Aaay… mi alumna Sofía… tan loca que está y tan divertida que es.
El pasado jueves por la tarde la llamé por videoconferencia, como cada jueves, para nuestra sesión de entrenamiento vocal.
Hasta aquí todo normal, con una ligera excepción: la pillé merendando. Aunque yo no me enteré hasta que pasaron 10 minutos desde el inicio de la sesión.
La veía extraña, muy distraída. Ella es una cabeza loca, pero siempre se concentra mucho. Algo no cuadraba.
De repente, ver que se lleva algo pequeño a la boca, como tratando de ocultarlo. Yo me quedo… ¿WTF?
Lo hace una segunda vez… y a la tercera ya no pude más. Sofía, ¿qué haces?
Resulta que, con mi videollamada, la interrumpí y no pudo acabarse una barrita de chocolate. Le quedaba un trocillo de nada.
Le digo: Venga Sofía, ¡seguro que puedes aguantar 20 minutos sin chocolate!
¿Resumen? No, no podía aguantar ni 1 minuto. Seguía desconcentrada, llevándose cachitos de chocolate a la boca.
No me malinterpretes, yo vendería a Carlos por media barrita de chocolate, pero si Sofía seguía así, no íbamos a conseguir nada.
Le dije: Venga, acábatela y seguimos.
Desde ese momento ya volvió a ser la Sofía de siempre. Concentrada y rindiendo.
Llámalo chocolate, llámalo WhatsApp.
Es como ese típico “amigo” con el que quedas para tomar algo y está más pendiente del teléfono que de ti. “Sí sí, te estoy escuchando.”. Ya sabes…
Para practicar canto, sobre todo cuando estás empezando, tienes que concentrarte en lo que estás haciendo. No se trata sólo de repetir los ejercicios. Se trata de repetirlos prestando mucha atención a cómo los estás haciendo.
Porque si los repites mal 1.000 veces, tendrás que repetirlos 1.000 veces más para deshacer las primeras 1.000 veces.
Hace por lo menos 3 años que no caigo enferma, y todo gracias a un producto que nunca hubiera imaginado: el agua oxigenada.
Lo primero que necesitas es, oh sorpresa, agua oxigenada. La venden en el supermercado y cuesta cuatro duros (o cuatro céntimos, para los más jóvenes).
Cuando llegue un día de esos en los que sientas que un constipado te está acechando (cansancio, molestia ligera en la garganta, etc.), es momento de aplicar el proceso.
Tienes que hacerlo en ese momento, que es cuando la situación no se ha puesto chunga. Si lo haces después seguramente sentirás alivio, pero no te permitirá esquivar la enfermedad cual ninja.
El proceso consiste en dos pasos y es muy sencillo:
Haz gárgaras con el agua oxigenada. Es ASQUEROSO, te lo aseguro. Te deja la boca con un sabor de lo más desagradable, pero tampoco dura demasiado. Y siempre te puedes enjuagar después con agua normal.
Impregna un bastoncillo para los oídos con agua oxigenada y pásatelo por los oídos. Por ahí también pillamos muchas infecciones.
He compartido este truquillo con muchos alumnos, y les ha ido bien.
Ojo, esto no quiere decir que a ti también te vaya a funcionar de maravilla, pero para lo cuesta vale la pena que lo pruebes.
Eso sí, asegúrate que el agua oxigenada que utilices sea de uso tópico.
Nuestra lista de correo no es que sea de uso tópico, pero si te apuntas puede ser algo mucho mejor para tu voz.
Me encuentro delante del ordenador, y hace un rato estaba pensando de qué puedo hablarte hoy.
Estoy bastante cansada y mi cerebro no quiere colaborar…
Sin quererlo, me he puesto a pensar en la batalla que tuve ayer con la calefacción de mi casa.
No hace mucho que vivo aquí, y aún no había necesitado encender la calefacción. Siempre prefiero optar por abrigarme un poco más.
Pero este año… uff… ¡hace muchísimo frío!
Total, ayer me lié la manta a la cabeza y me puse a ver cómo encenderla.
Lo primero que hice fue encontrar el manual de instrucciones de la caldera. Un compañero de trabajo de donde trabajaba hace muchos años, me enseñó que se pueden encontrar por Internet.
Aunque parecía que mi periplo iba a acabar rápido y satisfactoriamente, la maldita caldera no quería colaborar.
¡Le dije de todo a esa lucecita parpadeante! En teoría indicaba que la caldera se estaba encendiendo, pero me estaba tomando el pelo.
Al principio pensaba «jeje, que graciosa, se cree que no voy a poder hacer que funcione».
Después de 30 minutos intentando cosas, cada vez que se encendía la lucecita ya no veía una bombilla, veía como la caldera me levantaba el dedo
Yo no soy mucho de decir tacos ni de insultar, pero la caldera estaba sacando lo peor de mí.
Entonces recordé que una amiga de mi infancia también tenía calefacción por radiadores, y recuerdo un día en el que empezó a hacer mucho calor en su habitación y pudimos apagar el radiador girando una ruedecilla que tienen.
Ahí empezó el segundo (o diecisieteavo) round. Me paseé por todos los radiadores, los cerré y sólo abrí uno para tenerlo bien controlado todo.
Pero la caldera sólo decía una cosa:
Bueno, eso son tres cosas, …
Estaba llegando al límite y me iba a enzarzar a mordiscos con la caldera.
Yo me quedaría sin dientes, pero ella se iba a quedar con una cicatriz toda su triste vida.
Entonces vi un aparatito pegado en la pared. Estaba en una habitación diferente, pero me llamó la atención cuando lo vi. ¿Eso ha estado ahí siempre?
¡Aaah! ¡Desde aquí se regula la temperatura! La batalla estaba ganada. La caldera no tenía nada que hacer. Le gustase o no, tendría que ponerse a currar de inmediato.
Oh oh… el regulador no tiene pilas. La madre que lo… trajo a este maravilloso mundo…
Gracias al cielo, alguien me descubrió hace años el fantástico mundo de las pilas recargables, así que tenía algunas perdidas por casa y también conseguí encontrar el cargador (te ahorro los detalles, pero también tuve que hacer que el cargador colaborara utilizando unos alicates).
Le pongo las pilas y… ¡BAM! ¡¡Encendido!!
Un momento… ¡¡se acaba de apagar!!
Después de investigar un poco, veo que las pilas no hacen contacto del todo porque el aparatito es muy viejo y está dado de sí.
Entonces me vino un recuerdo de la escuela, donde aprendí que el estaño es conductor, así que fui a buscar el rollo de estaño de soldar que tengo por ahí, corté unos trozos y se los enganché a las pilas.
¡BAAAAAM! ¡¡Encendido y funcionando!
La caldera se moría de rabia, pero tuvo que aguantar y hacer su trabajo.
El caso es que pude ser autosuficiente gracias a las cosas que había aprendido a lo largo de toda mi vida, y eso es lo que deberías buscar tú al entrenar tu voz.
Yo podría haber llamado a alguien para que lo arreglara, pero eso me hace dependiente. Además, ¿qué pasa si están de vacaciones? ¿Qué pasa si es domingo y no trabajan?
Cuando te formes vocalmente, tienes que asegurarte de dedicar tiempo a entender el proceso y las herramientas que hay a tu disposición, porque tu vocal coach no va a poder estar siempre contigo.
De hecho, la idea es que acabes siendo independiente, que seas capaz de hacer los cambios necesarios para arreglar el problema que puedas estar teniendo con tu voz.
No, no es fácil llegar a eso, y yo te recomiendo que siempre tengas sesiones de seguimiento con tu vocal coach, pero de nuevo… ¿y si tu vocal coach está de vacaciones?
La que nunca se va de vacaciones es nuestra newsletter. Si te apuntas, a partir de mañana tendrás un consejo al día en tu bandeja de entrada.
Pero siempre, siempre, trabaja para obtener tu independencia vocal (¡¡y que les den a las calderas!!)
El otro día estaba hablando con uno de mis alumnos. Es muy tímido, por lo que voy a mantenerlo en el anonimato. Lo llamaremos Josep.
Llevo trabajando con Josep desde verano del 2015.
A él le pasó lo que a muchos les ha pasado: alguien con autoridad en el ámbito musical le dijo que no servía para cantar. Este tipo de comentarios calan hondo, quieras o no.
Mejoró muy rápido, y al poco tiempo estaba cantando en los conciertos de alumnos que montábamos en Barcelona de vez en cuando. Más tarde se unió a una coral.
Muy activo el tío.
El caso es que llevaba un tiempo desmotivado y estaba pensando en dejarlo.
Llevaba mucho tiempo sin cantar en directo, había tenido que dejar la coral, … y que aquella persona le dijera que no servía para cantar no estaba ayudando, a pesar de que ahora canta muy bien.
Pero la vida a veces nos da oportunidades, y las pasadas Navidades le dio una a Josep (insisto, nombre ficticio).
Estaba en una reunión familiar en la casa de los padres de su mujer. Casi todo el mundo estaba en la cocina, excepto sus dos sobrinas y su mujer, que estaban en el comedor.
Resulta que una de ellas puso el karaoke de la canción My Way, de Sinatra. Es una canción que le gusta mucho y que ha cantado mil veces.
Al principio empezó a cantarla bajito, para él, y poco a poco se iba animando e iba subiendo el volumen.
Se ve que empezaron a escucharle desde la cocina y empezaron a entrar en el comedor para escucharle en silencio.
Al acabar, todos le felicitaron y su suegro le dijo: podrías ser profesional.
¿Por qué te cuento todo esto? Porque estoy súper orgullosa de Josep.
Pero también te lo cuento porque es una historia que nos hace ver a todos algo importante: a veces tenemos un concepto de nosotros mismos que no es la realidad, tanto para bien como para mal.
Puede que pienses que lo haces fatal, y resultar no ser cierto. Y puede que creas que lo hagas genial y tengas muchas cosas por mejorar.
En cualquier caso, siempre viene bien que alguien te haga hacer introspección.
Eso es en lo que nos enfocamos con artículos como este. Queremos hacerte pensar en cosas que quizás no hayas pensado, o darte a conocer los motivos por los que no estás avanzando como te gustaría.
Josep (digo Josep pero podría llamarlo María) me lo dijo el otro día.
Me dijo que se veía reflejado en muchas cosas que decimos, y le ayudó a ver que podía hacer más que lo que ya estaba haciendo.
Ojalá tú también veas algo de todo esto en ti, y que te ayude a cantar mejor.
Nuestra newsletter también te ayudará a cantar mejor. Dale caña. Está justo aquí debajo.
Mis alumnos muchas veces me lo dicen, que cuando canto hago que parezca facilísimo.
Lo considero algo bueno y agradezco mucho que me lo digan, pero siempre me veo en la obligación de decirles que no siempre fue así.
He cantado toda mi vida. Desde pequeña.
Los sonidos que producía con mi voz eran generalmente bonitos.
Llámalo suerte, llámalo habilidad innata.
Pero créeme… ¡ni me vino caído del cielo ni todo ha sido fácil para mí!
Me pasaba horas y horas cantando y grabándome para escucharme después una y otra vez.
Esto lo hacía cuando ya tenía poco más de 20 años, a principios de los 2.000.
Llegaba de trabajar, y me ponía con mi ordenador.
Tenía unos auriculares malísimos, y un micrófono aún más malo. Todo lo que estaba de moda por aquella época
Oía mis fallos. Algunos los podía mejorar. Para otros no tenía solución, así que simplemente dejaba de hacer lo que no podía.
Sinceramente, no es la opción que te recomiendo, pero por aquel entonces era lo mejor que podía hacer con los medios que tenía disponibles.
Al fin y al cabo, no hacía tantos años que tenía acceso Internet SIN módem (ese que hacía ruiditos al conectar y que te dejaba sin la posibilidad de utilizar el teléfono de casa).
Para que me entiendas, Internet no era lo que es hoy.
No tenía acceso a muchísima información que existía, simplemente porque no estaba en Internet (o porque no estaba en castellano, que yo por aquel entonces apenas entendía el inglés).
El caso es que cantaba, hacía mis conciertos, y estaba contenta. Acepté mis limitaciones y seguí haciendo lo que me gustaba.
Cuando empecé a entrenar mi voz de la forma que tiene que ser, por supuesto que empecé a sentir mejoras sustanciales, pero también fui mucho más consciente de mis dificultades.
Créeme, también pensaba de mi profesor que él lo hacía todo tan fácil… cantaba notas de rango de mujer con una facilidad…
Y a los alumnos que me dicen que yo lo hago tan fácil les cito lo que mi profesor me dijo cuando yo se lo dije a él: la única diferencia que hay entre lo que tú estás haciendo y lo que yo estoy haciendo son más de 20 años.
Es obvio, directo y completamente lógico. Es evidente.
Pero nunca pensamos sobre ello.
Especial atención a un detalle de la frase: el verbo “hacer”.
Porque no sirve de nada que estudies algo durante 10, 20 o 30 años. Tienes que hacerlo, porque sólo haciéndolo es como se mejora.
Otra evidencia que no está de más recordarla.
Yo llevo desde el 2011 entrenando mi voz. El problema sería si aún me siguieran costando las mismas cosas que por aquel entonces.
Así que la próxima vez que pienses que alguien hace muy fácil algo que es difícil, invoca a un mini-yo en tu hombro para que te recuerde que las cosas requieren tiempo, paciencia y práctica.
Puedes reducir el factor tiempo de esa ecuación con una de las mejores formas que conozco: suscribiéndote a nuestra newsletter
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