YA VIENEN LOS REYES


...en ese momento en el reinado de Augusto, a 1 de enero los Reyes Magos le trajeron regalos y le adoraron. Los nombres de los Magos eran Bithisarea, Melichior y Gathaspa. 

Por fin llegan.
No se asusten los visitantes: hemos dejado ya los villancicos. Sin embargo, como es día de cabalgatas,  vamos a asistir a un par de ellas que, espero, les resulten inolvidables.  

En 1872, el francés  Georges Bizet compone la música incidental para una obra de teatro titulada La Arlesiana (del escritor Alphonse Daudet). Posteriormente creará una suite con esa música. Ésta alcanzó una fama extraordinaria.
Pues de la suite nº2 L'Arlesienne (La Arlesiana), escucharemos la Farándula;  pieza en la que el autor recurre a la música  tradicional de Provenza (típico de los románticos ¿verdad?) dejándonos oír la popular Marcha de los Reyes Magos. Seguro que todos la conocéis.


Aquí, ¡interpretada por niños!


Para los melómanos, la suite completa. Parte 1   Parte 2  Os va a encantar.

En fin; lo dicho. Si no podéis  - o no es de vuestro gusto -  asistir a las cabalgatas, os invito a recorrer una  maravilla renacentista , en el palacio Médici-Ricardi (Florencia),  para disfrutar a toda pantalla, cómodamente sentados y calentitos. 
Esto sí que es un regalo.












El cortejo de los reyes magos de Benozzo Gozzoli. de Alfredo García












Con nuestra gratitud y reconocimiento a todos los profesores que ofrecen sus maravillosos trabajos para que todos podamos aprender y disfrutar.

Y a Forges, por supuesto
Para saber más:

Reyes Magos (Wikipedia)

Excerpta latina barbari

Fundación Juan Bautista Plaza

El colorido de la Provenza: Antonio Díaz Bautista

Algargos, arte e historia: Los frescos de Benozzo Gozzoli en la capilla del palacio Médici-Ricardi (Alfredo García)

DOMUS PUCELAE: LA CAPILLA DE LOS REYES MAGOS, 

Color y forma: Iconografía de los Reyes Magos en el arte. ( Pilar Álamo)


CON LOS OJOS CERRADOS





El arte, como la música, se sitúa en el mundo ambiguo de lo indeterminado [...] se ha de buscar lo que supere, ilumine o amplifique el objeto y eleve el espíritu a la región del misterio, a la perturbación de lo irresoluto y su deliciosa inquietud.
(Odilon Redon)


Como ocurre con el Romanticismo, la predilección por  la imaginación y lo fantástico caracterizará también al simbolismo. Este movimiento, literario en sus inicios,  no tardó en extenderse a la pintura en la obra de  artistas como Odilon Redon (1840- 1916), (cuya obra pudimos disfrutar la pasada primavera en Madrid). De raíces claramente románticas, insistimos,  y precursor del surrealismo,  el simbolismo buscó la evasión de la realidad,   el sueño, la sugestión,  la evocación y el misterio. Y ciertamente resulta misterioso el rostro que nos ocupa hoy; tiene los ojos cerrados, parece que duerme, o quizás no, quizás solo escucha y sueña. 

Hay músicas que deben escucharse con los ojos cerrados;  lo requieren, casi lo exigen. La obra que os presento a continuación bien podría ser una de ellas.  Fue compuesta por Johannes Brahms (1833 - 1897) en el verano de 1883 . Se trata del tercer movimiento de su  tercera sinfonía Op. 90 en Fa Mayor.
Hemos insistido mucho desde el comienzo del curso, en cómo  el Romanticismo perseguía la libertad,  exaltaba la individualidad y gustaba de  lo remoto, lo extraño,  lo inalcanzable,     en contraposición a los ideales clásicos de orden, equilibrio y perfección (lo dionisíaco frente a lo apolíneo, una vez más).
Brahms, sin embargo, intentará conciliar  ambas corrientes, de manera que  pese al clasicismo formal que caracteriza sus sinfonías  y que las define como música absoluta  (alejadas de "programas" literarios  y de la excesiva expresividad sentimental) conseguirá, sin proponerselo quizás, unas obras románticas en su sonoridad, intensidad y  misterio.

El musicólogo Massimo Mila, en su Breve historia de la música, dice de él:

Músico de difícil comprensión donde los haya [...] amante del sosiego, de la música y de la cerveza, que llevó una vida modesta y solitaria y que no conoce las pasiones exaltadas de los románticos...





Váis a ver,  pues,  cómo la música de Brahms  alcanza ese objetivo  tan  lúcidamente señalado por su coetáneo Odilon Redon, "elevando nuestro espíritu a la región del misterio".  
Cerremos los ojos para comprobarlo.

Dirige Sir Colin Davis

 


Aquí dirige  Wilhelm Furtwängler en una grabación histórica y en directo.


Y ahora, después de tal maravilla, podemos abrir los ojos de nuevo y sonreir....¡como la araña! 



Odilon Redon. Araña sonriente. 1881. Musée d'Orsay

"Fantástico" pintor Odilon ¿no os parece?

Para los melómanos:
La obra COMPLETA en los cuatro movimientos propios de la sinfonía clásica: Allegro con brioAndantePoco allegrettoAllegro




Enlaces de interés:

American Brahms society

Fundación MAPFRE: Odilon Redon (1840-1916)

Fuentes y bibliografía:

Alicia Suárez y Mercè Vidal.  Historia Universal de arte. El siglo XX.
Massimo Mila.   Breve historia de la música 

Chang, Heifetz y Franck

Sarah Chang

Sarah Chang before performing, by Silvio Bacchetta (PD)

Tal como decíamos en otro post, cuando hablábamos de su Zigeunerweisen (Aires gitanos), el gran violinista pamplonés Pablo de Sarasate compuso varias obras con las que podía lucir su grandiosas habilidades técnicas y expresividad musical para agasajar al público con exhibiciones de virtuosismo.

Poco años después del estreno de Carmen de George Bizet, al ver que la popularidad de esta ópera iba extendiéndose cada vez más, considerando además su ambientación española, Sarasate no dejó escapar la oportunidad de componer una obra que recogiera sus mejores melodías, transformándolas en una sucesión ininterrumpida de pasajes de bravura que seguramente deslumbrarían a los que tuvieron la suerte de asistir a alguno de sus conciertos: la Fantasía Carmen, op.25.

En el siguiente vídeo podemos escuchar una brillante y muy expresiva interpretación de Sarah Chang -a la que felicitamos por ser hoy su 32º cumpleaños- dirigida por Plácido Domingo.

Hoy hay más efemérides relacionadas con el violín: hace 25 años fallecía uno de los violinistas más importantes del siglo XX, el lituano Jasha Heifetz, al que ya tuvimos ocasión de escuchar en otra entrada de este blog interpretando el concierto de Mendelssohn.

Heifetz debutó en público con sólo 7 años y sabía muy bien lo que más le gustaba a su público, por eso transcribió un gran número de obras famosas con la intención de deleitar a los oyentes con melodías conocidas, como por ejemplo Summertime de Gershwin.

Estas obras hoy en día sólo se usan como bis, pues su interés musical es bastante limitado ya que las cualidades de Heifetz como compositor no pueden compararse mínimamente con las de intérprete, tan grandes como para transformarle en una auténtica leyenda del violín. Sirva como ejemplo el siguiente vídeo, una grabación histórica en la que, acompañado por otro mito musical del siglo XX, el pianista Arthur Rubinstein, interpreta la Sonata en la mayor para violín y piano de César Franck, del que hoy celebramos 190 años desde su nacimiento.

Preludio Op. 28 nº 7 (Chopin)

Frédéric Chopin (1810-1849): Preludio Op. 28 nº7.

Brevísimo preludio en tiempo de mazurca pubblicado en 1839.

Transcripción para flauta dulce y piano por Massimo Pennesi. Esta partitura interactiva ha sido publicada originalmente en el post Centenario de Chopin, del blog educacionmusical.es.

Arthur Rubinstein

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La muerte y la doncella

Franz Schubert

Franz Schubert by Wilhelm August Rieder (PD)

La Historia de la Música, al igual que la Historia de las demás expresiones artísticas, necesita clasificar autores y obras en épocas y movimientos para de esta manera identificar más fácilmente los elementos estilísticos que los unen o los diferencian. Hay períodos muy fáciles de delimitar, como por ejemplo el Barroco, gracias a su omnipresente bajo continuo y a sus grandes contrastes dinámicos y tímbricos. Al contrario, hay otras épocas consecutivas que se funden en su punto de unión de manera tal que presentan simultáneamente los ideales de ambas poéticas, totalmente contrastantes y sin embargo en perfecta armonía.

Esto es muy evidente en el caso del paso del Clasicismo al Romanticismo, trance para el cual es muy difícil fijar una fecha, aunque aproximada: algunos autores (cada vez menos) la sitúan en el cambio del siglo XVIII al XIX, otros coincidiendo con la muerte de Beethoven (1827) y otros aún alrededor de 1820. Esta última opción, la más aceptada actualmente, es la única que tiene en cuenta, además de los muchos rasgos románticos que posee la producción musical del último Beethoven, la inexistencia de claros elementos de diferenciación entre el lenguaje musical del Clasicismo y el  del Romanticismo, algo que sí existía en otros momentos, por ejemplo en el Barroco, con el bajo continuo.

En este contexto resulta bastante inadecuado clasificar (si nos empeñamos en hacerlo por mera costumbre) a Beethoven entre los compositores clásicos sin más, así como también lo sería definir simplemente como romántico a Franz Schubert, que, aunque mucho más joven que su colega, murió tan sólo un año después de aquel, hoy hace exactamente 184 años.

A pesar de haber vivido sólo 31 años, Schubert nos dejó un catálogo de obras bastante amplio que incluye las principales formas instrumentales de la tradición clásica: 1o sinfonías, 21 sonatas para piano y 16 cuartetos de cuerda además de varios tríos, quintetos y otras formaciones camerísticas.

También se dedicó a la ópera, componiendo varias, sobre todo Singspielen, aunque lo que realmente destaca de su música vocal son los más de 600 Lieder, canciones para solista acompañado por un piano sobre poemas de grandes escritores románticos como Wolfgang Goethe, Wilhelm Müller o Matthias Claudius. Este último es el autor de los versos de La muerte y la doncella, a la que Schubert puso música en 1817. El texto consiste en dos estrofas: en la primera la doncella suplica a la muerte que la deje vivir pues todavía es muy joven y en la segunda la muerte le contesta intentando tranquilizarla, presentándose como una amiga entre cuyos brazos tendrá un sueño dulce y suave.

Varios años después, en 1824, tras un grave brote de la enfermedad que le llevaría a su prematura muerte, Schubert utilizó esta melodía como tema para las variaciones que constituyen el segundo movimiento de su Cuarteto de cuerda nº 14 en re menor, composición que también toma el nombre del poema. La obra está cargada de dramatismo desde el primer acorde, atacado con energía por los cuatro instrumentos. Cuatro robustos acordes fortissimo enlazados por tresillos dejan paso repentinamente a un pianissimo, dos expresiones extremas que seguirán alternándose en todo el movimiento de la misma manera en que el desgarro y la melancolía también se van turnando.

Las cinco variaciones que componen el segundo movimiento están construidas de manera que los cuatro instrumentos se alternan en la parte del solista, acompañados por los otros tres que, además de la función armónica, se encargan de mantener un ritmo trepidante.

El trío del tercer movimiento, un scherzo construido sobre el esquema del minueto clásico, es el único momento tranquilo del cuarteto, un instante de paz entre los fortissimi sincopados del resto del movimiento y el frenético cuarto tiempo, un tiempo de tarantella, danza italiana que según la tradición imitaba las convulsiones provocadas por la picadura de la tarántula, algo que varios autores describen como una especie de danza de la muerte.

Entre las muchas transcripciones que se han hecho de este cuarteto hay que destacar la que planificó Gustav Mahler para orquesta de cuerda, de la que sólo llegó a realizar el segundo movimiento y que fue completada por el editor. Personalmente prefiero la versión original aunque como curiosidad, y también porque ofrece la posibilidad de seguir la obra leyendo la partitura, os la propongo en el vídeo siguiente.