Realicé un diagnóstico entre mis alumnos del profesorado en la materia Folklore Musical Argentino. Ellos debían conceptualizar la palabra folklore. Con las definiciones que elaboraron armé este wordle que nos permite ver cuáles son las palabras más relevantes en tanto fueron las que más se repitieron en lo que escribieron.
Farà unes setmanes les nostres companyes de 2n i 5è ens van deleitar (i molt!) amb dos balls típics de Bolívia. En el folclore bolivià hi ha més de 40 balls i cadascun té una representació i caracterització especial, és a dir, per a cada ball uns passos, una vestimenta i ornamentació diferents. Impressionant! I impressionant la gran riquesa de varietat, ritme i colors.
Tal i com ens explicaven, és molt important que vinguem d'on vinguem, on haguem nascut, mai perdem les nostres arrels, la nostra cultura i la de la nostra família i avantpassats, ja que és part de nosaltres. Cal conèixer aquestes arrels però també cal viure-les... amb il·lusió i intensitat.
Un cop més, gràcies a la família que va proposar aquesta gran idea i, sobretot, moltíssimes gràcies a les dues ballarines.
Una vez más, para evitar malentendidos, tengo que aclarar que en mi ordenador sólo tengo software libre y gratuito, aunque he tenido que pagar una licencia que no necesitaba de un sistema operativo que no quería para poder comprar el PC, y también que no tengo ninguna copia de archivos musicales o películas protegidos por copyright porque sólo utilizo servicios online (Spotify, Grooveshark, Youtube, etc.) o copyleft (Jamendo), a pesar del derecho que tendría a copiar libremente para uso privado cualquiera de esos archivos por haber pagado el canon digital. En otras palabras: los señores del copyright, los que se enriquecen con ese impuesto mafioso, me deben no una sino varias decenas, una por cada aparato o soporte digital que he comprado (no se molesten en demandarme sin antes leer la tercera acepción de este término que ofrece el diccionario de la RAE).
El documental empieza con cuatro definiciones de “copiar” dadas por otras tantas personas, de las que transcribo dos: “Copiar significa no tener imaginación” y “Copiar significa la génesis de la creación”. La primera, tan original e imaginativa, es de la directora de una editorial, la segunda, más honesta y realista, es de Javier de la Cueva, abogado experto en temas legales ligados a la propiedad intelectual y a las tecnologías de la información y la comunicación.
¿Acaso hay alguien que crea honradamente que los humanos somos capaces de crear de la nada, sin apoyarnos en lo que han hecho los demás antes de nosotros? Y no hablo sólo de los productos de entretenimiento que desde hace tiempo interesan por encima de cualquier otro asunto al Ministerio de Cultura, sino de las obras maestras de la historia de todas las artes. ¿Hubiera podido Mozart desarrollar su genio creador si Haydn hubiera patentado la forma sonata? Bueno, en realidad ni Haydn ni Mozart y tampoco Beethoven hubieran podido escribir esas sonatas, sinfonías o cuartetos si Bach hubiera sido socio de algúna organización parecida a la actual SGAE puesto que, para defender su Clave bien temperado, ésta hubiera impedido el uso del sistema temperado hasta 1820: adiós a la sección de desarrollo de la forma sonata. ¿Y qué hubiera pasado con la pintura si Brunelleschi y sus herederos hubieran prohibido utilizar la perspectiva hasta pasados 70 años desde su muerte? Y las catedrales góticas, ¿cuántas de ellas no habrían podido ser edificadas si la construcción del primer arbotante hubiera comportado la prohibición a los demás arquitectos de copiar ese recurso?
Definitivamente: copiar es la génesis de la creación. Si todavía no creéis en esa afirmación, haced esta prueba: mirad Las Meninas de Picasso y luego repetid en voz alta la tercera frase del documental, “Copiar significa no tener imaginación”. Por cierto: me hubiera gustado poner la imagen de ese cuadro al comienzo de este post, pero está prohibido porque todavía no han pasado 70 años desde que Picasso falleció.
La triste realidad es que, aunque parezca increíble, hoy en día, en plena era de la información y comunicación, esos son los plazos para que se pueda emplear libremente una obra. En el documental se explica cómo se han ido ampliando (y se sugiere la razón), cuando debería haber sido justamente al revés: conforme iban mejorando las técnicas de reproducción y difusión debería haberse recortado ese plazo, pues la explotación económica ahora es mucho más rápida, lo que permite recuperar la inversión y ganar la legítima recompensa al trabajo realizado en menos tiempo. Pero ahí está el problema: no les basta con obtener su legítima recompensa, sino que quieren más, y más, y más…
No estoy incitando a mis alumnos y alumnas a copiar en los exámenes que les propongan mis colegas: siempre empiezo el curso hablándoles de la importancia de los derechos morales, el primero de los cuales es la autoría, y de lo realmente reprobable que es el plagio. Sólo se puede firmar lo que se ha creado y, si se copia algo, hay que referenciarlo adecuadamente.
¿Qué pretendo entonces con esta entrada? Entre otras cosas, estoy reivindicando, por ejemplo: el derecho de mis alumnos y alumnas a representar una obra teatral sin que nadie se aproveche de ellos; a reproducir un cuento que han leído en clase, u otro que les guste, en otro formato (p.e. un audiolibro); a utilizar la canción que más les plazca como fondo de su presentación de Música, de Historia o de su equipo de fútbol preferido, o del vídeo de su cumpleaños, y colgar su creación en Internet para que la vean sus amigos y amigas; hasta reivindico su derecho a rellenar su reproductor de MP3 con cientos de canciones, que como mucho escucharán una decena de veces antes de borrarlas, sin que ni Alejandro Sanz ni nadie se atreva a llamarles ladrones, entre otras cosas porque es perfectamente legal (con esa excusa les han cobrado un canon al venderle ese MP3) y porque copiar no es robar.
Os aconsejo que miréis todo el documental, pero si en este momento no tenéis una hora de tiempo para hacerlo, os recomiendo que por lo menos veáis un fragmento de menos de tres minutos (entre 46:30 y 49:15) que demuestra muy elocuentemente la total falta de escrúpulos de ciertas asociaciones que no dudan en emplear a niños y niñas (con la complicidad de sus cuanto menos despistados docentes) para difundir sus interesadas mentiras, barbaridades como:
Yo soy el capitán Clonado, dueño de todo, ¡porque todo es mío! ¿Tú has creado algo? Me lo quedo. ¿Tú has inventado algo? ¿Un libro, un videojuego, una canción? Pues me lo robo. ¡Ja, ja, ja!
Lo que hace, se llama piratería; esto es un acto delictivo…
Otra vez es Javier de la Cueva el que define de la mejor manera ese espectáculo sumamente lamentable:
Es que esto ya lo que nos está dando es la moral de este tipo de gente. Es que no tienen ningún tipo de… de… mirada hacia el otro; es que les da igual: manipulan niños, manipulan personas, manipulan… da igual, todo por y para su pasta. Y no hay otra cosa en la vida que su pasta. Y es todo por la pasta.
De todas formas, cuando tengáis tiempo, mirad el documental completo, pues toca muchos otros puntos muy interesantes, como por ejemplo: la falta de democracia interna y de transparencia en el reparto de los fondos de la SGAE; las anomalías democráticas que introduce la Ley Sinde (posibilidad de cierre de sitios web sin orden judicial); la doble moral de las cadenas televisivas, que utilizan sin autorización y con fines de lucro los materiales que los usuarios publican en Internet pero no permiten el uso de sus materiales por parte de esos mismos usuarios; algunas propuestas de explotación económica de la propiedad intelectual más acordes con nuestros tiempos y un largo etcétera.
Pues no, señora, usted debería saber que ni yo ni otros le hemos robado nada a su hijo ni a usted. Y si creen que alguien lo ha hecho, denúncienlo, que para eso en una sociedad democrática están los jueces.
Pero ustedes siguen acusándome de ladrón y exigen (y consiguen… lo que cunde un simple corto) que cada vez que compro una bolsita de canicas tenga que darle dos o tres a su hijo, por si acaso le hubiera robado alguna de las suyas.
Al contrario que a usted, a su hijo sí le he visto actuar en un par de películas (una en la tele, pagada con mis impuestos y aguantando publicidad, y otra en el cine, pagando mi entrada y aguantando el ruido del vecino comiendo palomitas). Además le he pagado, a su hijo y a usted, cada vez que me he comprado un ordenador que sólo contiene software libre y contenidos originales o copyleft, un disco duro para respaldar dichos contenidos, un teléfono con sistema operativo libre conectado a servicios de música y vídeos online gratuitos y totalmente legales, una cámara de fotos y una tarjeta de memoria para retratar a mi familia y mis amigos, un CD o DVD virgen para guardar mis trabajos y un largo etcétera. Y encima, no satisfecho con aprovecharse de esa norma totalmente injusta, su hijo me llama ladrón, a mi y a muchos millones más de usuarios de la Red.
Hay otra cosa que me extraña: que usted, con las cinco o seis horas diarias que pasa en Internet, no haya leído la respuesta de la Asociación de Internautas a Alejandro Sanz, otra persona convencida de que a su alrededor todos vivimos deseando disfrutar gratis de sus creaciones. Aquí tengo que hacer otra confesión: sí que he escuchado gratis las canciones de este señor, más de una vez y muy a mi pesar, pues con frecuencia salen de los potentes altavoces de ciertos coches tuneados de los que es difícil decir si son más dañinos para la vista o para el oído.
En fin, señora Bardem, la solución al problema de la industria del entretenimiento audiovisual no consiste en cerrar las webs sin orden judicial, esto es, de manera totalmente antidemocrática, sino en reformar adecuadamente la Ley de Propiedad Intelectual, anclada a una época que terminó hace mucho y que, en la actual sociedad de la información y el conocimiento, perjudica gravemente al derecho universal a la cultura sin favorecer en absoluto a los creadores, sino sólo a ciertas organizaciones que, de manera totalmente arbitraria y nada transparente, se reparten la mayor parte de los beneficios de esas injustas recaudaciones.
P.S.: Mis lectores habituales me perdonarán estas aparentes divagaciones del tema principal de este blog. En realidad, la razón para insistir sobre este tema en este lugar es que mis alumnos y alumnas necesitan una Internet libre y neutral para conseguir una plena ciudadanía digital.
Al escuchar a la Orquesta Joven de Andalucía tocando el Mambo de West Side Story de Leonard Bernstein, la mente se me ha ido en seguida a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, la punta de ese espectacular iceberg de educación musical que es el Sistema venezolano, cuya interpretación de esta obra es la más cargada de energía y fervor que haya nunca escuchado. La siguiente grabación es de baja calidad técnica, además de incompleta; aún así quiero ponerla aquí para que veáis, escuchéis y sintáis la pasión y el entusiasmo que ponen estos chicos y chicas andaluces en hacer música.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero ésta seguramente no lo será para ninguno de los músicos implicados, ni para los jóvenes andaluces, que seguramente estarán orgullosos de conseguir evocar la imagen de esa gran orquesta, ni para los experimentados venezolanos, quienes no pueden haber olvidado su particularmente duro aprendizaje.
Sin embargo, tal vez sea cierto que algunos encontrarán odiosa esta comparación (o por lo menos deberían): los responsable de los cada vez mayores recortes presupuestarios que están llevando a la OJA cerca del riesgo de desaparecer. Mientras Venezuela potencia la educación musical para hacer frente a la situación de pobreza y de riesgo de exclusión social, aquí, con la excusa de la crisis, se abandona a si mismo un proyecto, el Programa andaluz para jóvenes instrumentistas, que desde hace 16 años ha llevado y sigue llevando a cabo una función fundamental en la formación de miles de músicos de nuestra región.
Entiendo cada vez menos a los políticos: en los momentos de crisis, para salir de ella cuanto antes, es justamente cuando más hay que invertir en educación y cultura. Lamentablemente, aquí en España los gobernantes hablan de cultura sobre todo para apoyar ciertos subproductos de la industria audiovisual con privilegios trasnochados y subvenciones millonarias que sólo favorecen a los que las reciben. Esta mentalidad, sustentada por fuertes intereses económicos, no sólo hace que la idea de una red de orquestas juveniles parecida al sistema venezolano, que sí favorecería a toda la sociedad, se quede en un sueño difícil de realizar, sino que está asfixiando a algunas de las iniciativas que ya están en marcha.
En el caso de la OJA, la voz de alarma la están dando los mismos chicos y chicas que componen actualmente la orquesta, que han recurrido a las redes sociales para buscar el apoyo de la opinión pública.
Este apoyo se puede concretar en firmar una petición, que en muy pocos días ya ha sido suscrita por más de 1.800 personas. Es un escrito muy breve pero contundente, con el que puedes mostrar tu rechazo a los recortes y pedirle a la Junta de Andalucía que dé el apoyo merecido a esta formación musical y al Joven Coro de Andalucía, que pasa por una situación similar. Puedes firmarlo haciendo clic aquí.
Por si todavía estás dudándolo, te dejo otro vídeo casero en el que puedes escuchar a ambas formaciones, la OJA y el JCO en el espectacular comienzo de Carmina Burana de Carl Orff.
Actualización: Juro que cuando escribí esta entrada todavía no había leído esta noticia.
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