Lucía Marien Vallory (la rocker): "La música nos permite trascender"

Hoy entrevistamos a una de las premiadas de nuestro concurso internacional de canto, Lucía Marien Vallory, de Argentina.

¿Cuál es la primera experiencia que recuerdas con la música?
Recuerdo a mi padre escuchando "la sinfonía pastoral" de Beethoven. Yo tenía 3 años y estaba maravillosa con esa música. Era un disparador para el movimiento y la imaginación 

¿En que momento decidiste que querías ser cantante?
Cuando estaba en el jardín de infantes, mis maestras me pedían que cantara las canciones que mis padres habían escrito (son músicos) y disfrutaba tanto ese momento que sabía que mi destino era cantar para complacer al público 


¿Qué personalidad musical crees que te influyó más en tus comienzos?
Vengo de familia de músicos, siendo la tercera generación que se dedica a esto, así que diría que la primer influencia es la sangre misma. Ya en la adolescencia, diría que Freddie Mercury fue mi mayor inspiración 

¿Cuáles son tus cantantes o músicos favoritos?
Como ya mencioné, Freddie Mercury, Janis Joplin, SRV, Ella Fitzgerald, Sumo,  Indio Solari, Soda Stereo,  Charla García 

¿En qué repertorio te sientes más a gusto en la actualidad?
Creo que me encuentro en el tango y el blues

Cuéntanos, por favor, alguna experiencia o anécdota que te venga a la memoria que tenga que ver con tu voz o tu experiencia profesional.
Hay muchísimas, pero quizás una de las más significativas es un evento que tuve, donde me habían pedido un repertorio especial y tuve un accidente en el camino, así que llegué tarde, totalmente embarrada, molesta y cuando comencé a cantar la gente se emocionó hasta las lágrimas. Fue como que "me perdonaron todo" . Ese día descubrí que mi verdadero talento es poner el alma en la voz y estar "desnuda" frente al público.

¿Qué opinas de la situación actual de los músicos y los cantantes?
Son tiempos difíciles. Para el arte, siempre son tiempos difíciles. Creo que hay una enorme oferta y variedad de músicos, que gracias a la era de Internet existe acceso a ellos de manera global, lo cual es muy positivo. Lo que me hace ruido es que la mayoría de las bandas o cantantes buscan los atajos para obtener fama en vez de disfrutar el camino musical formándose, conectándose con lo que están diciendo y vendiendo productos que serán olvidados rápidamente.  La música es comunicación y una forma de trascender. Podría jurar que son muy pocos los artistas que se abren camino para hacer historia. La música no puede ser un negocio. Al menos esa es mi opinion. 

¿Qué consejo o recomendaciones darías a los que empiezan ahora a cantar?
Que den todo en el escenario sin importar las variables. Que disfruten cada etapa, que la música acompañe sus vidas y que se permitan mutar ya que uno va evolucionando, por lo que esto tambien debe reflejarse en la voz. Les diría que entrenen continuamente y no se fien de lo que ya han logrado. Siempre hay que estudiar e ir por más. Con los años, la voz se vuelve más interesante y hay que estar a la altura de las exigencias cotidianas.

¿Quieres añadir algo más sobre tu relación con la música?
Creo que la música nos permite trascender. Con 32 años he pasado por miles de etapas, estilos, y siempre me permití experimentar. El camino te va llevando y yo siento que me voy encontrando en distintos lugares de acuerdo a mis vivencias. Hoy vuelvo a ser madre y en esta etapa de introspección la música también refleja nuevos matices. Hay que dejarse llevar.

¿Dónde pueden hallar nuestros lectores más información en la red sobre ti? 
Pueden seguirme en Twitter como luciamarien, buscarme en YouTube como Lucía Marien vallory. Mi banda es Inacherock. En Facebook soy Marien vallory  (la rocker). Hay más info dando vueltas pero los dejo que vayan descubriendo de a poco. Me gustaría llenar de likes mi taller de canto : www.Facebook.com/CantoMarien

MUCHAS GRACIAS

A ti :)

Mickey Mouse y Cía: una lectura feminista



Inicio una serie sobre dibujos animados que empiezo a conocer bien gracias a mi hija, con quien trato de lidiar con el entorno. Espero que sirva a quien lo lea para reflexionar un poco sobre el machismo simbólico, aunque también habrá pinceladas de otras muchas cuestiones con enjundia para una perspectiva educativa en general, no solo feminista.

El primero es Mickey Mouse, pero dejo claro que opinión va sobre los "Mickeys" de los últimos años, que en cualquier caso también recogen muchos elementos de los clásicos, desde luego. Me centro así en comentar La Casa de Mickey Mouse, Mickey y los superpilotos (que incluye "Las ayudantes felices") y Los cuentos de Minnie. La encantadoramente agreste casa de Mickey Mouse se puede poner desde el primer cumpleaños, o incluso antes; los urbanitas superpilotos y las demás series tienen tramas un pelín más complejas y universos más recargados, pero seducen desde los dos años.

Pues bien: mantengo que el noventa y nueve por ciento de la representación femenina en los dibujos animados oscila entre Minnie y Daisy. Minnie sería el estereotipo tradicional del género femenino más tradicional; Daisy, un intento de no hacerlo tan evidente, pero igual o más peligroso.

La ratona va a saco con toda la artillería del rosa, lo cursi, la moda, la damisela en apuros, el amor romántico y el andar de puntillas. Nada nuevo, hasta se ha hablado alguna vez del síndrome de Minnie para referirse, un tanto cruelmente, a las mujeres que solo se definen en función de un hombre (en realidad, lo suyo sería hablar de síndrome de Mickey a los hombres canallas cuyo referente ideal es una mujer a la que someter...) La mujer no nace, se hace, que diría Bouvair. Las minnies, también.

En las últimas series hay cierto maquillaje de todo esto. Pero es simple maquillaje a partir del suavecito feminismo liberal, aquel que ya cree que está todo resuelto. Igual es casualidad, pero le cambiaron el sombrero-florero que la hacía parecer florero entera. Y ahora es empresaria, emprendedora que dirían los peperos; y diseña, qué propio, sus propios lazos, qué propio. No son profesiones indignas, pero sí estereotipadas. Su otra ocupación, después de acompañar a su Mickey en las carreras, pero sin ensuciarse jamás en el taller, es llevar junto a Daisy una especie de estúpida empresa llamada "las ayudantes felices", consistente en hacer favores tradicionalmente feminizados (cuidar niños, cocinar pasteles, organizar fiestas, etc.), y por supuesto, vestidas siempre fashion para cada ocasión gracias a una máquina llamada el "giraestilos". Y todo a cambio de nada, sin ver un solo duro por trabajar. Pero eso sí, muy felices y realizadas en su rol de cuidadoras esclavizadas.

Lo de Daisy es diferente. Se trata de un personaje construido más como complemento a Minnie que a Donald (aunque en la época clásica no era así y se mostraba mucho más dependiente del pato). Con Minnie comparte la mística de la feminidad, pero no era plan de hacer una clon de Minnie, había que diferenciarla en algo. Y comoquiera que todo lo "femenino" ya estaba pillado, había que meterle algo "masculino" aunque fuese a regañadientes, resaltemos las comillas. Así que, siempre sin perder ninguna cualidad "femenina", Daisy puede ser fuerte y hasta llegar a tener una vis cómica por su ímpetu cuando pierde los nervios con Donald o cuando saca la maza Molly para arreglar el giraestilos (la maza Molly, que es como ella: lila floral... y burraca). Se busca un contrapunto de bruteza entre tanta fineza cuya gracia está en resaltar ese "a pesar de lo cursi que parecía". Es lo mismo que le pasa a la Leela de Futurama, la Fiona de Shrek o la Eli de Pocoyo. Pero a Daisy la hacen capaz de perder una carrera, junto a Minnie, por parar el coche para comprar zapatos en Fluchys. O la rompen del todo cuando adopta el papel de mujer ofendida porque su hombre, su pato, no le ha preparado ningún regalo por el mismo san Valentín por el que ella no le ha regalado nada.

En realidad, los personajes femeninos más interesantes son sin duda los secundarios: Clarabel la vaca y la canaria Cuquiloqui. Ambas van a su bola y no necesitan ser el complemento de nadie. Ambas adoptan roles tradicionalmente femeninos y tradicionalmente masculinos. Clarabel es bonachona, alta y algo torpe, y eso recuerda a Goofy, con quien tiene un rollito especial, pero sin embargo tiene una personalidad propia y puede ser directamente graciosa independiente del perro y a pesar de ser mujer, algo normalmente vetado. Como pasa con Cuquiloqui, cuya vis cómica parte además de la mordacidad y la ironía inteligente, no del golpe fácil.

En cuanto a los chicos, Donald y Goofy se llevan los principales papeles cómicos, como reza el canon, papeles masculinos: uno lo hace a través de lo gruñonería, el otro de la torpeza. Mickey representa el hombre neutro. Y es un líder afable, pero líder, y un amado líder. Él es quien organiza, dispone, elige y manda. Lo hace sonriendo, pero no delega nunca. Hay un capítulo titulado "Daisy espía" en el que, tras conocerse que la pata es una espía y tiene una misión, al final es él quien lleva la batuta y no para de provocar manterruptions.

Todos le rinden una especie de culto a la personalidad que ya la quisieran algunos dictadores de masas. Vive en un mundo en el que hay siluetas de él por todos lados, y si el profesor Von Pato —científico doblemente tópico: hombre y con acento alemán— construye un autobús-submarino, le pone el emblema de Mickey y automáticamente le nombra el capitán. Como capitán es de la nave espacial, o del barco pirata que acaba de recibir Goofy de su abuelo. Y todos le cantan al son de "capitán Mickey". Porque sí. Por defecto. Porque de él es la serie, faltaría más.

Preocupa mucho el jugueterío y la bestial mercadotecnia universal en torno a Minnie vs Mickey, que incita a familiares de todo el mundo a comprar regalos de uno u otro personaje en función de si el regalado es niño o niña, binarismo a saco. Es raro encontrarlos a los dos a la vez. A las niñas no se les prohíbe tener predilección a priori por Mickey, pero poco a poco se les orienta a sentirse identificadas con Minnie. Los niños sí tienen problemas inmediatos si declaran preferencia por Minnie, pero aun siendo obligados a preferir a Mickey, se les deja en paz cuando llegan a la adolescencia (momento en el que, eso sí, Mickey es sustituido por referentes más brutos). Ahora bien, a las niñas adolescentes se les sigue mostrando a Minnie como un referente de la feminidad, y de los juguetes pasan a la ropa y a los complementos en una espiral de infantilización que continúa en muchos casos en edad adulta.

Podemos en cualquier caso resaltar algunas cosas buenas de las series. Ante todo, el espíritu de equipo, superación, buen rollo y lealtad a la hora de resolver problemas, que si son de uno, son de todos y todas. O el aprendizaje de palabras y objetos con Doodles, ese artilugio al que de repente le salieron ojos y que siempre tiene lo que te hace falta. En la casa de Mickey Mouse tienen cierto peso las matemáticas  y la geometría más básicas. En los superpilotos se aprende cierta geografía e historia, pues cada carrera es en algún lugar del mundo (aunque mejor pasar por alto el batiburrillo de estereotipos remezclados del capítulo de Madrid). También valoro mucho cierta estética en las maquinarias que podríamos bautizar como steampunk coloreado. Y por supuesto, las canciones son geniales.

No olvidemos que tanto en la Boutique de Minnie como en Las Ayudantes felices se supera con nota el Test de Bechdel, corolario positivo que ocurre en los dibujos animados orientados a niñas. En cuanto están destinados a niños o a niños y a niñas, supuestamente lo segundo, lo triste es que estas apenas tienen relevancia en las historias y ni se hablan entre sí o con otras chicas, que ni suelen aparecer (ojo, eso mismo pasa en La Casa de Mickey Mouse o en Mickey y los superpilotos, pero aun así, menos que en cualquier película comercial).

Pues hasta aquí. Para la próxima, Peppa Pig...

Reflexiones de un profesor de Música sobre los libros de texto (parte I)





La razón te la da el contexto. Y hay veces que este pide a gritos que tires el maldito libro de texto a la basura, el cual no sé muy bien por qué se le llama así: tendría más sentido decirle "libro didáctico", y aún habría que hacer cierto esfuerzo para no anteponer "presunto" a la expresión; o mejor, "libro didáctico homologado", para ser transparentes y que nadie piense que caen de los árboles. Que ni son baratos, ni inocentes.

Las siguientes reflexiones —que dividiré en dos entradas— versan sobre mi experiencia personal ante el libro didáctico homologado, por poner un granito de arena a la cuestión, con Música de fondo, pero también otros fondos, y tienen digamos tres partes que se interrumpen un tanto entre sí: una introducción sobre la utilidad de los libros per se, aún como entes vírgenes conceptuales libres de pecado, pero lo pongo ya difícil hablando de los del pasado aún no superado; otra, sobre los libros reales y concretos que se nos imponen en la actualidad (que no son ni inocentes, ni baratos, decía); y otra última dispuesta para fantasear con posibles soluciones o, al menos, invitar a la reflexión. Porque tenemos un gran problema.

Mala fama tiene su uso en la pedagogía moderna y no tan moderna ya, y lo cierto es que se la han ganado a pulso desde los tiempos de los reyes godos. Desde luego, no me refiero a los tiempos de los de reyes godos de carne y hueso, y a buen entendedor pocas palabras bastan. En este enlace, por ejemplo, un recuerdo amargo de hasta dónde puede llegar un libro antididáctico homologado por el mismísimo régimen franquista. Nos pueden parecer ejemplos muy crudos y demasiado evidentes, pero una dictadura podía lograr normalizarlos en la sociedad, y en buena parte eso se hizo precisamente a través del control de la educación.

Pero los virus a veces no mueren, solo mutan para adaptarse de nuevo. La gran pregunta es cómo nos juzgarán dentro de otros cuarenta años, cuando la distancia colabore en que lo sutil se transforme en evidente. La gran pregunta es qué se nos está escapando ahora mismo, y en qué medida no hemos cambiado tanto como nos gusta creer, que ya no hay dictadura pero sí amancebamiento. Jaione piensa que "nuestros mayores" salieron bastante bien, pero está claro que no todos: solo así se explica la España rancia del "a por ellos", la que defiende a una manada de violadores o la que se cree todos los bulos sobre los y las inmigrantes: el legado de la educación franquista sobrevivió a sus libros de texto.

La mala fama de hoy tiene su origen de aquí, y con razón, y no solo por sus contenidos, sino por cómo se usaban a pie de clase —que no es como los usan hoy la gran mayoría de profesores y profesoras de la Pública, a propósito, por mucho que esos y esas gurús del BBVA se empeñen en hacernos creer lo contrario—. La innovación educativa no consiste en quemar libros de texto cual inquisidores sin siquiera abrirlos, que también los bolígrafos han firmado fusiles al alba y nadie tiene nada en su contra.

Está claro que hay contextos en los que la presencia del libro puede estar justificada, y hasta leer algunos de sus pasajes en voz alta. Ciertas asignaturas, en ciertos niveles, con cierto alumnado. Es que es de perogrullo, nadie discute esto desde hace décadas. Lo que ocurre es que la inercia convirtió a los libros homologados en poco menos que el estado natural de las cosas, con las dependencias monolíticas que eso creó, a alumnado y a profesorado, y sus pescadillas aún se muerden la cola, eso sí que es verdad. Pero como somos muy de matar moscas a cañonazos, pues a veces nos creemos que muerto el perro (o sea, el libro) se acabó la rabia. Y no.

Los contenidos sin libro parecen —parecen— a priori más abiertos; ahora bien, con un libro de texto de por medio tampoco tendrían por qué dejar de ser así; eso sí, empleando este como complemento y no como dictador de vacuas memorietas, es evidente, igual que con cualquier otro libro de lectura o material didáctico. No, la culpa no es del cuchillo —¡o de los móviles,ejem!—, sino de quien lo empuña para degollar la creatividad en lugar de para pelar papas y cocinar una gran tortilla. Con cebolla, claro. Y si no te adecuas al contexto, ya da igual que uses el mejor libro o ninguno: ni el mejor será tan bueno, ni su ausencia te garantizará nada.


Recuerdo que en mi primer destino ya tenía el libro puesto de antemano por el anterior jefe de departamento: cuando lo dejé de lado, algunos chavales se llegaron a quejar a la mismísima directora, que además les dio bola y me pasó el mensaje en una sesión de evaluación. Además de desorientados, estaban nerviosos, cabreados. Y lo peor es que les daban la razón. Ese fue mi primer toque de atención tras unas oposiciones en las que, al contrario, decirle a un tribunal que seguirás un libro a rajatabla es la mejor forma de suspender automáticamente. Cosa que me parece bien, de las pocas que me parecen bien de las pruebas, por cierto. Pero tiene su ironía, porque luego es todo mucho más fácil si vendes tu alma al diablo.


Hasta aquí el debate ontológico: tras los años sigo prefiriendo no tener nada fijo y crear mis propios materiales; o, por supuesto, trabajar en la recolección de las mejores aportaciones de otros, que lo que hay por Internet de mis compañeros y compañeras le da mil vueltas a cualquier libro de texto (cuyos autores y autoras se inspiran muchas veces en lo que los y las profeblogueros y profeblogueras creamos y compartimos, dicho sea de paso...).

Ahora bien, reconozco que la dependencia que encuentro en algunos cursos, sobre todo en los más cercanos a primaria, permite o incluso exige la existencia de algo tangible, a todo color, con los contenidos ordenados de algún modo, aunque no sea el que me gustaría a mí. Admito a regañadientes que su presencia legitima y prestigia nuestra asignatura, tan menospreciada, aunque hay más formas de conseguir esto que con papel satinado, por supuesto.

No veo mal los libros didácticos como referencias puntuales para quienes aún no son capaces de coger apuntes, o para quienes ni aparecen y necesitan materiales unificados para recuperar, o para tener ejercicios de un momento a otro para la sala de convivencia (ese eufemismo que solo compite contra el del Ministerio de Defensa). Y ni digamos ya en otras asignaturas con mucho más peso en lo textual y en lo numérico. De momento he aceptado tenerlos en 1º y 2º de ESO, pero solo porque en Andalucía ya media el chequelibro, que si no, seguiría aún negándome de todas, todas.

A partir de aquí, el debate de a pie de trinchera, ampliándolo allende Andalucía, o Navarra, o País Vasco. Y aquí va mi tesis: aceptando la posibilidad de su pertinencia eventual como complemento en determinados cursos, mientras conseguimos aulas con más medios, ratios más bajas, y alumnos y alumnas menos dependientes de los libros de texto, aún todavía nos quedarían dos problemas muy graves que resolver: 1) los libros homologados que se nos ofertan suelen ser una basura, así de claro lo diré; y 2) los libros de texto cuestan un riñón, y el chequelibro (que es un paso, pero tampoco es la panacea, ojo) no se oferta en todos lados.

Resulta que, a priori, como libro de texto principal solo puedes escoger de entre una pequeña gama de candidatos: el selecto grupo de los homologados. O pseudohomologados, hablemos claro, pues rara vez son mirados con lupa por las administraciones, que hay mucho dinero e ideología en juego. Alguna vez ha ocurrido que el libro se retira tras alguna denuncia mediática, pero se retira porque se permitió de antemano, no nos olvidemos de eso.

En Andalucía no recuerdo el caso, recuerdo esta cosa tan repugnante que, ante la presión, decidió retirar no la Junta (!), sino la propia editorial, Anaya, confiando el nuevo libro retocado a los mismos autores. Y ya está. Aquí no ha pasado nada: ni una multa simbólica, ni una sanción: el resto del libro sigue estando homologado. El único que ha regulado algo es el propio mercado capitalista, que Anaya solo quiso lavar su imagen para no verse adectada.

Los libros de texto homologados suelen ser regulares, malos o hasta buenos en su parte más digamos técnica, pero desastrosos casi siempre en su currículum oculto (o en el evidente). No, "desastrosos" es un calificativo muy suave: albergan discursos de odio promovidos sin pudor, así de claro lo diré. Nada raro sabiendo que las editoriales que dominan el mercado son católicas. Pero lo de menos son los ejemplos espectaculares como el de Machado y Lorca, lo realmente dañino es lo que nos quieren colar revuelto en el puré.

De la parte técnica, cada uno lo sabrá bien en su materia. A veces se tratan los contenidos con excesiva e innecesaria complejidad; en otros casos predomina el simplismo historiográfico, abundando prejuicios superados por la universidad más decimonónica. En el caso de Música, si bien hay buenos materiales en lo que respecta a partituras o musicogramas, los textos en sí suelen ser de lo más inadecuado.

Eso sí, también predominan partituras puestas como relleno de pavo, que ocupan páginas y páginas que solo encarecen el producto, habiendo miles ya por Internet y con arreglos mucho más adecuados a nuestras realidades educativas. Además, a nadie se le ha ocurrido poner partituras con los nombres de las notas encima de las cabezas, algo que practicamos los docentes de música y que es básico para atender a la diversidad.

Pero lo peor son los contenidos, y aún no iré más allá de lo estrictamente musical. Me centraré en la parte histórica, con ejemplos al tun tún que recuerdo mientras escribo. La polifonía se inventó un buen día en Notre Dame, por supuesto, y a mayor gloria de la Iglesia católica. Hablaremos de la música de los siglos de la Edad Media en España... ¡obviando por completo la música andalusí! La dinámica de "Nuestra música" y de "otras músicas del mundo" rozará el racismo, si es que el racismo se puede rozar. Y si hay alguna compositora, su lugar será el de algún recuadro perdido, como rara avis, como una extraña invitada. Por cumplir y que conste, no más. Feminismo neoliberal de última hora, que no es feminismo ni es ná.


Las etapas de los periodos musicales son las mismas que podríamos encontrar en un manual de 1947, pues hay quien no es capaz de copiar y pegar bibliografía por lo menos un pelín más actualizada y descubrir que lo de los tres periodos del Barroco de Bukofzer está ya más que superado. Pero un momento: ¿qué hacemos contándole a una chavala de 2º de ESO lo de los tres periodos de Bukofzer?

Como en los libros de otras materias, se nota también el copia y pega a toda prisa, de bibliografías básicas ni siquiera citadas, pero sobre todo, de ediciones anteriores que hay que redactar de nuevo para incluir aquesta nueva competencia, objetivo, indicador evaluativo o lo que se inventen las altas instancias la semana que viene. Pero siempre con un descaro tremendo y una falta de seriedad y perspectiva crítica demoledora. Como ocurre con la última competencia: he visto uno en el que se subrayaba, no sin la ayuda de un calzador, la cultura emprendedora de... ¡los gremios de los lutieres medievales!

Es lógico entonces que las tablas que acompañan "la guía didáctica" o "proyecto didáctico" (ya sabéis, el machistamente conocico como "libro del profesor") acaben siendo loas al estructuralismo pseudocientífico, que ya solo falta vernos con batas blancas, programar y evaluar con microscopios, y nunca más mirar a los ojos a ningún alumno o alumna, convertidos y convertidas en simples número de este teatro.

El caso es que esas tablas triunfan porque, si las fusilas en tu programación, resuelto queda el trámite burocrático infame al que nos someten a los y las docentes: relacionar las competencias clave con los nuevos contenidos, objetivos y criterios de evaluación para cada unidad didáctica de cada asignatura. O eso piensan quienes creen que por ser libros homologados estás cubierto ante inspección, que tampoco lo estás, por incongruente que parezca. Cortas, pegas, que ya lo tienes hasta en formato digital, lo envías a Jefatura de Estudios, que a lo sumo le echará un vistazo, y santas pascuas. Y si no hay cambios normativos de un año a otro, cosa bastante rara, pues ni los retocas. Pero ni eso es así, ni la dignidad debería venderse tan barata, caramba. Por ahí no paso ni pasa la mayoría de mis compañeros y compañeras. Pero alguno he visto llamando a las editoriales para exigirles que les envíen el papeleo de forma inmediata...

Bueno, en realidad he visto ya de todo. Aún cursando el CAP, la profesora que me lo llevó andaba cabreada porque tal editorial le había comprado un aire acondicionado al Departamento de Sociales, con el alumnado muerto de calor, por cierto. Ahí ya me di cuenta de que algo no marchaba bien. A mí mismo me han llegado a proponer una pizarra digital, pero me negué tajantemente, por principios y porque, además, iba que chutaba en aquel centro con mi proyector y mi pizarra blanca para rotulador. Pero el caso es hay una financiación encubierta de medios que deberían ser dispuestos por la Administración, dejemos a un lado si las pizarras digitales no son sino otro timo para despilfarrar y conceder contratos. El caso es que no podemos privatizar la pública a trocitos, no podemos dejar los derechos del alumnado al mejor postor.

Estos libros también suelen ser basura, al menos en mi materia, porque el desorden campa a sus anchas en correspondencia con las ambiguedades e incoherencias marcadas por los diferentes currículos a lo largo de los años. Los de Música están dañados de muerte en Andalucía, especialmente desde que se cargaron 3º de ESO hará algo más de diez años. Cosas parecidas ocurren en otras asignaturas, y siempre se acrecienta el despropósito cuando ciertos contenidos se cubren de forma tan simplista en unos casos, tan profunda pero ingenuamente en otros. En todos los casos, sobresale una clara inadecuación al contexto en el que se impartirán.


Por ejemplo, lo de la polifonía nacida en el París medieval, además de ser mentira, es un flagrante caso de etnocentrismo, igual que todo lo que no sea de Occidente es visto como algo homogéneo, negativo, inferior, invisible. Como también hay un problema en la invisibilidad de la mujer, disimulada muy mal, decía, o en su tratamiento micro y macromachista, en Música y en todas las asignaturas. Como también se fomenta la visión del mundo privatizadora y capitalista con aquello de la educación emprendedora, el último gol neoliberal del PP, loando a los gremios con ingenua ironía, pero loando sobre todo a cualquier empresario o cosa que se le parezca de cualquier época antes que a cualquier trabajador actual. Como nunca desfilan personas de clases bajas si no es por ejemplo para inculcar la caridad cristiana o el racismo más paternalista. Como todo lo que se salga de la heterosexualidad normativa es tabú o tragedia chaikovskiana, y eso, a lo sumo. Como cuando la vejez no existe ni en las fotos, como si viviésemos en el mundo de Logan antes de fugarse. O como cuando se ensalzan las fuerzas armadas con un ánimo militarizante.

O como cuando se constata que no hay ningún tipo de perspectiva crítica hacia la historia sangrienta, anticientífica, machista, homófoba, moralista y censora de las religiones; antes al contrario, todo son buenas y apologéticas palabras respecto al hecho religioso, pero lo cogemos por los pelos desde la Prehistoria si hace falta, y a sobrecargar luego la historia de la música de obras sacras por encima de todo. Que molan, pero también con distanciamiento estético, no solo con fe por medio.


Aún estoy esperando un libro de la ESO en donde, al hablar de los castrati, se nos presente el tema no como un curioso exotismo, sino como algo cruel, mutilador... y de orígenes religiosos, que la mujer no podía cantar en una iglesia por una simple frase atribuida a san Pablo. O donde se nos cuente, tras matizar lo del París medieval, que hubo hasta un papa que espetó una bula prohibiendo esa nueva polifonía que se propagaba, por hermosa, al servicio del placer pecaminoso del oído.
Jurjo Torres, que lleva décadas denunciando esta situación y es seguramente la mayor autoridad al respecto en nuestros lares, resumía los males que he ido citando en una reciente entrevista sobre los libros de texto patrios, y apuntaba culpables:

En definitiva, aún a día de hoy nos sale, en los estudios que realizamos todos los años que los libros de texto son clasistas, racistas, sexistas, edadistas, homófobos, militaristas y católicos. Puede haber un pequeño cambio con respecto a cuando los empecé a analizar en los 80, pero en líneas generales siguen siendo así, y se explica porque la mayoría de las editoriales pertenecen a grupos religiosos. Y los grupos laicos, como Anaya —aunque compró Bruño, que es un grupo religioso— y PRISA, que es el grupo Santillana, el problema que tienen es que quieren vender libros al alumnado de las clases medias y altas. Esos que están escolarizados en colegios privados y concertados religiosos católicos y, por lo tanto, o incorporas esos contenidos a los libros o, de lo contrario, no los van a comprar. 

Aún se quedaba corto Torres, de quien recomiendo todos y cada uno de los artículos que recopila en su página web sobre los libros de texto, pues también podríamos hablar de bifobia, transfobia, gordofobia, discafobia, xenofobia (no solo de tipo racista), incitación al consumismo, publicidad encubierta (o no), revisionismo franquista, borbonismo... Además, cambiaría lo de "sexistas" por "machistas" o por "patriarcales", pues ambas alternativas ya implican el sexismo, que ya tiene uno bastante con esos planes escolares de Igualdad de Género pero nunca de Feminismo. O con las demagógicas equidistancias al tratar la Guerra Civil.


Pepo Jiménez tiene una antología con un poco de todo en su artículo de grandes pasajes adoctrinantes de libros de texto, pasajes cazados en los últimos años a través de las benditas redes, que para esto no son tan malas; aunque, a propósito, su crítica a la arroba inclusiva de un libro concreto no venía a cuento ni es comparable al conjunto de bestialidades que acompañan su loable compendio.


Respecto al racismo etnocentrista de los libros de texto y su raquítica diversidad cultural, quisiera recomendar el artículo "Diversidad cultural y libros de texto", de María Elena Álvarez López, incluido en el libro Educación Intercultural, perspectivas y propuestas (editado en la UNED por Teresa Aguado y Margarita del Olmo). Su estudio está dedicado a los libros de la asignatura de Sociales, pero sus conclusiones, de hace ya casi diez años, son aún hoy igualmente aplicables al resto, y por supuesto a mi materia:

Los libros de texto de Ciencias Sociales se basan en el presupuesto de una sociedad homogénea, transmiten la idea de que existen dos culturas, la de Occidente, con toda su riqueza artística, histórica y geográfica; y la de los otros, en la que sólo interesa reflejar su folklore. Los primeros son los responsables de los logros y avances de la humanidad, mientras que los segundos
representan el subdesarrollo.


Sobre la cuestión patriarcal se puede uno o una introducir con este resumen de Marisa Cohan, y, en particular para la invisibilidad de la mujer, no se debe ser docente y no conocer el informe que Ana López Navajas coordinó para el Instituto de la Mujer en el seno de la Universitat de València. Según sus datos, la representación femenina en los libros de texto no llega ni al trece por ciento, y ese porcentaje tan solo garantiza que son nombradas, nada más. Imprescindible leer este artículo suyo, o cualquier otro de entre los que ha subido a Academia.edu.


En fin, no es mi objetivo hoy entrar en más detalles por ahora de de cada una de las miserias que caracterizan a estos libros, reflejos de la sociedad que a su vez colaboran en construir. Podríamos seguir mucho más, pero creo que es suficiente para esbozar una visión general de por qué creo que sigue siendo mejor rehuir de los libros de texto. De los que se nos ofertan. Por lo menos, hasta que no se ataje con determinación una renovación radical del sistema de homologación, que a día de hoy parece más un trámite de comprobación normativa y de rendición de cuentas, a empresarios y curas, antes que un control responsable de calidad.

Ahora bien, ojo, que los profes y las profes también estamos para deconstruir y desacralizar los textos, y eso, además, a los chavales y chavalas les encanta. Esa es mi propuesta de afrontamiento más clara desde el momento en el que, por el motivo que sea, asumimos tener el complemento puñetero en nuestras aulas. De hecho, interinos/as en sustitución y funcionarios que no sean jefes/as de departamento rara vez tienen la opción de quitarlo, o de por lo menos elegirlo. Ni siquiera desde la jefatura los puedes cambiar de un año para otro hasta que pasen cuatro. Y luego están las dependencias históricas de las que hablaba más arriba, pero es que nuestra obligación está en adaptarnos a nuestra realidad.

Por eso, nada de mirar para otro lado, al revés: cuanto peor sea el libro, pues quizás tanto mejor si aprovechamos para que el alumnado pierda ese extraño respeto a la autoridad que aún emana la letra impresa; aún tanto mejor para inculcar lo más importante que debe inculcar un profesor o profesora: pensamiento crítico.

Redundaré en esto último en la segunda parte de esta entrada, y me referiré asimismo a la necesidad de que los y las docentes de la Pública generemos y compartamos materiales propios, y que ello se nos valore de una vez. Pero primero hablaré del segundo gran problema al que aludía más arriba en relación a los libros homologados: el asqueroso dinero. Y matizaré algunas cuestiones del chequelibro andaluz...

Dadme un tiempo, y sigo.

Estudios superiores de canto: de lo general a lo particular

Por Isabel Villagar, Profesora de Canto on line

Desde hace algún tiempo vengo reflexionando sobre la necesidad de que el sistema educativo ofrezca en los niveles superiores una base lo suficientemente general y amplia como para permitir al titulado/a desempeñar diferentes tipos de trabajos musicales.


Dentro de esta educación general de canto considero fundamental no sólo una buena competencia a la hora de cantar sino también toda una serie de capacidades que permitirán al egresado afrontar diferentes labores musicales. 

Dentro de estas compentencias considero básicas las de:

  • teatro, 
  • danza, 
  • idiomas, 
  • instrumento polifónico (piano o guitarra), 
  • nuevas tecnologías aplicadas al mundo musical (como, por ejemplo, edición de audios y vídeos, autogestión de página personal, etc...), 
  • capacidades pedagógicas (escuelas y sistemas metodológicos pasados y presentes, educación musical y en técnica vocal para niños, adultos, enfermos, embarazadas, discapacitados, etc...), 
  • marketing, 
  • orientación laboral, 
  • anatomía aplicada 
  • y un largo etcétera...

Considero que con una buena base la especialización será una consecuencia y será una respuesta a las inquietudes que manifieste la persona.

Por eso no creo que sea bueno en los centros de enseñanza musical fomentar la hiperespecialización, para eso ya están los masters y doctorados. O deberían estar...

Y por eso me planteo si el sistema no sería más efectivo
 proponiendo las especialidades muy específicas y concretas 
en itinerarios de master y de doctorado. 

Por poner un ejemplo, en el ámbito universitario, los informáticos reciben una formación global que conforme avanza la carrera les permite enfocar hacia una dirección determinada...

Es decir, salen al mercado laboral con un abanico amplísimo 
de posibilidades en las que trabajar.

En música la realidad consuetudinaria de los recién titulados está muy alejada de la preparación que reciben y por tanto, muchas veces se encuentran totalmente distanciados de lo que van a afrontar realmente en el día a día.

"¡Canta feliz!"

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© Isabel Villagar, Profesora de Canto On Line

Zapateado





En la entrada de hoy vamos escuchar el Zapateado op. 23 no. 2 de Sarasate por el violinista Augustin Hadelich.


Esta obra forma parte de sus Danzas Españolas. Está inspirada por la música popular española.






Pablo Sarasate fue un violinista y compositor español. Estudió en el Conservatorio de París y tuvo una gran fama en su época. En su música emplea una técnica muy virtuosa como los armónicos artificiales o el pizzicato de mano izquierda.

Anteriormente hemos escuchado la Fantasía de Carmen de Sarasate. Si la quieres escuchar, pincha sobre la imagen:



¡Os deseo un feliz fin de semana!