Los de 3º están de enhorabuena: a partir del lunes pueden encontrar en la Biblioteca del cole (sección Novedades) el libro Musicando con …. Joaquín Rodrigo y Per la flor del lliri blau de la Editorial Susaeta. Con textos de Montse Sanuy e ilustraciones de Violeta Monreal (que el curso pasado visitó nuestro cole), el libro tiene un CD con música que incluye fragmentos del Concierto de Aranjuez.
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Giuseppe Verdi |
Desde joven tuvo que superar adversidades, ya que nació en el seno de una muy humilde familia. Con 19 años no fue admitido en el Conservatorio de Milán debido a su juventud y a no superar (increiblemente) las pruebas de acceso, con una clara "inaptitud para la música". Tiempo más tarde sería uno de los iconos de la ciudad de Milán y más concretamente la figura más "rentable" para su famoso Teatro Alla Scala de la ciudad. Pero sus desgracias no quedaron ahí, ya que pronto fallecieron su esposa y sus dos hijos, lo que unido a varios fracasos en sus inicios operísticos, le llegaron a meditar su abandono definitivo de la música. El convencimiento por parte de amigos y la lectura del libreto de la ópera Nabucco, le hicieron volver a la música. Estrenada en 1842, fue un éxito rotundo, no sólo por sus innegables cualidades musicales, sino más bien por sus tintes políticos, en una Italia oprimida por el Imperio Austriaco, y su Va Pensiero o coro de los esclavos de la misma, se convirtió en un himno prácticamente en toda Italia. Tanto fue el éxito y su relación política, que en aquella época se puso de moda el grito "Viva Verdi", no solo como admiración del compositor, sino como acrónimo Vittorio Emmanuele Re d'Italia (Victor Manuel, rey de Italia) cuyas iniciales daban el apellido VERDI.
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Sello de Hungría con escena de la ópera de Verdi Don Carlo |
A partir de ahí el autor decidió componer menos pero de calidad, decreciendo así el número de obras y creciendo en calidad musical. Así en 1871 llegaría la que para muchos es de las mejores óperas escritas jamás: Aida. Cambió partes de la ópera clásica y llegaría al culmen de la composición instrumental con esta obra. Tras esta obra maestra, estuvo retirado unos 13 años, y con 70 de edad compuso Otello y finalmente Falstaff, ópera cómica con 80 años de edad y que sería su última ópera.
Mencionar finalmente que no solo escribiría óperas, sino que también hizo obras como Misa de Requiem, Quattro Pezzi Sacri o Te Deum.
A su muerte, en 1901, en el multitudinario entierro, se entonó en la procesión fúnebre, el coro de los esclavos de Nabucco, Va Pensiero, lo que hizo de la escena de un sobrecogimiento total.
Os dejo enlaces a varias de sus obras:
Coro de los esclavos de Nabucco : "Va Pensiero".
Aria de la ópera Rigoletto: "La Donna è mobile", interpretada por Luciano Pavarotti.
Marcha Triunfal de la ópera Aida.
Y finalmente una parte (Dies Irae) de su mejor obra no operística Requiem.
La Historia de la Música, al igual que la Historia de las demás expresiones artísticas, necesita clasificar autores y obras en épocas y movimientos para de esta manera identificar más fácilmente los elementos estilísticos que los unen o los diferencian. Hay períodos muy fáciles de delimitar, como por ejemplo el Barroco, gracias a su omnipresente bajo continuo y a sus grandes contrastes dinámicos y tímbricos. Al contrario, hay otras épocas consecutivas que se funden en su punto de unión de manera tal que presentan simultáneamente los ideales de ambas poéticas, totalmente contrastantes y sin embargo en perfecta armonía.
Esto es muy evidente en el caso del paso del Clasicismo al Romanticismo, trance para el cual es muy difícil fijar una fecha, aunque aproximada: algunos autores (cada vez menos) la sitúan en el cambio del siglo XVIII al XIX, otros coincidiendo con la muerte de Beethoven (1827) y otros aún alrededor de 1820. Esta última opción, la más aceptada actualmente, es la única que tiene en cuenta, además de los muchos rasgos románticos que posee la producción musical del último Beethoven, la inexistencia de claros elementos de diferenciación entre el lenguaje musical del Clasicismo y el del Romanticismo, algo que sí existía en otros momentos, por ejemplo en el Barroco, con el bajo continuo.
En este contexto resulta bastante inadecuado clasificar (si nos empeñamos en hacerlo por mera costumbre) a Beethoven entre los compositores clásicos sin más, así como también lo sería definir simplemente como romántico a Franz Schubert, que, aunque mucho más joven que su colega, murió tan sólo un año después de aquel, hoy hace exactamente 184 años.
A pesar de haber vivido sólo 31 años, Schubert nos dejó un catálogo de obras bastante amplio que incluye las principales formas instrumentales de la tradición clásica: 1o sinfonías, 21 sonatas para piano y 16 cuartetos de cuerda además de varios tríos, quintetos y otras formaciones camerísticas.
También se dedicó a la ópera, componiendo varias, sobre todo Singspielen, aunque lo que realmente destaca de su música vocal son los más de 600 Lieder, canciones para solista acompañado por un piano sobre poemas de grandes escritores románticos como Wolfgang Goethe, Wilhelm Müller o Matthias Claudius. Este último es el autor de los versos de La muerte y la doncella, a la que Schubert puso música en 1817. El texto consiste en dos estrofas: en la primera la doncella suplica a la muerte que la deje vivir pues todavía es muy joven y en la segunda la muerte le contesta intentando tranquilizarla, presentándose como una amiga entre cuyos brazos tendrá un sueño dulce y suave.
Varios años después, en 1824, tras un grave brote de la enfermedad que le llevaría a su prematura muerte, Schubert utilizó esta melodía como tema para las variaciones que constituyen el segundo movimiento de su Cuarteto de cuerda nº 14 en re menor, composición que también toma el nombre del poema. La obra está cargada de dramatismo desde el primer acorde, atacado con energía por los cuatro instrumentos. Cuatro robustos acordes fortissimo enlazados por tresillos dejan paso repentinamente a un pianissimo, dos expresiones extremas que seguirán alternándose en todo el movimiento de la misma manera en que el desgarro y la melancolía también se van turnando.
Las cinco variaciones que componen el segundo movimiento están construidas de manera que los cuatro instrumentos se alternan en la parte del solista, acompañados por los otros tres que, además de la función armónica, se encargan de mantener un ritmo trepidante.
El trío del tercer movimiento, un scherzo construido sobre el esquema del minueto clásico, es el único momento tranquilo del cuarteto, un instante de paz entre los fortissimi sincopados del resto del movimiento y el frenético cuarto tiempo, un tiempo de tarantella, danza italiana que según la tradición imitaba las convulsiones provocadas por la picadura de la tarántula, algo que varios autores describen como una especie de danza de la muerte.
Entre las muchas transcripciones que se han hecho de este cuarteto hay que destacar la que planificó Gustav Mahler para orquesta de cuerda, de la que sólo llegó a realizar el segundo movimiento y que fue completada por el editor. Personalmente prefiero la versión original aunque como curiosidad, y también porque ofrece la posibilidad de seguir la obra leyendo la partitura, os la propongo en el vídeo siguiente.
En 2º recordamos las melodías de nuestra vida que trabajamos el curso pasado.
Pero también aprendemos que las niñas y niños de otros países tienen sus propias canciones para algunos de esos momentos especiales. Por ejemplo, en Inglaterra para dormir les cantan la nana Twinkle, Twinkle little star (que practicamos con un Karaoke); en América celebran los cumpleaños con Estas son las mañanitas.
Ya están aquí. Llegó el mes de Noviembre y los estorninos inundan los cables de la luz o nuestros cielos: sus evoluciones volando en bandada te dejan con la boca abierta.
Aunque los protagonistas no sean estorninos, la imagen de un grupo de pájaros posados en unos cables sugirió una original idea: el músico brasileño Jarbas Agnelli compuso una melodía copiando la posición exacta de las aves. Este es el resultado final.