramente interesante por sí misma y casi siempre a la sombra de su hermano más famoso, el violín. Tanto es así que la mayor parte del gran público no consigue distinguirla de este instrumento.

Sin embargo la viola, además de ser capaz de interpretar efectivas transcripciones de otros instrumentos (sobre todo del violín y violonchelo) que resultan muy sugestivas gracias a su timbre cálido y fuertemente expresivo, posee un repertorio solistíco de primera magnitud sobre todo a partir de finales del setecientos: como ejemplo valga la Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta de Mozart, en la que, además de apreciarse la absoluta igualdad con la que el compositor de Salzburgo ha tratado los dos instrumentos, también se puede comparar la apariencia y el timbre de éstos de la mano de David e Igor Oistrakh, dirigidos por otro gran violinista y violista, Yehudi Menuhin, que en esta ocasión deja el arco por la batuta:

Laura Marín siguió su interesante conferencia explicando algunas de las razones históricas por las que la viola ha necesitado emanciparse, entre las cuales hay que destacar: sus características constructivas -esto es, la necesidad de encontrar el equilibrio entre la mejor sonoridad, para la que se necesita una gran caja de resonancia, y la mayor comodidad para el ejecutante, que disminuye al aumentar las dimensiones del instrumento- y la escasa dedicación de los compositores hacia ella, también debida al hecho de que la mayor parte de los violistas, durante siglos, han sido violinistas de pocos recursos técnicos que se pasaban a la viola porque su repertorio orquestal, como decíamos, solía ser un sencillo relleno armónico que no necesitaba mucha agilidad ni tampoco el empleo de las posiciones más agudas.

El ciclo de conferencias terminó con La música y la imagen en Antón García Abril, ofrecida por Paula Coronas Valle, doctora en Ciencias de la Comunicación y profesora de Piano del Conservatorio Profesional de Música Manuel Carra de Málaga. Especialista en la obra de Antón García Abril (Teruel, 1933), a la que ha dedicado y sigue dedicando buena parte de su actividad bibliográfica (incluyendo su tesis doctoral), discográfica y concertística. Con tales premisas, era muy previsible el alto grado de profundización y rigor que caracterizó la ponencia de la pianista malagueña, a la que podemos escuchar en el vídeo siguiente, estrenando Alba de los caminos, del compositor turolense, junto con el García Abril Quartett.

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¿Quién compuso “Para Elisa”?

Para Elisa

Ludwig Nohl

Despertarte un día y leer que Para Elisa no es obra de Beethoven sino de un tocayo suyo apellidado Nohl es un golpe duro de superar. Esta obra, cuyas nueve primeras notas son conocidas por todo el mundo, está situada en un puesto de honor dentro del museo imaginario de la música, el puesto que merecen las obras en las que lo bello se une con lo pegadizo. Por eso la noticia publicada ayer por algunos periódicos y revistas no especializados, tanto italianos como españoles, y cuyo eco rebotaba hoy en varios blogs, ha sentado como una ducha fría a más de un aficionado a la música. Quizás haya sorprendido menos de lo que pueda suponerse al mundo científico, de alguna manera más acostumbrado a las autorías dudosas y a las nuevas hipótesis que surgen tras estudios de años y años.

En esta ocasión, el estudio en cuestión es de un músico y musicólogo italiano, Luca Chiantore, que movió su residencia a España el mismo año en el que lo hice yo, en 1991, y que esta mañana presentaba en la Universidad Autónoma de Barcelona su tesis doctoral que contiene esta llamativa noticia, que vamos a intentar entender mejor.

Para Elisa fue publicada en 1865, es decir 38 años después de la muerte de Beethoven. El descubridor de su manuscrito autógrafo -que se perdió o que nunca existió como tal- fue un joven musicólogo llamado Ludwig Nohl, quien, según los estudios de Chiantore, más que un mero transmisor hacia la posteridad de una obra de Beethoven, sería el autor mismo de esa obra, partiendo, eso sí, de unos apuntes del gran compositor alemán.

Independientemente de la acogida que tenga esta tesis en la comunidad musicológica, creo que tendremos “Para Elisa de Beethoven” para rato, y no sólo en las partituras, los libros y los discos ya publicados. Todavía son muchos los que  siguen atribuyendo la Sinfonía de los Juguetes a Leopold Mozart, en vez de a Edmund Angerer, sólo por poner un ejemplo, y en ese caso no se trata de una pieza tan emblemática como la dedicada a la misteriosa Elisa.

Raramente se encuentra esta bagatela en los programas de conciertos, a menos que se trate de conciertos didácticos. Sin embargo no es raro  que  se ofrezca como bis, al final de una actuación.

Si estáis interesados en aprender a tocarla, podéis descargar la partitura en pdf y, si lo necesitáis, echar un vistazo al siguiente videotutorial.

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Gould y Bach por el espacio interestelar

Glenn GouldEl 4 de octubre de hace 27 años Glenn Gould fallecía en su ciudad natal, Toronto, en Canadá, a causa de un íctus al que sólo sobrevivió  una semana. Acababa de cumplir los 50 años y, a pesar de haber interrumpido su carrera concertística en 1964, año de su última actuación pública, llevaba una intensa actividad musical, consistente sobre todo en la grabación de discos y programas de radio y televisión.

La técnica extraordinaria de Gould le permitía tocar con extrema rapidez (cuando era necesario) sin renunciar a claridad y limpieza de sonido. A eso contribuía su manera de sentarse: estaba siempre muy bajo con respecto al piano, utilizando, en vez de un taburete regulable u otro tipo de asiento específico para su instrumento, una pequeña silla con las patas recortadas, conservada actualmente en la Biblioteca Nacional de Canadá.

La contrapartida era la limitada potencia del sonido que podía conseguir, por no poder aprovechar todo el peso de los brazos. Pero eso no era un problema por el tipo de música que prefería tocar, y cuyas interpretaciones han pasado a la historia. Me refiero a la música de Bach, y sobre todo a las Variaciones Goldberg.

No sólo su manera de sentarse al piano salía de lo habitual: hay más cosas que le valieron a Gould la consideración de excéntrico, como por ejemplo su manera de abrigarse, independientemente del calor que hiciera, por miedo a resfriarse, o su imposibilidad a resistirse a canturrear mientras tocaba, lo que traía de cabeza a los técnicos de sonido para que no saliera su voz en las grabaciones, cosa que raramente conseguían.

Aún así, sus discos son de un valor musical y artístico, además de histórico, inconmensurable. Una de estas grabaciones, el Preludio y fuga nº1 del Clave bien temperado de Bach, está viajando por el espacio interestelar, en la Voyager I, contenida en un disco de cobre revestido de oro que incluye este y otros logros de la actividad humana, a modo de tarjeta de visita para eventuales extraterrestres que pudieran encontrarla.

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In memoriam Alicia de Larrocha

Alicia de LarrochaAlicia de Larrocha, una de las más grandes pianistas de su generación y sin duda la más importante a nivel internacional de todos los pianistas españoles, falleció ayer en Barcelona a la edad de 86 años.

Apreciada intérprete de un amplísimo repertorio pianístico, dedicó gran parte de su actividad concertística y discográfica a la difusión de la música española para su instrumento, de la que, indudablemente, ha sido, y sigue siendo, la máxima autoridad a nivel mundial.

En el escenario desde los 6 años de edad hasta su último concierto público, en 2003, Alicia de Larrocha ha marcado una época para la música y el pianismo español, con un estilo que sobrevivirá en las interpretación de sus discípulos, directos o indirectos.

La recordamos con la magnífica interpretación de la Danza ritual del fuego de El amor brujo de Manuel de Falla que nos ha dejado en el siguiente vídeo.

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